Malvinas y el rock argentino: el tiro por la culata que le salió a la dictadura

Desde hace 40 años, una visión distorsionada convirtió en vox populi la noción de que la prohibición de la dictadura cívico militar a difundir en los medios de comunicación música en inglés durante la Guerra de Malvinas.

Supuso un espaldarazo para el rock argentino, que cristalizó en la gran explosión creativa y el crecimiento exponencial que tuvo el género desde entonces y en los años siguientes.

Los recuerdos de la época de emisoras en donde sonaban a toda hora canciones que poco antes habían sido censuradas o la presencia de artistas que habían tenido que exiliarse para escapar del régimen; las tapas de revistas que hablaban de este resurgimiento artístico o las difusas imagen del polémico Festival de la Solidaridad Latinoamericana parecieran corroborar una suerte de extraña sociedad entre víctimas y victimarios culturales.

Sin embargo, una mínima exploración de la ocurrido en la época y la lectura que hacen los actores de diversos sectores que formaban parte de la industria del entretenimiento en esos días, dan cuenta de que se ha magnificado una medida transitoria puntual para subestimar el rol jugado por el rock argentino en pleno conflicto bélico.

En tal sentido, el veredicto es claro. La dictadura quiso sacar provecho de un movimiento que gozaba de popularidad en los más jóvenes, capitalizar esa alianza incondicional entre público y artistas, pero hubo una inversión de roles y fueron esas características las que conformaron parte del coro generalizado que reclamaba el fin del régimen.

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«La toma de Malvinas no le dio a la música popular un empujón ni un beneficio que no se hubiera estado ganando desde meses atrás», advirtió a Télam Miguel Cantilo, uno de los tantos músicos censurados, empujados al exilio por el régimen, cuyas canciones, sorpresivamente, volvían a sonar con insistencia en radios y era convocado por los medios de comunicación.

«Yo creo que el gobierno militar intentó capitalizar algo que estaba sucediendo en la cultura que era muy notorio, que era la reaparición de una música que ellos mismos habían prohibido y censurado. Pero en realidad no fue mucho lo que le brindó uno al otro, porque el rock nacional no se benefició. Más adelante, se fue ganando un espacio en la cultura cada vez mayor, pero no hay que equivocarse porque hay una idea que viene de una falacia, de un astigmatismo histórico de ver las cosas en desorden», añadió el artista.

Acaso, la gran confusión histórica surgió el 2 de abril de 1982, cuando se inició el intento de recuperar por la fuerza la soberanía sobre las Islas Malvinas, hubo una «sugerencia» de los jerarcas militares a los medios de difusión para que eliminara de sus respectivas programaciones la música cantada en inglés y se priorice a artistas locales.

Eduardo Gudiño era operador en Radio del Plata, la emisora más importante de música joven antes de la explosión de las FM, y recordó a pedido de esta agencia lo ocurrido en aquellos días: «En las radio sucedió un cambio fundamental con respecto a la música que se emitía. Todos los responsables de las radios decidieron no pasar música en inglés para que solamente se pase música en castellano», evocó.

«En Radio del Plata, el musicalizador en aquellos tiempos se llamaba Juan Costa, secundado por Miguel Ángel Amaya, el cual me pasó mucha data de la música que se pasaba, que era el 80 por ciento en inglés, así que no contaban con el material suficiente de música en castellano. Cuando le comentó al gerente artístico, Horacio Maurette, que no disponía de 24 horas de música en castellano, le respondió que allí solo se iba a pasar rock nacional», añadió.

Así fue que, según su testimonio, se empezaron a desempolvar algunas canciones y artistas que habían estado prohibidos hasta entonces, entre los que destaca «Que sea el sol», de Miguel Cantilo y Jorge Durietz grabado en 1974; y «Soy paz, soy pan, soy más», de Piero, entre otros.

A tono con los tiempos que corrían, la revista Pelo, la de mayor tirada e historia entre las publicaciones jóvenes, lanzó en esos días un número con una portada en donde en medio de una gran bandera argentina se leía la frase «La hora del rock nacional», acompañada de fotos de artistas locales, como Charly García, Cantilo, Ricardo Soulé, Nito Mestre y Dulces 16, entre otros.

Su jefe de redacción, Juan Manuel Cibeira, remarcó ante Télam: «Nunca pensamos que estábamos ganando algo, sino que estábamos aprovechando esta rendija que abrieron estos tipos. Tratamos de no quedar pegados con los tipos pero sacar el mayor rédito posible».

En tal sentido, tanto Cibeira como Cantilo subrayaron la «desconfianza» ante las caricias que la dictadura le hacía a todo el movimiento del rock argentino.

«Los músicos tenían sus reservas -corroboró el periodista-. De las charlas que teníamos todos, estaban de acuerdo que lo más lógico, lo mejor era sacar partido de esta situación. No cantar loas ni agradecer al gobierno militar porque prohibió la música en inglés, sino porque era la hora del rock nacional. El rock argentino tenía mucho material que no llegaba a las radios y de repente empezó a aflorar».

Precisamente, la necesidad de ocupar 24 horas de programación con música cantada en castellano provocó, por un lado, que muchos artistas que estaban en las orillas del género fueran considerados como parte del rock argentino, como ocurrió con Sandra Mihanovich, el Dúo Candela o el propio Piero. Pero por otro, hubo un terreno fértil para nuevas expresiones que se venían cultivando en un circuito alternativo.

Al respecto, Gudiño recuerda cómo comenzaron a llegar a Radio del Plata algunas cintas con material de Miguel Abuelo que iba a ser parte del repertorio de Los Abuelos de la Nada; otras de una formación llamada Ring Club que enrolaba a los futuros Twist y a Miguel Zabaleta, entre otros. De hecho, el operador fue el primero que puso al aire en una radio una canción de Los Redondos, cuando se programó «Superlógico» en el programa «9PM», que conducía Lalo Mir.

En lo que sí hubo unanimidad fue en la idea de prestar asistencia material y apoyo a los combatientes, lo cual tuvo su momento culminante en el Festival de la Solidaridad Latinoamericana, realizado en mayo en la parte descubierta del Estadio Obras.

La realización del encuentro solidario estuvo a cargo de los tres productores más importantes de la época: Daniel Grinbank, Alberto Ohanian y Pity Irrunigarro. El histórico mánager Peter Deantoni, quien trabajaba con Grinbank, reconoció a Télam que «la idea era juntar cosas para los chicos que estaban en Malvinas pero después nos dimos cuenta que fue una gran mentira más».

«Todo el mundo le puso tantas ganas, fue algo que se hizo con tanto amor, que no se sintió el esfuerzo. Y aunque después las cosas recaudadas aparecían en cualquier lado, lo que rescato es la unidad que hubo. No fue poco lo que hicimos. Siempre hubo confraternidad y una unión entre nosotros», remarcó Deantoni.

Y aceptó: «La música es un lenguaje universal. No tiene nada que ver la prohibición de una música porque cantan en inglés, pero eso vino bien porque hubo difusión en medios que de otra manera no hubiera habido. Pero fue ‘nefastísimo’ todo. Toda prohibición es un retroceso y la guerra es un negocio para pocos, no le sirve a nadie.»

Cantilo y Cibeira rescataron que tanto en el festival como a lo largo de todo ese proceso, no hubo manifestaciones de los rockeros en favor de la guerra; por el contrario, abundaron los mensajes de paz en canciones y expresiones.

«A mí me marcó profundamente como individuo esa etapa, como ser humano y como artista. Hubo un Obras lleno poco tiempo después y de los cuatro costados se gritaba `se va a acabar la dictadura militar´. Ese sonido, ese pulso emocional me marcó para el resto de mi vida. Fue un hito. Éramos un instrumento del público a través de nuestras canciones, atravesados por esa energía poderosa que nunca volví a sentir tan concretamente», remató el músico

Fuente: Télam