Ludwig Van Beethoven: 250 años del genio musical que quería “superar la soledad”

Nació el 16 de diciembre de 1770. Presionado por un padre alcohólico, desafiado por Mozart, sordo, el compositor alemán se convirtió en exponente universal de la música clásica.

Beethoven es un apellido que no precisa presentación alguna. En una sociedad hiperinformada, que devora sus propios mitos, ¿cómo se lo escucha? ¿Qué tiene para aportar la obra de uno de los compositores más trascendentales de la historia universal de la música?

Reconocido por sus contemporáneos, visto como un genio atormentado debido a su sordera, su funeral en 1827 paralizó Viena y fue multitudinario. Hoy, a 250 años de su nacimiento –que se cumplen este miércoles 16– la pandemia del Covid-19 impidió una serie de homenajes que, finalmente, continuarán hasta mediados de 2021. Sus composiciones, que señalaron la transición entre el clasicismo y el romanticismo, impactaron a reyes, nobles y plebeyos, forjando instantes de belleza y dramatismo que, aún hoy, emocionan, conmueven y sorprenden a escuchas de todo tipo.

Los expertos que analizaron su obra destacan su complejidad armónica, melódica (algo rupturista para la época) su vértigo y sus arriesgadas apuestas instrumentales. «Fue un objeto de admiración ya durante su vida, pero recién después de su muerte se transformó en objeto de un ritual», sostiene, en diálogo exclusivo con Clarín vía correo electrónico, Esteban Buch, profesor en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) de París y director del Centro de Investigaciones sobre las Artes y el Lenguaje (CRAL).

La pandemia obligó a postergar los homenajes a Beethoven.

La pandemia obligó a postergar los homenajes a Beethoven.

Buch cree que «escuchar la música de Beethoven es estar a solas con ella, así como estamos solas y solos en la pandemia». En busca de una clave acerca de cómo entender su obra, traza un paralelismo con el presente en un sentido similar a lo planteado por el destacado pianista y director de orquesta argentino-israelí-palestino Daniel Barenboim en la serie documental sobre el compositor que condujo para Film and Arts en 1970 (disponible completa en YouTube).

El músico (quien dará un concierto en Bonn, ciudad natal de Beethoven, como parte de los homenajes por su 250° natalicio el 17 de diciembre próximo) afirma que en su obra, pese a las adversidades que tuvo que atravesar a lo largo de su vida, se vislumbra un optimismo radical y una fe ciega en la capacidad humana para encontrar una solución a los conflictos. Quizás la prueba más cabal de esto sea su Novena Sinfonía, cuyo movimiento final, también conocido como Coral, musicaliza la Oda a la Alegría del poeta Friedrich von Schiller.

Algo que se volvió universal y va más allá del entrenamiento auditivo que se pueda llegar a tener en relación a este tipo de sonidos. Tal como afirma Buch: “En el legado beethoveniano, la utopía de la Novena Sinfonía capaz de abarcar al mundo entero es la creencia en la capacidad de los seres humanos de superar colectivamente aquella soledad primordial”.

Esteban Buch, profesor de l'École des Hautes Études. Foto Andrés D'Elía.

Esteban Buch, profesor de l’École des Hautes Études. Foto Andrés D’Elía.

El crítico musical, docente y ensayista Pablo Gianera, en diálogo con Clarín, aporta otra clave para dimensionar al compositor alemán: “Su música sigue una construcción formalmente muy rigurosa y, a la vez, la invención es completamente inusitadaNo busca un equilibrio, mantiene esa fricción irresoluble entre arquitectura e invención”.

Su recorrido podría pensarse dentro de la figura del artista total, aquellos creadores cuyos límites entre vida y obra se muestran permeables. A la vez, supo convertirse en uno de los primeros artistas independientes de la historia universal, ya obtuvo financiamiento para componer de forma totalmente libre.

La sordera lo atormentó hasta el punto límite de llegar a pensar en la idea del suicidio, algo que dejó esbozado en su ya mítico Testamento de Heilingenstadt, donde suelta frases que pasarían a la historia: «Dejad que se consuele el desventurado al descubrir que hubo alguien semejante a él, que a pesar de todos los obstáculos de la naturaleza, igualmente hizo todo lo que estuvo en sus manos para ser aceptado en la superior categoría de los artistas y los hombres dignos».

Sus comienzos, tampoco fueron para nada amenos. Agrega Buch: «La capacidad de resiliencia adquirida de niño en una casa devastada por el alcoholismo de su padre logró transformarse, gracias a la belleza de su música, en una forma democrática del heroísmo moderno. Quizás algo de eso insista en toda lucha individual contra la enfermedad, y también en quienes poniendo sus propios cuerpos combaten colectivamente a la pandemia».

Instalación artística en Bonn, la antigua capital alemana, con 700 estatuas del compositor alemán Ludwig van Beethoven. Foto EFE/ Bonncity

Instalación artística en Bonn, la antigua capital alemana, con 700 estatuas del compositor alemán Ludwig van Beethoven. Foto EFE/ Bonncity

Varias fuentes cuentan cómo su padre lo presionó desde pequeño para convertirse en un prodigio del piano, teniendo en cuenta al, ya por aquel entonces consagrado, Mozart como un modelo a seguir. El encuentro de estos dos titanes de la música clásica en Viena fue motivo de leyenda. Se dice que Mozart lo desafió y que Beethoven, quien enojado podía encontrar instantes performáticos sublimes, lo sorprendió y motivó sus elogios. El maestro oriundo de Salzburgo habría dicho: «Recuerden su nombre, este joven hará hablar al mundo».

Beethoven reúne aquella capacidad que comparte con nombres como William Shakespeare o Leonardo Da Vinci: se han vuelto motivos universales pero, a la vez, sus obras aún siguen conservando resquicios para sorprender. Gianera teoriza al respecto: “Puede haber habido evolución en la manera en que se toca a Beethoven, pero hubo poco o nada de progreso en la manera en que lo escuchamos. Nos sorprende lo mismo que habrá asombrado en su momento a E. T. A Hoffmann: que cada pieza parece darse su propia ley formal. Creo que es esto, antes de cualquier consideración sociológica, lo que une la poética beethoveniana con la de la Segunda Escuela de Viena. Por eso resulta tan difícil la respuesta a la pregunta de por dónde empezar a escuchar a Beethoven: está completo en cada obra y a la vez no está en ninguna de ellas”.

Si uno indaga en su vida personal, también encontrará detalles que engrandecen al mito, como su relación con el inventor Johann Mäzel que creó diversos aparatos para poder ayudarlo con su sordera, algo que jamás le impidió dejar de componer. De hecho, sus últimas composiciones, las célebres sinfonías, fueron creadas en dicho periodo. Gianera agrega: “Cuando vemos las últimas pinturas de Rembrandt o de Giorgio Morandi, no vemos un cierto tipo de representación, no vemos incluso nada representado, ni siquiera vemos una pintura: ya no son la obra de un pintor, sino de un artista, alguien que superó la materialidad de sus medios. Lo mismo pasa con Beethoven”.

““En el legado beethoveniano, la utopía de la Novena Sinfonía capaz de abarcar al mundo entero es la creencia en la capacidad de los seres humanos de superar colectivamente aquella soledad primordial”.

"“En el legado beethoveniano, la utopía de la Novena Sinfonía capaz de abarcar al mundo entero es la creencia en la capacidad de los seres humanos de superar colectivamente aquella soledad primordial".

Esteban Buch

PROFESOR E INVESTIGADOR

La pandemia, que paralizó al mundo, hizo lo propio con los homenajes preparados para el 250° aniversario del genio alemán. Buch relaciona dicho acontecimiento con la propia incertidumbre que rodea al músico: «El Año Beethoven 2020 podría quedar en la historia como una forma sonora y virtual de iluminación profana, como decía Walter Benjamin. La ironía es que nadie puede saber cuándo termina exactamente, pues el día mismo del nacimiento de Beethoven es incierto, 16 ó 17 de diciembre de 1770, y las fechas para el año que viene de todo lo que no pudo hacerse este año siguen dependiendo de cómo nos vaya colectivamente, como humanidad, con el virus. La pandemia ha desarticulado el tiempo histórico, y con él, el ritmo de toda música que nos viene del pasado».

Si bien el paso del tiempo ha ido colocando a la música clásica del lado de ciertos gustos de élite en detrimento de géneros como el rock and roll, el jazz o el blues que gozaron de una mayor popularidad en el siglo pasado el potencial irreverente y transgresor que emerge en la obra de Ludwig Van Beethoven, sumados a los detalles de su vida personal que acrecientan su mito, lo vuelven un compositor cuyas obras trascienden generaciones por más que hoy sean escuchadas en Spotify o sus orquestaciones puedan verse en diversos ensambles por YouTube. Su tesón (jamás paró de componer casi hasta el día de su muerte el 26 de marzo de 1827 debido a una cirrosis hepática) lo emparentan con aquella definición atribuida al General José de San Martín: «Serás lo que debas ser o no serás nada».

Fuente: Clarín