Los 50 mejores álbumes de salsa en la historia

Seis décadas de clásicos, desde el boogaloo hasta la salsa romántica y más allá

La salsa empezó como un fenómeno caribeño, pero se extendió por todo el mundo como la pólvora, y ahora su ritmo endiablado y sus melodías sinuosas son universales. La mejor salsa puede sacudirte tan fuerte como el rock & roll, y está basada en paradojas fascinantes. Es música para bailar en clubes nocturnos de mala muerte, pero también es capaz de estremecerte con historias de una tristeza inimaginable. Uno de los movimientos más trascendentes de la cultura latinoamericana germinó entre los inmigrantes de Nueva York, y al basarse en los venerables patrones de la música popular cubana, también se nutre de una marcada sensibilidad puertorriqueña.

El sonido que conocemos como salsa —término genérico, pero eficaz— ya estaba completamente formado para 1965, cuando jóvenes músicos de ascendencia puertorriqueña, cubana y dominicana reinventaron los formatos tropicales con los que habían crecido; desde la guaracha, la rumba y el son montuno cubanos, hasta la plena y la bomba puertorriqueñas. Mientras los Beatles dominaban el panorama del pop con sus innovaciones, los salseros tuvieron la libertad de incorporar ingredientes más vanguardistas a la mezcla: rock y psicodelia; funk y R&B; bossa y jazz. El nuevo sonido encontró un hogar ideal en el sello discográfico Fania —fundado en 1964 por el músico dominicano Johnny Pacheco y el abogado Jerry Masucci—, que con el tiempo monopolizó el mercado engullendo sellos históricos como Tico, Inca y Alegre. El 60° aniversario de Fania subraya hasta qué punto estos discos son un componente intrínseco del ADN de la música latina.

La ambición del sonido creció, pasando de la moda del boogaloo sesentero a la grandiosa salsa sinfónica de finales de los 70. En los 80, con la moda de la salsa romántica, viró hacia el pop y desde entonces ha oscilado entre un enfoque más suave y otro más duro.

Es importante tener en cuenta que esta lista se centra estrictamente en el movimiento salsero desde mediados de los 60 hasta la actualidad. No aborda la era del mambo de los años 50, ni los primeros iconos de la proto salsa, como Tito Rodríguez o Beny Moré. Y el sonido aventurero de la música cubana (incluidos el songo y la timba) pertenece a una lista aparte, por lo que aquí no encontrarán a Los Van Van ni a NG La Banda.

Un panel compuesto por leyendas del género, periodistas y musicólogos contribuyó con comentarios y sugerencias. Si están vagamente familiarizados con la salsa, prepárense para una experiencia inolvidable. Esta música tiene el poder de agitar el cuerpo y curar el alma.

50.
La 33
La 33
2004

A principios del siglo XXI, la salsa se convirtió en el territorio de aquellas leyendas vivas lo suficientemente fuertes como para mostrar su arte frente a sus fanáticos. Pero la música tropical florecía en manos de músicos jóvenes, y la necesidad de nuevas voces se hizo presente. La 33, procedente de Bogotá, llegó justo a tiempo a llenar ese vacío. Liderado por los hermanos Sergio y Santiago Mejía, el querido debut del grupo brilla por su respeto a los principios del swing. Las propulsivas notas del bajo en el puente de la impresionante ‘Soledad’ llenarán de orgullo el alma de cualquier salsero que se respete.

49.
Bobby Rodríguez
Lead Me To That Beautiful Band
1975

Las peculiaridades de la vida cotidiana neoyorquina se convirtieron en tema recurrente en la salsa de los 70, y Rubén Blades abordó el tema con humor en ‘Número 6’, uno de sus primeros éxitos como compositor por contrato. Su empática descripción de gente esperando el metro fue enriquecida con la ligereza de espíritu del director de orquesta Bobby Rodríguez y La Compañía. Rodríguez tocó el saxo, la flauta y el clarinete, acompañado por artistas tan distinguidos como Al Dorsey al piano y la elegante voz de Junior Córdova. La Compañía, un combo infravalorado, sabía cómo darle nueva vida a viejos temas como el estándar de Johnny Pacheco ‘Recuerdos de Arcaño’.

48.
Luis Enrique
Ciclos
2009

Cuando ‘Yo no sé mañana’ llegó a las discotecas de todo el continente americano en la primavera de 2009, era justo lo que había recetado el doctor. Fue un fervoroso recordatorio de que la salsa era una propuesta viable y que aún podía infundir en la pista de baile una conmovedora combinación de furia y nostalgia. Este gran éxito sobre una aventura de una noche formó parte del 17º álbum de Luis Enrique, y cada uno de sus elementos pone de manifiesto la maestría del cantante y músico nicaragüense. Incluso los detractores de la salsa romántica tendrán que admitir que el paroxismo de brío afrocaribeño que se siente en el puente es de lo más explosivo.

47.
Guayacán Orquesta
Sentimental de punta a punta
1991

Tras cuatro discos con el Grupo Niche —la mítica orquesta que fundó junto a Jairo Varela—, el multinstrumentista Alexis Lozano abandonó el barco y se lanzó al estrellato en solitario. Con un espíritu similar a Niche, y bendecido con la brillantez compositiva de Nino Caicedo, Guayacán se aventura en sensaciones más suaves, como los arabescos de pop latino que le dan un aire exótico a temas como ‘Te amo, te extraño’. ‘Oiga, mire, vea’, con su implacable ritmo de cencerro, se convirtió en un himno no oficial de la fiesta caleña. ‘Invierno en primavera’ encarna el don de Colombia para mezclar una salsa romántica de ensueño con los ritmos más enérgicos.

46.
Típica 73
Típica 73
1973

Una brutal ruptura sacudió la escena salsera neoyorquina en 1972, cuando cinco miembros de la orquesta de Ray Barretto abandonaron el barco y fundaron la obstinadamente experimental Típica 73. Barretto quedó destrozado, pero se recuperó mientras el mundo disfrutaba de un estimulante debut cargado con la adrenalina de la libertad. Bajo la dirección del exbongosero de Tito Puente, Johnny Rodríguez Jr., la banda cultivó un estilo tradicional, desempolvando clásicos cubanos como ‘Son de la loma’ y voló a la velocidad de la luz en la demoledora ‘Acere boncó’ del timbalero Orestés Vilató.

45.
India
Llegó la India… vía Eddie Palmieri
1992

Antes de grabar la inmensa ‘Vivir lo nuestro’ con Marc Anthony, y convertirse en la diva de la rebelión de la salsa romántica, Linda Bell Viera Caballero irrumpió en el paisaje tropical colaborando con un viejo maestro que comprendía todo el potencial de su asombrosa voz. La artista proclama oportunamente su propia iniciación al ritual en ‘Mi primera rumba’. Palmieri deja elementos armónicos en segundo plano, pero la intensidad de la voz de India y la sección de percusión son brutales (‘Yemayá y Ochún’ es imperdible). Lamentablemente, nunca grabaron una continuación de esta explosiva obra maestra.

44.
Cheo Feliciano
Estampas
1979

Grabado durante el final del apogeo de la salsa, Estampas fue el álbum favorito de Feliciano. Una colección de viñetas sociopolíticas vagamente conectadas, coproducidas por el cantante puertorriqueño junto con Papo Lucca, de la Sonora Ponceña, favorece un sonido solemne y semisinfónico que incomodó a los puristas del género. El estallido de alegría de ‘Los entierros’ —sobre la sinceridad emocional que se da en las exequias de los pobres— se complementa con la reflexión de baladas como ‘Lucero’. Feliciano, ahora en pleno control de su arte, alineó todos los elementos sonoros con un cuidado meticuloso, desde las vibraciones jazzeras y los coros femeninos hasta la arrolladora sección de cuerdas.

43.
Spanish Harlem Orchestra
Across 110th Street
2004

Oscar Hernández tenía 16 años cuando tocó el piano en el debut de culto de 1972 de la orquesta neoyorquina La Conquistadora, y su notable carrera incluye colaboraciones con Celia Cruz, Ray Barretto y Rubén Blades. A finales de los 90, se sintió motivado a rescatar el género del olvido y fundó la Spanish Harlem Orchestra, uno de los grupos de salsa estadounidenses más grandes de los últimos 25 años. Este segundo trabajo brilla por la fuerza de los impecables arreglos de Hernández y los ajustados soneos de Rubén Blades como vocalista invitado. El bonus track ‘Tú te lo pierdes’ muestra al maestro panameño en un modo decididamente lascivo e hilarante.

42.
Machito
Fireworks
1977

Antes de encontrar la fortuna comercial a finales de los 80 con una cuestionable salsa erótica como ‘Ven devórame otra vez’, Lalo Rodríguez ya era un sonero dotado de un ritmo impecable. En 1977, se asoció con el veterano cubano Machito, quien evolucionó del mambo y la pachanga a la salsa progresiva (relata el proceso en el tema de cierre ‘Soy salsero’). Acompañado por invitados notables como Charlie Palmieri e Ismael Quintana, el dúo alterna entre el jazz experimental (los 13 minutos de duración de ‘Macho’) y los temas tropicales escritos por Rodríguez (‘Guaguancó a México’). Lo más conmovedor de esta sesión caleidoscópica del sello Coco es escuchar al veterano director de orquesta y al ídolo adolescente armonizando juntos.

41.
Tito Puente
Homenaje a Beny
1978

Junto con Cortijo y Arsenio Rodríguez, el cantante cubano Beny Moré sentó las bases de la música que más tarde se conocería como salsa. Acompañado por su majestuosa banda en los 50, Moré fue un cantante virtuoso que sucumbió al alcoholismo a los 43 años. En este estimulante homenaje del sello Tico, el veterano timbalero Tito Puente adaptó su sonido a la ola salsera e invitó a una galería de cantantes —cual Fania All-Stars— para una actualización elegante del repertorio de Moré. ‘Santa Isabel de las Lajas’ con el vocalista de la Sonora Ponceña Luigi Texidor y el juguetón ‘Yiri Yiri Bon’ de Celia Cruz son fantásticos, pero el punto culminante es el dueto de boleros de Celia con Cheo Feliciano en ‘Encantado de la vida’; los acentos del vibráfono hacen que suene como un cielo estrellado.

40.
Tommy Olivencia y su Orquesta
Planté bandera
1975

La orquesta del trompetista puertorriqueño Tommy Olivencia fue elogiada como “la escuelita” por la asombrosa habilidad del director para identificar a cantantes prometedores de la isla. Olivencia empezó a grabar salsa a mediados de los 60, y desde el principio se le unió el temperamental Chamaco Ramírez, quien también escribió ‘Trucutú’, un ardiente guaguancó sobre estafadores. Planté bandera fue el punto culminante de ambos artistas, grabado en Nueva York por el brillante productor Luis ‘Perico’ Ortiz y Héctor Lavoe en los coros. Incluye un ‘Trucutú’ revisado y la exuberante canción que da título al disco, sobre la victoriosa cruzada de un hombre latino en defensa de sus derechos. Ramírez murió en 1983 a los 41 años, y este fue el disco que confirmó su lugar de honor en el panteón de la salsa.

39.
Justo Betancourt
Pa bravo yo
1972

Pocos álbumes ilustran la fusión perfecta de las sensibilidades cubana y boricua como esta exitosa sesión producida por Larry Harlow. Nacido en Matanzas (Cuba), Betancourt es un cantante de la vieja escuela del swing cubano que se trasladó a Nueva York y se unió a la Fania All-Stars. La pieza central de este disco es la alegre canción homónima, escrita por la joven estrella puertorriqueña Ismael Miranda, sobre un hombre afro seguro de sí mismo que celebra su excelente salud y su virtuosismo al cantar. Más que la divertida seguridad de la letra, fue su interpretación la que convirtió esta canción en una de las favoritas de todos los tiempos. Sabe interpretar cada sílaba con encanto, y su actitud se corresponde con una habilidad impresionante.

38.
Ray Barretto
Rican/Struction
1979

El sonido de la salsa se volvió más maduro y opulento a finales de los 70, como una última botella de champán para despedir la década por excelencia del género. Rican/Struction reunió al conguero Ray Barretto con el vocalista puertorriqueño Adalberto Santiago, pero la ruda bravuconería de las primeras sesiones, como The Message, de 1971, fue sustituida por un brillo progresivo. Las trompetas se disparan en ‘Al ver sus campos’, sobre la devastación emocional de un granjero boricua que contempla los campos que ya no son suyos. En la futurista ‘Algo nuevo’, el piano eléctrico de Chick Corea se abre paso a través de un turbulento collage de metales, percusión sincopada y un saxo sombrío. Barretto, un director de orquesta de voz suave, moldeaba estas estructuras musicales con intensidad contenida.

37.
Frankie Ruiz
Solista… pero no solo
1985

No todo estaba perdido cuando el apogeo de la salsa setentera dio paso a un sonido más suave, influenciado por el pop, y que sustituyó los radicales mensajes sociopolíticos por ridículas letras sobre anhelos eróticos. Nacido en Nueva Jersey, Frankie Ruiz cultivó un ardiente término medio entre la estridencia de la década pasada y la salsa romántica apta para la radio. Se puede escuchar un ejemplo precioso y equilibrado en la alegre ‘La cura’, una lección de cinismo romántico, y en el arreglo prístino del cover de Roberto Carlos ‘El camionero’, con patrones de piano hipnóticos y acentos de los metales hacia el final. Nadie apoyó más la carrera de Ruiz que su madre, cuya muerte en un accidente automovilístico exacerbó la adicción al alcohol del cantante, quien murió en 1998, a los 40 años.

36.
Ángel Canales
Sabor
1975

Con la cabeza rapada, gestos maníacos y un estilo vocal de lo más peculiar —en parte amateur, en parte genio extraterrestre—, Ángel Canales se ganó el apodo de “El diferente” cuando apareció en la escena salsera neoyorquina junto al teclista Markolino Dimond. Este debut en solitario demostró el don de Canales para rodearse de buenos músicos y escribir complejas viñetas urbanas. En ‘Perico macoña’, las conmovedoras armonías acentúan la adicción a la marihuana y los problemas de personalidad del protagonista, un primo espiritual de ‘Pedro Navaja’. Canales ha sido venerado en países como Colombia y Panamá, lo que demuestra lo sofisticados que pueden llegar a ser los aficionados a la salsa.

35.
La Lupe
Queen of Latin Soul
1968

Nacida en Cuba, la inimitable Lupe Victoria Yolí Raymond encarnó el arquetipo de diva tropical en pleno ataque de nervios. Pero la extravagancia de sus presentaciones en vivo —quitarse los zapatos y las joyas en el escenario o golpear al pianista— quedan eclipsados por una voz preciosa que palpita con la alegría de la cultura afrocaribeña. La Lupe colaboró con Mongo Santamaría y Tito Puente, pero su verdadera personalidad floreció cuando se lanzó en solitario. Este explosivo LP pasa el lado A revolcándose en un profundo mar orquestal de amargas lágrimas de bolero, para luego encontrar una redención eufórica en una segunda mitad que arde con el boogaloo ‘Fever’ y galopa salvajemente en la canción de su autoría ‘Soy sonerita’.

34.
Charlie Palmieri
El gigante del teclado
1973

El radical de la salsa Eddie Palmieri nunca ha dejado de repetir su axioma personal: el verdadero rey de las teclas blancas y negras no era él, sino su querido hermano Charlie. Nueve años mayor que Eddie, Charlie poseía una técnica inmensa y fue un director de orquesta más conservador. Los ritmos se deslizaban con gracia en sus álbumes de los 60 con la charanga de estilo cubano La Duboney, pero Charlie alcanzó su punto álgido en los 70 con un conjunto bendecido por la voz de Vitín Avilés, un crooner del credo de Tito Rodríguez. El quiebre hacia el minuto 02:28 en ‘La hija de Lola’ y el solo jazzístico en ‘Sedante de rhumba’ probablemente te emocionarán hasta hacerte llorar. Charlie fue un gigante infravalorado que murió a los 60 años en 1988.

33.
Ismael Rivera y sus Cachimbos
Esto sí es lo mío
1978

Cuando grabó su penúltimo álbum de estudio, la prodigiosa voz de Ismael Rivera se había convertido en una sombra de lo que fue. En los 50, Maelo fue vocalista de la orquesta de proto salsa del director Rafael Cortijo en Puerto Rico. Pasó un tiempo en la cárcel tras una redada antidroga y dio su propio giro a la salsa de los 70. Hay una inocencia esperanzadora en su forma de cantar, un sentido del humor que ilumina su fraseo perverso y muy percusivo. Maelo encontró un gran aliado en el compositor Tite Curet Alonso, y el tema de apertura ‘Las caras lindas’ atesora la cultura afro con la combinación justa de ternura y orgullo.

32.
Willie Colón & Hector Lavoe
Asalto navideño
1970

El mejor disco navideño de la historia de la música latina surgió del sello Fania en 1970, justo cuando el movimiento salsero se apoderaba de Nueva York. Asalto navideño es una celebración de la tradición de la parranda puertorriqueña, dirigida tanto a la diáspora boricua como a la gente que se quedó atrás, y dibuja un triángulo perfecto que zigzaguea desde el trombón de la mente maestra de Willie Colón hasta los soneos estridentes de Héctor Lavoe en su mejor momento, pasando por el arte del solista invitado Yomo Toro, maestro de las cuatro líneas que impregnan las canciones de raíces folclóricas fehacientes. Tal vez la esencia sea puertorriqueña, pero los pegajosos patrones de ‘La Murga’ pusieron a bailar a todo el continente.

31.
La Dimensión Latina
‘75
1974

El disco comienza con una interpretación rústica de ‘Mi adorada’ de Bobby Capó, cimentada en el dúo de trombones de César Monge y Antonio José Rojas. El infierno se desata con ‘Llorarás’, un éxito salsero de infarto que, inicialmente descartado como canción, fue escrito por el vocalista estrella y bajista Oscar D’León. La canción en sí —y todo el cuarto álbum de este grupo de Caracas— marcó el momento específico en que la salsa venezolana irrumpió en la escena con su franqueza cruda y su explosivo enfoque hipersexual. En ‘Taboga’, el cantante Wladimir Lozano evoca un bolero ensoñador que se transforma en un montuno temerario cuando D’León se hace cargo y el ritmo se acelera.

30.
Johnny Pacheco & Pete ‘El Conde’ Rodríguez
Tres de café y dos de azúcar
1973

A diferencia de sus contemporáneos, que pretendían radicalizar el matiz afrocaribeño de los 70 con disonancias y funk, el cofundador de la Fania, Johnny Pacheco, era un tradicionalista. Creció en la República Dominicana escuchando la radio cubana y atesorando las notas tropicales de la Sonora Matancera. Como director de orquesta, compositor y productor en Nueva York, Pacheco actualizó el sonido retro de la época dorada de Cuba con arreglos ajustados y una serie de maravillosos vocalistas, entre ellos el sonero puertorriqueño Pete “El Conde” Rodríguez. Su colaboración se volvió legendaria, y esta sesión mantiene el ritmo de ‘Primoroso cantar’ y ‘Víralo al revés’ cercano a sus raíces: alegres y elegantes, carentes de sombras.

29.
Marc Anthony
Todo a su tiempo
1995

Nacido en Nueva York, Marc Anthony combinó su amor por el Héctor Lavoe clásico con la melosa salsa romántica que reinó en los 90. Con el corazón en la mano, creó algo totalmente nuevo: éxitos melodramáticos que encajarían perfectamente como temas de telenovela, pero que se nutrían de cierta autenticidad de espíritu. Impulsado por la balada de los 70 y 80, su estilo sigue dividiendo a los aficionados, pero su lugar como sonero dotado es indiscutible. Y lo que es más importante, Marc Anthony salvó a la salsa de la irrelevancia haciéndola comercialmente viable. Una de sus primeras obras, Todo a su tiempo se beneficia de la majestuosa producción de Sergio George, y del suave estilo de ‘Te amaré’ y ‘Nadie como ella’.

28.
Ismael Miranda
Así se compone un son
1973

Conocido como “el niño bonito de la salsa”, Ismael Miranda, nacido en Puerto Rico, fue una especie de adolescente prodigio. Cuando abandonó la orquesta del teclista Larry Harlow y lanzó su exitosa carrera con este debut en solitario, tenía tan solo 23 años y estaba preparado para nuevos retos. En la canción homónima al disco —de su propia autoría— ofrece la receta para un son exitoso: mucha inspiración y sabor cubano. Se trata de un tema típico y arraigado, con acentos de bongó marcados y líneas de trompeta bien templadas. Libre de ataduras, Miranda entona un merengue (‘Ahora que estoy sabroso’) y una versión lúgubre y callejera en bolero del tango ‘Las cuarentas’. Nunca antes había sonado tan seguro de sí mismo.

27.
Ricardo Ray y Bobby Cruz
El bestial sonido de…
1971

Los excesos del rock progresivo se filtraron en la salsa puertorriqueña con un efecto gigantesco en los discos que el teclista Ricardo Ray y el vocalista Bobby Cruz grabaron durante su apogeo en los 70; no es de extrañar que calificaran su propio sonido innovador como “bestial”. Con siete minutos de duración, el tema que da título al disco se anima con trucos humorísticos en el piano y las trompetas antes de que Ray —el Rick Wakeman de la salsa— se deleite con patrones clásicos y cite a Chopin mientras Cruz se pregunta si Stravinsky está al piano. No te pierdas el crepitante solo de timbales y la voz de Cruz, un hombre poseído. Por otra parte, el dúo versiona ‘Fire and Rain’ de James Taylor como un elegante bolero de latin soul y se pasa a la bossa en los primeros compases de ‘La Vimari’, con la encantadora voz invitada de Miki Vimari. Para Ray y Cruz, el tapiz afrocubano fue un alegre e interminable patio de recreo.

26.
Gilberto Santa Rosa
Intenso
2001

De niño en Puerto Rico, Gilberto Santa Rosa se obsesionó con el arte de Tito Rodríguez, el rey del mambo de los 50, su estilo elegante y su dicción caballerosa, y acabó comprando las cintas maestras del programa de televisión del cantante para su archivo personal. Santa Rosa, un conquistador nato, mantiene un delicado equilibrio entre la languidez de la salsa romántica y la implacable combustión que alimenta las pistas de baile tropicales. Como corresponde, se ha convertido en una de las mayores estrellas del género del siglo XXI. Esta sesión puede convertirte en un fan de los placeres crepusculares de la balada orquestal, mientras que la propulsión frenética de ‘La agarro bajando’ demuestra que Gilbertito también puede subir la adrenalina cuando la situación lo requiere.

25.
Bobby Valentín
Soy boricua
1972

El autodidacta Valentín —hijo de un granjero— cambió la trompeta por el bajo al comienzo de su carrera y se convirtió en uno de los directores de orquesta más confiables del género. Grabado en Puerto Rico, Soy boricua capta el momento eufórico en el que Valentín abandonó Nueva York y regresó definitivamente a la isla para tomar el control de su fortuna y formar el sello discográfico Bronco. El cantante Marvin Santiago brilla en las volátiles ‘Aquella mujer’ y ‘Pirata de la Mar’ —ambas composiciones de Tite Curet Alonso—, pero el momento más inspirador del álbum es la canción homónima, de Roberto Angleró. Como un encantador homenaje a la identidad puertorriqueña, su coro (“soy boricua, tú lo sabes”) puede interpretarse también como un reconfortante mensaje de autoaceptación para toda la diáspora latinoamericana.

24.
Willie Rosario
Infinito
1973

Cuando el joven músico puertorriqueño Willie Rosario vio a Tito Puente tocando los timbales en el Palladium, se dio cuenta de que imitar un estilo tan espectacular sería una tontería. Como timbalero y director de orquesta comedido, Rosario decidió centrarse en establecer una base sólida sobre la que pudieran florecer arreglos interesantes. Inspirado por el músico de jazz Gerry Mulligan, también añadió un saxo barítono a su orquesta, abriendo el campo sonoro de la salsa y llevando las texturas funky un paso más allá. Infinito es el mejor de sus docenas de grandes álbumes; contiene la improvisación de Tite Curet Alonso ‘Échame la culpa a mí’ —con José ‘Junior’ Toledo a la voz— y se adentra en el space lounge con una interpretación psicodélica de ‘Last Tango In Paris’ de Gato Barbieri con vibráfono y guitarra eléctrica. Rosario cumplió 100 años en mayo de 2024.

23.
Willie Colón
Fantasmas
1981

Cambiar la historia de la música latina mediante colaboraciones históricas con Héctor Lavoe y Rubén Blades pareció no ser suficiente. El trombonista, cantante y compositor Willie Colón tenía espacio en su agenda para una carrera vanguardista en solitario. Fantasmas, un experimento épico, propone un nuevo camino, llevando la música tropical a terreno sinfónico con orquestaciones exuberantes y coros femeninos muy elaborados. Al igual que en su producción de los 70, encontró inspiración en géneros ajenos; en sus manos, el clásico de Chico Buarque de 1976 ‘O que será’ se transformó en salsa progresiva, conservando un toque aterciopelado brasileño. El éxito de soca de Eddy Grant de 1977 ‘Say I Love You’ se convirtió en disco cosmopolita en ‘Amor verdadero’. Fantasmas, uno de los discos más vulnerables de la Fania, implicó que la salsa finalmente se había liberado de cualquier restricción autoimpuesta desde el pasado.

22.
The Joe Cuba Sextet
Wanted Dead Or Alive
1966

Nacido en Harlem en 1931, el conguero Joe Cuba construyó un puente bilingüe de camaradería y groove, uniendo el R&B con el sonido latino y el pop de llamada y respuesta. Este nuevo sonido se llamó boogaloo, y reflejaba la sensibilidad sesentera de los jóvenes neoyorquinos racialmente integrados. Cuba, un elegante arquitecto del sonido, prescindió de los metales y complementó la sección rítmica con ágiles patrones de vibráfono. Su sexteto contaba con vocalistas excepcionales: el futuro icono Cheo Feliciano en éxitos pasados como ‘El ratón’, y Jimmy Sabater en este disco, el lanzamiento más exitoso de la banda. A falta del sonido áspero de la salsa que le siguió, esta inocente cápsula del tiempo va de la confección doo-wop en ‘Triste’ a la narrativa de barrio en ‘Alafia’ y la siempre sonriente joya de boogaloo ‘Bang Bang’.

21.
Eddie Palmieri
The Sun of Latin Music
1974

El tecladista nuyorriqueño Eddie Palmieri —obstinadamente independiente y siempre en busca de la siguiente chispa de disonancia— nunca ha dejado de reinventarse. Tras el ascenso de La Perfecta, cargada de trombones, los experimentos de boogaloo de Champagne y la justicia social psicodélica de ‘Vámonos pa’l monte’, Palmieri sale victorioso en este testimonio tropical ganador del GRAMMY, un disco que consigue lo imposible con un sonido implacablemente comercial y completamente disruptivo a la vez. La voz de un joven Lalo Rodríguez añade fervor al megaéxito de la pista de baile ‘Nada de ti’, antes de que Palmieri haga un descabellado mash-up de ‘You Never Give Me Your Money’ de The Beatles con una danza puertorriqueña; y en ‘Un día bonito’ (de 15 minutos de duración) deja volar su imaginación en una densa jungla de travesuras jazzísticas y coros afrocubanos.

20.
Orchestra Harlow
Salsa
1974

Nacido en Brooklyn, el judío estadounidense y mago del piano Larry Harlow desarrolló una fascinación por la música cubana que le valió el apodo de “el judío maravilloso” en referencia a su ídolo, Arsenio Rodríguez. En Salsa, Harlow utilizó el título del álbum para apropiarse de la revolución en curso con una selección cuidadosamente curada de estándares cubanos que encontró rebuscando en los discos de un amigo coleccionista de Nueva York. Respaldado por el vocalista puertorriqueño Junior González, un grupo de distinguidos coristas y el trombón y el violín de Lewis Kahn (otro no latino), Harlow le dio a su orquesta un giro contraintuitivo: por un lado, encargó arreglos progresivos que modernizaban temas como ‘El paso de encarnación’, pero también abogó por el regreso al viejo formato de charanga cubana de flauta y violines. Como era de esperar, los círculos melódicos en espiral de ‘La cartera’ fueron el mayor éxito de su larga carrera.

19.
Rubén Blades y Seis del Solar
Buscando América
1984

Libre de las cadenas de Fania Records, el genio panameño Rubén Blades revisó el sonido de la salsa ochentera con un audaz sexteto que incluía vibráfono, sintetizadores y batería. Buscando América es una epopeya concisa que resume la belleza y la locura de América Latina en siete viñetas. Al añadir un inocente monaguillo a su crónica del sacerdote salvadoreño asesinado Óscar Romero, Blades convirtió una tragedia regional en un lamento universal. ‘Decisiones’ arroja un balde de sarcasmo sobre un mosaico de dilemas urbanos cotidianos, y su versión de ‘Todos vuelven’ —un vals peruano de César Miró— ilumina la quimera de un inmigrante latino: el interminable regreso a la raíz. En un momento en que el movimiento se tambaleaba, Blades creó un clásico conmovedor y familiar, que además era bailable.

18.
Joe Arroyo y La Verdad
Musa original
1986

Cada vez que la policía hacía una redada en el burdel de Cartagena donde un adolescente Joe Arroyo cantaba por las noches, las prostitutas escondían a la futura leyenda de la salsa debajo de la cama. Estas coloridas experiencias, y la mezcla de sonidos que poblaba la ciudad costera colombiana en los 60, alimentaron la imaginación de Arroyo. Tras disfrutar del estrellato con el supergrupo Fruko y sus Tesos, Arroyo se lanzó en solitario en los 80 y desarrolló el “joe-son”, una juguetona fusión de salsa y calipso, cumbia, música africana y funk. No hay un solo momento tibio en toda su discografía: álbumes como Musa original están repletos de gasolina y miel. ‘Rebelión’, de su propia autoría, es posiblemente el momento más sublime de la salsa colombiana: una historia de esclavitud y rebeldía, con un solo cristalino del maestro del piano Chelito de Castro. La oda al amor ‘María’ y el tema carnavalesco que da título al disco son igual de enternecedoras.

17.
Tito Puente
Para los rumberos
1972

En los 50, el percusionista y director de orquesta nuyorriqueño Tito Puente puso los timbales al frente del escenario y se coronó como rey del mambo y el chachachá. Tras sobrevivir a los 60 adentrándose en la bossa nova y el boogaloo, el hombre que grabó más de 100 álbumes estaba más que preparado para asimilar el reto de la fiebre salsera y deslumbrar a una nueva generación de bailarines. Para los rumberos inició ese proceso con una edición actualizada del tema de 1956 ‘Niña y señora’ con el sonero panameño Meñique Barcasnegras. Carlos Santana convirtió a Puente en un hombre rico al incluir ‘Oye cómo va’ en Abraxas, y Tito hizo un guiño al guitarrista de Tijuana con una versión tribal de ‘Batuka’, de Santana III.

16.
Fania All-Stars
Live at the Cheetah, Vol. 1
1972

En 1971, la salsa ya sacudía los cimientos de la cultura latinoamericana. La confirmación de este cambio, su bautizo simbólico, tuvo lugar la noche del 26 de agosto, cuando la Fania All-Stars se presentó ante un numeroso público en el Cheetah Lounge de Nueva York. El concepto de la banda —una mega orquesta en la que cada uno de sus miembros era una estrella— estaba pensada para conciertos de gran formato. Afortunadamente, el espectáculo fue grabado, lo que dio lugar a un documental (Our Latin Thing) y a un LP de dos partes. El volumen uno es el mejor, con Cheo Feliciano cantando una gloriosa ‘Anacaona’ y una constelación de soneros improvisando con humor en ‘Quítate tú’. Después vendrían presentaciones más importantes, incluida una histórica en África, pero el concierto en el Cheetah fue magia pura.

15.
Mark Dimond
Brujería
1971

Mark Alexander Dimond, “Markolino”, de padre cubano, tenía un don para combinar los patrones de la salsa con los brumosos matices del jazz progresivo. Fue teclista de una de las primeras formaciones de la banda de Willie Colón, y tuvo la oportunidad de grabar un álbum en solitario para Fania bajo la supervisión de Johnny Pacheco y Larry Harlow. Basta con escuchar los primeros compases de Brujería para darse cuenta de que se movía a un nivel totalmente distinto, un mundo de claroscuros sutiles y una riqueza armónica extravagante. La futura estrella de la salsa Ángel Canales hace un trabajo estelar evocando el espíritu del barrio, pero los solos de Markolino se roban el show (escucha ‘Aguardiente’). En 1975, se juntó con Frankie Dante para un disco más ambicioso Beethoven’s V., pero los sonidos de Brujería hechizan como ningún otro disco de salsa.

14.
Grupo Niche
No hay quinto malo
1984

Tal vez otros álbumes del Grupo Niche sean más elegantes (como Cielo de Tambores, de 1990), pero fue con este quinto LP con el que la orquesta colombiana reivindicó su lugar como faro de la salsa de los 80. Como creación del compositor Jairo Varela, el grupo ajustó los ritmos hasta el punto de quiebre, al tiempo que encontraba belleza en los coros de pop y los juegos de palabras picarescos (las notas descaradas del bajo y los coros nasales hacen que ‘Rosa’ sea adictiva). El momento decisivo de la banda, ‘Cali pachanguero’, se convirtió en un himno nacional: el puente de metales al final ofrece una de las melodías más emocionantes del género. En las décadas siguientes hasta su repentina muerte en 2012, Varela llevaría a su banda en un viaje salvaje a través de suspiros de salsa romántica, y luego apagaría las luces con ejercicios de baile del nuevo milenio de asombrosa claridad y precisión.

13.
Willie Colón & Héctor Lavoe
Cosa nuestra
1969

Los rumores dicen que la vieja guardia se sintió amenazada por la llegada de los dos punks de la salsa, que suplían su falta de formación académica con un sonido nuevo y emocionante, además de una actitud de chicos malos. Pero detrás del arquetipo de gánster —la portada muestra a un joven Willie Colón con un cigarrillo en la boca, dispuesto a hundir un cadáver en el río Hudson— había un trombonista brillante con ideas innovadoras, y estaba Héctor Lavoe, el cantante de Ponce cuya voz podía transmitir toda la alegría y la nostalgia del mundo. Si sus tres primeros álbumes fueron prometedores, Cosa nuestra marcó el punto de inflexión en el que todo encajó. Prueba de ello se puede oír en ‘Che che colé’ —una melodía infantil africana convertida en himno de la salsa— y en los irregulares riffs de trombón que conducen a ‘Juana Peña’ a un coro de una intensidad que sacude la tierra. Este es el momento en que la salsa se convirtió en el equivalente nuyorriqueño del rock & roll, con Willie y Héctor como sus glamurosas estrellas.

12.
Roberto Roena y su Apollo Sound
6
1974

Aunque en vida fue aclamado como el carismático bailarín y bongosero que lideró la orquesta Apollo Sound durante décadas de éxito, Roberto Roena sigue siendo criminalmente subestimado. Despreciado por sus habilidades autodidactas, dirigió un barco eficiente cuyo sonido exquisito coqueteaba con la vanguardia. En sus manos, las estructuras de salsa y jazz latino se enriquecían con fragmentos de funk, música brasileña y psicodelia. También presagió la moda de la salsa romántica en ‘El progreso’, de 1978. Este disco es probablemente su mejor obra; comienza con un homenaje a su compatriota Tito Rodríguez, el eléctrico tema ‘El que se fue’, y nunca se detiene. El solo de timbales de Endel Dueño en ‘Herencia rumbera’ da una muestra del alcance del Apollo Sound, siempre al borde del precipicio.

11.
Rafael Cortijo & Ismael Rivera
Con todos los hierros
1967

Antes de la redada que arruinó sus carreras, el director de orquesta puertorriqueño Rafael Cortijo y el cantante Ismael “Maelo” Rivera cimentaron el sonido de la felicidad previa a la salsa. En 1966, Maelo celebró su salida de la cárcel con el LP apropiadamente titulado Bienvenido, pero algo se había echado a perder. Con todos los hierros es el último álbum que el dúo publicó antes de que el cantante se lanzara en solitario. ‘Arrecotín arrecotán’ mezcla mambo y boogaloo al más alto voltaje, con La Lupe en los coros y Maelo todavía al mando de su incontenible voz. Hay sátira social en ‘El negrito de Alabama’ de Bobby Capó, un divertido juego de palabras en ‘Calambre’, y una tristeza de bolero en ‘Amor salvaje’, del propio Rivera. Las innovaciones de este par dejarían huella en todo lo que vino después.

10.
Fruko y sus Tesos
El grande
1975

¿Cuál fue la contribución de Colombia a la salsa? Una splash de colores, montones de ternura y una cucharada de azúcar morena. Muchas orquestas florecieron en los estudios de grabación de Discos Fuentes, con sede en Medellín (el único competidor legítimo de Fania en el reino tropical), pero solo Fruko y sus Tesos alcanzó el estatus de superestrella gracias a la fuerza del multiinstrumentista Fruko y al talento versátil de los cantantes Joe Arroyo y Wilson ‘Saoko’ Manyoma. Se trata de salsa de la más alta intensidad, completamente psicodélica en ‘Flores silvestres’, profundamente conmovedora en los recuerdos de infancia de ‘Manyoma’, y lista para canalizar a James Brown en la frenética ‘Confundido’. ‘El preso’ es una proeza emocional y percusiva que pone su enfoque en los oprimidos en la tierra, es el lamento de un criminal que se queja de su condena de 30 años, abandonado a su suerte en una celda oscura y solitaria.

9.
El Gran Combo
¡Aquí no se sienta nadie!
1979

Fue el repentino quiebre de la orquesta de Cortijo lo que motivó al pianista Rafael Ithier a formar El Gran Combo en 1962. Ithier, un líder afable, evitaba los solos y se centraba en crear un ritmo impulsado por el tipo de rebote hipnótico que puede mantenerte en la pista de baile durante horas. Como epítome de la salsa puertorriqueña, esta sesión de 1979 encuentra a El Combo establecido desde hace tiempo como “la universidad de la salsa”. Las coloridas letras sobre la brujería femenina (‘Brujería’), los celos patológicos (‘Los celos de mi compay’) y la amargura posruptura (‘Así son’) añaden encanto a las canciones de Charlie Aponte y Jerry Rivas. A sus 98 años, Ithier sigue vinculado —al menos periféricamente— a esta atemporal institución boricua.

8.
Ray Barretto
Indestructible
1973

Barretto admitió que se sentía ridículo llevando una camiseta de Superman para la portada de Indestructible. Pero había una historia detrás, conceptualizada por el inimitable diseñador gráfico de Fania, Izzy Sanabria. Meses atrás, la mayoría de los músicos —incluido el cantante Adalberto Santiago— le habían abandonado para fundar la Típica 73. Barretto se refugió inicialmente en el jazz, pero más tarde decidió seguir con la salsa. Expresó su dolor y su lucha en el tema que da título al disco, uno de sus mayores éxitos. También conocía la escena local lo suficientemente bien como para reunir un nuevo grupo de virtuosos, y el sonero puertorriqueño Tito Allen manejó con aplomo ritmos asesinos como en ‘El hijo de Obatalá’. Barretto era, sin duda, indestructible, y también fue el último en reír.

7.
La Sonora Ponceña
Musical Conquest
1976

A diferencia de la otra mítica orquesta puertorriqueña, El Gran Combo, La Sonora Ponceña cimentó su identidad en la fascinación del director Papo Lucca por sus pianistas favoritos, Bill Evans y Oscar Peterson. Dotado de una exquisita pericia técnica, Lucca mantuvo el ritmo duro mientras añadía un brillo de delicadeza que suena sofisticado incluso en la pista de baile más humilde. Musical Conquest muestra al prodigio ponceño en un modo optimista, describiendo un mundo al revés en ‘Náñara caí’, y elogiando las sanas distracciones de la vida en el campo en el éxito ‘El pío pío’. La sección de tres trompetas, expertamente calibrada, complementa bien el canto de Luigi Texidor y Miguelito Ortiz.

6.
Oscar D’León
Y su salsa mayor
1978

Cuando conducía un taxi en Caracas en los 70, Óscar D’León golpeaba el volante al ritmo de sonidos afrocubanos. Su personalidad en el escenario (cantos llenos de testosterona y bailes maníacos mientras tocaba el contrabajo) le convirtió en una estrella local con el grupo La Dimensión Latina, pero D’León estaba preparado para el estrellato internacional. Este descarado doble LP le reúne con el otro cantante de Dimensión Latina, Wladimir Lozano, en una alocada colección de boleros y guarachas cargados de trombón. El recuerdo de haber besado a una mujer sensual ahoga ‘Sandunguera’ en un océano de éxtasis, mientras que sus salvajes desprecios a una examante en ‘María’ son a la vez ofensivos e hilarantes. Enrique “Culebra” Iriarte añade solos de piano aristocráticos a una de las sesiones más vitales de salsa.

5.
Johnny Pacheco & Celia Cruz
Celia & Johnny
1974

Una pareja hecha en el cielo afrocubano. Celia Cruz, exdiva de la venerable Sonora Matancera de Cuba, ahora deseosa de unirse a la revolución de la salsa, se juntó con el joven director musical Johnny Pacheco, su admirador de toda la vida. Celia & Johnny, el primero de sus cuatro álbumes juntos, se mueve entre la bailabilidad retro (dos trompetas y una sección rítmica relajada, con Papo Lucca de la Sonora Ponceña al piano) y toques modernistas como la electrizante ‘Químbara’, del joven compositor boricua Junior Cepeda. Una alianza forjada en el aprecio mutuo dio como resultado el clásico afroperuano ‘Toro mata’ en un renovado himno de la salsa, y confirmó el estatus de Celia como la reina definitiva de la salsa.

4.
Cheo Feliciano
Cheo
1971

La vida de un célebre cantante tropical en Nueva York, siendo parte del Joe Cuba Sextet, dejó al Cheo Feliciano con una adición a la heroína. Decidido a recuperar su alma, el cantante se retiró a una clínica puertorriqueña, donde recibió la visita de Tite Curet Alonso. El compositor prometió a Cheo que esperaría pacientemente su salida con un puñado de canciones diseñadas para la textura achocolatada de su voz. Así nació Cheo, un álbum de asombrosa elegancia y positividad, coloreado por el sonido de los vibráfonos y el arte del piano de Larry Harlow. A través de la historia de ‘Anacaona’, la reina indígena taína que fue ahorcada por invasores españoles, Feliciano canalizó sus propios sentimientos de trauma y rabia. Su voz suena más liberada en ‘Esto es el guaguancó’ y ‘Mano caliente’, tributos líricos al poder curativo del espíritu afrocaribeño. También experimentó con melodiosas baladas tropicales, un formato que le lanzaría al estrellato. Y más que una obra maestra de la salsa, Cheo es un clásico latino inmaculado.

3.
Héctor Lavoe
Comedia
1978

Lavoe tenía la capacidad de escribir canciones con sentido, un humor endiablado y el carisma de una estrella de rock. Y lo que es más importante, tenía “La voz”; como el título de su debut en solitario. Vulnerable y expresivo, el álbum es capaz de ponerte a bailar en un santiamén y, con la misma rapidez, de hacerte llorar de empatía ante su catálogo de desgracias. Y no estaba solo. Aunque su asociación con Willie Colón colapsó en 1974, el trombonista permaneció al lado de Lavoe en el papel de productor visionario. Como una epopeya autobiográfica, ‘El cantante’ representa a la Santísima Trinidad de la salsa en estado de gracia: Rubén Blades la escribió, Lavoe la interpretó y Colón aumentó la seriedad con un arreglo de cuerdas que destila fatalidad. El brutal swing de ‘Bandolera’ y el júbilo de ‘Sóngoro cosongo’ dejaron claro que la salsa era ahora un arte elevado, una experiencia espiritual.

2.
Eddie Palmieri
Azúcar pa’ti
1965

Aún hoy, a Palmieri le brillan los ojos cuando recuerda a los bailarines del Palladium enloquecidos con ‘Azúcar’, la improvisación de nueve minutos que escribió expresamente para los trombones rugientes de La Perfecta y el canto feroz de Ismael Quintana. También fue la primera vez en la música tropical que un teclista sostenía el tumbao rítmico del piano con la mano izquierda mientras improvisaba una melodía con la derecha. Todo en Azúcar pa’tievoca los excesos de un genio que acababa de perfeccionar la fórmula matemática para hacer bailar a la gente. El bolero de apertura ‘Solo pensar en ti’, el chachachá jazzístico de ‘Cuídate compay’ y el guaguancó con clave ‘Óyelo que te conviene’ dejaron bien claro que la salsa había llegado para quedarse.

1.
Willie Colón & Rubén Blades
Siembra
1978

Ya había indicios de grandeza en Metiendo Mano! de 1977, la primera colaboración entre el cantante y compositor panameño Rubén Blades y el trombonista y productor Willie Colón. Un año después, Siembra se convirtió en el manifiesto del género, y en el álbum de salsa más vendido de todos los tiempos, distinción que mantuvo durante décadas.

Blades nunca rehuyó los ritmos rústicos de la música afrocaribeña; de hecho, encontró la inspiración inicial para sus soneos en Cheo Feliciano. Pero su fascinación por el realismo mágico de Gabriel García Márquez, las convicciones de un latino con conciencia política y un ojo agudo, le ayudaron a identificar los absurdos de la vida moderna.

Siembra comienza con un decadente ritmo disco, hasta que las congas y los timbales llevan ‘Plástico’, una canción sobre la hipocresía y el materialismo, hasta África y el Caribe; ‘Buscando guayaba’, un burbujeante son montuno, incluye el infame “solo de boca” (el guitarrista de la sesión nunca se presentó); y ‘Dime’ pone la exuberante sección de cuatro trombones de Colón al servicio de una entrañable canción de amor.

Pero la pieza central del álbum es el exitoso single de siete minutos ‘Pedro Navaja’, una historia existencialista de gánsteres latinos, prostitutas desafortunadas y borrachos despreocupados, con referencias a Kafka y Kurt Weill, y un estribillo sardónico: “La vida te da sorpresas”. La mayor virtud del dúo fue mantenerse fiel al espíritu exuberante de la salsa y demostrar que su núcleo emocional no tenía límites.

Fuente: Rolling Stone