Es probable que el instante en el cual Lady Gaga se sentó al piano para interpretar “Shallow” en la última ceremonia de los Oscar haya disparado su popularidad. Desde entonces, la relación —romántica, real o no— con su director y coprotagonista Bradley Cooper copó todas las páginas del corazón. Pero a esa altura, ella ya no precisaba tanto. Lady Gaga lleva una década como una superestrella del espectáculo y lo cubre en todos sus aspectos: el artístico, el mediático, la moda. Y las finanzas.
Forbes difundió recientemente la lista de las “celebrities” mejor recompensadas entre junio 2018 y junio 2019. Es una lista con famosos cantantes, presentadores, artistas y deportistas. Taylor Swift lidera con ingresos por US$185 millones, seguida muy de cerca por la nueva joya del “imperio Kardashian”, Kylie Jenner. Pero en el top ten aparecen futbolistas como Messi, Cristiano Ronaldo y Neymar, todos sobre los US$100 millones entre “salarios”, bonus e ingresos publicitarios. Lady Gaga asoma en el 90° lugar, con US$39 millones.
Pero, por otra parte, Forbes había publicado poco antes quiénes son las “celebrities” sub 35 de mayor patrimonio en el mundo. Allí Jenner domina con sus US$1.000 millones —a los 21 años es la más joven en alcanzar esa cifra, gracias a su línea de cosméticos desplegada por la vía digital—y en segundo lugar figura Rihanna, quien amasó una fortuna de US$600 millones entre sus producciones musicales y sus compañías de maquillaje y lencería.
Otras dos cantantes (Katy Perry y Taylor Swift) ocupan los puestos siguientes. Y enseguida, Lady Gaga, 33 años cumplidos el 28 de marzo. Acumula un patrimonio de US$300 millones, por sus ventas musicales, sus giras mundiales y, recientemente, por lo que generó “Nace una estrella”. La serie de shows que tiene programados en los próximos meses en Las Vegas, con entradas que se venden desde los US$100 hasta los US$7.000, le genera US$1 millón cada noche.
Imposible saber en qué medida el dinero, o la ambición de fama, es su verdadero motor. Nacida como Stefani Joanne Angelina Germanota, en Manhattan, Lady Gaga simboliza a la diva del pop contemporáneo en todo sentido. Y eso sí se lo propuso, desde que irrumpió con sus vestidos y maquillajes extravagantes.
“Un icono del pop se construye a base de excesos y una diva, con un magnífico vestidor. Diez años de carrera y cinco discos después,el imaginario de Lady Gaga es como una gran ópera. Y, en ella, no han faltado ni el vestuario fastuoso, ni la superproducción musical. Tampoco las escenografías exuberantes o los personajes opulentos. La vida entera y sus circunstancias han sido el tema principal que ha dominado su constante transformación en lo musical, lo personal y lo estético”, describió María Ballesteros.
Hacia 2010 ya era un fenómeno en las redes sociales. En aquel momento, Forbes consideraba que en las redes (que aún no tenían el potencial estratosférico de nuestros días) Lady Gaga ya viajaba por delante de otros colosos de la fama como Oprah Winfrey, Justin Bieber, U2, Elton John. Citaban como ejemplo el lanzamiento de su álbum “Born this way”, que recibió 1.000 millones de descargas en apenas cinco días. Actualmente, su cuenta en Twitter tiene 78 millones de seguidores, recibe 38 millones de descargas mensuales de sus temas musicales en Spotify y acumula otros 35 millones de seguidores en su cuenta de Instagram.
El citado álbum, así como “The fame” (su obra de lanzamiento) y “The fame monster” fueron sus discos más vendidos. Pero, a la vez, una gira como la del lanzamiento del álbum “The Monster Ball” recaudó US$227 millones y está considerada una de las más taquilleras en la historia de la música. Hacia 2017 lanzó una obra de temáticas más íntima (“Joanne”), que también contiene una de sus mejores baladas (“Million reasons”), pero un problema de salud —sufrió fibromialgia— la obligó a cancelar una gira que se suponía igualmente rentable. A principios del mismo año, había sacudido al Super Bowl con su show en el Astrodome de Houston.
Lady Gaga se convirtió en la imagen de los teléfonos Virgin y los auriculares Monster; trabajó junto a Starbucks en una fundación para recaudar fondos que ayudaran a enfrentar las enfermedades mentales y, por otro lado, para proteger a víctimas del bullying. Lady Gaga ya era una industria en sí misma, en su producción musical. Ahora, siguiendo la línea de Rihanna, tendrá su propia marca de cosméticos con un próximo lanzamiento vía Amazon.
El estilismo es un factor decisivo para ella y cuenta con un famoso equipo, el Haus of Gaga. Lo dirigía Brandon Maxwell, quien se alejó el año pasado para formar su propia marca. Desde entonces, las apariciones públicas de LG son diseñadas por la dupla Tom Eerebout–Sandra Amador quienes, gracias a esta tarea, son “los número 1 de la especialidad”, según The Hollywood Reporter.
A ese equipo se deben las sorprendentes apariciones de Gaga en la gira de promoción de la película, donde acaparó todos los flashes: su espectacular vestido rosa en el Festival de Venecia, o el vestido azul de Valentino —homenaje a Judy Garland— en los Globos de Oro. Y el negro de Alexander McQueen en el Oscar, donde también Tiffany le permitió lucir un collar de diamantes dorados (valuado en US$26 millones) que solamente se había visto una vez: cuando Audrey Hepburn brilló en “Desayuno en Tiffany’s”, en 1961.
“Nadie como ella mezcla la música, el arte y la moda”, sostiene Amador, mientras que su colega Eerebout, un belga que antes trabajaba con Kylie Minogue, afirma que para sus producciones “con Lady Gaga nunca hay un límite”. Y por eso, hace algunas semanas, volvió a provocar en la lujosa Gala del Met, con ese vestido que se iba descomponiendo como capas de una cebolla hasta dejarla… casi desvestida.
Afianzada como estrella musical, su pase a la actuación era esperable, cuando sólo tenía módicas apariciones en algunas series de TV. Bradley Cooper la eligió para la nueva versión de “Nace una estrella”, la misma película en la que Judy Garland o Barbra Streisand legaron actuaciones inolvidables. Críticas y números acompañaron la obra y Cooper afirmó que “Lady Gaga es una de las mejores artistas de la historia, dispuesta siempre a darlo todo. Ha sido fascinante el trabajo con ella, un descubrimiento increíble”. La película, cuyo tema emblemático ganó el Oscar a la mejor canción original, recaudó US$43 millones en su semana de estreno en EE.UU. y les generó a los productores ganancias por más de US$215 millones, solamente en ese país. Lo dicho, la popularidad de Lady Gaga se disparó, también la de Cooper, mientras el matrimonio de éste y la relación sentimental de la cantante con su propio manager se quebraron.
Mucho más de aquel instante del Oscar, que ella justificó así: “La gente vio el amor, y ¿adivina qué? Eso es lo que queríamos que vieras. ‘Shallow’ es una canción de amor. ‘Nace una estrella’ es una historia de amor. Fue muy importante para los dos que hubiera esa conexión todo el tiempo. Cuando cantas canciones de amor eso es lo que quieres que la gente sienta. Soy una artista y creo que Bradley y yo hicimos un buen trabajo”. Siempre en el foco, desde hace una década. Y ahora, más que nunca.
Fuente: Clarín