En marzo de 2021 se cumplirán un siglo del artículo que Ricardo Rojas publicó en LA NACION, a propósito del espectáculo del Conjunto de Arte Nativo que Andrés Chazarreta llevó al teatro Politeama de Buenos Aires.
Esto es lo que dicen algunos de sus párrafos: «En la escena del Politeama apareció anoche un coro santiagueño, traído expresamente por su director, D. Andrés A. Chazarreta, para ofrecer a la ciudad cosmopolita la sensación auténtica del arte popular argentino. Cuando se descorrió el telón apareció en el fondo un paisaje de la tierra nativa. El tablado fingía un antepatio de los ranchos donde suelen realizarse las fiestas del pueblo, y a su vera se alzaba la choza de quincha en donde habita el gaucho del bosque. Rodeaban esa cancha los personajes del coro: los músicos a un lado, con sus típicos instrumentos; del otro los bailarines, con sus policromas vestiduras; y en un rincón, la vieja hacendosa junto al mortero de quebracho, que es como un símbolo del hogar en aquella selva dulcísima. (…) El selecto auditorio – reunido para una audición privada -sintióse de pronto sorprendido. Pasó por la memoria de tal cual espectador la visión de las telas de Gutiérrez Gramajo, el pintor santiagueño, intérprete fidelísimo de aquella misma realidad. Hace más de quince años, en mi libro «El país de la selva», yo había pintado también esos paisajes, esos tipos, esas costumbres populares de la tierra donde viví mi infancia. Al contemplar la escena del Politeama, comprendí que estábamos en aquella penumbra deleitable de la emoción colectiva que es el folklore, cuando el espíritu humano va a salir de la realidad para transfigurarse en las esferas del arte».
A partir de este texto de Ricardo Rojas se podría agregar a la definición más clásica de «folklore», que habla del acervo cultural de un pueblo, dos palabras que sintetizan un concepto: «emoción colectiva». Para seguir indagando en todo esto existen instituciones como la Academia Nacional del Folklore, que nació como una ONG en 2007 y que a partir de 2014 cuenta con entidad nacional rubricada por el Congreso de la Nación Argentina. En su corta pero intensa historia tiene en su haber congresos nacionales que se realizan cada dos años desde 2010 y varios encuentros anuales de temáticas específicas que se realizan en diferentes provincias.
Lejos de pensar que el crecimiento exponencial de la comunicación, gracias a internet y las redes sociales, podría barrer con los regionalismos, desde la Academia se piensa que se acentúan: «Los medios facilitan esto -apunta su titular, Antonio Rodríguez Villar-. Confiamos en los medios porque la razón de la academia es la difusión. Por otra parte, hay otros hechos más que interesantes. Yo tengo 85 años. Cuando salíamos a tocar la guitarra había entre nosotros personas que terminaron siendo padres fundadores de parte de nuestra música y que sin embargo, no sabían leer música. Lo interesante es que hoy hay muchos jóvenes que tiene sólida formación académica musical y van en busca de la esencia. Nos consultan permanentemente, aunque no se puede pretender que toquen como sonaba la música que traía Andrés Chazarreta».
Entre los avances de los proyectos para lo que resta del año y del que viene, la Academia está preparando una nueva edición de su Congreso bienal, que se iba a realizar a mediados de este año en Neuquén, pero por la pandemia Covid-19 se postergó para noviembre y será de manera virtual, coordinado desde esa provincia. Comienza el 10 del mes que viene.
Además, se firmó recientemente el Convenio Marco de Cooperación y Asistencia Técnica con la Facultad Regional Tucumán de la Universidad Tecnológica Nacional para la creación de una «Diplomatura en Folklore». También se comenzará a trabajar en Folklopedia, la Enciclopadia Virtual de Folklore.
«La diferencia central con Wikipedia -dice Rodriguez Villar-, es que Juan Pérez puede escribir y subir su material. En el caso de Folklopedia la redacción estará a cargo de gente de la Academia, y llevará su firma. Y si Juan Pérez lo hace, habrá especialistas que analizarán primero lo que se publica. La condición fundamental es la certificación. Calculo que empezaremos a trabajar en enero y por los dos primeros años vamos a ir cargando material. Porque no se puede anunciar una enciclopedia con cinco biografías y dos canciones. Debe tener peso y vastedad. Luego será algo que no tendrá límite».
Este año se cumplen diez años del primer Congreso Nacional del Folklore, que se realizó en San Luis. ¿Qué sucedió desde aquel momento? «Creo que lo principal fue que se tomó conciencias de que el folklore no es sólo música y danza. También incluye muchas otras disciplinas como la literatura, la gastronomía y las artesanías. Folklore son los acentos en la manera de hablar», explica Rodríguez Villar.
En agenda, la Academia tiene, además del congreso virtual, de cinco días, varias actividades. En marzo, desde Jujuy y de manera virtual, el IV Simposio Nacional de la Danza Foklórica. En abril o mayo, el Encuentro Nacional de Eseñanza del Folklore en las Escuelas. Y algunos actos por el centenario de la presentación que en 1921 hizo Andrés Chazarreta en el Teatro Politeama del Conjunto de Arte Nativo.
Aquel texto escrito por Ricardo Rojas hace casi cien años también dice: «El espectáculo que hoy se ofrece al público de Buenos Aires no defraudará ni la curiosidad, ni la emoción de quienes vayan a verlo con simpatía. El arte, como la vida, ofrece a los hombres algo de lo que cada uno lleva en su propio corazón. Si alguno resultara defraudado, es porque fue con el corazón vacío. El conjunto folklórico organizado por Chazarreta con arduos afanes y sin apoyo oficial, es un trozo de la vida del interior transplantado a la ciudad cosmopolita. A fuerza de ser una cosa vernácula, resultará para muchos exótica; los que saben sentir, hallarán en ella la ingenua emoción del arte popular, que es como el canto del boyero o el aroma de las flores del aire; los que saben comprender, verán que aquella síntesis de música, baile y poesía, es la misma de que se generó la tragedia helénica, la misma que Wagner admiró como la más pura fuente de su doctrina y de la cual decía Lichtemberge, glosando la obra wagneriana: No es la creación artificial y subjetiva de un individuo de genio, sino el producto de la colaboración del artista con el pueblo. Y puesto que aspiramos a tener un arte glorioso, como signo eminente de nuestra nacionalidad, no olvidemos esa experiencia de todos los grandes pueblos, según la cual necesitamos conservar y elaborar el arte nativo para cuando haya de venir el genio creador que habrá de fecundarlo en la obra definitiva».
Fuente: Mauro Apicella, La Nación