Cuando la dirección del hotel llamó para decirle a Julian Lennon que había una tribu indígena esperándolo escaleras abajo, no lo creyó. «Cuando estás en la carretera hay un montón de gastes», dice, recordando un día en gira por Adelaide para apoyar su hit ecologista de 1991 «Saltwater». No tenía idea de que el curso de su vida estaba por cambiar de manera fundamental. «Honestamente, pensé que era una joda. ‘Hay una tribu indígena aquí abajo’, y dije ‘Sí, claro, mándenme un café’».
Requerido en el lobby, Lennon se encontró unos 50 miembros de la tribu Mirning, una de las más antiguas del mundo, parados en semicírculo alrededor de un pedestal. Allí, la más anciana le presentó una pluma blanca y le dijo: «Vos tenés una voz, ¿podés ayudarnos?».
Para Lennon, fue como un sacudón desde el más allá. «Mirá», dice, aún convencido del mensaje que recibió más de 30 años atrás. Fue una comunicación pandimensional que lo llevaría a dejar la música para dedicarse por completo a causas filantrópicas y ambientales a través de su White Feather Foundation. «Papá me dijo, y pensé que era muy extraño, que si algo le pasaba a él, la manera en la que me haría saber que todo iba a estar bien, o que todos íbamos a estar bien, era a través de una pluma blanca. Con lo que, cuando ella me dio esa pluma, me dio escalofríos. Fue algo imposible de negar.»
Antes de la entrevista, la gente de Lennon pidió cortésmente no meterse demasiado en «el asunto del padre». Es la clase de pedido que hace recordar un sketch del programa Mitchell & Webb en el que un encargado de RRPP le dice a un periodista «Neil solo hablará del nuevo disco. Si sacás el tema de cualquier cosa que haya hecho en los ’60 dará por terminada la entrevista». A lo que el confundido periodista responde «Pero fue el primer hombre en la Luna…» Lennon, por supuesto, es artista por mérito propio, con un elegante sonido de rock ambient y su propia y colorida historia por contar: aventuras exóticas, luchas personales, sucesos pop, revelaciones cósmicas. Pero considerando que está aquí para hablar de un nuevo album -el primero en 11 años-, con el beatlesco título Jude, además de un single que es una versión de «Imagine» a beneficio de Ucrania… es un pedido más difícil que lo acostumbrado.
En persona, de todos modos, Lennon termina siendo bastante abierto y filosófico sobre su pasado y el serpenteante y salvaje viaje que ha tenido. Sentado en un sofá, despierto desde temprano (estuvo en el programa Good Morning Britain, en un set lleno de fotos de The Beatles), con un aro como única pista de estrellato rock, exhuda una tranquila compostura de tipo común. La dicotomía de deberle buena parte de su experiencia y dirección vital a un hombre -uno de los grandes genios musicales del siglo XX- que los dejó a él y a su madre Cynthia cuando Julian tenía 5 años, es algo que se eriza detrás de sus maneras plácidas. Pero hace tiempo que se evaporó ese calor que hizo que Julian tildara de «hipócrita» a ese padre icono de la paz y amor, cuando su propia carrera despegó en 1984 con «Too Late For Goodbyes», deudor de su padre. Un artista por mérito propio, sí, pero su voz y apariencia marcaban signos de inmortalidad pop.
«Todo el asunto de la ‘sombra’ me volvía loco», admite. «‘Estás bajo la sombra de…’ Callate, no lo estoy. Nunca me sentí así. Solo cuando otra gente lo metía en el cuadro era un recordatorio de cómo me veían, yo solo avanzaba con mis cosas.» El amoroso e idílico retrato de Lennon creciendo con su madre y abuela («Vivíamos de manera muy simple, nadie sabía quiénes éramos, nos aferramos entre nosotros y seguimos adelante y sobrevivimos») solo se sacudía cuando llegaba a una nueva escuela y era introducido por los maestros a sus nuevos compañeros.
«Tenías que pararte y era ‘Este es Julian Lennon, hijo de John Lennon de The Beatles’», recuerda imitando una rígida voz de maestro. «Y yo decía ‘¿En serio tenés que hacer eso? ¿Sabés lo difícil que será hacer nuevos amigos ahora, con gente genuina?’. Cosas como esa te rompían el alma porque yo solo quería ser yo, seguir con la vida. Y lo hicimos, en la mayor parte con muy poca ayuda o ninguna de mi papá.»
Como su canción de 2009 «Lucy» -un tributo a su amiga de la infancia, la inspiración detrás de «Lucy in the Sky With Diamonds», Lucy Vodden-, titular Jude a su séptimo disco fue un acto de reclamación que deja a Lennon mucho más tranquilo sobre su pasado. Es un «cambio» psicológico que también involucró el cambio legal de su nombre a Julian en 2020 (nació como John Charles Julian Lennon). «Fue un gran asunto, como cambiar de piel», dice.
Utilizó esa transformación en la misma búsqueda espiritual en la pandemia, solo en su hogar de Los Angeles. «Estuve por la mía por casi dos años», dice, «y hubo mucho de mirarme al espejo y preguntarme quién era, qué era lo mío, cuál es mi propósito. Preguntarme si soy feliz, y si no lo soy cómo podía cambiarlo. Estuve mirando mucho cada detalle de mi vida, diciendo ‘¿Cómo consigo el balance, cómo encuentro paz?’».
Como resultado, siente que encontró el perdón, un cierre. «Se trató de llegar al estadio de encontrar paz a lo largo del camino», dice. «Por eso Jude es Jude… fue para conseguir atención y así poder contar cualquier historia que quiera contar desde mi perspectiva, mi lado, y se trató de tomar posesión de ese nombre y el viaje en el que he estado. Para mí, marca un punto en el tiempo en el que creo que ya dije todo lo que tenía que decir sobre mi papá y The Beatles. No creo que haya alguna pregunta que no haya sido contestada. Para mí es el fin de un capítulo. No voy a dejar que nadie me afecte, de ninguna manera. Estoy determinado a seguir adelante para mantenerme en un espacio positivo.»
¿Y también hacer las paces con la canción que Paul McCartney escribió para Julian? «Bueno, sí. La mayoría de la gente piensa que era solo este tema ideal para cantar y sí, OK, fue escrito como una especie de apoyo para mí. Pero debo decir que probablemente la he escuchado más que nadie en el mundo, con lo que era un tema.» Lo que la gente no considera, dice, es que la canción fue escrita durante «un momento muy oscuro y difícil para mí. De chico me recuerdo pateando y gritando un poco con ‘¿Dónde está papá?’, pero pronto reconocí que era mi mamá a quien necesitaba que estuviera, a quien hacer sentir orgullosa. Aun siento que es parte de mi propósito.»
Si Jude suena como un movimiento consciente y terapéutico, en realidad fue algo así como un feliz accidente. Tras sentirse usado y convertido en mercancía por el sistema de grandes discográficas durante sus éxitos de los ’80 y ’90, y luego cansarse del intenso esfuerzo para hacer y promover sus siguientes discos independientes, Lennon dejó del todo la música tras editar Everything Changes en 2011. «Descubrí que sin un apoyo o sponsoreo significativo te joden», dice. «Pensé que llevaba haciendo esto por 30 años, y había otras cosas que quería hacer.»
Sin el propósito de volver a hacer un disco, Lennon se dedicó a la fotografía de arte, haciendo exhibiciones en Los Angeles, Miami y New York. Escribió una muy exitosa trilogía de libros educativos para chicos, Touch the Earth, Love the Earth y Heal the Earth. Produjo documentales sobre la tribu Mirning (el premiado Whaledreamers, de 2008), los nativos americanos de Dakota del Sur (Women of the White Buffalo, de 2021) y la desertificación de tierras de cultivo en Kiss the Ground, de 2020. «Especialmente en Estados Unidos, básicamente han matado el suelo con todo químico conocido por el hombre», dice. «No solo estamos jodiendo todo en todos los aspectos… creo que mucha gente no se da cuenta cuán jodida está la tierra.»
También se dedicó a la filantropía con la White Feather Foundation. Visitó Etiopía para ver el progreso en fuentes de agua potable, y Kenia para lanzar becas escolares bajo el nombre de su madre y montar una clínica móvil; fue a Sudamérica para encontrarse con la antigua y alguna vez oculta tribu Kogi, para ayudarlos a comprar de nuevo su ancestral tierra costera. El de Sudamérica fue un viaje que incluyó dormir en tierras salvajes, en tiendas hechas de troncos «con cosas arrastrándose a través del techo» en la noche y una invasiva vida de insectos. «Volví con algunos amigos extra», confiesa. «Volé de regreso a Los Angeles y estaba en la ducha mirando hacia abajo, y alrededor de las joyas de la corona tenía algunos amiguitos.»
Los Kogi, según descubrió Lennon, salieron de su escondite tras 400 años para advertir al mundo. «Hay una montaña en Sierra Nevada que es como una pirámide», dice, «y desde siempre la vieron con nieve. De pronto empezaron a ver que la nieve desaparecía y se aterrorizaron. Por eso bajaron… están diciendo ‘Nos están matando, están matando todo’.»
Una emotiva canción de Jude llamada «Lucky Ones» encuentra a Lennon declarando que «El mundo se incendia mientras nosotros danzamos en nuestra polución», pero que «está llegando un cambio… una nueva revolución golpea a mi puerta.» «En el mundo hay mucha más conciencia del estado de los asuntos con los que estamos lidiando», dice sobre el optimismo de la canción. «Obviamente, las redes sociales pueden ser un buen y un mal lugar, pero para aquellos que quieren conectar y trabajar juntos para el bien de todos, en muchos aspectos ha sido una gran herramienta de comunicación.»
Considerando como «imposible» la tarea de trasladar la urgencia de la crisis climática a los políticos, Lennon prefiere la educación a través del cine y la acción directa, en vez de protestas simbólicas como aquel bed-in de John y Yoko en Amsterdam. «Con una aproximación artística como esa podés generar algunas olas», dice, un poco desdeñoso pero decidido. «Pero lo que cuenta más que nada es salir y tratar de ayudar lo más posible. Generar un cambio comprando de nuevo las tierras, construyendo escuelas.»
Mientras tanto, una ruptura con su oficina de management hizo aparecer cajas perdidas de más de cien cintas de demos y grabaciones de toda su carrera, canciones que no encajaban en discos anteriores pero que, tras «cocinarlas», «literalmente suenan como si las hubiera grabado la semana pasada». En la cuarentena trabajó de modo remoto a través del Atlántico con colaboradores como Ash Soan y su amigo de la infancia Justin Clayton, y quitó las máquinas de ritmo ochentosas, limpió las voces y la producción y -tras muchos halagos de amigos y creyentes-, le picó el bichito de volver a componer.
«Realmente no tenía interés en hacer otro disco», remarca. «Pensé que quizás un single o un EP podría ser la manera, porque con eso hay mucha menos presión. Sabía que si lanzaba música no iba a parar, especialmente ahora que tengo esa caja. Estoy reconstruyendo un pequeño estudio hogareño, así que… estoy jodido.»
Lo que emergió fue un album contemporáneo y redondo, catártico en lo sonoro y lo personal. No solo actualiza la rica orquestación y los tonos pop electrónicos de Lennon; sus canciones son entradas de diario sonoras del pasado que lo ayudaron a procesar los pasos más difíciles de su carrera de 40 años: su falta de confianza y fe en sí mismpo, los momentos de autodesprecio y desesperación. Canciones como «Save Me» y “Round and Round Again”, en la que confiesa haber «perdido el control» y haber «tenido suficiente», explica, son capítulos sobre el crecimiento. «Stay» es una mano tendida a amigos al borde del suicidio. «En el pasado tuve que lidiar con ataques de pánico, ansiedad y depresión», dice. «Afortunadamente, ya no. Pero «Stay» es sobre amigos en ese estado, gente que piensa en quitarse la vida, que están adormecidos ante el mundo y el amor que los rodea. Es decirles no te vayas, aquí estoy.»
“Every Little Moment”, mientras tanto, es una estridente y de algún modo funky declaración de paz escrita hace treinta años, con un idealismo genético: «Dejá el rifle, dejá volar tu mente / Y pensá con una visión de paz en nuestro tiempo.» ¿Encuentra difícil mantener ese optimismo hoy? «Es muy, muy difícil», asiente. «Está horrible ahí afuera. Peor que cualquier cosa que haya vivido antes, con las amenazas de Rusia y los testeos de Corea del Norte en el espacio aéreo japonés. ¿En serio? ¿Esto es lo que quieren en sus vida? ¿Qué es esa clase de poder? No entiendo a la gente que no quiere la paz. Pero tengo que mantener la esperanza, es la única manera de mantenerse positivo.»
En estos días, Lennon está sin dudas más cerca de «Getting Better» que de «Saltwater». La relación con su medio hermano Sean es cada vez más fuerte. Se comunican por video «al menos un par de veces al mes», y hace poco salieron a la ruta juntos por las montañas de Santa Mónica en un Mini convertible. «Somos más que hermanos, somos buenos amigos», dice. «Ojalá tuviéramos más tiempo juntos.» Habla con amor sobre el apoyo que disfrutó de su madre, quien murió en 2015, y cómo grabar una versión acústica de «Imagine» con el guitarrista Nuno Bettencourt para el proyecto Stand Up for Ukraine lo ayudó a conciliar también con su herencia musical. Desde sus primeras canciones, la abierta y honesta simplicidad del trabajo solista de su padre encontró un camino natural hacia el suyo.
«Nunca tuve un personaje, una fachada, en la vida o en cualquier trabajo», dice. «Lo que ves es lo que hay. Amo canciones como ‘Isolation’, una de mis favoritas de todos los tiempos… amo la crudeza que tiene». Supo que terminaría haciendo «Imagine» en algún momento, pero nunca se sintió obligado a cantar ninguna canción de su padre. «¿Por qué? Entiendo que la gente está un poco loca y todavía espera que todos los chicos Beatle se junten, pero eso nunca va a pasar», se encoge de hombros. «Pero desde que hice esa canción, la respuesta… he ganado más respeto en mi vida, musicalmente, como persona, como artista en la música que nunca antes.»
Una sensación de propósito llena su voz. «Todo lo que puedo decir es que todo este viaje en el último año fue como limpiar las telarañas. Luego de probarme a mí mismo, por encima de todas las cosas, con todo lo demás, siento que ahora puedo continuar.» Siempre se sintió como si lo retuvieran en el pasado, ¿y ahora? «No me importa. Solo quiero hacer un buen trabajo, seguir adelante, ser positivo, tratar de ayudar donde pueda y tener una vida feliz, si eso es posible en el mundo de hoy.»
Es Jude, sacudiéndose el mundo de sus hombros, tomando canciones tristes y haciéndolas mejor.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Fuente: Página 12