Son tiempos de emociones encontradas, los que atraviesa Jairo. Apenas 15 días después de la muerte de su esposa, Teresa Sainz de los Terreros, el cantante transita la recta final rumbo a la postergada presentación, el próximo 21 de agosto en el Ópera, de su álbum 50 años de música, en el que repasa parte de su extensa trayectoria junto a grandes figuras invitadas.
En su casa de Vicente López, donde los libros y las pinturas -las suyas y las de artistas amigos y conocidos- se reparten las paredes y una guitarra de 12 cuerdas, una compu y un micrófono enfrentado a una silla que mira hacia el ahora soleado fondo de la casa esperan por algún próximo streaming, la presencia de Teresa se refleja en a cada paso.
En una de las tantas fotos que descansan en esta biblioteca, en su versión retratada por el pintor español Manuel Ortega que nos mira desde aquella pared, en todos y cada uno de los elefantes de infinitos tamaños y procedencias que coleccionaba, en el dibujo de su rostro que Jairo firmó en 1971 y, también, en el portarretratos que la muestra junto a Julio Cortázar, al costado de un sillón.
«Como ella puso esa ahí, yo puse la mía con Borges allá«, dice Jairo mientras señala la mesa que está del otro lado del sillón, y se ríe con ganas. «Borges es la cima de la cultura argentina de todos los tiempos, de todas las disciplinas. Indiscutido, aunque acá, en la Argentina, nos gusta discutir a los tipos geniales», sentenciará más tarde.
Cara a cara, Jairo y Teresa, retratada por el pintor español Manuel Ortega. Foto Lucía Merle
Cincuenta fueron, también, los años que el hombre nacido hace 72 en la localidad cordobesa de Cruz del Eje compartió con el amor de su vida, con quien formó una familia que se amplificó en sus hijos Iván, Yaco, Mario y Lucía. Mucha vida, y un sentimiento tan profundo que todo lo impregna, cada vez que habla de ella.
Un final anunciado
«Las patologías que tenía Teresa eran muy malas; en algunos casos, irreversibles. Cada vez iba peor», dice. «Pero para lo que uno nunca está preparado -completa- es para el desenlace.» Jairo se levanta y toma un poco de agua. «Lo llevo como puedo. Cuesta mucho», agrega con la voz entrecortada.
Un rato más tarde Jairo contará que aunque hoy no tiene ensayo, posiblemente más tarde venga Juan Carlos (Baglietto) para cocinar juntos, y que seguramente lo llame el Raúl Lavié. «¿Estás bien? ¿Seguro que estás bien?», cuenta que le pregunta el «Negro».
En ese marco, admite que la música lo acompaña y ayuda mucho más de lo que creía que lo iba a ayudar. «El hecho de estar preparando presentaciones después de un año y medio sin cantar, algo que no me había pasado nunca en mi vida…»
Jairo cuenta que con Teresa nunca fueron novios «formales», pero que pasaban los días juntos.
A mediados de los ’90 Jairo -Mario Rubén González en su DNI- debió bajarse de los escenarios debido a una rinitis crónica, tres años después una pancreatitis lo volvió a sacar de circulación y a poco de comenzar la década pasada una intervención de colon lo llevó a boxes por un rato. Pero las interrupciones en su carrera nunca fueron de más de cinco meses y medio.
En cambio, para Teresa la música no era tan esencial. «Le gustaba hasta ahí», dice Jairo, que entre sus preferencias menciona la música clásica e intérpretes como Frank Sinatra, Jacques Brel y Charles Aznavour. «Mucha música francesa, que ella asoció siempre a su mayor felicidad».
París – Buenos Aires sin escalas
-¿Por algo en especial?
-Porque nos tocó vivir en Francia en el momento de la crianza de los niños, que es un periodo muy luminoso. Siempre me decía que el mejor momento de su vida fue cuando habíamos vivido en Francia.
Jairo, desde el escenario, frente a Julio Cortázar, en la primera fila del Olimpia de París. Foto Prensa
Una época oscura de la Argentina, durante la cual la «Ciudad luz», además, era punto de encuentro entre el cantante y artistas como Atahualpa Yupanqui, María Elena Walsh, Cortázar, Astor Piazzolla, Mercedes Sosa y sigue la lista.
-¿Por qué aceptó dejar París, entonces, para venirse a la Argentina?
-Ella se vino por mí. Me acompañó toda mi familia. Yo tenía el deseo de venir y hacer en la Argentina algo de lo que había logrado en otros lados. Aquí, si bien había tenido varias canciones exitosas, sólo era como un eco de lo que pasaba afuera.
-¿Lo veías como una cuenta pendiente?
-Exactamente. Porque yo había tenido un acercamiento, al haber cantado en la televisión en mi adolescencia y haber grabado un par de discos, pero fue muy fugaz. Siempre había sido muy por encima, muy superficial.
En Francia había llegado a un lugar muy elevado. Entonces me dije: «Si consigo la mitad de lo que conseguí en Francia, para mí ya es fantástico».
En Francia, Jairo había logrado un lugar «muy elevado». El desafío fue, entonces, repetir algo de eso en la Argentina. Foto Lucía Merle
-¿Lograste el objetivo? ¿Te das por satisfecho?
-En gran parte, sí. Porque, además, no soy una persona demasiado ambiciosa. No soy de estos tipos que quieren vivir en grandes castillos, en grandes casas… Esta es nuestra casa y aquí están todas las cosas que queremos de verdad. Ahora me queda gigantesca.
-¿Alguna vez Teresa te propuso o sugirió volverte?
-No. Lo máximo que empezamos a pensar en un momento era irnos a vivir al Uruguay, porque tenemos una casa cerca de Colonia, que construimos desde cero, en una playa llamada Santa Ana, que es un lugar extraordinario. Era el lugar que más le gustaba a ella, desde que vinimos acá.
Lamentablemente, ella no ha podido volver en los últimos cuatro o cinco años. Pero no lo íbamos hacer por irnos de la Argentina, sino porque nos encantaba el entorno, en medio de un bosque, muy solitario. Nos permitía repetir un poco algo que habíamos hecho en Francia, cuando nos fuimos a vivir allá.
Porque yo en España no tenía familia, pero ella tenía toda la suya. Estando allí, toda su familia estaba con nosotros. Y eso es bueno y está muy bien que pase, pero no nos permitía desarrollar nuestra propia identidad familiar. Nuestro propio nido. Irnos a vivir a Francia nos permitió ser una familia totalmente independiente de todo y crecer como tal.
Una mujer que era «mucho mejor que yo»
-¿Tu éxito nunca conspiró contra eso? Una carrera exitosa suele exigir mucha dedicación.
-Sí, nos encontramos con eso. Pero ahí, en la crianza de los chicos, Teresa fue fundamental. Te voy a decir una cosa que nunca digo, porque me parece que es algo muy íntimo: cuando conocí a Teresa, conocí a una mujer que era mucho mejor que yo.
-¿Mejor, en qué sentido?
-Una mujer más educada, más culta y más preparada que yo. Eso me obligó a mejorar, me introdujo en un universo que era el suyo, y yo lo hacía porque estaba muy enamorado de ella y quería estar a su propio nivel.
Teresa Sainz de los Terreros anunció el casamiento sin previo aviso, y en 1973 nació Iván, el primero de los cuatro hijos de la pareja.
-¿No fue una presión?
-Al principio sí, porque era una familia muy tradicional de España, yo era una persona sola… Su familia tenía un marquesado, Teresa tenía apellidos muy antiguos…
Su nombre completo era María del Perpetuo Socorro Teresa Sainz de los Terrero Jordán de Urries. El apellido jordán viene del año 700. ¡Por eso estaba apichonado! Porque hay ciertos convenios de tipo social que no están escritos, con los que yo no podía cumplir. Mi aporte era muy pobre.
El primer día que fui a la casa de ella, tenía miedo. No de ser rechazado porque era gente muy educada y de mucho nivel cultural, pero a que yo pudiera, desde mi propia ignorancia -o llamalo como quieras-, sentir algún inconveniente. Pero ahí también, la que puso su personalidad de por medio fue Teresa.
Crecer de golpe y un anuncio inesperado
-¿Qué lugar ocuparon tus padres? ¿Desde dónde vivieron toda tu historia?
-Ellos nunca se involucraron en mi carrera. Yo quise ser cantante y les gustaba la idea porque veían que tenía condiciones, que a todo el mundo le gustaba.
Jairo, el niño de Cruz del Eje a los 13 ya estaba al frente de una banda local, y pronto levantó vuelo.
La cuarta entrega de los premios Martín Fierro fue la vidriera para que el chico que viajó como mascota de la delegación de canal 12 de Córdoba hiciera eco en el radar del empresario cubano Goar Mestre, que apostó a futuro contratándolo por un año, por un sueldo mensual que superaba lo que ganaba su padre como trabajador ferroviario.
«Canté todo ese año en algunos programas y en la Escala Musical, en la que estaban Sandro y los de Fuego, Los Shakers y Los Gatos Salvajes, y donde debutó el Flaco Spinetta cantando Sabor a nada, de Palito. Tenía 14 años, la misma edad que yo», recuerda.
De ahí en más, el contacto fue epistolar. «Me escribía mi madre, cuando vivía en Baires. Y cuando surgió el viaje a España porque le llevé unas canciones a Luis Aguilé para que cantara él y como le gustó como las cantaba yo me ofreció grabar un disco, me mandaron un telegrama.
Jairo junto a Luis Aguile, artífice del viaje que lo llevó a España. Foto Prensa
«Decía: ‘Contigo – stop- va – stop- nuestro -stop- corazón’. Esa fue la única comunicación que tuve con ellos. Volví a verlos un año y medio después».
En ese punto, con la publicación del disco Emociones, el primero que grabó en España, Jairo inicia el conteo de sus cinco décadas de música. «La idea era ir y volver pero me terminé quedando, porque el tema Por si tú quieres saber funcionó muy bien y allá realicé seis discos más hasta que me fui a Francia”, contó el artista alguna vez..
Cuando se casó, la cosa no fue muy distinta. Ni por el lado de sus padres, ni por el de Teresa. «Lo decidió ella. Nosotros estábamos todo el día juntos. Y un día, mientras comíamos en su casa, con toda la familia, dijo: ‘Tenemos algo que decirles: Jairo y yo nos vamos a casar’«.
«Se quedaron todos así, en silencio. Yo también ¡Jaja!. Lo habíamos hablado, pero no esperaba que lo dijera de esa manera. Y nos casamos 20 o 25 días después.» Ella tenía 20; él, 22.
Jairo compartió con Sandro el estudio de La Escala Musical, y la música los reencontraría ya sobre el fin de siglo pasado a punto de grabar juntos.
La intención de ambos era casarse por Iglesia, pero Jairo andaba flojo de papeles. «Fuimos a la Catedral de Almudena, donde estaba el arzobispado de Madrid y había un cura joven. Le dije que era católico, pero eso no alcanzó», cuenta.
Entonces, apeló al ingenio. «Le digo: ‘Mire lo único que tengo es una fotografía mía de la primera comunión’. –‘¿La tienes aquí?’ –‘Sí’. –‘¿La puedes ir a buscar?’. El novio de mi cuñada se subió al auto y trajo la foto, que era chiquita así. El niño que estaba ahí podía haber sido yo o cualquiera. Un chico medio negrito, con el moño…».
-¿Y el cura?
-El tipo tuvo buena fe, y me dijo: «Tú pide los papeles a tus padres. Cuando te los manden, yo te devuelvo la fotografía. Mientras tanto, se pueden casar». Y ahí nos casamos. Ese día, mis padres me mandaron otro telegrama. «Suerte», era la único que decía. ¡Jaja!
Jairo y Teresa Sainz de los Terreros; el casamiento se resolvió en unas pocas semanas. Foto: Instagram
-¿Alguna vez le preguntaste a Teresa qué fue lo que la enamoró de vos?
-No. Nunca. Lo nuestro se fue dando con toda naturalidad. Nos veíamos todos los días y cada día nos acercábamos más. Tanto en España como en Francia. Ella me acompañaba a muchos lugares, salíamos mucho.
Jairo cuenta que Teresa era profesora de un «kinder» de Madrid de un nivel social muy alto, al que iban los sobrinos del rey, pero que dejó de trabajar enseguida, cuando decidieron casarse. «Era algo que habíamos convenido», explica Jairo.
-¿Teresa era fan tuya? ¿Escuchaba tus discos?
–No escuchaba mis discos. Yo le hacía escuchar las canciones, cuando la componía, y me decía si le gustaba, o si era una cursilada. Pero eran comentarios sin querer influir demasiado. No los hacía con la intención de corregirme.
Cuando estuvo enferma, en la habitación, que era como de hospital por el aparataje que necesitaba, se amigó un poco con la música. Aunque no sé si con la mía. Pero cuando grabamos 50 años con la música, íbamos y le hacíamos escuchar, le gustaba, y se emocionaba con alguna canción.
Según Jairo, para Teresa Sainz de los Terreros los años parisinos fueron los mejores de su vida, pero no dudó en acompañar al cantante en su experiencia sudamericana.
El día que cumplí 70 años, que fue uno de las jornadas más bonitas que he vivido en la Argentina, ella bajó y se sentó aquí. Y en un momento dado, todos los que estaban en la fiesta, mis amigos, mis hermanos, mis parientes, le cantaron El valle y el volcán, a capella. Fue un momento único.
Para Teresa fue casi una década de lucha contra un cuadro de EPOC gold severo que la condenó a vivir con un porcentaje mínimo de sus pulmones, agravado por un cáncer en el piso de la boca y otro de mama, que poco a poco doblegaron su férrea resistencia.
-¿Qué aprendiste de estos últimos años?
–Aprendí a convivir con el dolor. Parece una frase muy remanida y muy hecha, pero es así. Convivís con el dolor y con las cosas que conlleva todo eso. Con momentos muy duros, muy difíciles, muy complicados… No podés ocuparte de tus cosas completamente porque estás con la cabeza en otro lado.
“El dolor es muy fuerte y te va apretando, te pone contra la pared y te nubla un poco el pensamiento. Pero, inclusive la última vez, nunca pensé que se iba a morir… ”
-¿Y la fe, qué lugar ocupa?
-En las situaciones extremas necesitas tener un apoyo. Qué sé yo. Hablaba solo muchas veces… Buscaba tener claras las cosas. Porque si no hay una tendencia a hundirte. El dolor es muy fuerte y te va apretando, te pone contra la pared y te nubla un poco el pensamiento. Pero, inclusive la última vez, nunca pensé que se iba a morir… -Jairo hace un largo silencio- Qué sé yo.
-Uno se aferra a la esperanza.
-Ese día, estaba muy mal. Le dieron el alta y vino mal, a casa. Pero imagínate: cuando una persona llega al extremo de que no puede hablar, ni caminar, ni escribir… Nosotros habíamos pasado por tres situaciones extremadamente graves, en las que me dieron que no había nada que hacer. Sin embargo, salió adelante.
Pero esta vez fue un deterioro fulminante. Se murió de un paro cardíaco. Fueron segundos… Cerró los ojos. Chau. Y empezó el aparatito: ‘piiiiiiiii’. Se acabó. Yo estaba con ella.
Lo que siguió, fue una despedida íntima, amigos de los de fierro, un hermano llegado desde Cruz del Eje, su hijo Yaco, nietos… La pandemia, que Jairo apunta como una fuente de desánimo, impidió que sus otros tres hijos se sumaran.
«Iván vive en Scaux, que es como vivir en Vicente López, pegado a París; y Mario, que es el tercero, vive en París, donde es concejal del Partido Socialista por el distrito de Montmartre. Y mi hija más chica, Lucía, vive en Milán«, detalla.
Precisamente en ese momento Lucía se conecta con su padre a través de una videollamada.»Estaba hablando de vos, y tengo que cortar porque estoy en una nota», contesta de inmediato el entrevistado. «Bueno, pues nada… espera», dice Lucía y pone frente a la cámara a Leonardo, el séptimo nieto del cantante, antes de un «hasta luego».
Jairo, Teresa y sus cuatro hijos, Mario, Lucía, Yaco e iván. Foto Prensa
Entonces, Jairo cuenta que Lucía, que trabaja como historiadora del Arte, y su esposo se mudaron a la ciudad italiana hace cinco meses, donde Leonardo nació el 15 de abril pasado, casualmente -o no tanto- el día Mundial del Arte. Y su inmensa sonrisa vuelve a dominar su rostro.
Jairo, el amigo Favio y el «consejo» de Perón
Cuando la Argentina se encaminaba a recuperar la Democracia, en 1983, Jairo decidió que quería vivir in situ eso que pasaba aquí. Y no fue el único. «Yo era muy amigo, quería y quiero mucho a Leonardo Favio. Y él también, desde Colombia, vino para estar acá», recuerda Jairo.
Y cuenta que cuando le confió que iba a cantar en el acto de cierre de campaña de Raúl Alfonsín, el autor de Fuiste mía un verano le preguntó qué iba a cantar. Le respondió que Milonga del trovador, alguna más, y que habían convenido con María Elena Walsh cantar Venceremos. «‘¿Cuál es?’, me preguntó; se la canté y me dijo: ‘A vos, ese día no hay que dejarte llegar al acto‘ ¡Jaja!»
Aún así, de regreso en taxi a sus respectivos hoteles, de un asado en Monte Grande, Jairo le confesó a su amigo que ni siquiera había traido la guitarra.
«Entonces -relata- me deja en mi hotel, de camino al suyo, y a la media hora me mandó una guitarra nueva, maravillosa, que le habían regalado en Japón. Y en el estuche, que aún guardo, tenía escrito en crayón negro: ‘No me la devuelvas. Es tuya. Sos un traidor, pero te quiero mucho’«, completa y lanza una carcajada.
Jairo participó de la recuperación de la Democracia apoyando expresamente a Raúl Alfonsín, quien se impuso en las elecciones de 1983. Foto Archivo
-Impensable, en estos días.
-Totalmente. Nosotros intercambiábamos, charlábamos… Él me contaba por qué lo quería tanto a Perón, que había estado en Puerta de Hierro, que lo veía como su padre; el que no había tenido nunca. Y yo le contaba mi propia experiencia con Perón.
-¿Cuándo lo conociste a Perón?
-En el ’71. Osvaldo Papaleo le había dado algo a Luis Aguilé, que tenía que entregarle en mano a Perón. Pero una vez allá, Aguilé dijo que no se quería meter en esas cosas y que lo iba a mandar por correo. Así que le dije que se lo llevaría yo. Y fuimos con Teresa.
-¿Supiste qué le llevabas?
-Era un estuche de una bobina de cine. Pero no sé qué había dentro.
Jairo y Leonardo Favio, una amistad a prueba de grietas políticas. Foto Prensa
-¿Y con qué se encontraron?
-Con un hombre que para nosotros era un señor mayor, pero que de lejos me pareció más joven, y que era el 24 de diciembre y estaba completamente solo. Hablamos por unas cuatro horas. Hablaba él, en realidad, todo el tiempo. Sacaba algún libro y empezaba a contar cosas de su juventud, de cuando fue por primera vez a Italia, al principio de su carrera.
Nos mostraba el mapa… Cuando lo cuento parece una cosa mágica, teniendo en cuenta la importancia del personaje. Pero estaba tan solo el tipo, que nos dijo que iba a ir una pareja de amigos, viejos como él, pero que le gustaría un poco de gente joven en la mesa. Y nos invitó a cenar.
Sólo que esa noche yo iba a ir a la casa de Teresa, para la cena de Navidad, como una especie de confirmación a la pregunta de su madre sobre de qué éramos Teresa y yo. Porque nunca fuimos novios formales. Y ella le preguntaba: «¿Qué sois?».
-¿Entonces?
-Entonces, le expliqué un poquito a Perón cuál era la situación. Y cuando estaba en eso, sonó el teléfono. Era mi suegra. Cómo hizo para conseguir el teléfono, nunca lo supe. Pero los padres de mi esposa eran más conscientes de lo que significaba Perón y tenían un poco de temor.
Perón le pasó la llamada a Teresa y, mientras ella hablaba con su madre, se me acercó y me dijo: «Tenés que ir». Fue muy amable; aunque no pudo evitar abrir un armario y sacar algunos números de las revistas Las bases, y me los dio para que tuviera lectura. ¡Jajaja!
-¿Lo volviste a ver?
-Nunca más. La última noticia que tuve de él fue a través de la oficina de Mario Pergolini. Me llamaron para avisarme que había varios discos míos entre lo que compraron en una subasta de cosas de Perón e Isabel. Se ve que se interesó en ver quién era. Había discos míos… Y de Favio.
Cuatro horas compartió Jairo, junto a su esposa, con el general Perón, en su centro de operaciones madrileño en Puerta de Hierro. Foto Lucía Merle
Un puente entre estilos y generaciones
-Nombrabas a Favio, Aguilé, Sandro y tantos otros. En tu disco aparecen Eruca Sativa, Lisandro Aristimuño, Luciano Pereyra, Nahuel Pennisi. ¿Cómo te sentís, en ese rol de puente generacional?
-La idea era hacer un disco con canciones que de alguna manera fueron éxitos o marcaron un momento de cambio en mi vida. Y cuando las decidimos, le asignábamos los cantantes. Después surgieron otras razones, como en el caso de Luciano.
-¿Qué pasó con él?
-Pidió que no lo dejaremos afuera -risas-, y que quería cantar Caballo loco. «Es la canción que más le gusta a mi madre», me dijo. Me contó que una vez le había regalado un equipo de audio, y que para estrenarlo le habían puesto Caballo loco. Era un momento único para él.
Jairo y Luciano Pereyra. El de Luján pidió no quedar fuera de la «selección» y cantó Caballo loco, el tema preferido de su mamá. Foto Prensa
-¿Cuál era tu contacto con la música de Eruca Sativa?
-Yo tenía el contacto de escucharlos. Me parecía que tienen una energía tremenda, Brenda es una bajista impresionante, y el marido es el bajista de Lito Vitale (productor del disco). Y Lula me parecía que tiene una magia, una cosa, una actitud… Fue la primera canción que grabamos.
Abel llegó cuando habíamos terminado de grabar lo de Eruca, para sumar su parte. A él lo conozco de chiquito. Se sentó delante de la consola a escuchar, y cuando terminó la canción se quedó en silencio. Y, de repente, se da vuelta y dice: «Perdóneme, pero estoy muy emocionado».
Jairo junto a Abel Pintos, uno de los invitados de su álbum «50 años con la música». Foto Prensa
-Con León Gieco y Víctor Heredia son pares…
-Ahí hay una cuestión generacional que funciona a full conmigo. Nos conocemos demasiado. Mi hijo Yaco decía que viéndonos cantar Milagro en el Bar Unión y haciendo bromas parecíamos los viejitos de los Muppets.
En el álbum también participan Escalandrum y Elena Roger, en una versión de Le Diable. «En Francia hay un estilo de cantantes mujeres, callejeras, que cantaban en la posguerra, pidiendo en la calle, con voces muy particulares y potentes. Y Elena canta de esa manera. Te pone los pelos de punta«, reseña.
La enumeración sigue con Marcela Morelo, a quien eligió para Por si tú quieres saber, su primer éxito en España; y con Raly Barrionuevo, que se sumó en Ferroviario, un tema que al santiagueño lo conmueve desde la primera vez que lo escuchó, como a Pennisi le gustaba Volver a vivir, que interpreta junto a Pedro Aznar.
Y concluye con una preciosa y conmovedora reunión del cantante con sus cuatro hijos, Iván, Yaco, Mario y Lucía, a la distancia, para una interpretación familiar de Podría bailar toda la noche contigo, dedicada a Teresa. Dedicada «a mamá». El mejor cierre para un trabajo de colección.
-¿Cómo te preparás para el 21? ¿Estará alguno de ellos?
-No, es muy difícil, en una situación así. Y me preparo ensayando mucho, porque es volver a cantar después de un año y medio. Voy a ver si puedo. ¡Jaja! Va a ser muy complicado porque, además, la gente que te va a ver sabe todo. En un momento me van a conmover, seguro. Y yo mismo, cantando ciertas canciones, es inevitable que las asocie a Teresa. Ella escuchó todo el disco. Y le gustó muchísimo.
Jairo, León Gieco y Víctor Heredia, un contacto generacional que funciona a la perfección. Foto Prensa
El factor Messi y un llamado sorprendente
-Messi está siguiendo tus pasos; de una provincia argentina a España, y ahora a París.
-¡Jaja! ¡Igual! Lo van a querer mucho. Los franceses son muy especiales. Hay cosas que no quieren admitir, pero los vuelven locos este tipo de cosas. Todo este lío de superestrella mundial. Te dicen: «Uh, ustedes los sudamericanos son escandalosos». Pero mueren por eso. Les encanta.Y a este chico lo van a tratar como un dios.
-Y después que venga a la Argentina y juegue un par de partidos en Boca.
-Sería demasiado. Me pasó una cosa curiosa con la muerte de Teresa. De repente recibo un WhatsApp que dice: «Jairo, soy Guillermo Barros Schelotto. Necesito hablar con vos un par de minutos«. Puse fecha y lo llamé a Carlos Bianchi para contarle y chequear que fuera verdad. Y Carlitos me confirmó que era su número.
Cuando terminó de ensayar, el músico tenía cuatro llamadas perdidas en su celular. Le avisó que ya estaba libre y el ‘melli’ lo llamó. «Mirá Jairo, son cinco minutos. No nos conocemos pero te quería saludar. Nos enteramos de que murió tu esposa y te queríamos mandar un abrazo muy grande. Nosotros te queremos mucho», arrancó.
Y siguió: «Quería contarte que cuando jugaba en Boca -jugué 10 años- concentrábamos en el Hotel Los Dos chinos. Estaba Carlos Bianchi de entrenador -no sabía que yo había hablado con Carlos-, y como cada jugador, yo buscaba una motivación para el partido, y era una canción tuya«.
Entonces, Jairo completa el cuadro que pintó el jugador en primera persona: «Yo salía del hotel a la mañana, y caminaba por las calles de ahí escuchando El ángel de la cancha, que habla de cómo se prepara un hincha para ir a la cancha, cómo vive el tipo, con las fotos de los jugadores. Yo escucho esa canción, y tengo que jugar bien por ese tipo. Tengo que salir y quiero ser el ángel de la cancha«.
«Hemos manejado mal la democracia»
-¿Vas a votar, a pesar de estar eximido por la edad?
-Seguramente sí. Me encanta votar.
-¿Te cuesta decidir a quién?
-¡Y sí! Cada vez más. Voto para no sumarme a los que no votan. Pero es cierto que cada vez es más jodido. Hemos manejado tan mal la democracia. Todo bien, está divino que la tengamos, pero la hemos manejado muy mal.
A los 72 años, Jairo no renuncia a su derecho al voto, pero admite que cada vez le cuesta más elegir en quien depositar su confianza. Foto Lucía Merle
-Es algo que cuesta admitir.
-Los primeros que deberían admitirlo son quienes integran la clase política. Y no lo admiten. Cada vez es peor. Alfonsín, bastante hizo por instalar el sistema. Porque cuando me hablan de la hiperinflación, yo respondo que tuvo que gobernar contra todos: los sindicatos, la iglesia, el ejército, todas las corporaciones. En La Rural le dijeron de todo, lo insultaron.
Era muy complicado. Hacía falta un tipo así para garantizar el sistema y que no hubiera otro golpe de estado. Porque el ejército estaba fuerte, y se hizo el Juicio a las Juntas… Pero después, todas las gestiones han sido… Todas. No hay excepciones. Mi mujer me decía que no veía que el país pudiera salir adelante. Pero no estaba en todo de acuerdo con ella. Yo creo que en algún momento pasará.
Jairo presenta 50 años de música el próximo sábado 21 de agosto, a las 20.30 (repite el 22 de octubre a la misma hora), en el teatro Ópera, Av. Corrientes 860. Entradas en venta a través de Ticketek, individuales -desde $2.900, para el 22/10- y de a dos tickets -desde $4.600, para el 21/8; y desde $3.400, para el 22/10-.
Jairo también se presenta sábado 28 y domingo 29 de agosto en Quality espacio, en Córdoba; y el 17 de septiembre en el Teatro El Círculo, en Rosario.
Fuente: Clarín