Ringo Starr, el beatle simpático, de humor payasesco, bonachón y sencillo; infravalorado muchas veces a nivel musical, pero que con su estilo único inspiró a toda una generación de bateristas, llega a los 80 años, con su talento y su adorable personalidad intactos.
Las afirmaciones de sus ilustres excompañeros de grupo acerca de que él «ya era un beatle aún antes de ingresar a la banda» y que la formación logró su cohesión definitiva con su incorporación bastan para definir por completo al hombre nacido un 7 de julio de 1940, en Liverpool, quien –acaso como la mejor definición de su carácter- hasta su inclusión en esta agrupación había tenido una vida miserable, pero nunca había perdido la sonrisa y el buen humor.
Pero también la sorna de John Lennon cuando al ser consultado si Ringo era «el mejor baterista del mundo» replicó que «ni siquiera era el mejor baterista de Los Beatles», alimentó injustamente a un grupo de supuestos expertos que minimizaron sus cualidades como intérprete.
Si bien es cierto que no es dueño de un estilo estridente, ni de una técnica depurada como la de colegas suyos como John Bonham o Ginger Baker; la labor de Ringo en temas como «Ticket to Ride», cuyo patrón sirvió de inspiración para el loop de la revolucionaria «Tomorrow Never Knows; «Come Together»; «She Said, She Said»; «Rain»; o «Glass Onion» da cuenta de un toque único y genial que hasta el día de hoy tiene millones de cultores.
Por otra parte, la cualidades de Ringo como músico muchas veces fueron opacadas por el inconmensurable talento de Lennon, Paul McCartney y George Harrison; y fundamentalmente por su propia personalidad, marcada por su tendencia a las intervenciones payasescas.
Nacido en la zona más pobre de un Liverpool que, por aquellos días solía padecer los bombardeos del Tercer Reich por su apetecible puerto, la infancia de Richard Starkey, tal su verdadero nombre, estuvo marcada por la extrema pobreza, el abandono de su padre y una serie de graves enfermedades que lo tuvieron al borde de la muerte y le significaron largas internaciones que retrasaron por unos años su ingreso a la escuela.
Sin embargo, como hijo único, a Ringo nunca le faltó el cariño de su madre y tuvo la fortuna de contar luego con un amable padrastro que le regaló su primera batería, a los 12 años, cuando comprobó que el pequeño solía tamborilear todo el tiempo con sus dedos en los muebles de la casa.
En los primeros años de su juventud, comenzó a tomar cierta fama en el circuito de clubes locales como baterista, a partir de su labor en Rory Storm and The Hurricanes, la mejor banda de la ciudad, que solía compartir cartel con unos jóvenes que se hacían llamar The Beatles.
Ringo y sus tres futuros compañeros trabaron una gran amistad en las largas noches compartidas y hasta llegaron a rubricar esa buena química en alguna zapada, por eso no dudaron en convocarlo cuando apareció la posibilidad de firmar un contrato discográfico.
De esta manera, el baterista sumó al prometedor grupo una cohesión musical y humana que no era completa con su antecesor Pete Best, quien sin embargo logró encontrar la forma de sacarle provecho a su historia de beatle que se quedó en el umbral de la fama.
Ringo fue modelando de a poco su estilo, pero también encontró su propio perfil en la agrupación a partir de un humor gestual e inocente, que contrastaba con el absurdo verbal de Lennon o las finas ironías de Harrison, lo que lo convertía en el favorito de los más chicos.
Precisamente, las historias centrales de «A Hard Day´s Night» y «Help!», las dos películas filmadas por Los Beatles, en 1963 y 1965, dirigidas por Richard Lester, giraron en torno a Ringo y, en la primera de ellas, se ganó los aplausos de la crítica que habló de «una interpretación chaplinesca».
Esas experiencias llevaron a Ringo a incursionar años más tarde en el mundo de Hollywood, con la pequeña ayuda de su fama beatle y la amistad forjada con el comediante Peter Sellers.
Mientras duró la locura mundial por el cuarteto de Liverpool, el baterista logró mantener un estilo de vida sencillo y familiar; y su buen carácter sirvió como mediador entre los tres fuertes egos que completaban el grupo.
Así como fue el hombre de confianza para catar el primer porro ofrecido por Bob Dylan a Los Beatles, Ringo también era el portador de los mensajes conciliadores cuando había rencillas internas, al punto que nunca se le conoció un enfrentamiento con ningún colega.
El hombre de la nariz grande y simpática fue quien más lamentó la desintegración de Los Beatles, fue el único de sus excompañeros que asistió a la convocatoria de Harrison al concierto benéfico para Bangladesh; el único que voló de urgencia a Nueva York cuando Lennon fue asesinado y el que aportó su buen humor en la ceremonia de ingreso del cuarteto de Liverpool al Salón de la Fama del Rock, en 1988, en plena ofensiva judicial iniciada por McCartney.
Y a pesar del dardo de Lennon cuando lo calificó como baterista, ninguno de sus excompañeros dudó en convocarlo cuando necesitó un intérprete sólido y confiable para sus discos.
A los 80 años, Ringo ya pasó por una etapa de desintoxicación del alcohol y mantiene un feliz segundo matrimonio desde principios de los `80 con la exchica Bond Barbara Bach.
Desde hace unos 30 años, el baterista más famoso del mundo gira de manera permanente con la All Starr Band, una formación móvil pero siempre integrada por músicos de famosas agrupaciones, que se suman a la fiesta propuesta por el ex beatle, que no tiene problemas en compartir protagonismo y aportar desde el lugar en donde más cómodo se siente: el de célebre acompañante de una banda de rock.
Cada 7 de julio, Ringo convoca por las redes sociales a sus fans para que envíen sus saludos con deseos de «paz y amor». Este año ofrecerá un festival virtual en donde compartirá cartel con figuras estelares, como su amigo Paul McCartney, su único pero vital socio en la aventura de mantener vivo el espíritu beatle.
Fuente: Télam