(Eulogia Tapia frente a si casa a las afueras de La Poma)
“¿Buen día, quería saber dónde está la tumba de Eulogia Tapia?”, pregunta un hombre de mochila negra, parado en el marco de la oficina de Turismo y Cultura de La Poma. Una puerta y una ventana, una habitación chica, frente a la única plaza del pueblo.
Juan Ochoa, de 28 años, sentado al otro lado del escritorio, se queda callado.
Juan estudió turismo en La Poma, lo hizo en 2013, apenas se abrió la carrera que se convirtió en el único terciario del pueblo. Había 50 cupos y él se anotó 54. Fue el último en inscribirse y el primero en recibirse.
La carrera ya no existe en esta localidad de 615 habitantes y casas bajas a 3015 metros de altura en la puna salteña. Un lugar donde la mayor atracción, esa por la que los turistas llegan preguntando a la oficina de Turismo, después atravesar caminos de ripio y desmoronamientos, muchas veces anegados, intransitables, no es un volcán, una caverna o un pueblo arrasado -La Poma los tiene todos-, sino una vecina: Eulogia Tapia.
Por eso después de la pregunta Juan empareja con dos golpes sobre el escritorio tres hojas A4 y dilata la respuesta que dio tantas veces. Tensa desde su lado del escritorio la conversación con un silencio gentil, antes de decir lo que el hombre de la mochila no espera que él le diga: “a la señora la tenemos de vida”.
(El compositor Gustavo «Cuchi» Leguizamón junto a su amigo y compañero Manuel Castilla)
La pastora que se hizo zamba
Señores no sé cantar
como cantan los porteños
les cantaré mis coplitas
como canta un buen pomeño
(Eulogia Tapia)*
En el año 1964 el poeta Manuel “Barbudo” Castilla y el compositor Gustavo “Cuchi” Leguizamón, autores de muchas de las zambas y canciones populares del norte de la Argentina, en buena parte responsables de lo que fue la renovación del folclore en el país, llegaron para los días del carnaval al pueblo de La Poma.
Los festejos los encontraron una tarde entre vino y guitarra, en un almacén que unos dicen se llamó La flor del pago y otros La Garza. Lo cierto es que en ese mismo momento entraron un grupo de chicos y adolescentes, entre los que estaba una joven Eulogia Tapia, que llevaba una caja coplera bajo el brazo, ese tamborcito que acompaña los versos.
Eulogia tenía 18 años y al verla llegar con la caja, el poeta Castilla la desafió a un contrapunto con él. Un diálogo musical en forma de copla, con rima, que gana el que deja callado a su rival. David contra Goliat, el gran compositor contra una pastora adolescente de un pueblo de pre-puna, pero con palabras.
Lo que nadie esperaba era que la pastora le gane al gran poeta. Lo hizo con una última rima que decía: “Esta noche va a llover, agua que manda la luna, mañana vas a amanecer como pato en la laguna”. Castilla no supo qué contestar y la pomeña se quedó con el contrapunto.
Fue entonces que el primo mayor de Eulogia que estaba en el grupo, Nicanor Mamani, y que años más tarde sería intendente de La Poma, reclamó un premio.
-¿Cómo te llamas?- preguntó entonces Castilla.
-Eulogia Tapia- dijo ella.
-Vamos a hacerte un tango o un vals.
-A mí me gusta el folclore- contestó.
En 1969 nació “La Pomeña”, la zamba que en su primer verso cuenta de “Eulogia Tapia en La Poma…”, que habla del carnaval, que grabaron Mercedes Sosa, El Dúo Salteño, Pedro Aznar, Pedro Guerra, entre muchos otros músicos a los que cautivó la letra de Castilla, la melodía de Leguizamón, la historia de esa pastora que muchos creyeron fantasía.
Un mito que vive
Señores pido permiso
pa ´que tengan más cuidado
hay que cuidar lo de adentro
que lo de afuera es prestado.
(Eulogia Tapia)
(Como cada tarde, Eulogia Tapia y Abilio Choque, su marido, regresan a su casa)
-Me pasó varias veces, incluso fuimos noticia en 2018 porque llegó el ministro de Nación y dijo que pensó que Eulogia era un mito, una leyenda-, cuenta Juan Ochoa desde la oficina frente a la plaza. -La verdad que es una mezcla de sensaciones, de nostalgia, entre sorprendidos y melancólicos porque hay gente que llega a llorar de la emoción. Vienen buscando algo y se llevan una historia verdadera-, dice.
En el último año Eulogia decidió no recibir a nadie en su casa, ni turistas, ni siquiera a muchos de sus familiares, por la pandemia. Pidió que no se diera a conocer dónde y cómo encontrarla. Vive alejada a unos dos kilómetros de La Poma, más allá del “pueblo viejo”, ese que fue destruido por un terremoto en 1930. Sin embargo aceptó un encuentro a distancia y con barbijo con Infobae, en la puerta de su rancho.
Son cerca de las cuatro de la tarde y el rancho de Eulogia Tapia está vacío. Paredes de barro, cinco arcadas que terminan en punta como las de «Las mil y una noches» y le dan a la galería de puertas de madera doble hoja con candados, un aire de cuento.
(El rancho de Eulogia Tapia en el pueblo de la Poma, a más de 3000 metros de altura)
Alrededor hay restos de lana, cuernos, cueros, una botella verde musgo y una antena de Direct TV que rompe con lo esperado. Nadie contesta a las palmas, pero el corral está vacío y hay gallinas en el gallinero. Un plato en el piso con restos de tuco, del que comieron uno o varios perros, que no están o todavía no volvieron.
Son casi las siete de la tarde y desde hace varios minutos el frío le hace justicia al pico nevado que se ve desde el rancho. Empieza a lloviznar cuando se oyen los ladridos de los ocho perros de Eulogia Tapia: Tigre, Guanquero, Terri, Toni, Corcho, Diana, Guardián, y su preferido, Coqui. guiando a las cabras.
Todos los mediodías Eulogia, de 75 años, y su marido desde hace más de 50, Abilio Choque, de 76, salen de la hacienda para volver poco antes de que se ponga el sol. Para ellos no hay fines de semana, ni feriados, así es todos los días como si fueran el mismo. De eso vive un mito, la mayor atracción de un pueblo, la adolescente que venció al gran poeta salteño hace poco menos de 60 años.
Cantando y desencantando, se le entreveran las penas
Las estrellas en el cielo
forman un arco imperial
mi corazón por el tuyo
y el tuyo no sé por cuál
(Eulogia Tapia)
(Lucía Tapia (57) junto a su hermana Elba Choque (52), hijas de Eulogia Tapia)
Lucía Tapia es la hija mayor de Eulogia, lleva los ojos y el apellido de su mamá. Nunca conoció, ni quiso conocer, a su papá. -”Mi papá es mi papá y estoy orgullosa de tenerlo a él”- aclara refiriéndose a Abilio Choque, el hombre que la crió. A los 14 Lucía se fue a trabajar a Salta y todavía vive ahí, en el Barrio Solidaridad, a las afueras de la capital provincial.
-Fue difícil dejar La Poma, lloraba todos los días. Allá es otra vida, estás corriendo con las ovejas, con las cabras, jugando a la pelota, a la bolilla. Y venir acá, a Salta, a fregar el piso era muy distinto, a mí me tocó venir a trabajar.
Cuando Lucía era chica en La Poma, recuerda, su mamá no trabajaba el campo. Era empleada en una finca cercana donde cocinaba y limpiaba. Un día el patrón vendió todo y Eulogia tuvo que volver a hacer lo que sabía: trabajar la tierra, ordeñar a la chiva, sacar a las ovejas.
-Las ovejas no te van a perdonar feriado, ni el sol, ni viento, nada. Ellos están acostumbrados a su hacienda, así que es difícil que la dejen. Ellos al mediodía cocinan, comen y se van al campo, para volver al final del día. Ellos son felices así, si se los sacáramos los mataríamos en vida- dice Lucía.
(Eulogia Tapia junto a algunos de sus vecinos en La Poma)
En el pueblo de La Poma vive la hija menor de Eulogia y Abilio, Elba Choque. Ella, a diferencia de su hermana, recuerda cuál fue la primera vez que escuchó la canción que tiene como protagonista a su mamá. Llegó al rancho en el que vivían en un disco especialmente dedicado, enviado por Mercedes Sosa.
-Mi mamá la escuchó por radio la primera vez a la canción, pero yo la escuché cuando la señora Sosa mandó el disco. No entendía que estuviera dedicada a ella, lo entendí después, cuando han empezado a venir a visitarla, a querer verla, recién ahí me di cuenta que mi mamá tenía una historia.
Ser Eulogia Tapia
Desde abajo me i´venido
pasando zanjas y zanjones
nada me han hecho los tigres
que van a hacer los leones
(Eulogia Tapia)
(Eulogia Tapia, junto a la cantante Mariana Carrizo y a Margarita Moya)
Margarita Moya tiene un comedor en La Poma, El Ancay. Una casa con puerta vaivén, de una planta, con jardín interno y tres habitaciones que se alquilan. En las paredes hay colgadas cajas copleras dedicadas a ella y varias fotos en marcos, todos diferentes. En algunos aparece Eulogia, más joven, junto a ella, junto a Elba, junto a la cantante folclórica Mariana Carrizo.
Prefiere hablar de Eulogia, sin hablar de Eulogia. No es causal, a lo largo de los años mucha gente se hizo pasar por pariente e incluso por la misma pomeña, para que lo atendieran más rápido en el médico, para que le hicieran un favor, para vender algún recuerdo. Eran tan pocos los que la habían visto alguna vez, tantos los que la creían muerta o una historia inventada, que el engaño la mayoría de las veces funcionaba. Por eso Margarita no la nombra, para que nadie piense mal. La describe en cambio a través de La Poma, de sus otros vecinos, de la mujer originaria.
-Generalmente la mujer originaria no tuvo mucho acceso al estudio, pero hay gente que sí. Las demás somos mujeres orquesta, trabajamos, atendemos la casa, cultivamos, hacemos la parte artística de cantar, como en todos lados la mujer es protagonista y muchas mujeres originarias jefas de familia. Somos la madre, la que trabaja y hubo un tiempo en que ser pobre, ser mujer y ser originaria, no era fácil.
(En las paredes de El Acay, un comedor de La Poma, cajas copleras, como la que acompañó los versos de Eulogia y dieron origen a su historia)
En La Poma las mujeres cantan. Eulogia creció en una casa donde había que trabajar, pero donde sus padres le inculcaron también la música, la copla, donde la caja era de las cosas que más se le parecían a un juguete. Sobre la caja, dice Margarita -es algo que viene con nosotros. Es un instrumento ancestral instalado desde hace generaciones en nuestra cultura. Te acompaña en tiempos de alegría y también de tristeza.
Una charla con Eulogia Tapia
Alegre carnavalito
visitante forastero
después de los cinco días
se manda a mudar ligero
(Eulogia Tapia)
Eulogia llega al rancho al atardecer, detrás de sus cabras. Va vestida con una polera de lycra en la que se distinguen flores violetas, hojas verde flúo, un pulover de llama que le queda grande, una campera, un barbijo marrón de tela y una gorra deshilachada. Junto a ella camina Abilio Choque, que se queda lejos y empieza a abrir la casa.
Los ojos al descubierto miran fijo, rodeados por la piel surcada y el pelo alguna vez azabache. Alrededor tres de sus perros ladran y sólo dejan de hacerlo cuando ella habla.
-¿Qué es lo que quiere?
-Conocerla
-Bueno, ya me conoció.
(El pueblo antiguo de La Poma fue destruido por un terremoto en 1930. Allí estaba el almacén en el que Castilla y Leguizamón se cruzaron con Eulogia Tapia.
Dice Elba que Eulogia invitaba a cenar a los que al principio llegaban a visitarla, les convidaba una sopa, charlaba largo, pero que nunca supo qué hacer con los que se largaban a llorar. Ahora la pandemia lo cambió todo y aunque a comienzos de marzo recibió la primera dosis de la vacuna contra el COVID, tiene miedo.
Eulogia se deja convencer y se deja llevar por la conversación, comparte por ejemplo que nunca más volvió a ver, a pesar del éxito de la zamba, de que sus nombres quedaron ligados para siempre y se los repitieron hasta el cansancio a lo largo de todos estos años, a Castilla y Leguizamón.
“Barbudo” Castilla murió en 1980, hay una estatua suya en la ciudad de Salta, sobre avenida Hipólito Yrigoyen. “Cuchi” en el 2000 y una figura en bronce es una postal conocida en una esquina de la Plaza 9 de julio, el corazón de esa capital. Eulogia -aunque le insisten desde el municipio-, se niega a que en La Poma exista algo parecido de ella.
Sobre aquel encuentro que lo cambió todo, la pomeña repasa rápido el contrapunto y relata sí con más detalle lo que ocurrió al día siguiente. Porque Castilla y Leguizamón, luego de ser vencidos en el almacén por esa adolescente, averiguaron donde estaba su rancho y la fueron a buscar. Como si ya hubieran comenzado a componer su historia y necesitaran sumar versos a eso que había empezado a escribirse.
-Yo estaba en la casa, en el potrero, cortando alfalfa y trigo, con mi papá. Entonces yo los veo llegar y le digo: ‘estos gauchos estaban ayer en el carnaval y les gané al cantar’. Era la primera vez que estaban en La Poma y yo no sabía quiénes eran. Y entonces le dicen a mi papá “Su hija es una buena cantora” y él les contesta que “por buena cantora ha perdido las cabras”.
(Eulogia tapia tiene 75 años y nunca abandonó La Poma, a pesar de que su zamba la convirtió en una figura que trascendió fronteras)
-¿Y eso?
-Habíamos dejado por ir al carnaval las cabras sueltas aquí por el cerro y al día siguiente voy a sacar la leche y faltaban las cabras. Por eso dice la zamba: “…porque te roban Eulogia, carnavaleando”.
-¿Qué pensaste la primera vez que escuchaste esa canción?
-Yo pensaba apenas que saldría mi copla y sería un recuerdo. Que duraría un mes, dos meses, nunca pensé que la zamba me fuera a volver eterna.
A los 75 años puede recitar de memoria la copla con la que le ganó al poeta Castilla, esa que empezó esta historia. Nunca dejó La Poma, donde la cruzaron dos gauchos con guitarra hace casi 60 años cuando era una pastora adolescente. Y ahí sigue, Eulogia Tapia, la mayor atracción de un pueblo, un mito, una leyenda, una pregunta, una zamba que camina por los valles calchaquíes.
*Los fragmentos de coplas que aparecen en el texto, fueron extraídos de una de las pocas publicaciones que han difundido con los versos de Eulogia Tapia: Hacedora de coplas (Victor Manuel Hanne Editor – Salta 1999)
Fuente: Infobae