«Era como si tuviera dos personalidades que se ocultaban mutuamente, una no le contaba a la otra que existía», comenta la actriz y cantante Mariana de Moraes, de 50 años, nieta del Poetinha que cantó sobre amor y añoranza como nadie. La primera composición la hizo a los 15 años, en 1928, pero «Loura ou morena» solo se musicalizó en 1932, gracias al compositor Haroldo Tapajós.
Ahora, para conmemorar el 40 aniversario de su muerte, Mariana rescata las historias que hay detrás de ésta y otras letras y poemas de su abuelo en un curso en línea de cuatro clases. El 25 de enero, aniversario de la ciudad de San Pablo, arrancaron los homenajes con un concierto en el que Mariana cantó el repertorio de Vinicius, que pretendía transformar en un álbum este año. Pero la pandemia de coronavirus ha retrasado sus planes.
A lo largo de casi 30 años de carrera, Mariana -hija del fotógrafo Pedro de Moraes y de la actriz Vera Barreto Leite- ha participado en varios proyectos sobre Vinicius en todo el mundo y, aunque no había grabado las canciones de su abuelo, siempre admiró su obra. «No porque sea su nieta, sino porque soy una fiel seguidora de João Gilberto, que fue el primer y mejor intérprete de Vinicius», dice. Mariana siempre mezcla poesía, historias y música en sus espectáculos. La oportunidad de preparar un curso sobre su abuelo, que comenzó esta semana, le dio la idea de llevar sus historias al escenario cuando termine la cuarentena. «Quiero contar sus historias, la historia de sus canciones y los valores éticos que transmitió a su familia, sobre cómo vivir la vida».
Carta ao Tom 74, con Toquinho y el Quarteto em Cy (parte del especial MPB de la TV brasileña)
Una de estas historias trata sobre cómo el joven poeta consagrado, que recibió una beca de la Universidad de Oxford, conoció a quien quizás fue su mayor compañero: Tom Jobim. Vinicius había escrito la obra Orfeo de la Concepción y estaba removiendo cielo y tierra -pidiendo préstamos a amigos y endeudándose- para cumplir el sueño de escenificar la obra en el Teatro Municipal de Río de Janeiro. Mientras buscaba un compositor para el musical, conoció a Tom Jobim. Y el sueño se cumplió. La obra estuvo tres noches en cartel y pasó a la historia como la primera vez que 36 negros actuaron en el panteón de las artes escénicas brasileñas. Orfeo de la Concepciónse convertiría en la película Orfeo negro (1959), dirigida por el francés Marcel Camus, que ganaría el Óscar a la mejor película extranjera y la Palma de Oro en Cannes.
«En algunos de sus textos, Vinicius revela cómo desarrolló esta idea de trasladar el mito griego de Orfeo a la favela de Río y de que no fuera un héroe helénico que toca la lira, sino un hombre negro que toca la guitarra», dice Mariana, que destaca la admiración de Vinicius por toda la cultura africana y afrobrasileña.
No es extraño, entonces, que dedique una de las clases de su curso a las afrosambas que Vinicius compuso con su amigo Baden Powell. «Una de las grandes banderas de su vida fue demostrar que el arte popular no es menor que el arte erudito o académico y atreverse a unir ambos. Su trayectoria muestra cómo esa poesía erudita caló en el artista popular e hizo que la música en Brasil adquiriera una dimensión que no había tenido nunca antes», dice Mariana.
Documental de Encuentro sobre Vinicius
De esta fusión surgió la bossa nova y su santísima trinidad: Vinicius, Tom y João Gilberto. «Estas y otras amistades son un capítulo muy importante en su vida. Todos hablan de las nueve mujeres que tuvo, pero, de hecho, lo que más cultivó fueron amigos, de todas las áreas», afirma su nieta. Desde Pablo Neruda hasta el pintor Carybé, pasando por el poeta Manuel Bandeira, el escritor Rubem Braga, el maestro Pixinguinha, hasta Carmen Miranda y el cineasta Orson Welles, a quien conoció en Los Ángeles, el primer destino de Vinicius de Moraes como agregado cultural del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Mariana convivió más con su abuelo cuando dejó su carrera diplomática, que ejerció entre 1943 y 1968. Vinicius murió cuando ella tenía 11 años, el 9 de julio de 1980. «Cuatro años antes, me fui a vivir al exilio, a Francia, con mis padres. Justo en esa época, la dictadura militar lo había expulsado del Ministerio y era libre para ser un artista. Fue su fase de estrella del pop», recuerda, refiriéndose a los conciertos que Vinicius comenzó a hacer en el extranjero. «Siempre me llevaba a los conciertos que hacía en París y, al menos tres veces al año, era la única persona de la familia que veía. El recuerdo que tengo es de un abuelo muy amoroso».
Mariana, que fue afinada desde pequeña, era la niña de los ojos del poeta. «Estaba muy orgulloso de mí porque cantaba y era una niña afinada que se sabía todas las canciones de João Gilberto», se ríe, recordando con cariño cuando Vinicius le regaló un grabador para que pudiera practicar. Mariana habla con igual afecto de su tía, Susana de Moraes, la primogénita de Vinicius. «Ella hizo por mí lo que él habría hecho, fue una gran amiga y consejera». Fue su tía quien le aconsejó que no cantara el repertorio de su abuelo hasta que su carrera estuviera consolidada. «Ella decía que primero tenía que hacerme un lugar y ser reconocida por mi propia voz», cuenta Mariana sobre su tía, para quien Vinicius compuso «Valsa de Eurídice» en su cumpleaños de quince, mucho antes de presentarse oficialmente como compositor.
Mariana señala que la figura de Vinicius de Moraes, así como su obra, es atemporal, a pesar de que, según ella, actualmente no está «de moda» en Brasil. «Los artistas de este país están abandonados. La música popular brasileña está abandonada. Es muy triste, porque la música popular le dio a Brasil una identidad, igual que el fútbol en el deporte. Desde Cartola a [Heitor] Villa-Lobos», lamenta, y critica la falta de política cultural del gobierno de Jair Bolsonaro.
Milán, 1978: Tom Jobim y Vinícius, acompanados por la guitarra de Toquinho y la voz de Miúcha
La artista cree que, si estuviera vivo, su abuelo se posicionaría «con su pragmatismo amoroso» en contra de esta realidad. «Fue importante para la carrera de prácticamente todos los que hoy hacen música popular brasileña. Estoy segura de que, si estuviera aquí, utilizaría su privilegio para ponerse políticamente en contra del actual panorama sociopolítico del país, del fascismo, del racismo, de la ignorancia», dice, y luego añade, con nostalgia: «¡Cómo me gustaría haberme emborrachado con mi abuelo!».
Pero, incluso en una realidad menos romántica que las canciones del Poetinha, Mariana también encuentra paralelos y vislumbres de esperanza al recordar a su abuelo. «El otro día encontré un texto suyo sobre la Segunda Guerra Mundial, en el que habla sobre el dolor de ese momento e incluso utiliza la palabra cuarentena para referirse a la situación de los familiares de los soldados que fueron a la guerra. Fue un momento difícil, pero ya pasó». Como escribió en «Chega de saudade», Vinicius de Moraes nos recuerda que el amor prevalece y que «la distancia no existe».
Fuente: Joana Oliveira, La Nación