¿Cuál es el precio de un músico? ¿Cuál es el real valor de un artista masivo, popular y convocante? ¿Quién le pone el número a una trayectoria de 15, 20 ó 50 años? ¿Y en base a qué? Bienvenidos al escenario desolador, titánico, decepcionante, energizante, fantasioso hasta la exasperación y despreciado hasta el cansancio de la vida de un artista de la música. Donde nada es lo que parece y donde todo el mundo se cree con derecho a opinar y criticar.
Hemos visto construir grandes carreras artísticas que al día de hoy se mantienen dignas y vigentes, pero también vimos de cerca a muchos «hitmakers» (cantantes que consiguieron un sólo hit radial y que luego jamás lograron repetir la marca). Vimos derrumbarse estrepitosamente los sueños, las esperanzas y la vida misma de músicos que conocieron la fama para caer más tarde en los abismos del más profundo olvido. Estuvimos al lado de clásicos cuando nada hacía presagiar que esa persona lo conseguiría. En pocas palabras: qué significa ser un artista podría definirse así: es la quimera más encantadora del Universo, que puede llevar tanto al éxtasis como a la más extrema locura.
El disparador de esta nota ha sido, vamos a confesarlo, aquel confuso episodio protagonizado semanas atrás por Abel Pintos y el intendente de la localidad de Chilecito, un señor de nombre Rodrigo Brizuela y Doria, a raíz del cachet supuestamente solicitado por ese popular artista. Durante los primeros días de enero este hombre ocupó mucho espacio en los medios: «No vamos a contratar a Abel Pintos porque cuesta cien mil dólares, me parece una cosa muy loca que actúe unos minutos y se vaya a su casa con seis millones de pesos. Por eso en su lugar hemos elegido invertir ese dinero en salud pública, comprando un vehículo sanitario”.
«Esto es como preguntarle a un médico por qué cobra dos o tres lucas una consulta si te atendió cinco minutos. Está bien, atendió cinco minutos pero dio en la tecla con lo que tenés. Te cobra tres mil más veinte años de estudiar, de quemarse las pestañas todos los días. El artista arranca valiendo cero pesos, cuando nadie lo conoce, hasta que empieza a lograr un pequeño espacio. Pero para eso hay que ponerle años de trabajo. Y ahí comienza a valorizarse. Ahora bien, no hay que tener solo en cuenta el cachet sino además la cantidad de familias que dependen del trabajo de ese artista». Quien así habla es Alejandro de Bagge, uno de los promotores de shows musicales más respetados dentro del ambiente, descubridor y mánager de Nahuel Pennisi.
Bagge tiene sobrada experiencia como para explicar lo que se esconde detrás de un cachet.
No todo es lo que parece a la hora de la negociación de un cachet.
No es la intención hacer aquí una defensa a ultranza de los artistas. También hay turbios, absolutamente ególatras, faltos de talento, gruñones y con fama de pocos amigos. Los artistas son seres humanos y como tales sus emociones varían dentro de una amplia gama de personalidades. Piazzolla tenía un carácter endemoniado, muy difícil de tratar, Spinetta podía pulverizarte en base a comentarios irónicos y filosos como el vidrio, Cafrune era desconfiado, Pappo te pedía prestada tu viola y despedite porque no la ibas a volver a ver, y así. Pero en cualquiera de esos casos uno siempre tiene que hacer un flashback e ir hacia atrás para ver de dónde proviene esa persona, cuáles fueron los obstáculos y los sacrificios a los que fue sometido desde que comenzó.
– No hay un tarifario que se aplique a todos los artistas por igual, ¿es así?
-Cada artista popular tiene detrás todo un equipo de producción trabajando para que las cosas salgan bien. Y a toda esa gente hay que pagarle. Es bastante complejo el tema. No, no hay un tarifario. Si es un artista convocante dependerá de la venta de tickets, de la necesidad de tener a ese artista en un festival importante, porque eso le da prestigio y convocatoria al evento. Las fiestas regionales o los festivales los municipios necesitan hacer eventos con artistas que convoquen de verdad. Hay muchísimos artistas que por ahí son famosos y no tienen convocatoria, entonces el precio lo pone un poco el mercado. Hay tres o cuatro artistas nacionales muy costosos pero que son los únicos que convocan de verdad.
Ser una personalidad pública no es para cualquiera. Una cosa es el aspecto netamente musical del asunto, y otra muy distinta entendérselas con los vaivenes psico-emocionales que esperan agazapados a la vuelta de la esquina. Sandro tenía que disfrazarse para poder salir a dar una vuelta por su propio barrio, de noche. El Indio Solari casi no puede salir de su casa sin que eso genere una especie de histeria colectiva, y así todos. La fama cuesta. Y a veces se torna inmanejable. Para el famoso y para su público.
– Es decir entonces que acá la clave es la convocatoria.
-Absolutamente. Te lo explico de otra manera: es como cuando vas a comprar un vehículo. Tenés una amplia gama, un BMW o un Mercedes que valen 200 mil dólares a un Gol o un Fiat Uno que valen 6 mil. Vos elegís. Si querés tener un auto de prestigio, buena marca, que toda la gente te mire tenés que poner la guita. Y lo mismo pasa con los artistas. ¿Querés tener un evento del que realmente se hable y que salga en todos los medios y convocar a toda la ciudad, a todo el pueblo? Bueno, tenés que contratar artistas de verdadero renombre. Y para eso tenés que pagarlos.
– Hablemos puntualmente de este asunto protagonizado por Abel Pintos
– No se puede ni dudar que Abel comió tierra por años y recién en su octavo disco empezó como a encontrarle la vuelta a su carrera. ¡Imaginate los años de festivales y sacadas de tierra de arriba del hombro que tiene ese artista! Nadie te pone un revolver en la cabeza para que compres un show. Vos decidís si lo querés convertir en una ambulancia, que muy bien está, o si lo querés invertir en un show, que también está bien. No se puede juzgar a un artista por lo que cobra. Y en definitiva es decisión de cada uno de los municipios, de los productores, si quieren tomar ese riesgo.
«Mirá a esos boludos, así es como la hacen: tocás la guitara en MTV. Eso no es trabajar, dinero por nada y chicas gratis. Dejame decirte que esos tipos no son tontos. Tenemos que instalar hornos microondas, entrega de cocinas a medida, tenemos que mover heladeras, tenemos que mover televisores. Ese pequeño maricón tiene su propio avión, ese pequeño maricón es millonario». Este extracto pertenece a la letra de la canción “Money for Nothing” (“Dinero por Nada”) que terminó de consolidar la carrera de Dire Straits a nivel mundial. En el videoclip esta charla la tenían dos vendedores de artículos para el hogar parados frente a una pared de televisores, mientras una banda tocaba rock and roll en MTV. Cuando era un canal de rock and roll, claro. Es una letra muy explícita acerca de las fantasías de la gente con respecto a sus ídolos.
El intendente de Chilecito junto a la ambulancia que compró para su municipio.
Juan Carlos Giacobino fue el último representante de Luis Alberto Spinetta. Trabajó con él durante dieciocho años, primero como iluminador de sus shows, y luego siete años más como su mano derecha.
-Cada músico puede pedir por su show lo que se le antoja, ¿por qué no? Y más si tiene tantos años de carrera. También hay que sumarle que a veces tiene cuarenta o cincuenta personas en su staff, y hasta traslado de escenografía, porque un gran show implica esas cosas y eso encarece todo. De ahí en más el contratante estará de acuerdo o no. Una cosa es el costo operativo y otra el cachet. Por ejemplo, cuando viajas en avión todo el equipamiento tiene que ir por vía terrestre, porque los aviones ya no te cargan más nada de eso. Y ese costo operativo no es algo que cobra el artista. Tampoco es lo mismo hacer un show en el Gran Rex que uno en Ushuaia, por la distancia y lo que eso implica. A veces esos shows los subvenciona el Estado, la Gobernación de la provincia o Cultura del lugar.
– ¿Ustedes con Luis cómo se manejaban?
-Todos nuestros instrumentos y los equipos de viola, bajo, teclados, etc. los llevábamos desde Buenos Aires. Porque no en todos lados hay exactamente las marcas que uno necesita. Sumado a que llevábamos todo el sonido de escenario, consolas para monitoreo y la del público con todos los racks de procesadores. Planteábamos que el día de viaje no se tocaba, se llegaba a la tardecita del día anterior al show para ir a cenar y descansar al hotel porque al otro día íbamos a hacer temprano el armado y luego la prueba de sonido, y nosotros ya nos quedábamos ahí en el lugar del show. Por ende necesitás un catering.
-Ese es otro ítem muy cuestionado: lo que piden los artistas para el catering, las exigencias contractuales.
-Vos te tenés que quedar un par de horas en un camarín luego de la prueba de sonido, no te podés volver al hotel porque luego no llegás al show. Pedíamos baños limpios, un camarín cómodo, té, café, agua mineral, alguna gaseosa y algún picoteo que no era nada del otro mundo. No podes estar yendo al kiosco de la esquina ¡a comprarte un paquete de papa fritas!
– ¿Y cómo se manejaban los números?
-Eso difería porque cada situación tiene un formato distinto. A veces había necesidad de pasajes aéreos y el productor los tiene que pagar. Se le pasa la cantidad de gente que viaja y la cantidad de habitaciones de hoteles. Todo lo que es el costo operativo, hotel, viáticos y transporte corre por parte del productor. Y después, al margen de eso, nosotros teníamos estipulado un cachet fijo. Que era bastante accesible. La cuenta se repartía así: cuántos músicos eran, que tenían un cachet fijo y estaban muy bien pagos, y lo mismo con sonidistas, iluminadores y asistentes. Esa parte nos correspondía pagarla a nosotros. Primero se les pagaba a todos y se pagaban los impuestos: IVA, Ingresos brutos, Monotributo, Ganancias. Y de lo que quedaba era una parte para mí y una parte mayor obviamente para Luis.
Alejandro de Bagge, mánager de Nahuel Pennisi.
El Síndrome de Procusto, o Cama de Procusto, refiere a la incapacidad para reconocer las ideas y los talentos de otros. El miedo a ser superado profesional o personalmente por otros. La envidia. Su nombre proviene de un mito de la antigua Grecia. Procusto era un posadero que tenía su negocio en las colinas de Ática. Allí ofrecía descanso al viajero solitario, lo invitaba a tumbarse en una cama de hierro donde, mientras el peregrino dormía lo amordazaba y ataba a las cuatro esquinas del lecho. Si la víctima era alta procedía a aserrar las partes sobresalientes, los pies (“me cortaron las piernas” Diego Armando Maradona, Mundial de Estados Unidos, 1994), o las manos o la cabeza. La parábola es clara.
-Muchas veces se contratan bandas internacionales y se les pagan no sé, quinientos mil dólares por decir algo, cuando una banda nacional no llega ni al diez por ciento de esa cifra. ¿Y de eso nadie dice nada?
La voz de Rolo Sartorio llega cansada a través del WhatsApp. La Beriso está en Mendoza.
-Nosotros para tocar anoche en Malargue tuvimos que tomar un avión a San Rafael, Mendoza, y de ahí en micro. Anoche tocamos, nos acostamos a las tres de la mañana, seis y media nos levantamos, dormimos muy poco y con todo el cansancio hicimos 300 kilómetros al aeropuerto de Mendoza porque no había vuelos en el otro aeropuerto. Tuvimos cinco horas de micro y ahora a esperar acá dos horas a que salga el avión.
-Ahora La Beriso es una de las bandas más convocantes dentro del rock argentino actual, ¿pero cómo fueron los comienzos?
-Fuimos nueve años seguidos a tocar a San Bernardo, donde todo era gasto, no ganábamos un mango, tocábamos en la playa todos los días, peleando para que no nos ocuparan el lugar. Todas las familias iban con nosotros y vivíamos juntos, cada uno con su pareja y sus hijos, alquilando lugares baratos porque no llegábamos con la guita. Al mismo tiempo todos trabajábamos en otra cosa. Fueron muchos años que afectaron incluso la vida personal de cada uno. Cuando empezamos, teníamos unos instrumentos baratos, y después vas adquiriendo otros que estén a la altura del crecimiento de esa banda, importados, son cosas caras. Después las salas de ensayo, horas y horas poniendo guita que no tenés. Yo hasta el 2013 aparte de la banda siempre trabajé. El sacrificio es mucho. Arrancamos en el año ‘98 y recién empezamos a llevar un poquito de gente en el 2006.
– ¿Estás de acuerdo en que el artista puede pedir lo que quiere?
-Obvio, y el municipio puede contratarlo o no, porque cada uno puede decidir lo que vale. Quizá hay algunos músicos que elevan el cachet sabiendo que lo paga un Municipio. Nosotros no hacemos eso. De hecho hemos tocado en fiestas de cien mil personas y hemos cobrado lo mismo que en fiestas de diez mil personas. Después estoy de acuerdo con que el intendente diga “bueno, no, no contrato a la banda pero puedo hacer una escuela, ayudar al hospital de la zona”, eso es quizá hasta mejor a veces que contratar una banda.
En una época donde privaba y se celebraba la “cultura del trabajo” en los hogares de familia estaba muy mal visto que algún vástago insinuara siquiera su deseo de convertirse en músico. Se era criado, educado, manipulado y cerebro-lavado para entrar a la facultad y recibirse de médico, ingeniero, abogado o a lo sumo contador. ¡Y no se permitía mucho más! No se rían, si hasta el mismísimo Pappo le cantó una oda a ese conflicto familiar: “Siempre es lo mismo nena, tu madre y tu padre están convencidos de que un vago soy (…) siempre es lo mismo nena, el novio de la nena doctor tiene que ser” (“Siempre es lo mismo nena”, Pappo´s, Blues Volumen Uno, Music hall, 1971). ¿Cuántos Piazzollas habrán quedado por el camino?, ¿Cuántos Ginasteras y Martas Argerich?, ¿cuántos Baremboins y Yupanquis? Peor aún… ¿Cuántos Spinettas en ciernes no lo lograron?. Durante décadas insinuar siquiera la idea de ser músico estaba muy mal visto.
Un personaje ineludible en esta trama intrincada es el abogado que prepara y legaliza los contratos de una y otra parte, de contratante y contratado. Y en este rubro quien más conoce del tema es Gabriel Máspero. Que además de ser abogado de CAPIF (la Cámara de Productores Fonográficos de Argentina) ha sido y es el abogado de la mayoría de los grandes artistas que hoy conocemos y uno de los profesionales que más entiende del tema en la industria de la música.
-Mucha gente hace esta cuenta: divide el cachet del artista por la cantidad de minutos que va a permanecer en escena
-Para mí sería un análisis demasiado pobre y simplificador, dividir la contraprestación (cachet) de un artista consagrado por los minutos de show. Daría una suma asombrosa por minuto, pero es un cálculo torpe. En el valor de cualquier cachet está incluida la importancia de que ese artista se presente en un determinado lugar y los efectos que eso genera. Pero también hay temas impositivos, de logística, traslado, equipos, contratación de músicos, staff, seguridad, manager, participación económica de terceros (agentes, bookers, etc). Entonces, sean cien mil o sean diez pesos, hay que saber que ese valor retribuye muchas cosas y llega a diferentes bolsillos y no sólo al del artista. Además una actuación en localidades alejadas del domicilio del artista implica no menos de cuarenta y ocho horas de trabajo, considerando traslados, pruebas de sonido, armar escenario, desarmar, etc.
-Hoy en día la ganancia ya no está en la venta de la música sino en los shows, ¿es así?
-Exacto. Hablando de números, la música en vivo se lleva más del setenta por ciento de la totalidad del dinero que genera la industria musical y sus jugadores. Pero vender música grabada no es el objetivo único ni del artista ni de sus compañías discográficas.
Juan Carlos Giacobino, representante de Luis Alberto Spinetta.
-¿Y dónde se pone el acento entonces?
-La gente hoy ya no gasta tanto en la música grabada. Y por eso las compañías discográficas, que son las que aportan desarrollo a la carrera de un artista, no sólo venden música grabada, sino que tratan de trabajar con los equipos de management de sus artistas para lograr el mejor desarrollo posible del mismo. Hacer marketing de un artista es complejo y lleva su tiempo, y no hay fórmulas mágicas.
Volvamos al mánager de Spinetta:
– Hasta poder llegar a hacer el estadio de Vélez, con las Bandas Eternas, que fue una producción propia, nos costó un montón. Lo hicimos todo con butacas, porque para nosotros la gente tenía que estar sentada y cómoda para ver ese show, no los podes tener cinco horas y medio parados. Entonces ahí ya tenés otros gastos. Si querés hacer las cosas por derecha tenés que contratar contadores, escribanos, abogados, que se legalicen los contratos. Cuando hacés un estadio muchas veces no llegas a recuperar la guita. En lo de Vélez, al margen de la banda estable de Luis nosotros contratamos treinta músicos más de toda su carrera. Armamos una sala gigante de ensayo con todos los chiches y donde durante seis meses se ensayó para que saliera lo que salió.
– ¿Entonces por qué pensás que se hace tanto ruido alrededor de lo que cobra un músico?
– No lo sé. Pero yo te hago esta pregunta: ¿Cuánto cobran los futbolistas? Los tipos ponen un cachet millonario, y sus representantes y los clubes los venden y hay intermediarios y después capaz que no rinden lo que se esperaba. ¿Cuantas veces doña Tota dejó de comer para que Maradona pudiera alimentarse y le mintió que a ella le dolía la pancita y no quería comer?. ¿Cuánto le costó al doctor Favaloro desde ser médico rural hasta hacer el bypass con un tenedor? ¿Por qué ese hombre no se llenó de plata y terminó pegándose un tiro? Todo es relativo.
Uno de los primeros escándalos en el tema cachet de músicos se produjo en 2012, cuando por cantar en un acto para el Bicentenario de la creación de la bandera y al pie del Monumento, en Rosario, la gobernación local (socialismo en ese momento) le pagó a Fito Páez cien mil dólares por un show de dos horas.
Se desató una polémica a nivel nacional. Antecedente precursor y directo de la controversia de este año con Abel Pintos, todos se hicieron entonces la misma pregunta: ¿Es coherente el pago de ese cachet para un artista nacional y un show de ciento veinte minutos? La Intendente rosarina, Mónica Fein, avaló el gasto diciendo que “gran parte de ese acto lo armó Fito Páez, y en ese marco es lo que se le pagó”. Pero aquí viene la parte más interesante y es justamente de lo que hemos venido hablando en esta nota: “Aunque (Fito) lo hubiera cobrado sólo por él, creo que los artistas deciden cuánto vale su trabajo. Nosotros consideramos que él es un símbolo y que hay mucha gente que no puede pagar para ver un show así”, continuó Fein.
Razón no le faltaba. Aquí hay un sub tema por interesante que hasta el momento no habíamos tratado. ¿Qué le sucede al artista cuando da un show multitudinario y gratis, subvencionado por la intendencia o Cultura de la provincia que sea? Simple: no podrá volver a tocar en esa ciudad haciendo un show con venta de tickets en boletería al menos durante un largo par de años.
“Desde que se puso de moda hacer esos shows gigantes y gratuitos al aire libre se destruyó tanto a los productores como a los artistas dice Giacobino. Porque mal acostumbraron a la gente. Ese mismo público luego no le va a pagar más una entrada a un productor local, ni va a ir al teatro porque sabe que en algún momento tendrán el show gratis. Es uno de los grandes problemas de este negocio».
¿El músico es el jamón de un sándwich que él mismo no come? Probablemente. Dependerá de cada caso. Pero así son las reglas de este juego. A raíz de aquel episodio de Páez, y en su número de marzo de 2012 la edición argentina de la revista Forbes publicaba un informe que desató otra polémica, pues daba cuenta de quiénes eran los diez músicos argentinos más ricos del país. El primer lugar en esa lista lo ocupaba el Indio Solari con 13 millones de dólares acumulados, le seguían luego (segundo y tercer lugar) Palito ortega con 11 y los Pimpinela con 10 millones de dólares. Siempre según la información de ese medio, detrás de ellos venían la Mona Jiménez con 9 millones y Mariano Mores con 8. Y fue precisamente Juanita, la ex esposa de La Mona quien salió a quejarse en los medios, desmintiendo la especie y amenazando con una demanda a la citada publicación: “No es verdad lo de la revista Forbes, van a tener que responder. Trabajo todo el día y me rompo el alma. Si hay nueve millones llamemos a la AFIP porque los quiero”.
Todo este tema tiene muchas otras aristas , algunas verdaderamente complejas, otras imposible de comprobar. La realidad es que a los artistas nadie les ha regalado nada. Se ganaron cada centavo poniendo la espalda e incluso arriesgándose en viajes nocturnos por tierra en rutas donde la seguridad era incierta. O en vuelos con tormentas amedrentadoras.
“Los artistas son de las personas más dinámicas y llenas de valor sobre la faz de la Tierra. Tienen que lidiar con más rechazos en un año que lo que la mayoría de las personas en toda su vida. Cada día se enfrentan al reto financiero de vivir con trabajos temporales, con la falta de respeto de la gente que cree que deben obtener ‘trabajos reales’, y su propio miedo a no volver a trabajar nunca más. Cada día tienen que ignorar la posibilidad de que esa visión a la que han dedicado toda su vida es un sueño muy lejano. Con cada año que pasa muchos de ellos miran mientras las demás personas de su edad obtienen los valores de una vida normal: el coche, la familia, la casa. Pero ellos se mantienen aferrados a su sueño sin importar los sacrificios. ¿Por qué?. Porque los artistas están dispuestos a dar su vida entera a un momento, a aquella interpretación que le robe el alma al público. Los artistas son seres que han probado el néctar de la vida en ese momento detenido en el tiempo, cuando entregaron su espíritu creativo y tocaron el corazón de alguien más. En ese instante estuvieron más cerca de la magia, del cielo y la perfección de lo que nadie jamás puede estar. Y en sus corazones saben que el dedicarse a ese momento vale mil vidas”. David Ackert, actor y escritor estadounidense.
Fuente: Clarín