Río de Janeiro, primeros años de la década del 70. Jorge Ben es uno de los artistas jóvenes más importantes de una música popular brasileña en permanente ebullición. Mientras en el nordeste los tropicalistas bahianos revolucionan los sonidos locales en diálogos con la psicodelia y el rock and roll, en la Cidade Maravilhosa Jorge elige su propia aventura y se embarca por los múltiples senderos de la world music.
En su guitarra empieza a tejer un sambia que rápidamente adquiere ribetes hindúes. La bautiza “Taj Mahal”, en homenaje al imponente mausoleo que el emperador Sha Jahan construyó en India para el descanso eterno de su amada Mumtaz Mahal .”Fue la historia de amor más linda que me contaron”, cuenta en la letra, y no dice mucho más que eso. Le agrega un tarareo irresistible y rápidamente se suma a un repertorio que ya suma algunos éxitos, como “Mais que nada”, “Pais Tropical” o “Chove Chuva”.
Más o menos por esa época Rod Stewart terminaba su carrera con los Faces, el grupo que compartía con su gran camarada y futuro rolling stone, Ron Wood, y se dedicaba de lleno a su aventura solista. En su tercer trabajo en solitario, Every picture tells a story (1971) empieza a despegarse de sus raíces bluseras para empezar a moldear al baladista crooner, con algunos sellos distintivos: gola aguardentosa, su seducción eterna, ese Sinatra rockero que iba a perfeccionar con el tiempo. Promediando la década se instalaría en Los Ángeles como base de operaciones, y, como el gran artista que siempre fue, se iba a mostrar permeable a los sonidos de época. Un poco de glam por aquí, otro poco de country por allá, por qué no una buena dosis de pop.
Échale la culpa a Río
Verano de 1978. Como cada año, el carnaval de Río de Janeiro es un atractivo para turistas de todo el mundo. Hacia allí se traslada un músico escocés, célebre por sus canciones y también por correrías. Vaya donde vaya Rod Stewart, hay un tema que está en el aire. De las rockolas de los bares, de los stereos de los autos, por el dial de las emisoras radiales, todo lo que emana es Taj Mahal.
Parece brotar de la tierra, de los morros, de las playas, de las scolas do samba. Ya no se trata de aquella canción original, sino de la versionada para el álbum África Brasil (1976) con mucha más percusión y con un ritmo irresistible, pegadizo, encantadoramente diabólico.
El 1978 Rod lo ocupó en varios frentes. Por un lado, volvió a Sudamérica, pero esta vez se instaló en la Argentina prácticamente de incógnito, para seguir a la selección escocesa en el Mundial realizado en nuestro país. Grabó el himno oficial y llegó con ilusiones respaldadas por una buena generación de futbolistas, que sin embargo no tuvo el desempeño esperado y fue eliminada en primera ronda.
Rod Stewart en sus vacaciones en Río de Janeiro
Rod Stewart en sus vacaciones en Río de Janeiro
Pero la música le iba a dar revancha. Por ese entonces, estaba trabajando en un nuevo álbum solista y se preparaba para dar otro volantazo en su carrera. Sus antenas habían detectado el fenómeno de la música disco, la fiebre del sábado por la noche. Era cierto que traía un tufillo artificial que miraba de reojo la vieja escuela rockera. Pero los Bee Gees eran músicos que respetaba, y lo habían hecho de gran manera. Ni hablar de los Rolling Stones, que habían probado la fórmula con “Miss you”, y el resultado había sido tremendamente exitoso. Y si alguien levantaba el dedo inquisidor, no le iba a molestar a esta altura de su carrera.
Los años de la fiebre disco
Con “Miss You” en el horizonte, Rod y su banda se pusieron a trabajar en un single para el nuevo álbum que saldría a fin de año. El primer paso lo dio el baterista Carmine Appice, quien se había unido recientemente al grupo y se volvería un sostén de aquellos años. “Me fui a casa y escribí unos cuantos acordes y una melodía”. contó el baterista. En el estudio de su amigo Duane Hitchings, un compositor y productor de éxitos del momento, siguieron trabajando en la idea. Le dimos a Rod una maqueta con las estrofas y Rod puso el estribillo”, Ya volveremos al estribillo. De alguna manera, el hombre de los palillos se estaba exculpando.
Ya desde su título -”Da Ya Think I’m Sexy”, (¿Crees que soy sexy?), la letra escrita por Rod proponía un juego de seducción, ambientado en una disco. Una chica sola, un chico nervioso, labios secos. “Si deseas mi cuerpo, y crees que soy sexy, vamos dulzura, dímelo”. Taxi al departamento, sexo casual y a otra cosa. La banda suena entre bolas de espejos y humo de escenario, mientras el músico se vuelve protagonista y narrador, juez y parte, cronista de una era en la que la vieja escuela rockera estaba en jaque.
La ingeniería discográfica se puso al servicio de “Da Ya Think I’m Sexy”: fue el primer single, la primera canción del álbum y tuvo el correspondiente videoclip. El tema se publicó el 10 de noviembre y a la semana el álbum, Blondes have more fun que devolvió a Rod al primer puesto de los rankings, una situación que no conocía desde 1971. En cuestión de días, en todas las pistas del mundo se escuchaba la pícara pregunta de Rod. En las de Río de Janeiro, también.
La canción de Bobby Womack, una de las tres patas de Da Ya Think I’m Sexy
Jorge Ben sintió que había algo muy parecido en la canción estrella del verano brasileño. El estribillo que cantaba ese escocés de voz aguardentosa se parecía mucho a su tarareo, o terereo, célebre de “Taj Mahal”. Ya había perdido los aires de samba y el beat africano había cedido el mando a sintetizador y el sonido disco. Pero no había dudas, era su canción, y decidió tomar cartas en el asunto.
De la disco a tribunales
Ante la evidencia, el brasileño inició una demanda por plagio que rápidamente encontró eco en el artista escocés. El pleito se resolvió de común acuerdo, y Stewart, Appice y Hitchings entregaron las regalías de la canción a Unicef. En su autobiografía, el escocés da su versión del hecho. “No es que yo estuviera en el estudio diciendo ‘vamos a utilizar la canción de Taj Mahal para el estribillo; como su autor vive en Brasil, nunca se sabrá’. Es evidente que la melodía se había quedado en mi memoria y luego reapareció. Se trata de un plagio inconsciente, así de simple”.
Luego el músico también reconocería que la melodía inicial del sintetizador de Hitchings era una copia nota por nota de (If you want my love) Put something down on it, un tema de 1975 de Bobby Womack. Como un collage de imágenes y sonidos se fue armando la canción, acaso el hit más importante en la carrera del músico y sin dudas una de las referencias a la hora de hablar de la edad de oro de la música disco
En el mismo libro, el escocés se refiere también a algunos daños colaterales que le trajo el tema, en especial, el traje de ajustado con el que los responsables de marketing decidieron vestirlo para el clip de difusión. “¡Qué habrán hecho mis fanáticos varones con mis discos al ver eso! Seguramente los hayan guardado un tiempo largo en el fondo del placard”. Recordemos, finales de los ’70. La industria reproducía hombres que sólo pensaban en eso, y chicas que sólo querían divertirse.
En algunos momentos de las últimas cuatro décadas, Rod Stewart declaró haber odiado la canción. Los músicos suelen tener idas y vueltas con sus éxitos. Pero más allá de enojos circunstanciales, siempre la trató con cariño. Es número puesto de sus shows en vivo, y en 2017 grabó una versión aggiornada junto a DNCE, el grupo liderado por Joe Jonas. A sus 76 eneros, de vuelta de mil excesos, caballero de la orden del imperio británico, sigue provocando la misma pregunta en las discotecas de todo el planeta.
Fuente: Infobae