En el imaginario colectivo, cuando se habla de industria musical se piensa en los grandes artistas que llenan estadios, tienen millones de reproducciones en plataformas de streaming y ganan mucho dinero con su trabajo. Sin embargo, la música es un negocio que abarca mucho más de lo que se percibe a simple vista. En Argentina hay unas 500 mil personas que trabajan día a día para sostener una gran estructura de shows en vivo que hoy está completamente frenada y al borde de la quiebra a causa del coronavirus .
«La preocupación es grande, porque para nosotros el 2020 es un año perdido», le dice a LA NACION Martín Alfiz , productor y socio de Aadet , la Asociación Argentina de Empresarios de Teatro y Música . «Fuimos los primeros en parar y sabemos que vamos a ser los últimos en abrir. Va a pasar mucho tiempo antes de que se habiliten los eventos multitudinarios. Además, una vez que se permitan vamos a tener que enfrentarnos a dos cuestiones muy importantes: el miedo de la gente a juntarse y la crisis económica que va a sufrir la clase media, que es nuestro mayor público. Hay muchísimos trabajadores de la industria que hoy están sin trabajo, y que probablemente lo estén durante todo el año».
Carlos Fernández Méndez , manager de Soledad Pastorutti y miembro de la comisión directiva de Acmma , la Asociación Civil de Managers Musicales Argentinos , usa una metáfora para entender fácilmente esta industria tan particular y atractiva. «Podemos pensar el negocio como un tren. Los músicos comerciales, los que generan grandes ventas, serían la locomotora. Ellos convocan al público en festivales y shows, la gente va a verlos y de ahí para abajo comienzan a aparecer muchos vagones. Cada artista de los más conocidos tiene su propia cadena de valor, que son las 50 personas que trabajan directamente con ellos, y de ahí se desprenden entre 500 y 1000 personas que cumplen distintas funciones para montar lo que es un show. Esos números hay que multiplicarlos por muchos espectáculos, a lo largo de todo el país y por la cantidad de músicos que hay», analiza. «Hay fines de semana que la música mueve más gente que el fútbol, pero a pesar de esto, a nivel nacional no está formalmente reconocida como industria ni tiene la importancia que se le da en otros países».
Entre las 500 mil personas que se encuentran sin trabajo y con la incertidumbre de no saber si volverán a sus puestos en lo que resta del año, se distinguen managers, agentes de ventas, productores musicales y de shows en vivo, músicos contratados, personal de teatros, estadios, ticketeras, stage managers, técnicos de sonido y de luces, proveedores de equipos de sonido e iluminación, personas que alquilan instrumentos, salas de ensayo, estudios de grabación, agentes de prensa, diseñadores gráficos, community managers, fotógrafos y un largo etcétera que incluye agencias de publicidad, contadores, abogados y gestores de derechos musicales, entre muchos otros engranajes de la cadena.
Un informe realizado por Acmma logró determinar que durante los primeros días de cuarentena se suspendieron unos 1000 shows de artistas argentinos, tanto en el país como en el exterior. Cada mes sin actividad implica una pérdida de unos 500 millones de pesos , teniendo en cuenta que la industria factura anualmente unos 6000 millones. «Hicimos un relevamiento entre nuestros socios, representantes de unos 200 artistas, y calculamos que en tres meses dejarían de ingresar unos 1400 millones de pesos», cuenta Hernán Gutiérrez , manager, productor y fundador de Booking & Managment, empresa que representa entre otros a Ataque 77, David Lebon, Jorge Drexler y Los Cafres . «Si bien ya llevamos más de un mes parados, todavía estamos acomodándonos del shock y tratando de entender la situación. Sabemos que estos números van a ser mayores con el correr del tiempo».
«Hoy por hoy estamos en la misma situación que cualquier autónomo o monotributista, el tema es que el resto de los rubros se va a ir liberando despacito. Nosotros no vemos la luz al final del túnel. No sabemos cuánto puede llegar a durar esto; si volvemos en octubre, en diciembre o en junio del año que viene», analiza Marcelo Wald , miembro de Capte , la Cámara Argentina de Proveedores de Técnica para Eventos y Espectáculos , formada por más de 750 empresas y autónomos.
Este problema que enfrenta la industria musical en Argentina se replica a nivel mundial, con la particularidad de que en nuestro país faltan regulaciones que protejan al sector. A diferencia del teatro y del cine, que hace muchos años trabajan en conjunto para lograr beneficios impositivos que protejan sus creaciones y cuentan con leyes que los amparan y favorecen su promoción, la música está completamente desprotegida. Además, se trata de un negocio muy particular cuyos factores no se asemejan a ninguna otra industria, razón por la cual requiere una regulación especial que sea justa para todos los que trabajan en ella.
«Es un tema complicado, porque incluso una vez que podamos volver a trabajar, va a ser muy lento, no es que desde el día uno se empieza a recaudar, porque es una industria que tiene tiempos largos», suma Alejandro Varela , manager de Los Nocheros , Eruca Sativa y presidente de S-Music. «Es importante entender que no se trata solo de los artistas famosos, para los que el problema es más llevadero, sino de toda la cadena de valor que hay por detrás. Es muchísima gente la que se frenó y la que hoy está sufriendo, no solo el artista popular, aunque hay muchos músicos que la están pasando mal también», agrega.
Los pedidos al Gobierno
«Toda la cadena de valor, de gente que está involucrada en la música y vive de eso, hoy está bastante desamparada. Hay muchas personas en el medio que no están encuadradas en ninguna de las formas laborales a las que el gobierno dirige la ayuda: no tienen planes sociales porque viven de su trabajo, no están en las categorías menores del monotributo, no están en relación de dependencia porque son trabajadores eventuales. Quedan en una zona gris y a su vez son los más damnificados, porque van a ser los últimos en volver a trabajar», explica Gutiérrez.
Varela entiende que «hay necesidades mucho más urgentes» y agrega: «Desde Acmma y todos los sectores de la música solo pedimos que los trabajadores de la industria cuadren en algunas de las medidas que está proponiendo el gobierno. Nos pasa lo mismo que a todos, con la diferencia de que nos va a pasar durante mucho más tiempo. Necesitamos cierta flexibilidad impositiva para poder operar, porque estamos muy complicados».
Hoy en día, desde el Gobierno solo se lanzaron dos líneas de ayuda para el sector: un subsidio de 10 mil pesos que se brinda desde Inamu , el Instituto Nacional de la Música, destinado a músicos independientes, y el programa Desarrollar, que apunta a espacios culturales. Ambas propuestas solo llegarán a muy pocos miembros de la cadena de valor, dejando a la mayor parte de la industria por fuera.
Teniendo en cuenta este contexto, tanto Acmma como Aadet presentaron diferentes informes al Estado para poder sobrellevar la situación. «Lo que pedimos es algo para sobrevivir, no para pasarla bien, porque sabemos que hay que ser responsables a nivel social y entendemos que el Gobierno tiene muchas prioridades. Los lineamientos que tenemos son dos: el pedido de créditos blandos, y que puedan ser pagados a partir de que todo el sistema comience a funcionar -y de esa manera tener aire para pagar los costos operativos y de estructura-, y el diferimiento de algunos impuestos que sería ridículo abonar, como el anticipo de ganancias, ya que sabemos que estas van a ser de cero pesos», expone Alfiz.
Entre los pedidos también se destacan la eximición de pago de monotributo y aportes hasta que se reactiven las actividades, la quita de impuestos como el IVA e ingresos brutos y algunos costos administrativos que encarecen las producciones, el pago de contratos adeudados por diferentes entes públicos en referencia a shows brindados en los últimos meses y un plan de contingencia para reactivar el negocio, al igual que se está haciendo con la industria turística.
El manager de La Sole, Fernández Méndez, también hace referencia a las conquistas de otros sectores del entretenimiento. «En Argentina hace falta darle un marco adecuado a la música, como pasó con el cine, que tiene el Incaa, y con el teatro, que cuenta con el Instituto Nacional del Teatro», explica. «Nosotros no tenemos ningún tipo de beneficio impositivo -agrega-. En algunas provincias, antes de empezar a pagar la infraestructura que necesitás, ya te gastaste el 50% de la recaudación en impuestos. Ya sea un artista grande o uno chico, se siguen haciendo las cosas a costa de un sacrificio personal, y cuando pasa algo como esto, explota y se dimensiona el vacío que hay. Es una industria que tiene un potencial enorme, que puede seguir creciendo y que le da de comer a miles de personas, no solo a los artistas», agrega.
«El desafío cuando todo esto pase va a ser reestructurar la industria, ver cómo posicionarla como negocio y darle oportunidades de crecimiento. Que esto sirva para unirnos y crecer, así le va bien al que está arriba, en el medio y abajo. España es un gran modelo a seguir, o Colombia con su economía naranja. Ambos países ayudan a llevar la música local a todo el mundo, acá son todas trabas. Fuimos un ejemplo en los 80, pero hoy la música argentina ha desaparecido en la escena mundial, ya nadie la mira», suma Fernández Méndez. «Cada artista que viaja a tocar al exterior trae plata al país. Hay que apoyar más la música nacional, tanto afuera como acá, que se difunda en los medios y en todos lados, porque de esa manera se generan ganancias que se terminan reinvirtiendo en el país, y así se retroalimenta la máquina misma».
Fuente: Antonela Minniti, La Nación