La música convoca público, pero los espectáculos rompen récords. Por ahí podría pasar la explicación de la seguidilla histórica de conciertos que Coldplay tiene programados en el Estadio de River Plate a partir de este martes 25, que continúa los días 26, 28 y 29 de este mes y el 1°, 2, 4, 5, 7 y 8 de noviembre.
En un contexto de crisis, y tratándose de artistas que no integran el panteón de los “monstruos” clásicos como Paul McCartney, Roger Waters o están estrechamente ligados a la idiosincrasia argentina como los Rolling Stones, bien vale buscar alguna justificación extramusical para que la banda de Chris Martin haya logrado lo que nunca logró nadie antes: diez Monumentales al hilo.
En lo socioeconómico no sería tan complicado conjeturar: quienes tengan un “resto” que les permita algo más que vivir al día podrán tomar la compra de un ticket para un megashow como una inversión y un escapismo. En la Argentina 2022, cualquier plan de financiamiento invita al conocido silogismo “con la inflación que hay, con lo que termino pagando de cuota no compro ni caramelos”. Eso, sumado a la premisa “no se puede ahorrar, así que me la gasto” da como resultado una oleada de público de clase media/media-alta llenando estadios para pasar un buen rato. Lo que habría que definir, entonces, es por qué Coldplay.
Hay cierta paradoja en que los autores de “Yellow” hayan desplazado justamente a los Stones y a Waters en el ranking de números internacionales más convocantes en River, teniendo en cuenta que el grupo de Jagger y Richards tuvo mucho que ver en la conversión de los shows de rock en eventos sociales y Pink Floyd craneó una de sus obras maestras (The Wall, 1979) a modo de crítica de esta masividad que consideraba inhumana. Los cinco River de los Stones de 1995, los otros cinco de 1998 y los nueve de Waters en 2012 quedaron opacados por esta decena de Coldplay que viene a coronar un crecimiento sostenido de su convocatoria en el país.
Todo empezó con tres Gran Rex a modo de globo de ensayo: 20, 21 y 22 de febrero de 2007. Las entradas, igual que esta vez, se agotaron al instante, con lo cual quedaba claro que la prueba había salido bien y que el público argentino quería más Coldplay. Venían a promocionar su tercer disco X&Y (2005), en el que empezaban a despegarse de la introversión y la sutileza de los dos primeros álbumes para dejar aflorar su vocación de banda de estadios. Temas como “Speed of Sound” daban los primeros indicios de la siguiente etapa de su carrera pero todavía las baladas como “Fix You” y las canciones ambientales y orgánicas como “Swallowed by the Sea” seguían siendo el centro de la propuesta.
Eso cambió en Viva la vida or Death and All His Friends (2008), un disco en el que terminaron de descubrir los beneficios de la grandilocuencia del pop de la mano de una figura clave para su metamorfosis: el productor Brian Eno, quien (no casualmente) también había trabajado en los discos que convirtieron a U2 en un fenómeno de masas. Achtung Baby! (1991) y Zooropa (1993) llevan la firma del ex Roxy Music y son dos claras referencias para el sonido que Coldplay abrazó de ahí en más. “U2 es una inspiración para todos. Es difícil ignorar su influencia en la música y en otras causas”, declaró alguna vez Chris Martin, haciendo referencia a la huella que el grupo de Bono imprimió en el suyo: la épica sentimentalista y la combinación de electrónica y organicidad en lo musical, y las “misiones” como la defensa del medio ambiente, el comercio internacional justo y otras en lo humanitario. Este Coldplay, el de Viva la Vida, fue el que nos visitó por segunda vez en su debut en la cancha que ahora será su casa: el 26 de febrero de 2010 tocaron en River (¡un solo show!) en el marco de esta gira.
Al momento de editar A Head Full of Dreams (2015) la banda ya estaba convertida al cien por ciento en el elefante blanco que es hoy. El tour de presentación de aquel álbum incluyó 122 conciertos y recaudó 523 millones de dólares gracias a la venta de más de cinco millones de tickets en todo el planeta. La gira, además, tuvo una particularidad que dejó en claro que lo de Coldplay con Argentina iba en serio: empezó y terminó en el Estadio Único de La Plata. Sus presentaciones del 31 de marzo y 1° de abril de 2016 fueron el “hola” y las del 14 y 15 de noviembre fueron el “adiós” (un dato de color de aquellos conciertos: la telonera fue Dua Lipa, hoy establecida como un número de estadios por mérito propio). De esta última actuación quedó un testimonio invaluable para los fans locales: el álbum en vivo Live in Buenos Aires (2017), que incluye un tango sui géneris compuesto para la ocasión llamado “Amor Argentina” y una versión de “De música ligera” de Soda Stereo.
La pandemia estiró los tiempos normales, y la espera se demoró más de lo previsto: cinco años después, Coldplay vuelve a nuestro país para presentar Music of the Spheres (2021) y es mucho más que una banda de rock/pop de paso. Las funciones fueron agotándose y sumándose, la manija se expandió por redes sociales con el hashtag #Coldplay10ShowsenRiver y así se llegó al récord en cuestión. Para celebrar la marca y el vínculo especial que lo une con la Argentina, la banda anunció que transmitirá los conciertos del 28 y el 29 de octubre en vivo en cines de todo el mundo. También se supo en los últimos días que Jin del grupo de k-pop BTS (con quienes colaboraron en “My Universe”, de Music of the Spheres) será el invitado especial de la función del viernes 28, donde entonará su single “The Astronaut”, que se publicará ese mismo día.
Toda esta sucesión de novedades gratas tembló a principios de este mes, cuando se supo que Chris Martin tenía una afección pulmonar que lo obligaba a cancelar los conciertos previstos entre el 11 y el 22 de octubre en Brasil. “Reposo”, prescribieron los médicos, y las fechas brasileñas se reprogramaron para 2023, pero la aclaración llegó rápido: los shows del Monumental no corrían peligro. Por el público argentino, todo.
La relación es de ida y vuelta. Coldplay se convirtió en la gran banda de estadios del siglo XXI y encontró en nuestro país una masividad y un feedback a los que decidió responder con gestos -como el cover de Soda Stereo- que encierran mucho cariño y algo de marketing inteligente. A los fans que se saben sus canciones de memoria -que ya, en sí, son muchos- se sumarán los que quieran estar: de un tiempo hacia acá los megaconciertos muy promocionados son -más que meros encuentros musicales- eventos que nadie se quiere perder, pues la anécdota y la selfie con el escenario de fondo se cotizan y el FOMO (“fear of missing out”, o “miedo a quedarse afuera”) es agobiante.
La pata del entretenimiento también pesa: las presentaciones del grupo británico son vibrantes, coloridas, con pantallas de altísima definición, luces láser y pirotecnia variada, y eso atrae a espectadores que no suelen ir a recitales. El costado humanitario no deja de ser importante: la prensa europea señaló que en esta gira la banda “propuso un plan ecológico sin precedente” y que está “reescribiendo las reglas” en lo que a impacto y huella de carbono respecta. Y finalmente está el mencionado carpe diem: vaya uno a saber qué depara el futuro, así que mejor darse un gusto y gastarse algún pequeño excedente en diversión. Música, espectáculo, activismo, consumo, un par de guiños y mucho hype: las posibles claves de un fenómeno nunca visto.
Fuente: Diego Mancusi, La Nación