El 1° de octubre de 2014 ocurrió algo largamente esperado, pero inesperado: volvió a tocar Manal con su formación original, tras treinta y dos años de espera. A instancias del mecenas rockero Jorge “Corcho” Rodríguez, Claudio Gabis, Javier Martínez y Alejandro Medina se reunieron para la inauguración de Red House -sala de conciertos de La Roca Industrial- y dieron un show impecable. El detalle sobresaliente de aquella noche única fue que nadie -excepto los implicados- lo sabía, hasta que se abrió el telón y una ríspida, óptima, versión de “Informe de un día” reveló el enigma.
“La verdad es que yo no intuí nada, no sabía. Por ahí, bueno, sí, pensé que estaban cocinando algo, porque por algo había venido Gabis desde España, pero no más que eso. Me enteré ahí, en el acto”, revela Claudio Kleiman, uno de los que estuvo ahí, sin saber que se iba a reencontrar con los Manal en vivo, una vez más. “Fui porque me invitó Gabis, pero no como periodista sino como amigo, porque esa noche no podía haber prensa en Red House. Nunca me dijo a qué me invitaba, solo me insistió para que fuera”.
Ocho años después, aquella presencia del experimentado músico y periodista rindió frutos. Bajo el título de La historia de una reunión secreta, Kleiman acaba de publicar un libro –Ediciones Disconario mediante- en el que cuenta los pormenores de aquella reunión, tal vez la última del trío. Y lo hace asistido por los testimonios de los protagonistas directos, más los del “Corcho” Rodríguez, y el técnico de sonido Adrián Taverna, que grabó el concierto y luego lo mezcló en los estudios Ladyland, creados por Jimi Hendrix. “Sonó que era una bestialidad, Manal”, se emociona uno de los fundadores del Expreso Imaginario, que presentará el trabajo el miércoles 19 a las 19 en el bar Cave Canem (Chile 308), con Pipo Lernoud y Humphrey Inzillo como moderadores. “Fue como escuchar al trío de siempre, pero potenciado”, profundiza. “Por un lado, ellos se habían comprometido a reconstruir los arreglos originales que estaban en los discos. Pero aún tocando los arreglos originales, sonaba a otra cosa. Tenía otro peso el trío, otra experiencia, una musicalidad diferente. Ni mejor ni peor, diferente. La verdad es que la comparación más cercana que se me ocurre es el regreso de Cream”.
El texto iba a ser parte de una edición especial y numerada de Manal vivo en Red House, que también incluiría un libro de fotos, un CD – DVD y otras reliquias para melómanos, preciado material que, a excepción del registro audiovisual, nunca salió. “Al principio, de hecho, las entrevistas eran para tener unos testimonios y citar en los textos que me habían encargado, pero la cosa se me fue de las manos, porque las conversaciones tenían una riqueza y una dimensión que excedía largamente la idea inicial. Entonces empecé a armar todo el relato que quedó en un libro y que, bueno, terminó siendo como un antojo mío, dada mi admiración de siempre por Manal”.
Por edad y conciencia, Kleiman pudo ver trío primigenio tres veces entre 1969 y 1970: en el festival Pinap, de abril del 69, en el Teatro Pueyrredón de Flores y en un recital organizado por la revista Cronopios. También volvió a verlo durante el retorno de 1980 que derivó en un disco en vivo en Obras y otro en estudio (Reunión). Pero lo que le bajó inmediato durante el show en Red House fueron aquellos primeros conciertos, sobre todo por el respeto a de las versiones originales y la lista de temas que, como en aquellos días, comenzó por “Informe de un día”, siguió por “No pibe” y “Avenida Rivadavia”, y así. “Corcho había propuesto empezar con ‘Jugo de tomate’, porque iba a ser muy impactante: se abría el telón y aparecía Manal tocando tremendo clásico. Pero ellos le dijeron que siempre empezaban con ‘Informe de un día’ y querían volver a hacerlo así”, dice el periodista, retomando lo que los músicos cuentan en las jugosas entrevistas que reflejan muy bien a cada quien.
-Los tres coinciden en que fue muy complicado volver sobre los arreglos originales de los temas primigenios.
-Fue un quilombo bárbaro, tal cual. Lo que pasa es que en los ’60 y principios de los ’70 se tocaba difícil. Se componía y se arreglaba de una manera que después se perdió. Y además, estos tipos, que tienen una fuerte influencia del jazz, después siguieron tocando los temas de Manal como les parecía, con sus respectivas bandas. Ninguno fue a escuchar el disco original para ver cómo lo habían hecho. Por eso, cuando volvieron a escuchar las versiones originales, se sorprendieron a ellos mismos.
-En efecto, Taverna es el que dice certeramente que el blues de Manal no suena tanto a blues… Tiene otra rosca.
-También lo dice el mismo Javier, que recuerda que Manal tenía el propósito específico de evitar el formato de blues de Chicago, de doce compases, algo que sí haría en otros discos como solista. Pero con Manal había que evitarlo. Además, dice que el riff de “No pibe” está en clave de candombe y recuerda que el campo de ellos era toda la música negra: soul, jazz, góspel, todas las variantes. Ellos crearon el blues en castellano, pero iban mucho más allá: “Informe de un día”, “Avellaneda blues”, “Casa con diez pinos”, en fin…
-¿Por qué el prólogo recayó en Gustavo «Chizzo» Nápoli, de La Renga?
-Fue el primero que se me ocurrió y tuve suerte (risas). Él no solo fue el único músico invitado al show (participó en la versión de “Doña Laura”) sino que también es como un continuador de la línea de Manal en la historia del rock argentino. Además, bueno, aporta algunas anécdotas que son deliciosas ¡en el barrio le decían Manal al quía! (risas).
-En la larga charla resalta mucho lo utópico del encuentro. Sobre todo por lo difícil que era hacer coincidir, otra vez, a tres personalidades tan fuertes, tan especiales, que finalmente no solo terminaron encajando como piezas de un tetris, sino que, según lo que dicen en el libro, la pasaron muy bien.
-Es que los trató como siempre habían merecido. Por eso se avinieron a lo pactado para la realización del show, a las condiciones acordadas. La verdad es que una producción como la que se hizo con la vuelta de Manal es bastante infrecuente, pero ellos fueron merecedores de esa producción por el impacto cultural que tuvieron en la historia de la música argentina.
Fuente: Página 12