Cine y éxitos pop: del hit inesperado de El guardaespaldas al clásico que también tocó Francisco Canaro

Desde los inicios del sonoro, el público ha salido cantando de la sala, pero a veces, una canción ha salvado a una película y adquirido fama más allá de la historia en la que se escuchó por primera vez

La producción de una película “importante” (léase: “demasiados dólares para captar a todo público posible”) incluye desde siempre -o al menos, desde que el cine tiene sonido- el diseño de una canción, un tema popular que quede en la memoria de los espectadores pasados o potenciales. Una canción pop pegadiza asociada a una película es una combinación imbatible del marketing y funciona exactamente igual (es lo mismo, en el fondo) que la asociación entre cualquier producto y su jingle.

El cine lo supo desde el mismo momento en el que empezó a hablar y cantar: no por nada, el primer film “sonoro” (no tanto, pero es otra historia), El cantor de jazz (1928, YouTube) era la historia apenas disfrazada del propio protagonista, el cantante Al Jolson, y lo importante para los espectadores era ver ahí, en la pantalla, y sobre todo escuchar, “Mammy”, uno de sus mayores hits. Seamos muy sinceros: incluso si hoy este dato es parte del bagaje de información inútil que tienen los que se dedicaron a leer sobre el tema, lo que el cine sonoro y la industria de la música le deben a Jolson es monstruoso: fue la música y la fama del cantante los que arrastraron al público a las salas, y ese éxito permitió establecer y mejorar el sonido. De paso, nació el negocio matrimonial cine-pop.

Que, digamos todo, ya era perfectamente conocido en los 50 y la industria se reía de él, incluso. Cantando bajo la lluvia (Max), la película, es la historia del paso del mudo al sonoro en forma de comedia (musical). Pero la canción “Cantando bajo la lluvia”, de Herb Brown y Arthur Freed (Freed luego fue el gran productor de musicales de la MGM desde El mago de Oz) había sido en los años 30 (veinte años antes del estreno del film de Stanley Donen) un hit repetido justamente en películas musicales, muchas veces meras revistas de Broadway con canciones y bailes.

Era tan famosa que incluso fue grabada en 1930 por la orquesta de Francisco Canaro (con voz y letra de Charlo). Así que la versión de Gene Kelly era en realidad una gran broma y homenaje a un estado de cosas perfectamente establecido. Aunque es cierto que, en general, la asociación entre el cine y la música pop pasaba en general por el género musical y, ocasionalmente, el melodrama. La categoría Mejor Canción recién se estableció en el Oscar en 1934, siete años después de que aparecieran los premios y con el registro sonoro perfectamente establecido.

Vender canciones con películas y películas con canciones, por lo tanto, es un negocio de vieja data. Pero tuvo una enorme explosión -y redefinió el negocio- entre finales de los años 70 y, especialmente, en los años 80. Es cierto que El graduado (Mubi) debe mucho de su éxito a las canciones de Simon & Garfunkel, especialmente “Mrs. Robinson” (y viceversa); es cierto que el primer ramalazo de fama de los Bee Gees fue la banda de sonido de Melody (YouTube); es cierto que la saga Bond (Prime Video) había tomado tal sociedad como uno de sus elementos distintivos (cantaron por allí Shirley Bassey, Tom Jones y Paul McCartney con el clásico “Live and Let Die”), pero el estallido ocurrió en 1977.

Los Bee Gees y varios exponentes de la naciente música disco crearon la banda de sonido más vendida de la historia para un melodrama barrial sobre un chico demasiado egocéntrico que quería bailar. La película, lo saben, fue Fiebre de sábado por la noche (Apple TV, Google Play), hizo de John Travolta un ídolo global y puso en cada casa del planeta una copia de su banda sonora, o poco menos. “Staying Alive” sigue siendo un clásico enorme. Cosa curiosa: la canción (y ninguna otra de ese disco, que incluía clásicos como “More Than a Woman”, el himno “How Deep is Your Love”, o “Night Fever”) fue nominada al Oscar, que ganó otro tema disco, “Last Dance”, de Donna Summer, de un film sobre ese mundo, Gracias a Dios es viernes (GooglePlay), nota al pie en las historias del cine.

Este momento es clave e impulsó a mucho más “canciones más películas”. Pero la verdadera explosión ocurre cuando la TV mata al ídolo de la radio y la canción de Buggles inaugura MTV, el canal de videos musicales que generó una revolución total en la cultura audiovisual a partir del 1° de agosto de 1981. Ahora no solo se podían escuchar las canciones: también se las “podía ver”.

El cine acusó recibo inmediatamente de tal revolución y comprendió que un éxito de cine popular requería como correlato necesario un éxito de la música pop. Aunque la práctica no solo continúa sino que se ha potenciado (en los 90 caparecieron incluso los “álbumes con canciones inspiradas por la película”), la época de oro fue la de los 80 y los 90, también última época influyente en el pop. Si se piensa bien, la canción que estableció definitivamente la cultura del videoclip era en realidad toda la banda de sonido de un cortometraje bien cinematográfico: “Thriller”, que dirigió John Landis para Michael Jackson. Y nadie puede dudar que es cine.

Atención lector: lo que viene es un repaso de canciones asociadas a películas que consideramos, por algún motivo, históricas. Seguramente falten muchas, y podrán engrosar su propia playlist.

Éxitos del cine y de la radio

Quizás el primer hito en los 80 fue Reto al destino, el melodrama de Taylor Hackford en el que un rebelde Richard Gere intenta ser un marino y se enamora de una bella obrera (Debra Winger) mientras lo entrena un tipo durísimo pero noble (Lou Gosset Jr.). Hoy nadie filmaría muchas secuencias (hay sexo bastante realista) pero conquistó al universo con “Up Where We Belong”, la canción de Jack Nietzche que ganó el Oscar y engalana, con la voz de Joe Cocker y Jennifer Warnes, la célebre secuencia final en la fábrica. Mazazo único de final feliz para una película que incluye bastantes golpes duros (y es de lo mejor que hizo Taylor Hackford), es esa conjunción música-canción-clímax lo que volvió un éxito comercial lo que en sí es un gran film.

El segundo hito importantísimo es Cazafantasmas (Max). La canción “Ghostbusters” debutó unos días después que la película, el 16 de junio de 1984 (el film se estrenó el 8), pero pasó del puesto 68 de Billboard al 1 casi inmediatamente. Detrás de ella se construyó un marketing muy preciso: especialmente el videoclip dirigido por el propio realizador de la película, Ivan Reitman, con cameos de gran parte del elenco de Saturday Night Live -la película iba a tener a John Belushi como protagonista antes de que falleciera por sobredosis, y era básicamente un proyecto de esa troupe de comediantes- y otras figuras populares.

Dejemos de lado el enorme parecido de la canción con “I Want a New Drug” de Huey Lewis & The News (volveremos a ellos): el tema compuesto a las apuradas por Ray Parker Jr. se convirtió en obligado en todos lados, quizás porque era bastante simple. Pero lo más interesante es que la película era “rara”: una comedia de terror en tono medio (ni disparate cómico, ni realismo) y fue el clip y la canción lo que empujaron al público a conocerla. De acuerdo con muchos analistas, la canción incrementó el público global de la película en un 20% en los EE. UU., pero llega al 30% fuera de ese territorio. Eso sí: la canción se escucha al principio.

Hay casos extraños, también y uno muy interesante es el de Calles de fuego (Google Play). Gran película de Walter Hill, suceso de culto, casi debut de Diane Lane, Rick Moranis y Willem Dafoe (sí debut de Bill Paxton, Michel Paré y Amy Madigan), es una especie de locura similar a Golpe al corazón de Coppola (se encuentra en Mubi, y tiene una gran banda de sonido con canciones, aunque ni película ni disco fueron exitosos, más allá de Tom Waits y un Oscar) pero con acción, tiros, trompadas y música: “Una fábula de rock & roll”, decía. Fracasó a pesar de incluir una serie de canciones tremendas que incluían a gente como Ry Cooder, Greg Phillinganes o Stevie Nicks. Pero a pesar del desconcierto que causó en su estreno, logró colar un clásico de clásicos originalmente compuesto para Hall & Oates (que finalmente hicieron una versión de la canción en el álbum de covers Our Kind of Soul, de 2004), “I Can Dream About You”, de Dan Hartmann, canción obligada en cualquier lista de clásicos de los ochenta. La película se volvió influyente y de culto con el paso de los años, pero la canción se instaló a pesar del fracaso comercial del film.

Si Huey Lewis se vio birlado y quizás burlado por Ghostbusters, tuvo su enorme revancha en 1985 con la canción-tema-himno “The Power of Love”, compuesta para los títulos iniciales de una comedia de costumbres, musical, film de ciencia ficción, aventuras y romance llamado Volver al futuro (Prime Video). Película por la que nadie apostaba demasiado (de hecho su estrella, Michael J. Fox, se enteró del fenómeno mientras promocionaba otro film, Muchacho lobo), salvo Steven Spielberg. Aquí, a diferencia del caso de Ray Parker Jr. — que fue un One Hit Wonder— Huey Lewis era un artista establecido, que había hecho un álbum multiventas lleno de hits (Sports) y duplicó la apuesta con Fore!, que salió contemporáneo a la película. No hay duda de que la canción y su clip -donde aparecían Christopher Lloyd y el DeLorean, más algunas escenas de la película, nuevo standard para el video promocional- empujaron gente a las salas. Otra vez era MTV uno de los mayores motores promocionales.

Histórica es también la balada “Somewhere Out There”, de James Horner, interpretada por Linda Ronstadt y James Ingram. Dos motivos: primero, fue compuesta por el mismo realizador de la banda de sonido total de la película. Y segundo, esa película era un dibujo animado: Faivel, un cuento americano (Google Play), producida por Steven Spielberg y dirigida por un ex empleado de Disney, Don Bluth, algo así como el inicio de la animación familiar que era éxito también entre adultos y del que Disney tomó nota. Esto también fue un cambio sustancial para el matrimonio pop-cine y para el cine mismo o su negocio: cantar dentro de una película se volvía creíble si se trataba de una fantasía animada. Pero la canción perdió el Oscar en manos de “Take My Breath Away”, del grupo Berlin (otro one hit wonder), que pertenecía a la película Top Gun.

Para ese momento, Tom Cruise ya era una estrella (había pasado a ese rango gracias a Negocios riesgosos); su nombre es el que impulsó a la película -dejemos de lado el asunto “contexto reaganiano” y patriotismo anti soviético en una película juvenil- y también a la canción. ¿Pruebas de que fue Cruise? Dos años más tarde, en 1988, Cóctel (Disney+) volvió a poner en los charts a los Beach Boys -ausentes desde el éxito “Good Vibrations” en 1966- con “Kokomo” (canción en la que no participó Brian Wilson, dicho sea de paso). La película, el tema y la estrella son una identidad irrompible.

Hay más, de antes y posteriores: la película Fama (AppleTV), de Alan Parker, fue un éxito gracias a “Fame”, la canción por Irene Cara, que también hizo un éxito de Flashdance (Google Play) con “What a Feeling!”. De algún modo, también, las estrellas pop se acercaron al cine como forma de promocionar su trabajo (ver “El poder y la pasión”, de Phil Collins, de la película homónima, aunque la canción en inglés e llama “Against All Odds” de la película homónima: el marketing obligó al cambio de la primera por causa de la segunda en nuestros mercados latinos). Y todo, con MTV como lazo: un clip de canción era una promoción de la película y viceversa.

Pero el punto clave que tuerce los 80 a los 90 es que “Disney tomó nota”: cuando en 1989 comenzó su renacimiento animado, haciendo películas que incluían a los adultos no reacios al cartoon (Los Simpson pasaron por allí), encadenó Oscar y éxitos pop con La sirenita (“Under the Sea” y “Kiss the Girl”), La bella y la bestia (“Beauty and the Beast” y “Be Our Guest”), Aladdin (“Friend Like Me” y “A Whole New World”) y, ejemplo de ejemplos, El rey león, que le dio un Oscar a Elton John por “Can You Feel The Love Tonight”. Era al mismo tiempo una evolución y un regreso: canciones “alla Broadway” en musicales de fantasía (o fantasías con elementos musicales) como en los tiempos de oro del género.

Y de todos modos, en los 90 hay dos hitos femeninos. El primero, la cantante que se vuelve actriz y que, con las canciones de la película, logra que esta sea un éxito global: Whitney Houston y El guardaespaldas (Max). Que es una gran película por muchos motivos, pero de la que la crítica habló pestes. Sin embargo, la interpretación tremenda de Whitney de “I Always Love You” (Oscar) y la increíble “I Got Nothing” (que es mejor, pero este es un apunte subjetivo), lograron que la desconfianza por el romance entre el duro guardián (Kevin Costner) y la estrella (Houston) atrajera al público. El film tiene muchos menos lugares comunes de lo que parece, pero es además el capolavoro de una cantante extraordinaria.

Y algo parecido sucede con Titanic (Netflix, Star+), film cuyos costos y el capricho de James Cameron volvieron odioso para el show business antes de que se terminara. Pero no poco tuvo que ver en que se volviese la película entonces más recaudadora de todos los tiempos (sigue cuarta, aunque la recaudación actualizada por inflación la coloca tercera, detrás de Lo que el viento se llevó y Avatar) la interpretación notable de “My Heart Will Go On”, compuesta por el autor de la banda de sonido (James Horner) e interpretada por Celine Dion (que ya había hecho la oscarizada “Beauty and the Beast”, a dúo con Peabo Bryson). Aquí historia, director, estrellas y canción se combinaron totalmente: un naufragio que cerró el siglo XX del cine y mantuvo a flote -y aún en travesía- el matrimonio entre música y cine.

Fuente: Leonardo D’Esposito, La Nación