El 26 junio de 1998, un Chris Martin con ortodoncia en los dientes y ni rastro de la tez bronceada y el cuerpo musculado que luce hoy, le aseguraba a la cámara con la que un amigo lo estaba grabando que en cuatro años su banda, Coldplay, iba a ser tan grande que los conocerían en todo el mundo. Exactamente cuatro años y tres días después de aquello, el grupo inglés actuó como uno de los grandes protagonistas del festival de Glastonbury. La anécdota, que aparece en el documental A Head Full of Dreams
(«Una cabeza llena de sueños»), (2018), disponible en Amazon Prime Video, es muy representativa de la seguridad en sí mismo y del hambre de triunfo de Martin, un líder con una presencia escénica tan poderosa que el guitarrista Jonny Buckland, el baterista Will Champion y el bajista Guy Berryman nunca han logrado dejar de ser, como los define el Financial Times en un artículo reciente, «los otros tres».
Pero ese misma positividad algo naif, esa creencia de que «todo es posible si nunca te rendís, si creés en el amor» -la frase, indiscutiblemente cursi, con la que cerró el concierto final de su última gira mundial- es también uno de los motivos por los que media humanidad (la que no se compra sus discos ni corea «Yellow» o «Fix You» en sus shows) los considera, parafraseando un demoledor artículo de The New York Times de 2005, «la banda más insufrible de la década». Igualmente legendaria es la grosería que les dedicó el ejecutivo discográfico Alan McGee: «Es música para los que se hacen pis en la cama».
Martin, de 42 años, está acostumbrado a no gustar a todos. El primogénito de los cinco hijos de un contador y una profesora creció en un hogar muy católico -perdió la virginidad a los 22 años, según admitió en la revista Rolling Stone-, y ha contado en varias ocasiones que en el internado donde estudió secundaria se metían constantemente con él por sus creencias. «Yo era un chico hiperreligioso, bastante inocente y muy moralista», decía en esa misma entrevista. Las críticas a su música o a su persona (en una charla reciente con un periodista de The Sun se autodenomina «un saco de boxeo humano») antes lo enfurecían, le provocaban ansiedad y hacían mella en su confianza. Aunque todavía no le son indiferentes (hace poco afirmaba que aún no se había atrevido a leer las reacciones a su nuevo disco), ahora al menos ha aprendido a asumirlas. «Tras actuar en la Super Bowl nos cayó muchísima porquería, y justo después nos embarcamos en la mayor gira que hemos hecho. Eso me hizo darme cuenta de que a algunas personas les gusta mucho lo que hacemos y a otras no, y las queremos por igual», expresó a la revista Billboard.
Los cuatro miembros de Coldplay se consideran hermanos más que amigos. Se conocieron en una residencia de estudiantes del University College of London, donde Martin se licenció en Griego y Latín. Casi 20 años después de su disco debut, Parachutes, son uno de los grupos más famosos del planeta y han vendido más de 85 millones de álbumes. Pero, a raíz de su boda con Gwyneth Paltrow en 2003, los focos apuntaron solo hacia el cantante. Después llegaron sus hijos, Apple y Moses, el acoso de los paparazzi -Martin se enfrentó físicamente con alguno de ellos- y, en 2014, el famoso «desemparejamiento consciente» que la actriz rememoraba el pasado enero en una revista. «Estábamos atravesando un momento difícil y tratando de manejar la situación, y todos se burlaban de nosotros. Ahora la gente no cree que sea una idea tan loca», dijo la intérprete sobre los peculiares términos que eligieron para anunciar su separación después de una década de matrimonio.
Coincidiendo con el deterioro de su matrimonio, Martin pasó por una depresión. Pero su relación, según Paltrow, siempre ha sido ejemplar: «Hemos conseguido seguir siendo una familia. Chris es un amigo muy cercano, lo veo todos los días, hablamos todos los días». Una amistad que se extiende a las parejas de ambos, Brad Falchuk y Dakota Johnson, con quien Martin lleva dos años saliendo (antes se le relacionó con las también actrices Annabelle Wallis y Jennifer Lawrence), y a quien en octubre Paltrow le dedicaba este mensaje en Instagram: «Feliz cumpleaños a esta joya absoluta». Más civilizado, imposible.
Activista y más politizado que nunca
Chris Martin y su grupo son noticia estos días por varios motivos. El pasado 22 de noviembre lanzaron Everyday Life, su octavo álbum y el primero con un mensaje político. En sus canciones hay letras inspiradas en la cultura de las armas, el racismo o la guerra en Siria, y en una de ellas Martin se permite por primera vez una mala palabra: «fuck». «En la actualidad hay mucho aislacionismo, y yo no creo en eso, en absoluto. De hecho, quiero amar a todo el mundo, y aun así, muchas de las cosas que pienso de la vida suenan raras cuando las digo en voz alta. Pero cantarlas me parece bien», ha explicado en The Sunday Times. El disco, como revela el medio inglés, ha sido casi un asunto de familia: sus hijos han participado en él (y cobrado por ello) y Dakota Johnson debutará como realizadora dirigiendo el videoclip del tema «Cry Cry Cry». Además Martin también acaba de anunciar que Coldplay no volverá a salir de gira hasta que den con una fórmula para mitigar su impacto medioambiental, y ha sugerido que en las próximas elecciones en el Reino Unido (aunque vive en Malibú, aún vota en su país) apoyará a los Liberal Demócratas, el partido que más inequívocamente se opone al Brexit.
Fuente: El País