«Charly García», el libro de Daniel Chirom sobre el músico que reeditó Vademécum Ediciones
Este domingo Charly García cumplió 71 años, y sus fans tienen una razón extra para celebrar: el regreso a las librerías de un clásico de la literatura sobre García que llevaba décadas fuera de catálogo. Charly García, del poeta y periodista Daniel Chirom, vuelve a estar disponible gracias a Editorial Vademécum, sello dedicado a libros sobre música que dirige Roque Di Pietro, periodista y acaso el más minucioso “charlygarciólogo” del país. Publicado originalmente en marzo de 1983, el libro reúne conversaciones con García en su mayoría previas a su etapa solista y, desde luego, previas también a su consagración como uno de los compositores clave de la música popular de los últimos 50 años. Y es el primero de una vasta bibliografía dedicada a Charly que no para de crecer. La relevancia de esta reedición la define el propio Di Pietro.
“La principal virtud de este texto es haber sido el primero, en varias direcciones. Por un lado, es el libro que inaugura la biblioteca sobre un artista del rock argentino. Cuando salió ya existían publicaciones dedicadas a Litto Nebbia, Moris, Almendra, Sui Generis, Miguel Cantilo o León Gieco pero, en todos los casos, se trataba de artículos casi de merchandising para fans o volúmenes con el único propósito de reproducir las letras de las canciones más reconocidas del artista en cuestión. Aquí, en cambio, aparece la intención de recorrer con cierta rigurosidad —es decir, tomándose en serio la obra de un artista “joven”— la vida y la carrera de García, y de dejar por escrito y ´en sus propias palabras’ el pensamiento o la filosofía que había por detrás del solista que asomaba en aquellos días”.
Si alguien puede explicar el valor de Charly García es Di Pietro porque, más allá de su lógico interés como editor, es su condición de experto en la vida y obra de García lo que dota de autoridad a sus palabras. Como autor, Di Pietro escribió los dos volúmenes de Esta noche toca Charly (2017 y 2021, El Gourmet Musical), un repaso crítico y exhaustivo por todas las presentaciones en vivo de García desde sus primeros conciertos como niño pianista prodigio hasta esos años. Y como editor, publicó No bombardeen Barrio Norte (2016, de Martín Zariello) y García-15 años de entrevistas con Charly (2020, de Daniel Riera y quien esto escribe).
–Charly García lo compré por primera vez en 1987, en el lujurioso Supermercado del Disco, una disquería que ocupaba varios pisos en un edificio frente al Obelisco, donde también se podían conseguir los escasísimos libros de música que circulaban… como este. Todavía conservo aquel ejemplar, que se usó como consulta para la nueva edición. De hecho, se puede leer el precio escrito con lápiz en la primera página: 10,90 australes. Durante años lo leí como si fuese un manual de instrucciones para entender un poco más el universo García.
Charly García en vivo en Ferro, en una foto de época que incluye el libro
Según estima Di Pietro, estas conversaciones fueron realizadas durante el período septiembre-octubre de 1982, es decir, previo a la gira presentación de Yendo de la cama al living y al viaje de García a Nueva York, de mediados de 1983, de donde volvió con la idea de instalarse allí para grabar lo que meses después fue Clics modernos. El dato sobre los encuentros que dieron forma al libro no es preciso porque el autor falleció en diciembre de 2008. Chirom, que también fue abogado, publicó una decena de libros de poesía, compilaciones y antologías, editó durante años la revista El Jabalí (dedicada a la difusión de poetas), y condujo el programa homónimo en Radio Nacional y FM Palermo. En 1987 salió la hasta ahora última reedición del libro, y desde entonces, se volvió pieza de colección para fans de todo el continente. En palabras del editor: “Estas páginas constituyen la piedra fundamental de la literatura sobre Charly García, ese corpus construido por diarios, revistas y libros, que desde hace años amenaza con transformarse en un género en sí mismo”.
–¿Tan así creés que es? ¿Por qué?
–Porque es el grado cero de la mitología sobre Charly García. Todos esos detalles legendarios de su biografía están relatados aquí, en muchos casos, por primera vez: su infancia como niño prodigio, el quiebre con el mundo académico luego de escuchar a los Beatles, los fallidos intentos de Sui Generis hasta transformarse en dúo, la experiencia en el servicio militar, el fracaso inicial de Serú Girán… Y no solo eso: en estas páginas está el relato de Charly, por ejemplo, sobre su paso por el conservatorio Thibaud-Piazzini, pero también aparecen por primera vez los documentos (fotos, programas) que certifican esa historia que parece guionada: la de niño maravilla del piano clásico a rocker de la Nación.
–Esta reedición, entonces, parece algo así como la concreción de un anhelo.
–Lo es. Y la decisión tomó fuerza cuando en 2020 me enteré de que el coleccionista colombiano Andrés Páez Arenas (el poseedor de la colección de discos de vinilo dedicada a Charly García más importante del mundo) había adquirido las fotos originales que se utilizaron para las ediciones anteriores. Contacté a Andrés, le expliqué del proyecto y con una generosidad ya difícil de encontrar puso a disposición el material, que se imprimió en papel ilustración para darle el relieve que se merecen, porque muchas de estas fotografías no volvieron a aparecer en ningún otro lado. Luego hubo que ubicar a los herederos y herederas de Daniel Chirom. Contactamos a Liz Maltz, su esposa, y junto a sus hijos Magdalena y Ariel nos pusimos de acuerdo para volver a poner en circulación, luego de 35 años, esta pieza de colección que, de alguna manera, viene a ser el eslabón fundamental que faltaba en la bibliografía de Charly.
Daniel Chirom, el autor de este clásico sobre Charly García
Adiós Serú Girán, hola Charly García
—¿Qué pensaste cuanto te vinieron a ofrecer que compusieras la música de un filme?
—Ya me habían ofrecido antes hacer la música de varias películas, pero no me gustaba ninguna idea. Solo hice una canción para la película Alicia en el país de las maravillas, la primera parte de “Canción de Alicia”. Pero no compuse más porque el proyecto era medio delirado. En cambio, cuando Raúl de la Torre me vino a ofrecer que hiciera la música de su filme, me pareció un tipo serio y que sabe respetar el trabajo de los demás. Además, tuvo una explicación coherente de las razones por las cuales quería que fuese mi música la que acompañara la película. Me dio el libro de Pubis angelical para leerlo y me gustó. Cuando me preguntó qué tipo de música yo encontraba adecuada le respondí: “Tango, pero tango a lo Pink Floyd”. Yo no vi la película hasta que estuvo terminada, él trabajaba antes con la música. Él me contaba cada escena. Por ejemplo, me decía: “Ahora entra la chica a la habitación, quiero música para esa escena”. Y en realidad, esa forma de trabajar es mucho mejor porque de lo contrario está todo muy digerido. Con este método de trabajo, yo me imaginaba cosas que no estaban y muchas escenas las sugería la música. Hice toda la música de la película, las partes instrumentales y los temas. Hay un solo tema que no es mío. Es una canción de los años 20 que Patricio Bisso la canta con un ukelele.
—¿Quedaste conforme al ver el filme?
—Sí, muy conforme. Primero, porque todo lo que De la Torre me había contado estaba, y segundo porque pienso que la fotografía y la dirección eran buenísimas. De la Torre revalorizó mi música, hay mucha música mía en la película. Hay temas a los que él les sacaba la parte instrumental y dejaba solo la voz por los veinticuatro canales, o sea que en parte también modificó mi música y lo hizo con mucho oído y respeto. Me interesa este tipo de cine que tiene más imágenes y música que diálogos. Hacer la música de esta película significó un paso adelante. Pude componer un montón de música instrumental que de otra forma jamás la hubiera hecho. Me dio fuerzas para componer más cosas.
Charly García y Cachorro López, camino al recital de Ferro en un Cadillac rosa. Diciembre de 1982
—¿Y el disco Yendo de la cama al living?
—Lo grabé casi solo y lo saqué con la banda de sonido de la película.
—¿Cómo hiciste la grabación?
—Lo primero que hice fue grabarlo en un grabadorcito que tengo en mi casa. Con esa cinta hice los demos y después iba al estudio y los copiaba. Lo primero que hacía era poner la voz y el piano. Mis discos anteriores los hacía al revés, lo último que grababa era la voz y pienso que por esa razón no se entendían mucho mis letras. Ahora la voz está más revalorizada. Todos los espacios que no ocupaba la voz, o los dejaba en blanco o grababa otros instrumentos. Es el disco que más me gusta de todos los que he hecho y por suerte es el que más ha vendido en mi carrera.
—¿Cuál es la razón para que ahora te dediques más a la guitarra que al piano?
—En este último disco, la mitad de los temas están hechos con guitarra y la mitad con piano. Lo que ya casi no utilizo es el sintetizador. Antes tocaba el piano con muchos sintetizadores, pero ahora toco el piano eléctrico pelado. Esto obedece a una cuestión de imagen, quiero que me vean como un tipo que toca el piano y no como un músico rodeado de instrumentos. Solo en un par de temas, para mis recitales, voy a tocar un mini-sintetizador que se cuelga. Andrés Calamaro hará las partes sinfónicas. Mi música actual es menos orquestada, más rockera, aunque solo haya un rock. Mi sonido actual es del tipo años 60, más parecido al de los Beatles. Además, en vivo, haré varios temas de La Máquina como “Hipercandombe” y “Marilyn”. También haré un tema nuevo que aún no está grabado y que trata sobre los desaparecidos. Se va a llamar “Los desaparecidos” o “Los dinosaurios”. Es una especie de comparación entre los dinosaurios y los desaparecidos. La letra del tema dice: “Los amigos del barrio pueden desaparecer, los que cantan por la radio pueden desaparecer”. Y sigue así un tiempo largo, nombrando todo lo que puede desaparecer.
Charly García y Andrés Calamaro, durante los ensayos de la presentación del disco «Yendo de la cama al living», en 1982
—¿El tema vos lo hacés porque sentís que ahora se puede hablar de eso?
—La letra la había hecho para un tema de David Lebón. Al principio no lo hice con la onda política sino con la onda de que no hay que atarse a nada, porque cuando te apegás a las cosas, cuando más tenés, sentís más la falta de algo, y lo de los dinosaurios es porque como dice la letra: “Cuando el mundo tira para abajo es mejor no estar atado a nada, imaginen a los dinosaurios”.
—En tu último disco Spinetta toca la guitarra. ¿Es la primera vez que tocás junto a él?
—En disco sí. Pero nosotros ya habíamos tocado juntos en un recital que hicimos en Obras a raíz de que ciertas publicaciones tiraban la onda de que estábamos peleados. Recuerdo que en la tapa de la revista Hurra salimos Luis con la camiseta de River y yo con la de Boca y el título decía “¿El rock es un partido de fútbol?”. Por la tapa, pensé en un primer momento que la nota era irónica, sin embargo, era todo lo contrario. Decía que en el rock había dos ramas, los “decadentes” que eran los que me escuchaban a mí, y los “puros” que eran los que seguían a Luis Alberto Spinetta y a M.I.A. Además, se decía que yo tenía un clan “tipo Sinatra” con León Gieco, Porchetto y Nito Mestre. Era algo totalmente ridículo. Justo en ese entonces, nos veíamos bastante seguido con Luis Alberto. Cuando vimos la nota nos dijimos: “Hagamos un recital juntos y tapemos la boca a todo el mundo”. El recital salió fenómeno. Fue Spinetta Jade y Serú Girán. Zapamos juntos y sobre el final los dos grupos tocamos “Crisálida” y “El mendigo en el andén”. ¡Éramos como veinte sobre el escenario! Esta vez me di el gusto de grabar con Luis Alberto. Él hizo la viola en los temas “Canción de 2 por 3″ y “Peluca telefónica”. Este último, fue el único en el que realmente zapamos un poco y cada uno tocó lo que sentía ya que el resto del disco estaba muy marcado de antemano. Me siento contento de ser amigo de Luis. A partir de ese recital, se rompió el hielo. Siempre me impresionó su música. “Crisálida” es un tema súper.
Hace un tiempo, al que le gustaba mi música no le gustaba la de Luis, pero ahora todo cambió. Cuando me quieren joder me gritan “¡Viva Pappo!”, mientras que antes me gritaban “¡Viva Spinetta!”. No entiendo. Yo, con Pappo, nunca tuve ningún problema, inclusive una vez hicimos juntos una gira a Punta del Este y zapamos juntos. Personalmente, creo que Pappo no tiene demasiado que ver con esa imagen de súper pesado que la gente se hace de él. Lo que sí puedo decir es que el público de Pappo es medio jodido. Pienso que esto arranca cuando Pappo hizo unas declaraciones en las que decía que el rock era él y que Sui Generis había cagado el rock. Pero yo intuyo que en el fondo él no piensa de esa manera, no creo que sea tan cuadrado para pensar que la música que él hace es lo más y la otra no existe. Pappo es músico y por eso no puede ignorar el resto de las corrientes del rock. La gente que lo sigue a Pappo cree al pie de la letra sus declaraciones y por eso tira monedas en los recitales de otros grupos. Siempre, en cualquier recital, hay dos o tres fans de Pappo que no van a escuchar música sino a jorobar. A mí me parece que Pappo se debe cagar de risa de todo eso, pero de alguna manera también vive de esos tipos que hacen un culto de la campera de cuero.
Fuente: Infobae