Charly García y Nito Mestre en 2000, antes de la reunión de Sui Generis CESAR CICHERO
El compositor, teórico y filósofo John Cage tenía una frase que suele ser evocada con frecuencia en el ámbito de la música: “lo propio del plan es que falle”. Para el artista neoyorquino, para lo único que servía tener un recorrido trazado de antemano era para tener que abandonarlo y buscar un horizonte nuevo e impensado al momento de pensar las estrategias. De acuerdo a la visión de Cage, el viaje final era mucho más enriquecedor que si todo salía de acuerdo con lo preestablecido gracias a la novedad de lo inesperado. Siguiendo esa línea de pensamiento, que Charly García, que hoy cumple 73 años, haya tenido la vida que tuvo y tiene, en parte es gracias a que en su juventud imaginó su vejez y la hizo canción, un motivo más que suficiente para que los hechos tomaran un rumbo completamente distinto al que imaginó con poco más de veinte años de existencia a cuestas.
En Vida, el debut de Sui Generis publicado en 1972, García había compuesto “Cuando comenzamos a nacer”, la narrativa del punto cero del ciclo vital entendido también como el nacimiento a la creación de la personalidad propia, el descubrimiento del cuerpo (el de uno y también el ajeno), junto con los encierros metafóricos y reales que se pueden encontrar en la vida en sociedad. En el mismo disco, también tenía espacio “Canción para mi muerte”, compuesta mientras Charly estaba internado en un hospital militar mientras cumplía el servicio militar obligatorio. García había llegado ahí a su propia manera: tras ingerir una enorme cantidad de pastillas y barbitúricos para ser desafectado de la fuerza, un episodio que le hizo vivir una experiencia fantasmal. Con tan solo veinte años, el autor de “Rasguña las piedras” parecía ya obsesionado con el paso del tiempo y sus efectos.
Las fijaciones de García no parecieron amainar en el disco siguiente, Confesiones de invierno, publicado en 1973. La puerta de entrada al álbum llevaba por título “Cuando ya me empiece a quedar solo”, una canción en la que su autor fantaseaba con la vejez que le tocaría en suerte una vez que finalizase su vida adulta. La mirada que parecía anticipar Charly estaba lejos de la idealización que Paul McCartney había fantaseado para si mismo en “When I’m 64″. Lo que para el beatle era un vodevil con viñetas de la vida conyugal, actividades matinales y paseos con nietos, en Sui Generis adquiría una óptica lúgubre. El protagonista de “Cuando ya me empiece a quedar solo” contempla el mundo con la mirada perdida en la nada, fumando y siendo testigo del deterioro de su cuerpo, con una gata como única compañía junto a los recuerdos de días pasados con el eco de “un millón de manos que me aplauden”.
Para recrear esa atmósfera opresiva y sofocante, Sui Generis recurrió a una instrumentación mínima de voces en perfecta armonía y un piano, con la compañía del bandoneón de Rodolfo Mederos para enfatizar su costado más melancólico. La canción fluye lenta y triste hasta que al momento de su tercer verso (“Un televisor inútil, eléctrica compañía…”) la intensidad sube como en un brote de furia, para luego volver a la placidez en cámara lenta al momento de hablar de “una vejez sin temores y una vida reposada”. Pero lo que Charly no parecía contemplar, ni mucho menos podía imaginar, era que su llegada a la vejez iba a ser ajena al anonimato y al olvido, con la música convertida en el motor de una juventud artística que parece seguir ahí aún en los momentos de mayor incertidumbre creativa.
La presencia del bandoneón de Mederos (el mismo fueye que años antes había sonado en “Laura va”, de Almendra) y la progresión armónica del piano de Charly eran inequívocamente locales, había tanto de espíritu rioplatense en su ornamentación como de raíz folclórica en su armado más primitivo. Y si bien durante años esa idea no pareció emerger a la superficie, terminó por cobrar valor en 1982, durante la serie de shows en el teatro Ópera con los que Mercedes Sosa celebró su regreso a la Argentina después de su exilio. En esas trece jornadas triunfales de febrero de ese año, la Negra se reencontró con su público, pero también con una música popular que parecía ya no ser la misma que cuando había tenido que abandonar el país por su militancia política.
El registro en vivo de esa serie de conciertos quedó inmortalizado en Mercedes Sosa en Argentina, un disco doble en donde se la puede escuchar compartiendo escenario con Milton Nascimento, Antonio Tarragó Ros, Ariel Ramírez y León Gieco, y donde cerca del final comparte el escenario con Charly García para una versión por demás emotiva de “Cuando ya me empiece a quedar solo”, en un ida y vuelta en el que la figura más importante de la música folclórica argentina le daba su visto bueno al rock, y donde el mayor exponente del género joven por excelencia se medía codo a codo con la tradición y la cultura popular. En diciembre de ese mismo año, cuando García dio un show multitudinario en Ferro para presentar Yendo de la cama al living, su debut como solista, ahí estuvo la Negra Sosa para repetir la hazaña y hacer con su público lo que él había hecho con el de ella: tender puentes.
Quizás consciente de la carga simbólica que iba adquiriendo con el paso de los años, “Cuando me empiece a quedar solo” se volvió una pieza enigmática en el repertorio de Charly, que rara vez volvió a sonar en vivo. Lo hizo en junio de 1995, en el efímero regreso de Sui Generis por una noche en Prix D’Ami, el anuncio de un retorno que se esfumó en el aire a la mañana siguiente después de un show por demás errático.
Hubo que esperar cinco años para que la dupla volviese a interpretar la canción, algo que ocurrió en junio de 2000 en Obras Sanitarias, en la antesala de la demorada reunión de García y Mestre, que se materializó finalmente a finales de ese año, con el disco Sinfonías para adolescentes y su posterior presentación en vivo, donde la canción abrió su show en el estadio de Boca Juniors, con una versión cargada de electricidad que quedó plasmada en el álbum en vivo Si – Detrás de las paredes.
De acuerdo con los registros plasmados en el portal Setlist.fm, la última vez que el tema sonó en manos de García fue en 2009, de nuevo con Nito Mestre como artista invitado, esta vez durante una presentación en Rosario, poco después del llamado “Concierto subacuático” de Vélez. La escena parecía contradecir a García y sus pronósticos: había atravesado cualquier cosa menos una vida reposada, y ese millón de manos que lo aplaudían y lo siguen aplaudiendo están lejos de ser un eco.
Fuente: La Nación