La descripción de la escena podría ser la misma, repetida tantas veces. Diez, treinta, cuarenta y ocho veces. Alguien canta frente a un micrófono y a sus espaldas habrá “otro alguien” sentado a un escritorio, frente a una computadora y dos parlantes, que apenas se lo ve cuando levanta un brazo y hace ademanes con su mano. En algún momento otra cámara lo enfocará y solo se verá su gorra y sus grandes gafas que ocultan su rostro, todo lo posible. El que está de espaldas al cantante no es cualquier “otro alguien”. Es Bizarrap, el artista argentino más singular que ha surgido de la escena musical durante el último lustro.
En saber entender los códigos de una generación ha estado, en muchas ocasiones, el secreto del éxito de la industria de la música, esa que trabaja a nivel masivo y, ya desde hace tiempo, global. Hay gestos que se profesionalizan por repetición. Y en la repetición número 48 de ese gran formato de éxito que son las BZRP Music Sessions, el trapero del momento Tiago PZK entona: “Vámono’ a un lugar donde no nos puedan ver” y otra vez la maquinaria se pone en marcha: 11 millones de vistas en YouTube en apenas 24 horas. Hay un contrato tácito que dice que ese lugar es, en realidad, el que todos deben ver. Todas las music sessions del visionario Bizarrap tienen casi el mismo formato, pero no hay dos iguales. En cada una el productor saca lo mejor de sus invitados. Y lo cierto es que, a estas alturas, seguramente nadie se niegue a trabajar con él.Ads by
El gesto se perfecciona, el método se profesionaliza. ““Vámono’ a un lugar donde no nos puedan ver”. Dice Tiago y Bizarrap mueve su mano en señal de “rajemos de acá”. “Elige el destino que yo pago el hotel”, sigue el cantor. Y el productor lo asiste con otro movimiento de su brazo (ese que por aquí llamamos “gatillar” pero cuando no se trata de armas de fuego sino de pagar con dinero). “Tengo más verde en la billetera que ayer. Sé que hay más de un bobo que te quiere tener. Y no, tú te fuiste conmigo. Y yo ahora estoy perdido”. El puño apenas cerrado libera al pulgar para que dibuje círculos sobre el índice y el mayor. No es mimo ni lenguaje de señas. Es simplemente Bizarrap y otro de sus eventuales socios creativos. La letra de la canción no sale de los estándares del trap; en cambio, la música busca el franco entendimiento entre el trap y el reggaeton. Y lo consigue. En eso, el productor es bueno. Seguramente por eso está donde está y ha tenido un 2021 sobresaliente, sin que lo conseguido parezca el techo de lo que podría alcanzar en el futuro.
Detrás de las gafas gigantes está Gonzalo Julián Conde, con sus 23 años cumplidos en el invierno pasado. Su lista de éxitos va desde las colaboraciones con los más ascendentes artistas locales (Duki, Trueno, Nicki Nicole, Cazzu, L Gante o Nathy Peluso) a estrellas del firmamento latino del Norte, como Nicky Jam. Y también en un sentido especial para echar mano a la oportunidad, que quedó demostrado en lanzamientos como el de septiembre pasado, un la edición 44 de sus BZRP Sessions.
Junto al rapero francés MHD registró un tema que repite: “Messi, Messi, Messi. Merci, merci, merci (gracias, gracias, gracias)”. No solo fue ese video el que se viralizó. También el de Instagram en el que se ve a los hijos de Messi cantando y bailando la canción.
Es difícil pensar en como se reinventa una persona que apenas pasa los 20 años y que recién se está inventando. Pero así leyó Globant la meteórica carrera de Bizarrap cuando vio las cifras de sus emisiones y lo convocó para su serie de entrevistas “The Power Of Reinvention”, que tuvo como anfitrión a la estrella del late night James Corden. “Bizarrap cuenta con la plataforma de habla hispana más grande –decía Corden-, con más de 3000 millones de vistas por su trabajo, colaborando con artistas internacionales desde el estudio de su casa”. Y mostraba al enigmático nuevo astro argento desparramado en un sillón, luciendo su gorra con las iniciales BZRP y sus típicos anteojos.
“Me reinventé con el proyecto Bizarrap porque empecé haciendo remix con rimas de raperos que improvisaban en las plazas de Argentina y luego, unos años después, terminé haciendo música con ellos, en el estudio, trabajando en conjunto. Yo creo que todo el tiempo la música se está reinventando. Y gracias a la tecnología hoy la música se comparte en formato digital”, asume.
Los premios Latin Grammy lo tuvieron en la edición 2021 nominado en varias categorías, como la de Productor del Año y, llamativamente, “Nuevo Artista”, que está destinada a las revelaciones. Lo que llama la atención no es la consideración de revelación, sino que fuera incluido en una categoría en la que mayoritariamente participan cantantes.
Bizarrap ha sabido explotar su capacidad para producir música desde su computadora y para ubicarse en un lugar que evita la exposición extrema pero, al mismo tiempo, la fomenta desde su producción de canciones y desde ese rol de productor introvertido que encarna.
El mejor ejemplo sin duda es una publicidad de una conocida marca de cerveza que reunió a los líderes musicales de esa generación de entre 20 y 30 años que hoy marca el rumbo. La escena muestra cuando Duki abre la lata que le trae la moza. Enseguida se suman a su mesa Nicki Nicole, L-Gante y Lali Espósito, que mira hacia la barra, descubre a Bizarrap y le grita: “Dale, soltalo”, esa muletilla que suele aparecer en las sessions del “Biza”.
Para las reinvenciones habrá tiempo. Por ahora, Bizarrap, uno de los artistas argentinos más escuchados en todo el mundo, se sigue inventando. Desde que, hace casi una década, comenzó a jugar en la notebook con el programa Fruity Loops (”a hacer los primeros palotes”, se decía en una época bastante lejana), sigue con la vista puesta en el horizonte.
Hace apenas dos años era ese pibe que estudiaba marketing y que quería que no se lo reconociera como Bizarrap. Pero sus ambiciones eran las mismas. De hecho, varios de sus sueños ya se cumplieron: “Me gustaría presentarme en festivales de música, festivales masivos, con pogos y ‘quilombo’. El trap –en combinación con la música electrónica– es la evolución del hip-hop, es el rap del futuro”, decía a LA NACION. También aseguraba: “Todos los productores sabemos cómo hacer un hit. Yo empecé a estudiar música cuando tenía 14 años; quería aprender teoría musical para poder componer y me anoté en clases de piano. Al mismo tiempo, produje mis primeros temas. Pero en realidad mi interés por la electrónica surgió antes, cuando tenía 10 años; escuché ‘Titanium’, de David Guetta, en la radio, y no entendía cómo podían hacer algo así, porque yo solo sabía que en los estudios de música se grababan instrumentos en vivo. Me puse a investigar y descubrí los softwares de producción, los sintetizadores; descubrí que uno puede construir su propio sonido. Fue una búsqueda autodidacta”.
La clave parece ser la responsabilidad y la constancia. Eso también aparece en su historial: “Yo tengo la herramienta, el poder de enviar mensajes a muchísimas personas. Y me gusta, con cierta ironía, decirles que tienen que ser responsables; que tienen que trabajar para alcanzar sus objetivos”.
Fuente: Mauro Apicella, La Nación