La serie de tributos por el centenario comienza con un gran concierto en el Centro Cultural Kirchner (CCK).
Este sábado desde las 19 de manera presencial en el Auditorio Nacional pero también a través de los canales de YouTube y de Facebook del CCK y desde la plataforma Cont.ar, una veintena de artistas homenajearon al artista santafesino.
«Ariel Ramirez 100 años», organizado entre el CCK y SADAIC (entidad de la que Ramírez fue impulsor y presidió en cinco oportunidades, entre 1970 y 2005), se desplegó bajo la dirección musical de Gustavo «Popi» Spatocco y la participación especial del Facundo Ramírez Grupo.
La celebración reunió a Juan Falú, Marian Farías Gómez, Sergio Galleguillo, Víctor Heredia, Liliana Herrero, Ángela Irene, Los 4 de Córdoba, Franco Luciani, Paz Martínez, Luna Monti, Marcela Morelo, Teresa Parodi, Zamba Quipildor, Miguel Ángel Robles, la «Bruja» Salguero, Patricia Sosa, Chango Spasiuk y el Coro de SADAIC, con dirección de Damián Sánchez.
El estelar elenco intervino a partir de músicas ejecutadas por los grupos de Spatocco (Sebastián Henríquez en guitarra, Ricardo Cánepa en contrabajo, Matías Furió en percusión, Nicolás Enrich en bandoneón, Natalia Cabello y María Laura Bertero en violín, Elizabeth Ridolfi en viola y Jorge Bergero en cello) y de Ramírez hijo (Ulises Lescano en percusión, Leo Andersen en guitarra, Lucas Rossenwasser en bajo y Rodolfo Ruiz en charango y vientos).
También desde Santa Fe, donde se instauró el 4 de septiembre como el Día del músico santafesino en honor a Ramírez, se concretó la primera de una serie de actividades en torno a la vida y obra del artista con la interpretación de «Santafesino de veras», con letra de Miguel Brascó y arreglo coral de Eduardo Ferraudi, como parte de un audiovisual que se pudo apreciar en las redes sociales del Ministerio de Cultura y del Coro Polifónico Provincial de la provincia.
Ramírez nació el 4 de septiembre de 1921 en la ciudad de Santa Fe, donde se formó musicalmente, para luego estudiar composición en Buenos Aires con Luis Gianneo, Guillermo Graetzer y Erwin Leuchter.
A los 20 años e impulsado por Atahualpa Yupanqui, quien lo escuchó en Córdoba (y con quien en 1980 compusiera el aire de milonga dedicado a las Malvinas, «La hermanita perdida»), emprendió una larga temporada de viajes por el centro y noroeste del país para respirar las músicas regionales y tras dos temporadas de investigación en territorio, se radicó en Buenos Aires, donde tuvo contrato permanente en radio El Mundo y protagonizó muchas presentaciones.
De esa regular y reconocida presencia empezó a grabar discos, entre ellos uno de 1946 para RCA Victor, en el que registró uno de sus temas emblema, la zamba «La tristecita», con letra de María Elena Espiro.
En 1950 viajó a Europa, donde permaneció alrededor de cuatro años con residencia permanente en Roma y actividad regular en salas de Austria, Alemania, Holanda, Bélgica, España e Inglaterra; luego pasó un año en Lima, Perú; y a su vuelta fundó la Compañía de Folklore Ariel Ramírez para llevar adelante un espectáculo coreográfico musical convocando a artistas de distintas regiones del país y desde donde dio impulso y cobijo a Jorge Cafrune, Jaime Torres, Raúl Barboza y Los Fronterizos, entre más.
Por entonces ya había iniciado sus encuentros creativos con Félix Luna, junto a quien compuso una imponente obra que forma parte del acervo de la canción popular.
«Navidad nuestra», «La peregrinación», «Los caudillos», la «Cantata Sudamericana», «Antiguo dueño de las flechas (indio toba)» y la enorme «Mujeres argentinas», surcada por los temas «Alfonsina y el mar», «Juana Azurduy», «Gringa chaqueña», «Rosarito Vera, maestra», «Dorotea, la cautiva», «Manuela, la tucumana», «Las cartas de Guadalupe» y «En casa de Mariquita», cuya primera voz fuera Mercedes Sosa para el álbum homónimo de 1969, son parte de esa producción.
Pero, además, Ramírez puso su inspirado piano en conexión con otros poetas como Guiche Aizemberg («Los inundados» y «Tríptico mocoví»), Miguel Brascó («Agua y sol del Paraná») o Armando Tejada Gómez («Volveré siempre a San Juan» y «Allá lejos y hace tiempo»), entre otras experiencias notables.
Pese a semejante recorrido, quizá su obra de mayor repercusión sea «Misa Criolla», publicada en 1965 e inmediatamente convertida en suceso mundial, que inauguró la música litúrgica argentina en grandes salas de todo el planeta.
Basada en la traducción del texto redactado por la Comisión de las Iglesias de América latina, después de que el Concilio Vaticano II dispusiera la realización de los oficios religiosos en los lenguajes vernáculos, abandonando el uso exclusivo del latín, fue una creación para tenor, coro mixto, percusión, instrumentos andinos y clave o piano que se estrenó el 9 de marzo de 1967 en la Mozart-Saal de Liederhalle, Alemania.
Ramírez, además, escribió trabajos de carácter didáctico como los «15 estudios para piano sobre ritmos y formas de la tradición musical argentina» y las «Canciones provincianas, para voces iguales».
Murió el 18 de febrero de 2010, a sus 88 años, en la localidad bonaerense de Monte Grande a causa de problemas renales y arrastrando también problemas neurológicos, pero lo descomunal de su legado sonoro lo mantiene vigente e inmortal.I