Jura que llora siempre que escribe canciones. Pensó que su carrera podía terminarse cuando en 2011 la operaron de las cuerdas vocales. Es capaz de lanzar títulos como «si vuelvo a ver a mi padre, el hombre que me abandonó, podría escupirle la cara». O de admitir que sintió rechazo por su bebé en medio de una depresión post-parto. O de revisar su pasado ligado al alcohol. Quienes se centran en Adele y sus kilos están perdiéndose la esencia del personaje. La biografía de una mujer a la que poco le importa incomodar.
Adele apaga y enciende su modo cantante cuando quiere. Puede pasar años sin dar una entrevista y, de pronto, salir a hablar en nombre de todas esas mujeres que no sienten la maternidad como un estadío ideal. Hace cuatro años, cuando el foco de los medios no era la balanza y la dieta estrictamente implementada, el zoom estaba en su maternidad. «En los primeros meses, tras dar a luz, me sentía inadecuada, como si hubiera tomado la peor decisión de mi vida», confesaba en carne viva.
Tiene 32 años. Hace una década era «la promesa». Hace ocho vendía -según la BBC-, un disco cada dos segundos. Hace cinco, ya era la superestrella que había bajado 68 kilos y no entendía hasta dónde su fama existía por su voz y hasta dónde por su delgadez. Para 2016 desafinó en los Grammy y el dedo acusador volvió sobre ella. «Fue el micrófono del piano que se cayó y así sonó fuera de tono. Me la pasé llorando al día siguiente, pensando si todavía me querrían».
Adele, una vida feliz, np que no fue fácil, con muchos obstáculos en el camino (Reuters).
Desde hace unos días -cuando mostró su nueva figura- cada vez que ingresa a su cuenta de Instagram (37 millones de seguidores) tiene que leer tantos ataques como imbecilidades sobre su “nuevo envase”. Críticas impiadosas, misóginas y anónimas. Batalla perdida. No piensa por el momento dar explicación de por qué decidió pasar al “bando” de las delgadas, como si tuviera que rendir cuentas al público, detallar si fue por un tema de salud, o si lo hizo antes que nada dando el brazo a torcer en una tirana industria que exige estética antes que afinación.
¿Pero quién es en verdad Adele Laurie cuando no canta y cuando no sigue la «Sirtfood», dieta que propone ingerir 1.000 calorías por día? ¿De dónde viene? ¿Cómo construyó un imperio después de ser la hija de una empleada que apenas podía pagar las cuentas y comprar la comida de ambas? ¿Qué herida la atraviesa hasta hoy?
iAdele, seis años atrás.
Cuando Adele nació, en la radio sonaban Two Hearts (Phil Collins) y A Little Respect (Erasure). Hablamos de una familia de clase media de Tottenham, Londres. La inscribieron como Adele Laurie Blue Adkins. Era 5 de mayo de 1988 y la relación de sus padres ya aparentaba ser un vínculo frágil. Penny Adkins, su madre, masajista, apenas tenía 18 años al momento del parto. Su padre, galés, Mark Evan, esperó que Adele cumpliera dos años y las abandonó.
El portazo aquel que Adele no recuerda, marcó su crianza. Inexperta, con miedos, su mamá Penny decidió que se mudarían a Brighton. Logró conseguir trabajo como fabricante de muebles y como coordinadora de actividades de aprendizaje para adultos y formó pareja otra vez. Así, cuando Adele tenía 11 años llegó otra mudanza. Vuelta a Londres, junto a su madre y esta vez junto su padrastro. Se instaló en Brixton. Mas tarde se movieron a los suburbios del distrito West Norwood.
Adele hoy, con nueva figura.
La fama no vino sola. En medio de esa vorágine a la que empezaba a acostumbrarse, se padre reapareció en su vida para enfurecerla. Vendió su historia al diario The Sun. La ira de Adele giró por el planeta: «Estaba lista para empezar a tener una relación con él. Pero nunca va a oír hablar de mí de nuevo, porque no hay nada que me haga enojar más que mi papá siendo sobornado por la prensa. Venir diez años después a decir cosas como ‘a lo mejor su problema con los hombres viene de mi’. ¡Maldición! ¿Cómo te atreves a comentar mi vida? Me hizo hervir la sangre. Ese dinero sucio le durará medio año».
Escalera a la fama
La muchacha superpoderosa de las baladas empezó a cantar a los cuatro años. A los 14 tuvo antes su «despertar musical antes que sexual»: descubrió unos discos de Etta James y Ella Fitzgerald en una tienda de antigüedades de jazz y se puso como objetivo «tomarlas como inspiración e intentar sonar más o menos bien».
Estudió en The Brit School, una escuela de artes dramáticas. Un día subió a Myspace unos demos. Golpe de suerte: en esa vieja red fue descubierta por ejecutivos de la música discográfica. Cuenta en viejas entrevistas que pensaba que el hombre que la contactó era «un pervertido suelto en Internet», por lo que fue a la reunión acompañada. A los meses, firmó un contrato.
En 2008, lanzó su álbum de estudio debut titulado 19, edad que tenía en ese momento. La popularidad en los Estados Unidos empezó cuando se presentó en el programa Saturday Night Live.
Su siguiente disco, 21, publicado en 2011, fue un éxito aún mayor. «No quisiera volver a sentirme como cuando escribí ‘21’. Fue espantoso. Me sentía miserable, sola, triste, enojada, amargada. Pensaba que me iba a quedar soltera el resto de mi vida. Pensé que nunca más me iba a enamorar», admitió años después.
Adele, cuando comenzó su camino a la fama.
Cuando todo parecía ir en ascenso, llegó el golpe: una hemorragia en un pólipo en sus cuerdas vocales. Tuvo que ser sometida a cirugía en la garganta y no pudo hablar durante cinco semanas. Esa pausa la hizo enfocarse en su familia. Un año después fue mamá.
Desamores reales, la clave de sus canciones
Durante sus primeros años, Adele mantenía una conducta de autoprotección frente a la prensa. Los paparazzi la perseguían, pero no había material «interesante» para las revistas más amarillas. «Yo no oculto nada. Tampoco salgo con celebridades. No voy a clubes de famosos ni me rodeo de gente que vendería historias sobre mí. Soy muy solitaria. Sí voy al cine, con mi prima. ¡Y nadie va a comprar una foto mía saliendo del cine con pochoclo!».
Para 2012, explicaba sobre sus canciones: «Todas las que escribí primero fueron de mucho enojo. Estaba furiosa conmigo y con mi novio de entonces. Me sentía una inútil que no podía hacer que la relación funcionara. Para el momento en que llegué a Someone Like You había aceptado las cosas un poco más. Necesitaba dejar de pensar en eso y de sentir lástima por mí. Escribir esta canción fue una manera de cerrar un capítulo y seguir adelante».
(Foto: DPA).
Por entonces comenzaba a salir con Simon Konecki, un misterioso ex broker (hoy 46 años), con quien en octubre de 2012 se convirtieron en padres de Angelo. En 2019 Adele admitió la separación. «Ninguno hizo nada malo o equivocado. Simplemente ya no era divertido. Dejamos de amarnos. Nos estábamos amargando la vida. Ambos queríamos salir de esa situación antes de arrepentirnos de haber estado juntos».
La pelirroja nada en millones. Para 2016, ya era la cantante británica más rica de la historia. Su fortuna entonces se calculaba en 121 millones de dólares. Pero su ambición no es desmedida. De hecho, alguna vez dijo ‘no’ a un jeque árabe que le ofrecía 1,9 millones de euros por dos shows en eventos privados en Medio Oriente. «Adele está ocupada trabajando en el jardín de su casa», respondió el representante al jeque.
«Fui una bebedora empedernida»
Cuatro años después del nacimiento de Angelo, Adele se plantó frente al micrófono de Vanity Fair para sacarle romanticismo a esa idea de los millones y los elogios.“Fui bebedora empedernida”. La chica 10, la prolija y dócil artista estaba sacándose el traje. «Ahora solo tomo un par de copas de vino a la semana, porque tener una resaca con un niño es una tortura».
Todas esas tapas donde se la retrataba inmaculada, segura, triunfante, se desmoronaban: «Soy proclive a un lugar oscuro, a la depresión. No tuve tiempo de adaptarme a la velocidad de mi carrera. Pasé de cuatro años como telonera a convertirme en un éxito mundial. No tuve tiempo de darme cuenta de cómo me hacía sentir eso. Y me estaba haciendo mal».
Comparada incontables veces con Amy Winehouse, fanática de las Spice Girls y de Stevie Wonder, condecorada por el príncipe Carlos como Miembro de la Excelentísima Orden del Imperio Británico, la mujer del Oscar y del globo de oro por la mejor canción original (Skyfall) sabe que un paso que da puede devenir en «una película» para los medios. En 2019, un titular estadounidense que se viralizó en el mundo la enfureció: «A una semana de divorciarse, Adele fue vista a los besos con otro hombre». La prensa amarilla no le daba tregua.
Adele y su ex, Simon Konecki. (Foto: AFP)
Desconfiada, ya no tiene ni una pizca de ingenuidad con la prensa. Aprendió la lección de la muerte de Amy Winehouse. «Ver a Amy deteriorarse hizo que me asustara. Todos estábamos muy entretenidos con ella y su desastre. Yo estaba putamente triste por eso, pero si alguien me mostraba una imagen de ella en un mal momento, la veía. Si no las hubiéramos mirado, habrían dejado de tomarle esas fotos. Ese nivel de atención es aterrador».
Lo que alguna vez le dijo a la revista Rolling Stones es algo que gira permanentemente por su cabeza. «Me pregunto si hubiera tenido tanto éxito sin ser de talla grande». En esa oportunidad también soltó: «Creo que hago que las personas se recuerden a sí mismas. Soy creíble porque no soy perfecta». Ahora, con las medidas «perfectas», tendrá que reelaborar esa teoría.
Fuente: Clarín