«En estos diez años, he cambiado mucho. He vivido y eso te transforma», agrega.
«Canta como los dioses», dice el «Portugués» Da Silva, histórico ingeniero de sonido de los míticos estudios ION, sobre Abel Pintos. El sonidista está en la cabina y acaba de grabar dos temas del músico, que minutos antes desplegaba su potencial vocal, del otro lado del cristal, rodeado de una orquesta sinfónica.
Nueve violines, tres violas, una tuba, tres cornos y duplas de chelos, bajos, trompetas, trombones, clarinetes, fagots, flautas y oboes, lo acompañan. Además, un arpa y dos guitarras, bajo la dirección y arreglos de Guillo Espel. Con esta formación, Pintos dará un paso más en su exitosa carrera y presentará en noviembre Universo paralelo, su primer concierto sinfónico, en el estadio Buenos Aires Arena.
Como adelanto está la grabación de estos temas, que verán la luz en los próximos días: una nueva versión de «Cien años», cortina musical de ATAV, y «Cuando ya me empiece a quedar solo», de Sui Generis. En ION, Abel va y viene a la cabina e intercambia con los técnicos. Viste para la ocasión, más formal de lo habitual, y saluda a todos. Se calza los auriculares, vuelve al micro y comienza otra toma. «¿Todo listo, Portu?», lanza, dispuesto a ejecutar lo que mejor sabe. «Sí, señor», le responde el hombre que entre esas mismas paredes grabó a las grandes voces del tango, el rock y la música nacional.
«Abel tiene una voz muy personal y no lo podés asociar a nadie. Tiene un timbre especial y una afinación increíble. Además, está en todos los detalles», valora el sonidista. El músico de Bahía Blanca al que «descubrió» Raúl Lavié, luego apadrinado por León Gieco, hoy con 35 años y que canta desde la niñez, no deja nada librado al azar. Hizo ya una especie de reconocimiento del terreno en el Arenas, sabe qué vestirá esos días, pule su repertorio y entrena sin pausa su físico y su voz para los shows.
Universo paralelo es, sin embargo, una propuesta aun más ambiciosa. Mientras trabaja en su próximo disco, en el que compone junto a artistas internacionales, Pintos explora en sintonía a ello nuevos caminos: escribe con vistas a futuras publicaciones, estudia notación musical y no deja de soñar, entre otras cosas, en dirigir él mismo una orquesta. Dentro de sus ecuaciones, todo es posible. Sobre ello, conversa con LA NACIÓN.
-¿Qué supone para un músico con raíz en el folclore y que destaca en la balada pop este proyecto sinfónico?
-Está siendo una experiencia muy distinta a todo lo que viví y me lleva a tener que reinterpretarme. Estoy trabajando con mi coach vocal cada canción como si la estuviera aprendiendo, como si no fuera mía, ya que tendré que cubrir frecuencias de sonido y espacios de interpretación concretos. Ayer estaba en otro estudio con mi disco nuevo y ahora en éste con toda una orquesta armada, y en lugar de cinco personas, me encontré a cien. Incluso dije: ¡Hasta me puse un traje para venir a cantar! Mientras ayer estaba en ojotas y bermuda. Universos paralelos.
-¿Qué aires adquieren las nuevas grabaciones?
-Contamos con el Portugués Da Silva porque él ha grabado infinita cantidad de veces a grandes orquestas con sus cantantes en el estudio en vivo. Eso implica que, cuando cantás tenés un «one shot», una oportunidad. Yo quería vivirlo de esa manera, no quería compartir con el público algo demasiado editado. Quería que escuchara estas canciones en la previa al concierto y pudiera entrar en las sensaciones que vamos a buscar en el recital.
-¿Por qué elegiste estos temas?
-«Cien años», porque ha logrado una repercusión enorme y no está en ningún disco. Es una canción muy joven que, sin embargo, ya es muy conocida. Y «Cuando ya me empiece a quedar solo» porque es una de las canciones estrella de este concierto, no solamente porque es maravillosa sino por lo que significa para mí la oportunidad de cantarla.
-¿Cómo te preparás para los shows?
-Estoy entrenando de manera particular. Habitualmente me muevo mucho en el escenario, salto, corro, vengo, voy. Cuando hago giras entreno a distintas velocidades, porque luego es lo que pasa en escena. En cambio ahora estoy trabajando la parte aeróbica, porque necesito de mucha presión de aire para estas interpretaciones y para los manejos de los volúmenes. En el escenario voy a estar un poco más estático. Y, en lo vocal, estoy buscando acentos y tonalidades.
-¿Cuál será el formato del show?
-Durará sobre una hora y media y cada canción será un viaje muy intenso. Incluirá las canciones más conocidas y otras que no son tan populares y que ahora ganan un carácter muy interesante en su arreglo sinfónico. Serán todos temas de mi autoría, salvo «Cuando ya me empiece a quedar solo».
-¿Cuáles son tus expectativas respecto al nuevo estadio? ¿Lo pudiste visitar?
– Estuve en el lugar y es maravilloso, imponente. Cabe mucha gente y lo diseñaron muy bien porque el público está hacia arriba, no hacia atrás. Es como La Bombonera: el que está más lejos, entre comillas, está más alto en realidad, por tanto sigue estando cerca. Visité la obra y me fui al punto más lejano del escenario. En la zona del escenario había obreros trabajando y yo los veía perfectamente. Se va a ver bien de todas partes. Como suele ocurrir en las «arenas» de todo el mundo, son lugares donde cabe mucha gente pero que son aptos para que se oiga especialmente bien. La Argentina merece lugares así. Y está diseñado para puestas complejas, con un techo que soporta muchísima cantidad de kilos colgados. Nosotros mismos vamos a usar una cantidad de luces y de pantallas significativa.
-¿Sabés ya lo que vas a vestir ese día?
-Sí, sí. Todo lo estamos diseñando mucho.
-¿Especialmente elegante?
-Eso me lo decís al otro día.
-¿Cómo se perfila el nuevo disco?
-Tenemos la ilusión de que salga en mayo. Será el primero en el que no me voy a meter en absoluto en la producción. Decidí confiar plenamente en los productores que elegí. Compuse 40 canciones y estamos en una tarea muy dura de elegir doce, quizás dieciséis. Me interesó mucho haber escrito todo el repertorio. No hay covers. Hice una gira de dos meses y me di el gusto de escribir canciones con un montón de artistas con los que quería: Gian Marco, Beatriz Luengo, Yotuel Romero -líder de Orishas-, los españoles Diego Cantero y Vanesa Martín, el dúo venezolano San Luis, el cantautor mexicano Mario Domm, y otros. En colaboración, hice como 22 canciones, y otras tantas solo. Tendrá acentos de muchos lugares y el propio.
-En el horizonte de los últimos diez años, ¿en qué ha crecido Abel Pintos?
-Mi voz ha cambiado mucho. Según el momento, el sonido que uno emite resuena en distintos lugares del cuerpo, y, habitualmente, los lugares de resonancia que elegimos consciente o inconscientemente, tienen que ver con lo que nos atraviesa a nivel emocional. Entonces, mi voz ha resonado en distintos sitios de mi cuerpo.
-¿Podrías identificar esas partes de tu cuerpo por las que ha discurrido tu voz?
-Cuando era niño engolaba mucho la voz, colocaba mucho la voz en el velo del paladar. De alguna forma, la estaba reteniendo. Cantaba muy fuerte y no hacía matices. Y eso tiene sentido, porque cuando uno está comenzando, tiene muchas ganas, pero hay una inseguridad muy grande. Con los años y conforme me fui convirtiendo en una persona más extrovertida, mi voz empezó a salir proyectada de otra manera. Cada vez que grabo un disco, busco una nueva forma de resonar, porque digo cosas distintas. En definitiva, en estos diez años, lo que ha cambiado mucho he sido yo. He aprendido y he vivido, y eso te transforma.
-Esta vez versionaste a Sui Generis, pero has dicho que tenés una larga lista de temas de otros artistas que querés grabar. ¿Quién está en esa lista?
-«Cuando yo me empiece a quedar solo» era prácticamente el número uno en la lista. Me gusta también mucho «A tout le monde», de Megadeth, pero ¿con qué excusa la canto? Me gusta «Mon amor», de Nilda Fernández, y el tango. Tendré que encontrar los momentos.
-¿Cómo ves la renovación en el rock? Un ganador de tres premios Gardel, como es tu caso, ¿cuánto tiempo se toma para escuchar a otros artistas como, por ejemplo, a la ganadora del último Gardel de Oro, Marilina Betoldi?
-Lo de nuevo es muy relativo, porque la mayoría de las bandas recorre un camino larguísimo hasta el reconocimiento popular. Este tiempo en la Argentina está siendo bastante revolucionario: se están creando espacios donde tocar géneros que están como en creación. Por ejemplo: a mí me gusta mucho lo que hace Juan Ingaramo. El primer disco que escuché de él, Pop Nacional, es súper pop, pero él ahora fue entrando en contacto con la música urbana de una forma natural, como parte de su creatividad. Ahora hay un montón de artistas que pueden seguir por esa huella. Pasó con Eruca Sativa, pasa con Marilina, con Louta, con Wos, con Ca7riel, con Neo Pistea. Todos ellos no solo están ganando espacio sino que están creando espacios para que otros artistas exploren esos lugares, incluso artistas que hace muchos años que hacen música, como quien te está hablando. Yo los escucho y me influencian mucho. Me emocionan y me genera mucha curiosidad aprender de sus formas de abordar la música desde lo estético, desde el sonido, desde cómo dicen las cosas. En ese sentido, están rompiendo esquemas.
-En lo profesional, ¿qué te queda pendiente?
-Universo paralelo es el inicio de un camino que tiene que ver con poder tomarme el tiempo de aprender y de abarcar distintas ramas del arte que siempre me interesaron, para descubrir cosas mías. Es un camino bastante ambicioso. Me gustaría mucho, algún día, poder dirigir una orquesta sinfónica. Por eso empecé a estudiar música. Aún no sé leer una partitura ni escribir un arreglo ni componer en ese lenguaje, y quiero aprender.
También sé que quiero ser escritor, no importa por cuánto tiempo ni con qué nivel de éxito, pero quiero explorarlo.
-En lo personal, ¿cómo estás?
-Muy bien. Cada vez que aprendo de un proyecto, me siento como muy excitado. Me despierto con muchas cosas en la cabeza y sé que es tiempo de llevarlas adelante. Me siento muy feliz.
Fuente: La Nación