Black Sabbath lanza Sabotage, cumbre metalera-psicodélica.
Un año antes del punk, dos después del glam y a un lustro de la dominación del prog y el hard-rock, si hubiera que definir 1975 en términos discografícos sería algo así como una terra incognita, un espacio libre de grandes revoluciones. Sin embargo, con la industria del vinilo fortalecida tras la crisis del petróleo, 1975 dejó álbumes ambiciosos, cuya música desbordaba de nueva vitalidad. A Night at the Opera de Queen, The Original Soundtrack de 10cc y el álbum homónimo de Fleetwood Mac reflejaban perfeccionismo (que algunos interpretarían como desmedido) y discos de Earth, Wind & Fire, Parliament y KC & The Sunshine Band anticipaban la inminente música disco, que tendría su apogeo en 1978.
1. Black Sabbath
Sabotage
“Sólo debés creer en vos mismo y en los seis primeros discos de Black Sabbath”, dijo alguna vez Henry Rollins. Y tenía razón. Sabotage es el último capítulo de una saga imbatible y el comienzo del fin de la relación tortuosa entre sus integrantes. Grabado con abogados en el estudio, por demandas cruzadas a los managers que estafaron al grupo en cifras millonarias, el sexto álbum de Sabbath se cocinó en un estado de desilusión y furia. Cincuenta años después, es una pieza modélica de heavy metal, tan imprevisible como las variaciones de “Symptom of the Universe”, o el acercamiento a la psicodelia lisérgica contenida en “Am I Going Insane?”.
2. Brian Eno
Another Green World
Brian Eno era el intruso esteta del rock, y uno de sus toques maestros fue la concepción de Another Green World: catorce canciones e instrumentales que van de lo siniestro a lo celestial. Hay algo de patchwork, como si Eno tanteara nuevos rumbos (¿el ambient de “Becalmed”? ¿La fusión de la explícita “Zawinul-Lava”?), mientras el disco fue adquiriendo identidad propia, un sentido paisajístico que surge de la unión entre canciones e instrumentales, y vuelve a AGW algo único y misterioso. Trascendental.
3. Queen
A Night at the Opera
Para el gran público, el quinto álbum de Queen representa la pompa de “Bohemian Rhapsody” y el sentimentalismo meloso de “Love of My Life”. Pero el disco es mucho más que eso. A Night at the Opera es uno de los trabajos más eclécticos y refinados de los 70. Chequeemos: hard-rock (“Dead on Two Legs”), glam-rock (“Sweet Lady”), prog-rock (“The Prophet’s Song”), country (“’39”), pop (“You’re My Best Friend”). A Night at the Opera es un discazo con dos tracks trillados. Que los árboles no oculten el bosque.
4. Roxy Music
Siren
En sus primeros cuatro discos Roxy Music reimaginó el arte pop americano; en el quinto rompió la cuarta pared. El bajo funk y el saxo brumoso de Andy Mackay son un arranque inusual, pero Bryan Ferry baila tap como si hubiera nacido en Brooklyn, y “Love is the Drug” es el primer hit internacional de Roxy. Lejos del flair europeo, Siren une con gusto soul, rock y hasta prog para culminar en la agridulce y monumental balada “Just Another High”. Lo que empieza en la pista de baile termina con una carta de adiós.
5. Patti Smith
Horses
Horses es la precuela del punk-rock; fue considerado el disco más rupturista del año, así como el debut de los Ramones definiría 1976 y Marquee Moon lo haría al año siguiente. Embebida en simbolismo francés y cultura rock, Patti mezclaba poesía con recreación de clásicos (“Gloria”, “Land of a Thousand Dances”), adelantándose por mucho a la cultura del sampler. La producción de John Cale preserva la crudeza de Patti y su grupo, algo que lamentablemente desaparecerá en sus futuros discos.
6. Neil Young
Tonight’s the Night
¡Qué cambio! En la portada, Neil nos recibe con barba, gafas oscuras y el dedo índice en alto. Está todo bien o está todo mal. Está todo mal. Pico de la “ditch trilogy”, Tonight’s the Night es un disco bajonero, pero esperanzador. Porque de cualquier disco de Neil Young se sale fortalecido. Es una road movie nocturna (“Come on Baby Let’s Go Downtown”), con desvíos por el blues (“Speakin’ Out”) y las baladas andrajosas (“Albuquerque”). Es el disco más variado de Neil, y también el más milagroso.
7. Funkadelic
Let’s Take It to the Stage
El P-Funk es así. George Clinton elaboraba el plan proto-disco de Parliament mientras guardaba sus mayores extravagancias para su otro proyecto, Funkadelic. Y en ese sentido, Let’s Take It to the Stage es uno de sus mejores exponentes. Algo más volcado al rock, George chicanea a la competencia en el primer track (“Ey Fool and the Gang, let’s take it to the stage!”), cede el micrófono a Bootsy Collins en la loca “Be My Beach” y descorcha cuerdas de plomo en la febril “Get Off Your Ass and Jam”, que por sí sola vale el disco.
8. Lou Reed
Metal Machine Music
Inescuchable para la mayoría de los mortales, Metal Machine Music es un disco doble de acoples que tuvo como su mayor apologeta a Lester Bangs, el santo patrono de los críticos de rock. Bangs solía escuchar el disco en su walkman (¡!), junto a otro de Xenakis sobre bombardeos de guerra. En una entrevista, Reed, convencido de que su ruidismo tenía aires sinfónicos, le contó a Bangs que había presionado a la compañía RCA para que el álbum saliera dentro de su serie de música clásica. Por supuesto, no lo logró.
9. 10cc
The Original Soundtrack
“No estoy enamorado, no no”, enfatiza el varón despechado. “Es solo una etapa rara que estoy pasando”. Pero las excusas que interpreta Eric Stewart se desvanecen con las deseosas sobregrabaciones vocales que, en este disco, anticipan el sampler, y los coritos “big boys don’t cry” que se le adelantan a The Art Of Noise. “I’m Not In Love” es la antibalada definitiva, y el valor del tercer disco de 10cc aumenta con la suite “One Night in Paris”, una ingeniosa parodia a los romances de Hollywood. Dos obras maestras al precio de una. ¿Qué más querés?
10. Curtis Mayfield
There’s No Place Like America Today
Desde “People Get Ready” (1965), el hit no oficial por la lucha de los derechos civiles, Curtis puso las más sofisticadas melodías al servicio de la igualdad racial. Después del disco Impressions, el soulman de Chicago fue subiendo el termómetro hasta llegar a There’s No Place Like America Today, cuyo irónico título lo dice todo: no existe tal vergel para los afroamericanos. “Hard Times” y “Blue Monday People” exploran las miserias cotidianas, mientras el sublime “Love to the People”, último track, arroja un manto de esperanza.
11. Jethro Tull
Minstrel in the Gallery
Alternando entre blues blanco, folk, prog y hard-rock, la banda de Ian Anderson hizo todas las paradas posibles hasta llegar a Minstrel in the Gallery, su álbum más acabado desde Thick as a Brick. Instrumentalmente, incluso supera todo lo conocido, con particular foco en la guitarra de Martin Barre, de una crudeza casi metalera. La joya del disco es la suite “Baker Street Muse”, que combina la canción folk y el hard-rock en modos más felices incluso que A Passion Play, su referente más cercano.
12. Al Green
Al Green Is Love
En 1975 la mayoría de los soulmen se habían pasado al funk o estaban a punto de jubilarse. No fue ese el caso de Al Green, cuyo single “L-O-V-E” mezcla lujuria y pasión con la usual efervescencia. Al Green Is Love también incluye “The Love Sermon”, suerte de ensayo del futuro reverendo, con órgano suspendido, repiqueteo de hi-hat y una guitarra reptante que da al sermón un toque endiablado. Y qué decir de “I Didn’t Know”, una balada que se va consumiendo en ocho ardientes minutos. Su último gran disco hasta The Belle Album (1977).
13. Hatfield and the North
The Rotters’ Club
Hatfield fue la crema y nata de lo que dio en llamarse “Canterbury Sound”, un prog con gusto jazzero, típicamente inglés. Y The Rotters’ Club (título más inglés que el té) es la feliz secuela del homónimo debut. Dave Stewart (teclados), Phil Miller (guitarra) y Pip Pyle (batería) surcan con élan un sinuoso mapa de melodías e improvisación, con el bajo y el flemático barítono de Richard Sinclair como frutilla del postre. Si Genesis y Yes no son lo tuyo, probá escuchar Hatfield una tarde de otoño. Te vas a emocionar.
14. Kevin Coyne
Matching Head and Feet
Absurdamente criticado como un intento “convencional”, Matching Head and Feet es en realidad otro álbum feroz y el fracaso definitivo de Coyne por llegar al mainstream. Acompañado por un pre Police Andy Summers, KC lleva a rastras su pasado por antros de blues y hospitales psiquiátricos en canciones sobre violencia familiar (“Turpentine”) y asesinos en fuga (“Saviour”). Hay un mundo cruel allá afuera, pero por suerte la bella y lagañosa “Sunday Morning Sunrise” nos redime de todo pecado.
15. Harmonia
Deluxe
Dieter Moebius y Hans-Joachim Roedelius, los magos de los sintetizadores de Cluster, traban armas con el guitarrista Michael Rother (Neu!) en Harmonia, el supergrupo por excelencia del krautrock. Mientras el debut homónimo se entrega a galácticas exploraciones, Deluxe resulta un affaire más melódico, con raleadas vocalizaciones y la adición del baterista Mani Neumeier (Guru Guru) en el instrumental “Walky Talky”, un track ideal para caminar muy pancho por la Luna.
16. Fela Kuti & Africa 70
Expensive Shit
Ah, Fela… Durante los setenta no podía fallar, y Expensive Shit es una bomba de tiempo con caja automática. El título se debe a un porro que Fela debió tragar y cagar para no ser detenido por el gobierno dictatorial de Lagos, y decir que el lado uno reproduce esa experiencia sería ir demasiado lejos (aunque, desde luego, el extenso track homónimo explota con bronces y percusión sobre un simple rasgueo de guitarra). El lado dos, “Water No Get Enemy”, es la contracara, un tema jazzy donde brilla Fela al piano eléctrico.
17. John Martyn
Sunday’s Child
Sunday’s Child es un álbum de transición entre el folk trascendental de Inside Out y el ambient electroacústico de One World. De hecho, el disco funciona como borradores que muestran lo mejor de John Martyn, y en esa incompletud está el atractivo. “My Baby Girl” evoca las primeras baladas con su esposa Beverley; “You Can Discover”, a la beatífica “Solid Air”. Pero es en “Root Love” y “Sunday’s Child” donde Martyn realmente trasciende, con su guitarra bramando un funk mutante que no escucharás en ninguna otra parte.
18. Gilgamesh
Gilgamesh
Liderado por el tecladista Alan Gowen, con Phil Lee en guitarra, Jeff Clyne en bajo y Mike Travis en batería, Gilgamesh fue un grupo algo soslayado por los popes del sonido Canterbury (Soft Machine, Caravan, Hatfield), pero de una personalidad propia, algo injusta de encasillar. Capaz de hábiles líneas temáticas y vertiginosos cambios de ritmo, el cuarteto hacía una interesante alternancia entre instrumentos acústicos y eléctricos, mientras Gowen no era ajeno a la disonancia del sintetizador. Un disco a rescatar.
19. Richard & Linda Thompson
Pour Down Like Silver
Si los dos primeros discos de Richard y Linda Thompson estaban dominados por el folk-rock y el sarcasmo, Pour Down Like Silver, grabado tras la conversión de la pareja al sufismo, explora un sonido más meditativo, solo interrumpido en la cáustica “Hard Luck Stories” (presumiblemente dedicada a la cantante folk Sandy Denny). Richard expande su paleta con banjo y acordeón, y su guitarra brilla en el trance final de “Dimming of the Day”, con arpegios minimalistas que influirán a contemporáneos como James Blackshaw.
20. Joni Mitchell
The Hissing of Summer Lawns
La tapa muestra una boa constrictor y una especie de procesión tribal en Sheep Meadow, Central Park. Parece que a Joni Mitchell ya no la rodean las chicas de Laurel Canyon sino el jazz cosmopolita de Manhattan. Entre el silbido del pasto caliente canta sobre la favorita de un proxeneta (“Edith and the Kingpin”), una noche de lujuria en una suite continental (“Harry’s House”) y hace el primer crossover con música africana (“The Jungle Line”), antes que Gabriel, Simon y Byrne. Olvídense de Blue y Hejira: esta es su verdadera obra maestra.
21. Smokey Robinson
A Quiet Storm
A Quiet Storm probó ser el álbum que sacó a Smokey Robinson de su estrecha identificación con The Miracles. En otras palabras, es el disco que validó su carrera solista. Este es un Smokey atento a los detalles, a insertar ventiscas que anuncian tormenta entre tema y tema y a arreglar con inigualable criterio todas las baladas, con el bonus del fabuloso funk “Love Letters”. Smokey fue tan certero en su concepto que el término “a quiet storm” pasó a ser utilizado por los críticos para definir este tipo de cool soul.
22. Todd Rundgren
Initiation
En 1974 Todd Rundgren formó Utopia, su grupo de rock progresivo comandado junto al tecladista Roger Powell. Fruto de esa relación surgió Initiation, su álbum más pretencioso y aquel que expone sus mayores defectos y virtudes. Mientras el lado dos es una atolondrada incursión en el reino de los sintetizadores, el uno incluye tracks insoslayables como el power-pop fusión “Initiation” y la inmensa balada “Fair Warning”. Su último disco venturoso, para escuchar con el skip del control remoto.
23. Alvin Curran
Songs and Views from the Magnetic Garden
A sus 86 años, el americano Alvin Curran es uno de los tesoros vivos de la música. En los sesenta emigró a Roma para hacer música con instrumentos de juguete y pelotitas de ping pong junto al colectivo experimental Musica Elettronica Viva. También conocido como Canti e Vedute dal Giardino Magnetico, su debut solista, Curran conjura campanas, una kalimba, canto de pájaros y los melismas de su voz para dar forma al “jardín magnético”, y luego arroja una seductora cadencia de órgano para internarnos en el perfume de la urbe romana. Inicio de una discografía secreta y vital.
24. Allen Toussaint
Southern Nights
Ajusten los controles para el corazón del sol. Después de haber sentado las bases de buena parte del sonido NOLA en los 50 y 60, Allen Toussaint se despachó con un álbum mayormente tripero, deudor de la psicodelia y los honky tonks de madrugada, que no se parece a nada hecho antes o después. Incluso su voz suena agradable, con coros femeninos prestados por el séquito de Dr. John. ¿Sabían que Boz Scaggs hizo una versión de “What Do You Want the Girl to Do?”. No, mejor olvídenlo. Esta es la que vale.
25. Kevin Ayers
Sweet Deceiver
Los rockeros aman la buena vida, pero nadie la vivió mejor que Kevin Ayers, capaz de ser feliz con una linda chica, una copa de vino y una vista al Mediterráneo. En todos sus discos previos hay aires de bon vivant, pero Sweet Deceiver es prácticamente un manual del buen epicúreo. Acompañado por Elton John al piano, Kevin pasea su bronceado por la ciudad en “City Waltz” y “Toujours la voyage”, y sólo se pone serio en “Observations”, con un mensaje claro: el mundo es injusto, pero tratá de pasarla bien.
26. Kraftwerk
Radio-Aktivitat
Si Autobahn reprodujo el trance de las autopistas, ¿por qué no hacer lo mismo con las ondas radiales, al fin y al cabo otro tipo de comunicación? Precursor de Dazzle Ships de OMD, el disco arranca con un contador Geiger y habrá numerosas interferencias alusivas al uso de dispositivos en la Guerra Fría; pero Radio-Aktivitat es el primer álbum de canciones de Kraftwerk, un nexo entre los experimentos iniciales y el tecno-pop de The Man Machine. Sus bellas melodías lo hacen un favorito de la tribu kraftwerkiana.
27. David Bowie
Young Americans
En plena gira norteamericana de Diamond Dogs, David Bowie encontró el placebo para desengancharse de todas sus máscaras glam. Desde Harlem hasta Filadelfia, husmeó en salones y tugurios de la cultura negra, incorporó a su banda nuevos talentos (Carlos Alomar, Luther Vandross, Willie Weeks y Dennis Davis, entre otros) y se asumió como un soulman andrógino. En Young Americans Bowie suena relajado, casi flota (“Right”, “Fascination”), es un crooner maligno (“Can You Hear Me”) y el mejor nuevo amigo de Lennon (“Fame”).
28. Bob Dylan
Blood on the Tracks
“Es la odisea de un enamorado místico poseído por una relación que no puede resolver”, escribió Greil Marcus sobre la biblia del divorcio. Dylan siempre se burló de las etiquetas que persiguen a Blood on the Tracks, incluso sostuvo que las canciones estaban inspiradas en cuentos de Antón Chéjov. Lo cierto es que Sara Dylan puso fin a un matrimonio de siete años y más allá de las lecturas reduccionistas, el poeta exorcizó el momento con una oda sobre la pérdida y cubrió el dolor con algunas de las mejores melodías del folk-rock del futuro.
29. Led Zeppelin
Physical Graffiti
A Zeppelin solo le faltaba un álbum doble para completar su etapa de dominio planetario durante la primera mitad de los setenta. El White Album del hard-rock es un ejercicio de poder y experimentación. “Queremos crear algo tan famoso como la Quinta de Beethoven”, dijo Plant mientras Page jugaba con una escala arábiga y Bonzo exponía el efecto tridimensional para la batería mitológica de “Kahsmir”. La canción preside la obra, en donde hay tiempo y espacio para mejorar el pasado (“Houses of the Holy”) o inventar nuevos mundos (“Ten Years Gone”).
30. Pink Floyd
Wish You Were Here
Internamente, Pink Floyd era una banda rota luego de Dark Side of the Moon. Nadie deseaba estar ahí y las tensiones entre Waters y Gilmour cortaban el aire de Abbey Road. La irrupción fantasmal de Syd Barrett desnudó aún más el estado de ánimo que reinaba en el estudio. WYWH es un álbum devocional al amigo caído en combate, la culpa y la fama cocinan el duelo. Para muchos fanáticos es la obra cumbre del grupo. En las cuatro notas de guitarra que Gilmour repite en “Shine on You Crazy Diamond” descansa la eternidad del disco del hombre quemándose en vivo.
31. Bruce Springsteen
Born To Run
“Tenemos que salir de aquí mientras seamos jóvenes, porque los vagabundos como nosotros nacimos para correr”, canta Bruce y abre un horizonte infinito como lo hizo Kerouac con su novela On the Road. Born to Run es energía de motores, fugas desesperadas y rock de la clase trabajadora pero en plan Phil Spector. El saxo de Clarence Clemons es un pistón extra que eleva o baja la intensidad de las canciones desde la sutileza de un adorador del detalle. The Boss captura un momento irrepetible y desde su tercer disco gana en todas las pistas.
32. Fleetwood Mac
Fleetwood Mac
Para 1975 quedaba poco de aquella vieja institución sagrada del blues británico. La mudanza de Londres a Los Ángeles sumó a una pareja de hippies californianos: Stevie Nicks y Lindsey Buckingham encajaron a la perfección. Fleetwood Mac no solo ganó nuevas voces, se transformó en un sofisticado objeto para radios AOR. Folk embrujado (“Landslide”), pop-rock bailable (“Say You Love Me”, “Sugar Daddy”) y piezas melódicas imbatibles (“Rhiannon”) sembraron el terreno para la llegada de Rumours.
33. Peter Hammill
Nadir’s Big Chance
En 1977, Johnny Rotten sorprendió a los oyentes de Capital Radio cuando programó temas de Nadir’ Big Chance. Editado dos años antes, el quinto álbum solista de Peter Hammill anticipaba el estallido punk. Bajo el alter ego de Rikki Nadir, el cantante de Van der Graaf Generator utiliza la denominación “punk beefy songs” (musculosas canciones punk) en un manifiesto que ilustra la contratapa. La urgencia domina su sistema nervioso central, harto de todo proclama: “¡Aplasten al sistema con la canción!”. Alienación y tormentas eléctricas en la antesala del cambio de era.
34. Steely Dan
Katy Lied
Algo falló en el corte final de Katy Lied. Los reyes del audio absoluto tuvieron que resignar su perfeccionismo obsesivo ante un flamante chiche tecnológico: “Descubrimos que el sistema de reducción de ruido DBX funcionó mal”. Donald Fagen y Walter Becker nunca más pudieron escuchar el disco. Para el resto de los mortales significó la obra que marcó el fin de las giras, el dúo convertido en bichos de laboratorio rodeado de enormes sesionistas. El álbum del error mantiene una ternura pop que en el futuro sería reemplazada por estrategias más sofisticadas.
35. Bee Gees
Main Course
Estancados en un limbo creativo, los hermanos Gibb empezaron a trabajar con el legendario productor Arif Mardin. La apuesta no logró frenar el declive: Mr. Natural (1974) dejó algunas buenas canciones pero el trío seguía tocando en boliches de poca monta. El nuevo aliado los animó a escuchar discos de Stevie Wonder, The Stylistics y The Spinners. El clic se produjo cuando Ardim sugirió a Barry Gibb subir su voz una octava. Ahí nació el falsete salvador y la marca de “Nights on Broadway”. Temas como “Jive Talkin” y “Wind of Change” inauguraron la sobrevida disco-music de los Bee Gees.
36. John Lennon
Rock’n’Roll
“Suena como música en busca de un clímax que nunca llega”, dijo Jon Landau en una crítica lapidaria publicada en ROLLING STONE en mayo de 1975. Grabado en medio del tortuoso “lost weekend”, Rock’n’Roll es un intento desesperado por recuperar la inocencia perdida. Lennon se abraza a sus héroes de la adolescencia y es su voz la que vence al tiempo. Conmueve como se adueña de “Stand by Me”, el clásico de Ben E. King, o muñequea los vértices de “Be Bop a Lula”. La gloria está de su lado.
37. Dr. Feelgood
Malpractice
“I wanna live”, dice la primera línea de “Going Back Home”, rotundo hit del segundo disco de Dr. Feelgood. La voz áspera de Lee Brilleaux, un dandy suburbano, y la guitarra exacta de Wilco Johnson forman el sistema de choque y orgullo de Canvey Island, zona portuaria situada en el estuario del Támesis. Como hermanos mayores del punk británico, reactualizaron el rock de los cincuenta y crearon las bases del pub-rock con maravillas cervezales (“Back in the Night”). Malpractice es su obra cumbre.
38. Jeff Beck
Blow by Blow
Se parece a la escena de Blow Up. En vez de partir la guitarra, Jeff Beck cortó los lazos de un destino previsible. En 1975 veía cómo crecían las figuras de Page y Clapton, mientras él seguía lidiando con la etiqueta de “eterna promesa”. Blow by Blow inicia su fase solista bajo la influencia del jazz-rock. Con producción de George Martin, el nuevo Beck es un torbellino funk que tributa a Los Beatles o a Stevie Wonder con notable soltura instrumental. Su guitarra canta, es un ruiseñor, y llega a lugares insospechados.
39. Elton John
Captain Fantastic and the Brown Dirt Cowbo
Si Rocketman cuenta la historia de Elton John en tiempo de comedia musical, Captain Fantastic… se adelantó varias décadas al film biográfico. Elton y su eterno letrista, Bernie Taupin, asumieron los alter egos de Reg Dwight y Kid para visibilizar esa rara simbiosis. Hay claras referencias al misterio de componer canciones, la fama y hasta el intento de suicidio del cantante (“Someone Saved My Life Tonight”). Entre las fotos de un camino recorrido, también aparecen John Lennon (“Lucy in the Sky with Diamonds”) y la tenista Billie Jean King (“Philadelphia Freedom”).
40. John Cale
Slow Dazzle
En un estado de catarsis permanente, John Cale produce en el mismo año a Patti Smith (Horses) y graba dos discos incomprendidos. Slow Dazzle y Helen of Troy parecen el yin y el yang de una moneda oscura y bella a la vez. El primero es más amable gracias a la declaración de amor a Brian Wilson (“Mr. Wilson”), los bordes pop (“Talking It all Away”) o las baladas (“I’m not the Loving Kind”). Una nube negra cubre todo cuando suena la versión –mete miedo– de “Heartbreak Hotel” y se vuelve tragicómica en las quejas de Cale a Kevin Ayers por acostarse con su esposa (“Guts”).
41. Electric Light Orchestra
Face the Music
Poco antes de grabar Face the Music, el padre de Jeff Lynne fue tajante: “El problema con tus canciones es que no tienen melodía”. El experimento de fundir el legado de Los Beatles con las orquestaciones sinfónicas encontró las líneas melódicas en el quinto disco de la ELO. Papá Lynne tenía razón porque desde el swing-disco de “Evil Woman” a la balada Harrison de “One Summer Dream”, los estribillos dominan al inminente pop de cámara. Una obra en desarrollo que convirtió a Jeff en un colaborador frecuente de los ex Fab Four.
42. Kiss
Dressed to Kill
El tercer disco de Kiss significó la puerta de entrada al rock de estadio. Aunque Neil Bogart –capo del sello Casablanca– estaba fundido, se las ingenia para grabar en condiciones más favorables y así elevar la calidad de la producción. La lírica abusa de los relatos sobre groupies (“Ladies in Waiting”), noches interminables (“Rock and Roll All Nite”) y la vida desquiciada en hoteles sin nombre (“Room Service”). Nadie pide otra cosa y el cuarteto es sumamente aplicado en esa dinámica instantánea. El plan de dominación mundial ya está en marcha.
43. Burning Spear
Marcus Garvey
Winston Rodney, más conocido como Burning Spear –en honor a Jomo Kenyatta, activista político que sería presidente de Kenia; jomo significa lanza ardiente en lengua kikuyo–, amplió su veta devocional rastafari con uno de los más impresionantes registros en la historia del reggae. Trascendente por la riqueza polirrítmica y una contagiosa prédica contra la opresión. El mensaje de Rodney trascendió y el álbum tuvo lanzamiento internacional a través de Island Records. El tema que da título al álbum es un homenaje al prócer jamaiquino que quiso unir a toda África en un solo país.
44. Neu!
Neu! 75
Faltaba una pieza para completar la santísima trinidad del krautrock. Neu! (1972) marcó el camino con su ritmo repetitivo y, casi sin querer, Neu! 2 (1973) trajo la invención del remix. Michael Rother y Klaus Dinger, terribles polos opuestos, volvieron a reunir ideas y neurosis en el arte de manipular cintas. El ciclo se completa con una obra maestra de la música electrónica y el rock más insumiso. “Hero” es punk-rock antes de todo, “ISI” la versión Neu! de Autobahn y “Leb’ Wohl” una despedida en forma de elegía. Buena parte del post-punk descansa en las enseñanzas de Neu! 75.
45. Serge Gainsbourg
Rock Around the Bunker
Imaginen una comedia musical sobre nazis cuando todavía quedaban heridas de la ocupación alemana. Una vez más, Serge Gainsbourg provoca y escandaliza a los franceses bien pensantes. En “Nazi rock” canta sobre SS travestidos (“ajusten bien sus ligas y corsés”), y en “Yellow Star” cuenta su propia historia como niño judío obligado a usar una estrella amarilla en la Francia ocupada. “El disco era divertidísimo, pero fue un fracaso estrepitoso. Era demasiado escandaloso, demasiado adelantado para su época”, dijo Jane Birkin cuando todavía era pareja de Gainsbourg.
46. Gentle Giant
Free Hand
En la esfera del rock progresivo, Gentle Giant orbita como un planeta único. Con fuertes raíces en la música medieval y renacentista, la banda de los hermanos Shulman alcanza en Free Hand nuevas marcas de evolución. “Just the Same” es un funky marciano con juegos vocales y vientos al servicio del ritmo, que podría figurar en los discos post-rock de Talk Talk. Más ambicioso aún es el enfoque para la fuga a cuatro voces de “On Reflection” y las resoluciones rítmicas de “His Last Voyage”. El fin de la era progresiva todavía tenía resto e ideas para desarrollar.
47. Earth, Wind & Fire
That’s the Way of the World
Casi nadie se acuerda del productor discográfico que intrepretaba Harvey Keitel en el film That’s the Way of the World. La película fue un fracaso, pero el soundtrack representó el primer gran éxito para EW&F. La banda que aparece en la historia estaba encabezada por Maurice White junto a un jovencísimo Philip Bailey. Prince reconoció que la canción que abre el disco fue una fuerte influencia en sus inicios. “Shining Star” todavía suena a supremacía soul que combina funk y ritmos latinos, los colores de la banda que quería pegarla en la peli olvidada.
48. Aquelarre
Siesta
En poco más de tres años, Aquelarre grabó cuatro discos esenciales del rock progresivo argentino. Siesta cerró un ciclo virtuoso marcado por señas originales y un inquebrantable funcionamiento grupal, todos componen, todos cantan. “Pájaro de la locura”, “Canto cetrino” y “Savia de los aromos” son reflejos bucólicos cercanos al formato canción. En cambio, “´Árboles caídos para siempre” revela su procedencia sinfónica y “El hombre cercano” anticipa un pista hacia el jazz-rock latino. Historia inconclusa que terminará con una estadía española antes de la separación.
49. Invisible
Durazno sangrando
La fascinación de L.A. Spinetta por El secreto de la flor de oro, el libro taoísta de yoga chino traducido por Richard Wilhelm y ampliado por Carl Jung, está presente en casi todos los temas del segundo disco de Invisible, una obra conceptual un tanto secreta. Spinetta se detiene en una de las tesis más célebres de Jung, la teoría de ánimus y ánima. El resultado es un viaje con mil lecturas, tan cambiante como la suite de 15 minutos que abre el disco, los pliegues divinos de “Durazno sangrando” o la extraordinaria destreza power-beat de “Dios de la adolescencia”.
50. Miguel Abuelo & Nada
Miguel Abuelo & Nada
Gloria del rock argentino extramuros. El viaje místico de Miguel Abuelo dejó un disco que aún hoy es un tesoro por descubrir. En Francia conoció a Moshé Naïm, un mecenas israelí que trabajaba con Salvador Dalí. “Es la encarnación del rock”, dijo Naïm y financió el proyecto imposible. Grabado en un castillo, Miguel Abuelo & Nada es Abuelo lanzado a una búsqueda experimental desde su voz indomable. Sonidos de clavicordio, momentos pastorales, chelos y efectos electrónicos conviven con exposiciones de poder a cargo de la guitarra (en sintonía Ritchie Blackmore) de Daniel Sbarra.
Fuente: Rolling Stone