Fuente de inspiración en el arte, la naturaleza irrumpe, por dar algunos ejemplos, en el romanticismo -donde la escisión con el hombre se vuelve trágica, irreconciliable-, pasando por el impresionismo hasta el land art, con acciones luminosas como las de Nicolás García Uriburu y las de Christo con Jeanne-Claude. Hoy, una serie de artistas vuelve a la naturaleza no solamente para intervenir en ella o tomarla como inspiración, sino para usarla como materia prima. El mundo marino, el viento, la tierra y las arañas pueden ser coautores de obras fascinantes.
El viento como aliado
Con tubos de plástico, botellas recicladas y maderas, el artista holandés Theo Jansen (Scheveningen, 1948), que tiene formación científica, hace tres décadas crea esculturas cinéticas impulsadas por el viento que denomina Strandbeest. Al moverse, sus primeras «bestias de la playa» generaban dunas que la protegían del aumento del nivel del mar. Es fabuloso ver a esos extraños seres avanzar y hasta volar en las arenas de La Haya.
Cada otoño Jansen declara extinto su Strandbeest, lo almacena en un «depósito de huesos» y comienza a crear otro. Su deseo es perpetuar la especie: que sean autónomos y que sobrevivan a su creador. Este año, creó una nueva habilidad: Ader tiene la capacidad de quedar suspendido para evitar las tormentas de arena.
Una de las «bestias de la playa» de Theo Jansen que protegen el avance del mar
El viento también es clave en la obra del argentino Germán Bormann (Córdoba, 1969), que vive en Valle Viejo (Catamarca) y que con distintos dispositivos convirtió ráfagas de casi 100 kilómetros por hora en dibujos. En la pandemia, con elementos que tenía en su casa (plomadas, hilos, lápiz y papel) creó una serie de dispositivos que colgó de las ramas de los árboles de su jardín y que permiten que el viento dibuje a ritmo acelerado. En cada obra consigna la velocidad del viento, su aliado.
Crear con el mundo marino para salvarlo
Escultor, fotógrafo y naturalista, Jason deCaires Taylor (Inglaterra, 1974) lleva ideas del land art al mundo subacuático, instalando sus esculturas en las profundidades del océano. Pero, ¿para qué montar colosales instalaciones a las que muy pocos, solo buceando, podrán acceder? Es que para él la finalidad de unir arte y naturaleza es revertir la destrucción del hábitat marino y de los arrecifes de corales.
Creadas con un cemento texturizado no tóxico -de pH neutro, libre de contaminantes- sus esculturas tienen la singular capacidad de estimular el crecimiento de colonias de corales, que se adhieren a la obras, y al tiempo, las completan. Las esculturas se transforman: adquieren vida, real y poética.
Para crear los arrecifes escultóricos, DeCaires Taylor trabaja con científicos marinos que estudian el impacto de las piezas: debe instalarlas antes de que se produzca el desove de las larvas de coral. Busca contribuir a regenerar el ecosistema marino. Mientras que la textura rugosa invita a las larvas de coral a adherirse y crecer, los rincones y los espacios oscuros formados, por dar un ejemplo, por los pliegues de la ropa de las figuras son propicios para que vivan peces y crustáceos.
DeCaires Taylor denomina museos a sus instalaciones escultóricas submarinas entre cardúmenes, pulpos, esponjas marinas y hasta tiburones ángel. En su página Web consigna datos preocupantes: «Durante las últimas décadas, perdimos más del 40 por ciento de nuestros arrecifes de coral naturales. El Instituto de Recursos Mundiales proyecta que el 90 por ciento de los arrecifes de coral estarán en peligro en 2030, y todos en 2050».
DeCaires fundó varios museos. El Museo Subacuático de Arte (MUSA) está integrado por una colección de más de 500 esculturas instaladas entre las aguas de Cancún e Isla Mujeres en México. El Museo Atlántico, en Lanzarote (España), fue el primer museo subacuático en Europa. Y Ocean Atlas, una monumental escultura de 60 toneladas, está ubicada en la costa occidental de New Providence en Nassau, Bahamas.
También diseña un parque subacuático de arrecifes creados por artistas la curadora Ximena Caminos, impulsora del ReefLine Miami Beach. La idea es construir arrecifes artificiales de corales para revertir su creciente desaparición y la erosión de la playa de Miami. El masterplan del proyecto, que podrá verse en Art Basel 2021, está a cargo del reconocido estudio de arquitectura OMA. Participarán con sus obras, entre otros, Leandro Erlich, Agustina Woodgate, OMA y están en conversaciones con Ernesto Neto. El proyecto debutará con una nueva versión de Orden de importancia: la impactante obra que Leandro Erlich realizó sobre la playa durante la semana de Art Basel en Miami (2019) estará hecha con concreto subacuático y contará con 22 autos. Con un complejo sistema de ingeniería, las obras (que deberán hacerse siguiendo características constructivas específicas y que estarán ubicadas a unos 50 kilómetros de la playa, entre South Beach y Bal Harbour) deberán sujetarse al fondo marino. «Cumplirán la función de arrecife: en este caso el arte es el artefacto», señala Caminos, al frente de este nuevo proyecto que impulsa el arte en el espacio público.
Artistas arácnidos
Si hay que pensar en artistas que incluyeron animales en sus obras, sin dudas, un caso emblema es el de Joseph Beuys (Alemania, 1921-1986) con su acción I like America and America Likes Me (Me gusta América y a América le gusto yo), en la que pasó tres días encerrado con un coyote en la sala de una galería de Nueva York. Damien Hirst (Inglaterra, 1965) trabajó con animales muertos e insectos vivos: desde su hiperfamoso tiburón nadando en formol, una vaca seccionada, ovejas y hasta un gran lienzo cubierto con miles de moscas muertas incrustadas en resina -el olor es fuerte-. También mostró un ciclo de vida completo: en una caja blanca colocó larvas que se transformaron en moscas y, luego, se alimentaron de la cabeza de una vaca. Si Hirst revolucionó el arte contemporáneo incluyendo animales, Tomás Saraceno (Tucumán, 1973) dio una vuelta de tuerca al asunto al reconocer en su exhibición Cómo atrapar el universo en una telaraña la coautoría de su obra con 7 mil arañas de la especie Parawixia bistriata, que habitan el norte argentino y son capaces de articular estrategias conjuntas para hacer telas de 15 metros de largo. Saraceno, que tiene la colección de telarañas tridimensionales más completa del mundo, pone el foco en la colaboración y cohabitación con otras especies.
Madre tierra
Con arcilla fresca, William Cobbing (Londres, 1974) hace fascinantes performances con guiños a las necesidades afectivas vitales (pueden verse en su Instagram). Con esa tierra, Cobbing -que indaga en el concepto de entropía- crea una obra conmovedora. El beso 2, con personajes con las cabezas cubiertas de arcilla es inquietante. «Tienen una especie de cascos de privación sensorial ya que aíslan el sonido y la luz externa: los performers están en la oscuridad, como si estuvieran en su propio mundo interno. Por lo tanto, son más conscientes de su respiración y de sus pensamientos y, por supuesto, confían mucho más en su sentido del tacto, que se incrementa a medida que otros sentidos, como la vista y el oído se reducen enormemente», cuenta Cobbing a LA NACION. En El beso 3 -una obra que hoy se resignifica con la distancia social impuesta por la pandemia de coronavirus– cada acercamiento hacia el otro refuerza la imposibilidad del contacto físico. En Larga distancia (que se exhibe desde el 10 de octubre en Human After All, en el Museo Nacional de Cerámica de Princessehof, en Leeuwarden), con los performers conectados físicamente, pero atrapados -y manipulados- en la estructura de arcilla, se vuelve patente el carácter ambiguo de la distancia física y afectiva. Un trabajo fascinante sobre la materia del amor.
Fuente: La Nación