“¿Te interesa?”, le preguntó Vera Kors, gestora cultural y clienta.Martín Churbano dudó. Llamó a Jessica Trosman, su antigua socia, con la que creó hace un cuarto de siglo una de las marcas de moda más exitosas de la Argentina. Y la citó en la calle Jaramillo, a mediados de 2020. “Encontramos de todo -recuerda el polifacético artista-. Nos dimos cuenta de que ahí había un tesoro”.
En aquel viejo galpón que estaba a punto de ser demolido hallaron telas y ropa de trabajo abandonada, que convirtieron enuna colección “cápsula” de Tramando. La experiencia fue apenas el principio de un reencuentro que volvió a potenciar la creatividad de ambos, y a impulsar un trabajo colectivo cuyo resultado sorprende ahora en la Usina del Arte.
Durante la reciente Noche de los Museos se inauguró allí Humana, una megainstalación realizada para ese lugar con materiales reciclados: desde palos, hierros y textiles hasta botellas y bandejas de de plástico, restos de botiquines y tapas de inodoros. Son 24 piezas que en conjunto pesan una tonelada y que, gracias a un sistema de tensegridad, logran la resistencia y el volumen necesarios para elevarse unos doce metros desde el piso hacia el techo del foyer de este edificio inaugurado hace poco más de un siglo, que abasteció de electricidad a una buena parte de la ciudad de Buenos Aires.
Parecidos a “humanoides con huesos, tendones, músculos y piel”, según Churba, esos cuerpos de superficies brillantes y sedosas surgieron, literalmente, de un basural. Así como junto a Jessica frecuentaban hace más de dos décadas los locales de Todo por 2 pesos en busca de collares de plástico cuyas cuentas aplicaban luego en vestidos de fiesta, y en 2001 –un año antes de disolver Trosman-Churba- realizaban un desfile en homenaje a Kenneth Kemble en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, ahora decidieron ir más lejos.
Recurrieron primero a Alicia Duarte, que trabajaba con Martín desde 2018 en procesos de recuperación y resignificación de materiales; ella es fundadora de la Cooperativa de Trabajo Diego Duarte, llamada así en recuerdo de su hermano que murió sepultado en el Ceamse por una descarga de residuos. “Lo que nos traía Alicia valía oro –dice Jessica-. Ya no era basura, era material limpio, disponible para ser usado”.
Se sumaron luego las cooperativas El Ceibo y Baires Cero Con, impulsada por Carlos Vázquez. “Carlos es pastor evangélico y recupera gente de la calle, les da oportunidades que otros no les dan –explica Churba-. Les da trabajo y con los plásticos que reciclan, hacen bolsas de basura”.
Durante dos meses, ellos aportaron todo tipo de objetos recuperados al equipo instalado en un taller de la Usina. Además de los asistentes, estuvieron involucrados en el proceso dos importantes gestores culturales rosarinos: Fernando Farina, vicepresidente la Asociación Argentina de Críticos de Arte, que los asesoró como tutor, y el artista Carlos Herrera, en su rol de curador, que entre otras cosas aportó el título a la obra. Recibieron también un entusiasta apoyo de la curadora Mari Carmen Ramírez y su colega y marido, el crítico Héctor Olea.
Se cerraba así un ciclo transformador de dos años, atravesado por la pandemia. Alejados del diseño de moda, Trosman comenzó a experimentar con esculturas realizadas con telas, metales y plásticos, y Churba, desde el encierro impuesto por la cuarentena, inició un taller abierto transmitido en vivo por Instagram que resultó un éxito. Para compartir ese proceso creativo, comenzó a transformar objetos que encontraba en su propio tacho de basura y en el de la cuadra, mientras paseaba a su perro Manso.
A medida que se flexibilizaba el confinamiento, juntos comenzaron a aprovechar parte del tesoro hallado en la casa de Jaramillo para convertirlo en piezas artísticas que exhibirían en un open studio en Tramando, en el centro experimental cheLA y en Gris Dimension, durante la reciente edición de Tendencia Arenales. Para eso apelaron, una vez más, a lo que ya tenían: su propia experiencia en técnicas textiles.
“Nosotros volvíamos a ser usados, era nuestro propio reciclaje”, observa Trosman, fascinada con la idea de que en esta nueva etapa “todo proviene de los restos de lo que usamos todos los días, y con la historia de la persona que los hizo, que los usó, que los limpió, que los estampó y sublimó”.
Claro que ese “enamoramiento de la materia” que los llevó a definirse como “materialistas” también atravesó desafíos. “Humana es una provocación entre dos polos –dice Trosman-: entre lo bello y lo repulsivo; entre lo desagradable y tóxico y una fuente de vida, como lo es para Alicia, y entre el trabajo social y una muestra de arte. Incluso hubo tensiones entre nosotros, que somos dos motores, pero abrazando siempre la ambigüedad y las contradicciones”.
Mientras imaginan esas piezas colgadas en un futuro en el lobby de un edificio o incluso en un aeropuerto, para mostrarle al mundo “quiénes somos, desde la creatividad pero también desde el uso de recursos”, el dúo autopercibido ahora como una unidad -“TROSMANCHURBA”- invita a participar en familia de los talleres de reciclaje que se ofrecen en la Usina hasta abril, mientras dure la exposición, con entrada libre y gratuita. Ellos mismos dictarán uno el martes 29 noviembre, a las 16.
“Hay una vida para Humana, más allá de esta muestra –observa Martín-. Alojarnos en una institución y desde ahí conectar con todo el entramado de recolectores y niños, es una gran reflexión: esa es la experiencia. Espero que haya Humanas en muchos lugares, que podamos ir a hacerlas a Rosario, a Houston, a Tokio. Que una toma de espacio genere una obra de arte comunitaria, construida con una piel hecha por todos”.
Para agendar
Humanade TROSMANCHURBA en la Usina del Arte (Agustín R. Caffarena 1, La Boca), curada por Carlos Herrera, hasta abril. Más información en www.buenosaires.gob.ar/usinadelarte/agendacompleta y en @jessicatrosmanymartinchurba.Celina Chatruc
Fuente: La Nación