En 1938, el magnate judío dueño de grandes tiendas Max Emden, que abandonó Alemania antes de que los nazis tomaran el poder, vendió tres paisajes de ciudades del pintor del siglo XVIII Bernardo Bellotto a un comprador de arte que trabajaba para Hitler.
Las obras, que Emden tenía consigo en Suiza, estaban destinadas al «Führermuseum» que Hitler planeó para Linz, Austria, pero que nunca se construyó.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los cuadros estuvieron escondidos en una mina de sal austríaca. Los oficiales de la Unidad de Monumentos, Bellas Artes y Archivos de los Aliados -conocidos como los Monuments Men– los recuperaron al final de la guerra, y dos de los Bellottos fueron devueltos al gobierno alemán. El tercero, Mercado en Pirna, fue enviado por error a los Países Bajos.
En 2019, Alemania devolvió esas dos obras a los herederos de Emden después de que la Comisión Asesora del gobierno sobre arte saqueado por los nazis determinara que Emden fue víctima de la «destrucción sistemática de los medios de vida económicos de las personas por parte del Tercer Reich como herramienta de la política racial nacionalsocialista».
Max Emden. El comerciante judío que vendió sus cuadros a un representante de los nazis. Foto: Cortesía de los herederos de Emden a través de la Fundación Monuments Men
Pero el Museo de Bellas Artes de Houston, que finalmente fue el que se quedó con el tercer Bellotto, rechaza los reclamos de los herederos de Emden desde 2007. Su director, Gary Tinterow, argumenta que Emden vendió el cuadro voluntariamente y que, tras realizar una investigación sobre su procedencia y consultar a abogados, «llegamos a la conclusión de que teníamos un título válido».
¿Forzado o no?
Estas diferentes evaluaciones reflejan la dificultad de llegar a un consenso sobre lo que constituye una «venta bajo coacción».
En 2009, la Declaración de Terezin, un acuerdo internacional aprobado por Estados Unidos y otros 46 países, especificó que la necesidad de encontrar soluciones «justas y equitativas» para el arte saqueado que se halla en las colecciones de los museos se extendía a las obras que habían sido vendidas bajo coacción.
Entender la situación del mercado y los precios 80 años después de los acontecimientos puede ser un ejercicio desalentador. Pero en algunos casos, definir la coacción no ha sido difícil. Los nazis simplemente obligaron a algunos marchands judíos a subastar sus existencias, por ejemplo, a precios muy inferiores a los del mercado.
Inquietud cultural. Hitler sale del muse regional de Linz, en Austria. Foto EFE
Muchos coleccionistas judíos también se vieron obligados a vender cuadros para financiar su huida de Alemania y pagar el «impuesto de huida del Reich», una tasa impuesta en 1931 para evitar que el capital saliera de la República de Weimar y que los nazis aprovecharon para confiscar los bienes de los judíos que escapaban de la persecución.
Aunque Emden había abandonado Alemania años antes, gran parte de su patrimonio permaneció allí y, tras la llegada de los nazis al poder, le resultó cada vez más difícil acceder a él. Sus cuentas fueron bloqueadas y, a partir de 1937, sus bienes e inmuebles fueron confiscados y se enfrentó a la ruina financiera.
La venta de los tres cuadros en 1938 para el museo de Hitler fue organizada por la marchand Anna Caspari, a quien Emden había comprado la obra en 1930. El precio de compra fue de 60.000 francos suizos. El informe de investigación del museo de Houston lo define como «un precio apropiado y justo».
El informe de la Comisión Asesora alemana, por el contrario, dice que la venta «no se llevó a cabo voluntariamente, sino que se debió en su totalidad al agravamiento de las dificultades económicas».
Dice que la situación financiera de Emden fue «explotada deliberadamente por los posibles compradores» durante las prolongadas negociaciones de venta y señala que la cancillería de Hitler compró un cuadro «al estilo de Bellotto» -una imitación menos valiosa- por un precio más alto poco después.
Tinterow argumenta que, como institución privada estadounidense, el museo de Houston no está obligado a seguir los mismos criterios morales que el gobierno alemán. «Los gobiernos europeos que participaron en las atrocidades contra los judíos tienen criterios diferentes», declaró en una entrevista telefónica. El museo, por el contrario, se guía por «siglos de derecho de propiedad«, afirmó.
Pero Robert M. Edsel, presidente de la Fundación Monuments Men, que apoya a los herederos de Emden en su reclamo, dijo que la respuesta del museo es legalista y hace caso omiso de los Principios de Washington, un acuerdo internacional antecesor de la Declaración de Terezin, que identifica los principios de juego limpio diseñados para compensar a los perjudicados en la guerra.
«¿En 2021 se han desvanecido los Principios de Washington en la mente de al menos algunos museos estadounidenses?» preguntó Edsel.
Gary Tinterow, del Museo de Houston. Foto Bryan Schutmaat para The New York Times
David Rowland, abogado de Nueva York que representa a los herederos de Curt Glaser -un crítico de arte y director de museos judío que huyó de Berlín- dijo haber notado que los museos europeos son más receptivos a los reclamos de restitución que ha presentado en relación con las obras que, según la familia Glaser, fueron vendidas bajo coacción, incluso en los casos en que las pinturas fueron vendidas en circunstancias idénticas.
«Algunos museos estadounidenses están volviendo a adoptar enfoques estrictamente legales respecto de los reclamos», dijo Rowland. «En Europa, hay más conciencia de la responsabilidad moral de los museos según los Principios de Washington, que no son vinculantes».
Juan Carlos Emden, nieto de Max Emden residente en Chile, dijo que la familia lleva unos 15 años intentando recuperar el Mercado de Pirna.
Contó que, en noviembre de 2011, un abogado del Museo de Bellas Artes de Houston le escribió a un representante de los herederos amenazando con acciones legales si la familia no «cesaba y desistía de inmediato» de ponerse en contacto con el museo y exigió que toda la correspondencia fuera canalizada a través de su abogado.
«Era una redacción realmente aterradora«, dijo Emden por teléfono. «No volvimos a ponernos en contacto hasta que la Fundación Monuments Men se involucró».
Un portavoz del museo dijo que sus empleados habían recibido comunicaciones «inapropiadas y amenazantes» de un representante de los herederos.
Hasta hace poco, el museo de Houston también había puesto en duda que el cuadro de su colección fuera la versión que perteneció a Emden. Después de la guerra, los Monuments Men al principio identificaron la obra como perteneciente a Hugo Moser, un marchand que operaba en Ámsterdam. (Moser había poseído un cuadro con el mismo título, atribuido a Bellotto.)
Por lo tanto, Mercado en Pirna fue entregado al gobierno holandés, que lo envió a Moser en 1949. Éste lo vendió a Samuel Kress, un coleccionista neoyorquino que a su vez lo donó al museo de Houston en 1961.
Pero la Fundación Monuments Men hace poco descubrió nuevas pruebas que identifican la versión del museo de Mercado en Pirna como la de Emden. El anverso de la obra de Houston lleva un número de inventario, añadido por su propietario del siglo XVIII, que también es visible en una fotografía del cuadro de Emden que fue tomada por Caspari en 1930, antes de vender el cuadro a Emden.
La fundación descubrió la fotografía en la Biblioteca Witt de Londres y también encontró una carta de 1949 en la que un funcionario de la unidad de Monumentos, Bellas Artes y Archivos, al darse cuenta de que el cuadro había sido enviado erróneamente a los Países Bajos, pedía al gobierno holandés que lo devolviera a Alemania.
«Los Monuments Men se dieron cuenta de que se había cometido un error, pero para entonces ya era demasiado tarde y su carta se perdió en los Países Bajos», dijo Edsel, de la Fundación Monuments Men. «Si ese error no se hubiera cometido, el cuadro habría sido devuelto al gobierno alemán y habría sido restituido a los herederos de Emden en 2019 junto con los otros dos».
Tinterow argumenta que, cuando el gobierno holandés, un estado soberano, devolvió por error el cuadro a Moser, en lugar de a Alemania, según la ley estadounidense, confirió un título válido a Moser.
Parte del problema de Edsel con el museo de Houston es que no cree que haya hecho lo suficiente para rastrear la historia de su Bellotto ni que esté haciendo lo suficiente ahora para reconocer las nuevas pruebas que indican que la obra fue propiedad de Emden.
Hasta hace unas semanas, el sitio web del museo mencionaba tanto a Emden como a Moser como propietarios anteriores en la sección de procedencia del cuadro. Ahora ya no incluye a Emden como propietario anterior, sino la restitución holandesa a Moser.
Tinterow dijo que, después de que la Fundación Monuments Men se pusiera en contacto con él, se dio cuenta de que la información sobre la procedencia del cuadro en internet era incorrecta, ya que confundía la procedencia de los Bellottos de Emden y Moser. Él mismo la enmendó para reducirla a «sólo lo que, según sabemos, es absolutamente cierto», dijo.
«No pretendía engañar», explicó. «Se debió a mi frustración por una procedencia confusa que había que aclarar».
Tinterow acepta ahora que es muy probable que la versión de Houston de Mercado en Pirna perteneciera a Emden y que tiene previsto actualizar la procedencia del sitio web en cuanto el museo termine de revisar el asunto.
Sin embargo, no cree que Emden vendiera la obra bajo coacción.
La venta de 1938, dijo, «fue iniciada por el Dr. Emden como ciudadano suizo, con el cuadro bajo su control en su villa de Suiza, y concluida por él voluntariamente«.
The New York Times
Traducción: Elisa Carnelli
Fuente: Clarín