«Maldito Covid, me habían prometido que los sacaban hoy, pero la empresa que debería haber retirado los andamios está con trabajo atrasado», dice a LA NACION Antonio Forcellino, el «padre» de una restauración también marcada a fuego por el coronavirus .
En medio de la cuarentena que en Italia duró casi dos meses, Forcellino siguió trabajando igual en la puesta a nuevo y limpieza de las Sibilas, un tesoro oculto del maestro de Urbino (1438-1520), que se encuentra en la Iglesia de Santa Maria della Pace, uno de los templos más lindos y menos conocidos de Roma. «Comenzamos las obras a mediados de febrero y enseguida se bloqueó todo. Mis dos colaboradores nunca más fueron a la iglesia, pero yo sí: era el mejor lugar para estar en medio de la cuarentena», confesó Forcellino, que concluyó su trabajo hace unos días.
Todo se remonta a los años que van entre 1512 y 1514, cuando Rafael recibió de Agostino Chigi, famoso mecenas y gran financista de los papas de esa época, muy amigo de Julio II, el encargo de construir una capilla para su familia en la Iglesia de Santa Maria della Pace. Este pequeño templo, que queda a pasos de Piazza Navona y cuenta con un bellísimo claustro de Bramante, se levantó por voluntad del papa Sixto IV della Rovere para celebrar la paz con los Médici luego de la «conjura de los Pazzi».
Detalle de la obra de Rafael, genio del renacimiento del que se conmemoran los 500 años de su muerte Crédito: Andrea Jemolo
Rafael, que entonces florecía también como arquitecto, no sólo diseñó, sino que también pintó con frescos magníficos y pocos conocidos este lugar, la denominada Capilla Chigi, que 100 años más tarde completó nada menos que Lorenzo Bernini. Los frescos de Rafael representan a un grupo de cuatro sibilas -la Cumana, la Pérsica, la Frigia y la Tiburtina-, adivinas de la antigüedad clásica que profetizaron la venida y resurrección de Cristo.
«La verdad es que fue casi un milagro que Rafael pudiera hacer estos frescos», afirmó Forcellino, que es también arquitecto y escritor, autor de una trilogía de novelas históricas titulada El siglo de los gigantes (Harper Collins), sobre Leonardo, Miguel Ángel y Rafael. ¿Por qué un milagro? Porque en ese momento el «divin pittore» estaba ocupadísimo con diversos encargos papales, de los que Agostino Chigi logró «arrancarlo». «Pero fue un milagro también porque en esa misma época, entre 1513 y 1516, estaban en Roma Miguel Ángel y Leonardo, sus máximos competidores», agregó, al destacar que Rafael logró con su genio conjugar «conquistas» artísticas de sus dos rivales. En este sentido, evocó la leyenda que cuenta que en 1512 Rafael logró entrar de escondidas a la Capilla Sixtina para admirar en su bóveda las sibilas que había pintado su adversario, de las que había quedado impresionado.
Los andamios, restos del trabajo
«Pero Rafael hizo una versión distinta: las sibilas de Miguel Angel aterraban por su potencia muscular y su expresión de terror, mientras que las del ‘urbinate’ se abandonan en la dulzura del anuncio de la resurrección», indicó. «Otro artista presente de algún modo en los frescos de las Sibilas es Leonardo, de quien pudo reformular esa increíble técnica como para lograr la transparencia de un ángel en vuelo, que recuerda la transparencia que el maestro da Vinci logró en su Santa Ana», añadió.
Más allá de estos detalles, Forcellini reveló que la restauración, que en verdad fue mínima y tuvo que ver más bien con una limpieza de la pared, llena de polvo y suciedad, dio a luz un hallazgo de gran trascendencia: la existencia de pinturas de tipo grotesco, con oro y colores -muy de moda en la época- sobre las columnas adosadas a los frescos. «Estas habían desaparecido ya en el siglo XVI por problemas conservativos, pero la verdad es que eran la puerta de entrada a las Sibilas. Se había perdido memoria de lo que había hecho Rafael», explicó, al detallar que no se veían antes, ya que había entre cuatro y cinco metros cuadrados cubiertos.
La faz de arquitecto de Rafael también queda en claro gracias al hecho de que pintó los frescos justo en el lugar donde podían ser iluminados por los rayos de luz que ingresaban por una ventana. «Nosotros somos hijos de la energía eléctrica, hemos perdido el valor de la luz natural, pero en esa época no existía y las obras se construían en base a su iluminación natural», dijo Forcellini, que contó que se dio cuenta de esto también al restaurar el Moisés de Miguel Ángel y la Capilla de los Médici de Florencia, obras que cuentan con iluminación natural.
La restauración de las Sibilias de Rafael, que costó 90.000 euros, fue posible gracias a la ayuda de la empresa de juegos Lottomatica, que tiene un acuerdo con el Ministerio de Bienes Culturales de Italia. «Desde años trabajo con Lottomatica, que creyó en mi proyecto: estaba convencido de que había pinturas grotescas debajo de las columnas, que ahora volvieron a salir a la luz», contó Forcellino, sin ocultar su satisfacción.
Fue al escribir su última novela sobre Rafael (I l fermaglio di Perla , El broche de Perla), cuando volvía a contemplar una y otra vez la Capilla Chigi de la Iglesia de Santa Maria della Pace, que este experto en arte del Renacimiento se dio cuenta que tenía que hacer la restauración. «Fue mi dedicatoria de amor a Rafael», confesó.
Forcellino resaltó, por otro lado, que en este aniversario de los 500 años de su muerte en parte arruinado debido a una pandemia que puso de rodillas a Italia, su maravilloso arte sirve ahora para levantar el ánimo de los italianos «porque estoy convencido de que la belleza aumenta las defensas inmunitarias y porque Rafael nos puede ayudar a recordar quiénes fuimos».
Fuente: Elisabetta Piqué, La Nación