¿Cómo llegó a ser Medusa la mala de la historia? Violada por Poseidón, maldita y desterrada por Atenea, y finalmente asesinada y humillada por Perseo, este personaje de la mitología clásica siempre fue, en sus distintas versiones, una figura monstruosa, una mujer cuya maldad se manifestaba en su cabello de serpientes, en su mirada asesina. Pero ahora la historia es releída y resignificada por el escultor porteño Luciano Garbati, quien invirtió la imagen que a lo largo de los siglos se usó para representar el mito: ahora es ella la que sostiene la cabeza de Perseo, y clava su mirada de piedra en aquellos que la lastimaron.
Luciano Garbati comenzó su formación artística en Buenos Aires y la siguió en Roma, donde perfeccionó su técnica y profundizó su amor por el manierismo italiano. Es el autor del busto de Raúl Alfonsín que está en su mausoleo.
Luego de viralizarse hace un par de años, su escultura Medusa with the Head (Medusa con la Cabeza) ahora será emplazada en un espacio público de la ciudad de Nueva York. Sentado dentro del camión donde transportaron la obra, mientras tanto él como ella se protegen de la lluvia y esperan para concretar la instalación, Garbati habla con Clarín para reflexionar sobre el recorrido de su escultura y el propio.
Luciano Garbati. Con el busto de Raúl Alfonsín, en 2009. Foto: Archivo Clarín
“Esta plaza está rodeada por edificios de Justicia”, nos explica. Se trata del pequeño y pintoresco Collect Pond Park, en la zona sur (o ‘Downtown’) de Manhattan. Uno de esos recintos que Garbati menciona es la Corte Criminal del Estado de Nueva York, un enorme edificio con tres bloques rectangulares que se elevan sobre los pasantes como un tribunal de piedra. En su fachada, se lee en letras mayúsculas una frase de Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos: “Igual y exacta justicia para todos los hombres, sin importar su estado ni sus convicciones”.
Lo que llamó la atención de Garbati y lo hizo decidirse por ese parque frente a otros más conocidos o más atractivos fue el uso de la palabra “hombres” en relación con la justicia, palabra que tanto en inglés como en español históricamente se usaba para designar a una ciudadanía compuesta por varones, una ciudadanía que hoy consideraríamos incompleta, insuficiente y un uso del lenguaje que a esta altura hace ruido.
Detalle. La cabeza de Perseo. Foto AFP
“La crítica no es a Jefferson”, explica el escultor, de cuarenta y siete años. “Desde que la obra comenzó su recorrido, recibí una gran cantidad de mensajes y siempre hay una asociación de la escultura con la justicia”. Efectivamente, su obra no solo revierte la imagen de la demonizada figura de Medusa, sino que también es inevitable hacer una asociación visual entre ella y la clásica representación alegórica de la Justicia, aquella mujer vendada que sostiene una balanza.
Pero la asociación se hace por contraste: en este caso sus ojos no están vendados sino más abiertos que nunca; son ojos que pueden petrificar y que ahora, además, acusan. Además, ella no sostiene la balanza de la equidad, sino que sostiene la cabeza del hombre que fue a buscarla para matarla, para vanagloriarse de su muerte.
Pero, lejos de lo que se podría interpretar, el artista no reivindica la venganza. De hecho, Garbati hace mucho énfasis en esto: “Medusa no es otra cosa más que una víctima, de una violación, de una maldición, del exilio y, finalmente, de este hombre que fue a matarla para lucirse”. La postura de la mujer, su actitud corporal, su mirada, no hablan de una violenta represalia sino de la necesidad de defenderse frente a un potencial asesino y decir “Hasta acá llegó esto. Basta”. Medusa llegó a su límite, y ya nadie se le va a acercar sin que ella se defienda.
Antecedente. La Medusa de Laurente Marqueste
¿Pero por qué, entonces, sostiene la cabeza de Perseo? ¿Por qué no la de Poseidón, quien la violó, o la de Atenea, quien la exilió y la culpó por lo que le había sucedido? Por un lado, el ingenio y la potencia de la obra radican justamente en el diálogo con las versiones anteriores, en las que era Perseo el que sostenía su cabeza llena de serpientes, como las de Benvenuto Cellini o Antonio Canova, o en las que estaba a punto de cortarla, como en la versión de Laurent-Honoré Marqueste. “Es el clímax de la narrativa del mito”, dice Garbati. “El desafío en escultura es lograr una suerte de instantánea que haga referencia a toda una historia, no solo a ese momento particular. De hecho, en la mirada hay incluso una actitud hacia el futuro. No está diciendo ‘Voy por todos’, pero sí “No vengan por mí’.
Dos relecturas: la del mito, la de la obra
En eterno diálogo con el pasado y los cimientos culturales y filosóficos de nuestra cultura, Garbati se anima a tratar las problemáticas contemporáneas a través de formas clásicas. Sin embargo, uno de los aspectos más interesantes del proceso de esta escultura es que la lectura que hoy hacemos de ella no es la que el autor había concebido al crearla: “Se hizo famosa en 2018, ¡pero es de 2008! Y el feminismo, si bien está presente hace mucho, en ese momento quizá no tenía la presencia que tiene hoy. Yo no estaba hablando desde ese lugar”.
Efectivamente, la lectura feminista que hoy se realiza sobre esta Medusa no fue premeditada. Aún así, Garbati reflexiona, por un lado, sobre la independencia de la obra de las intenciones del artista; y, por el otro lado, expresa gratitud ante la oportunidad de reflexión y de crecimiento que le habilitó: “Fue una verdadera oportunidad porque, desde que se hizo viral, a mí me llegaron mensajes, en su inmensa mayoría, de mujeres que se identificaban, que sentían empatía y que compartían conmigo sus experiencias personales, emocionantes, viscerales”.
Desde que su escultura comenzó a moverse por las redes con vida propia (la compartieron hasta famosos como el actor John Cusack), Luciano se vio prácticamente obligado a leer el mundo de otro modo. “Se me dio la posibilidad de repensar un montón de cosas de mi propia vida. Nos guste o no, somos fruto de una sociedad patriarcal”, reflexiona.
“Independientemente de que uno haya hecho el esfuerzo por ser lo más abierto, lo más comprensivo, lo más justo, todos tenemos una carga de la que quizá no somos del todo conscientes. El punto es que se hace necesario, hoy más que nunca, cuestionar lo que nos constituye”.
Fuente: Clarín