Son las 11 de la mañana de un miércoles (día de apertura) y ya hay una fila de gente bajo un sol amable, en la puerta del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires: es el día de la reapertura, tras siete meses de haber permanecido cerrado, y los visitantes van llegando en pareja, en familia o solos a recorrer las salas después de haber sacado un turno online en la página web -requisito indispensable para poder hacer la visita, y que además es personal e intransferible-. Aquí hay clima de celebración, además de mucha cautela. Después de tanto tiempo sin público, debido a la cuarentena por la pandemia de coronavirus, los museos lentamente comienzan a desperezarse: en la primera hora se registraron aquí 60 visitas, siendo de 200 el máximo de acuerdo al protocolo interno.
Poco antes se han encendido -seguramente con más entusiasmo que nunca- las luces de las salas, mientras el personal habilita los espacios comunes -como el bar, aunque habrá que ir a la vereda para beber los cafés a partir de ahora-, y las obras parecen más vivas ante la mirada entusiasta de los primeros visitantes: las pinturas, esculturas y maniquíes de la muestra de Sergio de Loof, por ejemplo -que son numerosos, y están enfundados en en exóticos diseños textiles y de papel, o cubiertos de piedras- recobran un esplendor inusual, en ésta, que no es una mañana cualquiera.
Hay una familia: un matrimonio con dos hijas que corretean de un lado a otro de la sala; hay una pareja de turistas que sacó su turno online apenas supo que el Moderno encabeza la lista de los museos porteños que vuelven a recibir al público. Y hay otra pareja, la primera que ingresó esta mañana, que la última vez había llegado para ver La Menesunda: una fiel reconstrucción que en 2015 se desplegó dentro de un espacio de 400 metros cuadrados en el primer piso del museo, recreando, cincuenta años después, la histórica ambientación de Marta Minujín presentada en 1965. Con ese recuerdo, ahora, volvieron.
Máquina. En el Museo Moderno, en la reapertura. Foto Juano Tesone
En la llamada «nueva normalidad», los museos son los mismos pero son otros. ¿Qué se ve aquí adentro? Personas circulando de manera muy cautelosa, siguiendo los protocolos diseñados para las entidades museísticas, en esta nueva etapa y que a su vez cada institución adapta a sus propios espacios y recorridos.
Por ejemplo en El Moderno, donde los pasillos y salones son muy espaciosos, se respeta la distancia social de dos metros y todos deben circular obligatoriamente con barbijo y ponerse alcohol, a la entrada y durante el recorrido. Pero además se han incorporado novedades propias, como un sistema de señalética especialmente diseñado para este edificio y que se encuentra plasmado en grandes adhesivos violetas que no solo indican el sentido único de circulación sino que además detallan qué cantidad exacta de personas pueden estar en simultáneo en cada sala.
Quienes vienen en familia, en pareja o en pequeños grupos -de hasta cuatro personas- deben, a su vez, permanecer unidos, minimizando el contacto con otros y así garantizando la seguridad. Además, acá todos -el personal incluido, se saludan chocando coditos.
La señalética no solo indica el sentido único de circulación sino que además detalla qué cadantidad exacta de personas puede haber en cada sala.
«La gente es muy conciente de las nuevas normas y las respeta», cuentan desde el museo, en el que toman la temperatura de los visitales y precisan las normas básicas de seguridad en el ingreso, cuando también se les toma la temperatura, como en otros momentos del recorrido. A partir del momento en que se traspasa la entrada se ve, además, personas de seguridad en pasillos y escaleras (los ascensores no se utilizan, salvo casos muy puntuales): son los encargados de velar porque se cumplan las nuevas reglas yque todos circulen en el mismo sentido y manteniendo la distancia social. Si eso no ocurre, en algún momento de distracción, se acercan a los presentes y les recuerdan los cuidado que condicionan la visita.
Volver a mirar. En el Museo Moderno, tras la reapertura. Foto Juano Tesone
La tienda del museo comenzará a funcionar este jueves, mientras que el bar, sin mesas, está habilitado: se puede pedir un café,a acompañado de alguna factura o un bocado dulce -en el momento de la recorrida de Clarín hay incluso una nena allí, haciendo sus clase por zoom desde un Ipad- para salir después a comer y beber en las mesas ubicadas en el exterior, es decir, en la vereda de la avenida San Juan. Estará habilitado en un 25% de su capacidad próximamente.
Las muestras que actualmente pueden verse son las de Sergio De Loof, Mildred Burton y Santiago Iturralde. A partir del viernes se verán obras de Nicanor Aráoz, en Sueño sólido. A su vez, a 62 años de la fundación del Moderno, la muestra Una llamarada pertinaz celebra la historia de su patrimonio, con 300 obras de más de cien artistas.
Burton (Paraná, 1942-Buenos Aires, 2008) construyó mediante sus pinturas y dibujos un mundo doméstico alocado y opresivo, para develar la animalidad agazapada en los cuerpos humanos: así, presenta un imaginario fantástico que narra de un modo silencioso los ecos del último tercio del siglo XX en la Argentina. Mientras que De Loof, que también convocaba con especial atractivo a los visitantes esta mañana, da cuenta de la creatividad enardecida y desbordante del artista que estuvo detrás de El Dorado, el Morocco y Ave Porco, entre otros espacios de la década de los 90. En esta serie que celebra su legado y conjuga el quehacer comunitario y la expresión individual, la pobreza y el lujo, el paladar aristocrático y el gusto popular, en una sucesión de piezas impactante.
El Fernández Blanco. Primer recorrido tras siete meses de cierre. Foto Juano Tesone
Este miércoles también abrió sus puertas el Museo Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, sede Palacio Noel (Suipacha 1422): se puede ver la exhibición de esculturas en el jardín, de Vivianne Duchini y la colección permanente (entrada a $50).
En el caso del Mientras que el Museo de Arte Español Enrique Larreta (Juramento 2291), que reabrirá sus puertas al público este jueves, recibirá a los visitantes con su tradicional jardín estilo andaluz.
A ellos podría sumarse también el Sívori -junto al lago de Palermo-: lo están están evaluando las autoridades de la Ciudad por estas horas. Según pudo saber Clarín, las visitas serán de lunes a domingos, entre entre las 10 y las 20, y siempre y cuando antes se haya concretado la reserva previa por vía digital y anticipada.
Fuente: Clarín