Si de música clásica se trata, Wolfgang Amadeus Mozart es uno de los referentes indiscutibles del género. Prodigio en su arte, el pianista dejó su huella con obras como Las bodas de Fígaro, La flauta mágica y Don Giovanni. Su última pieza es una de las más icónicas, la misa de Réquiem, y el lugar donde tocó una y otra vez las teclas para componerla hoy está a la venta.
Tenía 35 años cuando a finales del siglo XVIII le comenzó a dar forma a su última obra en el castillo Schloss Stuppach, una majestuosa construcción ubicada en un pequeño pueblo de montaña de Gloggnitz, Austria. De hecho, la propiedad queda a una hora en tren o en auto de Viena, conocida como la “Ciudad de la Música”.
La obra fue un encargo del conde Franz von Walsegg en honor a su esposa Anna. Si bien el músico no consiguió terminar la partitura con vida, un año después de su muerte la obra se completó. El papel en el que el músico trabajó Réquiem es considerado uno de los manuscritos más valiosos del mundo, y se guardó en el castillo hasta que fue trasladada a la Biblioteca Nacional de Austria.
La mejor desobediencia
Pero los últimos años de vida de Mozart no son la única época relevante para el castillo. Su origen se remonta al menos al año 1130, diseño que luego se reconfiguró en los siglos XV y XVII. Esas instancias se reflejan en su arquitectura, que tiene una evidente impronta de los estilos medieval, renacentista y barroco.
A lo largo de los años, pasearon por sus amplios ambientes y eternos jardines otras personalidades destacadas de la historia. Algunos de ellos incluyen a Napoleón Bonaparte, Franz Schubert, el Papa Pío VI, la princesa Isabelle von Bourbon-Parma y el emperador Franz Stephan von Lothringen.
Su historia también está vinculada con un evento de trascendencia global como fue la Segunda Guerra Mundial. En 1945 la cúpula nazi ordenó destruir el castillo para que no fuera tomado por los soviéticos. Sin embargo, y para su suerte, el oficial a cargo se resistió a la orden y salvó el patrimonio.
Se trata del último castillo de su tipo en la Baja Austria, donde son pocas las construcciones de este estilo que están todavía en manos privadas. Casi un milenio después de su construcción la propiedad busca dueño y se someterá a subasta, operación que llevará a cabo Sotheby’s Concierge Auctions. Su precio no es para cualquiera: estiman un valor de preventa que puede ir desde los €3,95 millones hasta los €9,95 millones.
Quien tenga margen en su billetera para añadir el castillo a su patrimonio está a tiempo para inscribirse: la licitación se abrirá el primer día de diciembre y la subasta se realizará en vivo desde la ciudad de Nueva York el 14 de diciembre.
Cómo es el castillo por dentro
Como en las películas, el castillo es de proporciones desmesuradas, que tal vez son tan grandes como su trascendencia en la historia. La residencia principal de 2500 metros cuadrados está dividida en cuatro pisos y tiene un total de 50 habitaciones. Entre ellas, hay cuatro dormitorios, tres baños, cinco toilettes, un cine, una biblioteca, dos salas de estar y comedores formales.
Entrar al castillo se siente como viajar en el tiempo, teniendo en cuenta que los ambientes están equipados y decorados con antigüedades de las distintas épocas en las que fue habitado. Otros espacios que teletransportan al pasado son, por ejemplo, la capilla de paredes empedradas y nada más y nada menos que un calabozo.
Los espacios verdes son una parte importante de la propiedad de una hectárea y media, caracterizada por jardines elaborados con un evidente trabajo paisajístico y rodeados de árboles centenarios.
A pesar de ser propiedad privada, pasear por sus jardines o sus pasillos empedrados hoy es una posibilidad. La casa donde Mozart vivió sus últimos días se aggiornó y hoy el castillo sirve como espacio para espectáculos. En ese sentido, algunas áreas se destinan a negocios independientes como un salón club, un teatro de experiencias, un programa de conciertos y una tienda del castillo, que están incluidos en la compra de la propiedad.
Fuente: La Nación.