Los últimos días vienen movidos para el poderoso Museo Whitney de Nueva York y su selecta Bienal. Un grupo de artistas que exponen allí pidieron a la institución retirar sus obras de la muestra, en protesta ante el hecho de que el empresario Warren B. Kanders sea parte de la Junta directiva del Museo y sponsor de su Bienal. La decisión, que ya ha sumado a ocho artistas, entre ellos la argentina Agustina Woodate, con su obra National Times, se enmarca en la creciente toma de posición de los artistas ante lo que se considera un escandaloso doble estándar, que permite a los sectores empresarios más repudiables blindarse de la crítica mediante donaciones cuantiosas y actividades de prestigio.
La protesta arreció después de un artículo titulado «La Bienal del gas lacrimógeno», de Hannah Black, Ciarán Finlayson y Tobi Haslett, publicado en la influyente revista Artforum. Revela que Kanders es CEO de la empresa de suministros militares Safariland, que fabrica gas y otros insumos empleados habitualmente contra manifestantes y, en los últimos tiempos, usados contra inmigrantes ilegales centroamericanos. Los artistas se niegan a participar de eventos y exposiciones en los que Kanders ayude con un dinero obtenido en actividades repudiables, y cedido generosamente al deleite estético en nombre del “arte”.
Hasta el momento son ocho los artistas que pidieron al Museo Whitney que retiraran sus obras de la Bienal. Entre estos, el viernes se retiró la Agustina Woodgate, quien participó con su obra… Consultada por Clarín anoche, a pesar de mostrarse muy cauta en sus respuestas, Woodgate enfatizó que mantiene su posición y anunció que pronto hará una declaración pública sobre Kanders.
Woodgate, que participa con la instalación de un mecanismo con 40 relojes sincronizados, su metáfora sobre la “sociedad controlada”, compartió con Clarín la carta de renuncia enviada por ella y por otros, entre ellos Eddie Arroyo, a los curadores de la Bienal: “Queridos Ru y Jane”, declara la carta, “les pedimos respetuosamente que retiren nuestros trabajos de la Bienal de Whitney por el tiempo que resta de exposición. Esta solicitud tiene como objetivo condenar la presencia continua de Warren Kanders como Vicepresidente de la Junta del museo. Agradeceríamos que también presentara esta carta a la Junta, para informarles acerca de la gravedad de la situación. Nos preocupamos mucho por el Whitney. A lo largo de los años, una gran cantidad de muestras en el Museo han inspirado y comunicado sobre nuestro arte. Nos enojamos cuando nos enteramos del rol de Kanders como CEO de Safariland, una compañía que fabrica gas lacrimógeno y otras armas de represión. En ese momento, ya habíamos aceptado su invitación para participar en la Bienal de Whitney y acordamos que las piezas seleccionadas contribuyeran a una narrativa contraria, crítica (algo que se necesita desesperadamente en este momento). Pero la continua incapacidad del museo para responder de manera significativa a la creciente presión de artistas y activistas ha hecho que nuestra participación en la muestra de la Bienal sea insostenible. Rechazamos una mayor complicidad con Kanders y con sus tecnologías de violencia”, detallan los artistas.
La acción de Woodgate y de Arroyo es una continuación de diversas protestas que fueron sucediéndose desde marzo en contra de Kanders en su vínculo con el Whitney, realizadas por decenas de creadores que participan de la exposición. Aunque cuatro de ellos -Korakrit Arunanondchai, Meriem Bennani, Nicole Eisenman, el colectivo Forensic Architecture y Nicholas Galanin-, se dijeron disgustados al enterarse de los vínculos del Sr. Kanders con Safariland, aún así, como estaban creando “piezas importantes” para la Bienal, según declararon ellos mismos, decidieron seguir adelante.
A un siglo de actividades del Museo, casi cien miembros de su staff -incluyendo a uno de los curadores de la Bienal, Rujeko Kockley- firmó una carta en otoño pasado pidiendo la renuncia de Kanders. Entonces el director del Whitney, Adam Weinberg, exhortó a los empleados de la institución a abrir una rueda de negociación sobre el tema y el propio Kanders aceptó la invitación y dijo «no tener problema alguno.»
En el amplio arco que va de las convicciones personales y la militancia hasta el simple oportunismo, la acción contra la Junta del Whitney se encuadra en el creciente compromiso del campo artísco. De hecho, en este caso prolonga una cadena de protestas contra otros muy connotados sponsors de las artes, en bienales e instituciones capaces de legitimar prácticas reprochables mediante la generosidad de las donaciones y la figura pública del benefactor. Basta recordar las protestas por medio de acciones-performances lideradas por la fotógrafa Nan Goldin en el Museo Guggenheim de Nueva York, al trascender los millonarios aportes que el empresario Robert Sackler realizaba a esa institución. Goldin -cuya larga lucha contra la adicción a las drogas duras es conocida- no dudó un minuto en oponerse al sponsoreo de Sackler. Sus laboratorios fabrican y comercializan el OxyContin (oxicodona, un fuerte opioide), un muy adictivo analgésico gracias al cual, luego de haber estado “limpia” de drogas durante años, Goldin volvió a caer en su profunda dependencia de las drogas.
También este año la teórica y artista alemana Hito Steyerl desarrolló una App para quitar del frente de la Galería Serpentine Sackler, de Londres, el apellido de la familia benefactora -al menos en la pantalla del teléfono-.
Fuente: Clarín