Nació en España y se exilió en México, forzada primero por los franquistas en su tierra natal y después por los nazis en París. Remedios Varo murió muy joven, a los 55 años, pero dejó una de las obras más bellas, misteriosas y consistentes del surrealismo americano. Un poco del Bosco y de Brueghel, mucho de ocultismo, magia y sobre todo alquimia, con su universo nómade mecanismos, metamoforsis, estrellas y paisajes oníricos. Remedios Varo: Constelaciones es la retrospectiva más completa de la artista hasta el momento e inaugura en el Malba el jueves 5 de marzo: son más de treinta pinturas y una enorme cantidad de bocetos de una mujer extraordinaria, cuya vida y trabajo repasamos en esta nota.
Remedios, a secas, porque así se la conocía en la escena mexicana en los años 50, en su apogeo, cuando empezó a ser reconocida y tenía mucho tiempo para pintar. Pero aparte de esa Remedios surrealista, hubo otra Remedios migrante seguida de cerca por una Remedios laburante. Remedios, también, como quien viene a curar una angustia profunda, la de su madre que había perdido a otra niña previamente, y ese mismo nombre sumado a su apellido, Remedios Varo, muchos pero muchos años después está escrito en vinilo y cuidadosamente adherido a la pared del MALBA, frotado con esmero para que no se despegue. Detrás de ese nombre están sus fascinantes pinturas y dentro de ellas, como si cada una fuese un teatro especial construido para tales fines, habitan personajes harto particulares, personajes tan cautivantes y misteriosos que ha pasado medio siglo y todavía no logramos sacarles la ficha.
En Papilla estelar una mujer procesa estrellas para darle de comer ese polvo a la Luna; en Mujer saliendo del psicoanalista una señora abrigada por un misterioso sobretodo avanza con la cabeza jibarizada de un anciano tomada por el extremo distante de su barba. En Fenómeno, un cuerpo y su sombra trocan sus propiedades específicas; en La llamada una mujer se conecta con los astros por medio de su pelo y avanza por un bosque de seres adormecidos con la excitante pócima del despertar en su mano. En todos los cuadros los acontecimientos siempre son sutiles, no dejan de tener tintes extravagantes pero siempre están al borde de pasar desapercibidos. A veces las escenas reverberan como revelaciones que vienen a sacudir el mundo instituido con uno o dos detalles sugerentes. Otras veces se trata de desplazamientos, sea a bordo de vehículos o a pie, en donde la artista pinta un ambiente sumamente enrarecido con una fuerza vital calma y poderosa, una fuerza que pareciera ser esquiva al caos que la circunda. En cualquiera de estas vertientes, los personajes se elevan cuando a través de su práctica a veces mágica, a veces maquinal, logran traducir sus deseos en algo más.
LA MÁS AMADA DE LAS LATINAS
No sorprenderá que en sus cartas Remedios se refiera a su propio living como un sistema solar y ponga el sillón, la mesa y sus libros en distintas órbitas interrelacionadas entre sí. La artista Laura Códega, que vio la muestra Constelaciones en México, dice: “Si bien sus ambientes son claustrofóbicos, me gusta que su obra es detectivesca, tiene algo de tecnología jurásica, es muy minuciosa y uterina, es como que no se le escapa nada”. Remedios no sólo nos legó una obra pictórica fascinante, también una serie de textos divertidísimos que Margaret Carson tradujo al inglés para un libro que se editó en el 2018. Carson dice sobre el reverdecer del imaginario de la artista: “Sus imágenes te enganchan al verlas. Ha creado un mundo pictórico en donde hay ecos del Bosco o de Brueghel al mismo tiempo que entra la ciencia y la ingeniería, que se ve en las poleas, los ejes, los artilugios (por cierto, su padre era ingeniero y la apoyó mucho en su formación artística). Por enigmáticos que sean sus cuadros, siempre hay un punto de entrada para cada persona que las mira.” Otra talentosa artista local y fabricante de fascinantes historietas, Muriel Bellini, dice que cada vez que pasa por el frente del MALBA y ve el anuncio de la muestra se emociona un poco y confiesa con desfachatez: “La amo por encima de todas las latinas”. Muriel tiene un libro gigante de Remedios y está entusiasmada porque hay muchos bocetos y quiere ver cómo están construidos esos mundos misteriosos. En total se muestran 33 pinturas que incluyen el castillo volador que parece salido de un libro de Harry Potter y que habitualmente se encuentra en la colección permanente. Se suma a él Simpatía (La rabia del gato) la obra que compró el año pasado Eduardo Costantini cuando hizo una pausa en sus labores para levantar el teléfono y dar la nota en la subasta al ofrecer la friolera de 3 millones de dólares. Y sí, además de pinturas jamás vistas por los rioplatenses hay muchos bocetos que sacian el apetito del público por el behind the scenes, dibujos que en realidad son tesoros. Por azar y por capricho citaremos sólo uno: el hermoso y delicado autorretrato en lápiz que la artista se hiciera en el año 1951 frente al cual es posible aún hoy sostenerle la mirada, cara a cara. Hay también desafíos autoimpuestos como las decenas de pruebas dedicadas por la artista a esa parte del cuerpo siempre un tanto difícil de plasmar que son las manos. También fotos de Remedios con sus compinches en su casa de Colonia Roma en CDMX, cuadernos abiertos en donde se mezcla su impronta lúdica con la lista de cosas que hay que comprar y los invitados a una fiesta, colecciones de objetos raros y por supuesto las insólitas cartas que enviaba. Un enorme acervo material y sensible que magnetizará a fans confesos y a potenciales descubridores.
CIUDADANA DEL SIGLO XX
Remedios Varo nació en España en 1908 y fue a un colegio católico. Desde muy chica se destacó en la plástica: así, a los 15 años ingresó a la prestigiosa Academia San Fernando y comenzó a frecuentar los mismos patios por donde Dalí, Lorca y Buñuel hacían monerías. Al tiempo empezó un romance con el pintor Gerardo Lizarraga: compartían ideas y se pasaban días enteros dibujando. Durante la Guerra Civil Española, Varo se posicionó naturalmente del lado republicano. En medio de la refriega conoció a un poeta francés llamado Benjamin Péret que llegó a Barcelona con el ímpetu necesario para disparar armas de fuego. Péret le habló del inconsciente, de sus amigos fou en París y le sugirió que a veces perder el control no estaba del todo mal. Como en el 37 el frente interno estaba caldeado, el poeta y la pintora decidieron ir a París, donde se quedarían hasta 1941 cuando el fascismo los expulsó nuevamente (esta vez, los nazis). Algunos verán en su tendencia a pintar personajes con sus mundos portátiles un coletazo de su forzado nomadismo.
“Soy más de México que de ninguna otra parte. Es en México donde me he sentido acogida y segura. Para mí era imposible pintar antes entre tanta inquietud” dice mientras se sumerge en el país surrealista por excelencia, como lo definió Breton. Remedios observa las enormes paredes de los edificios públicos que rebasan de íconos e ideología, se impresiona con el arte precolonial, en especial el olmeca (el más antiguo) y se pierde en los mercados entre los que compran patas de arañas para hacer talismanes y los que comen chapulines. Junto a Péret viven en Ciudad de México, en la calle Gabino Barreda. Gunther Gerzso -amigo de la pareja- pinta en clave surrealista a la cofradía que se reúne todas las semanas en esa casa a beber. No tienen un peso, pero los dibujos de Ernst, Tanguy y Picasso pegados en las paredes son originales. En el lienzo de Gerzso cada individualidad aparece representada bajo una clave distinta, Remedios es una mujer con antifaz rodeada de gatos, Leonora Carrington, su gran amiga, un cuerpo desnudo con el rostro tapado con unos brazos sexuales que la toman desde abajo. A lo lejos se ve el océano, detrás se divisan tierras consumidas por el fuego y el humo.
AL INFINITO Y MÁS ALLÁ
Europa arde, México entra en éxtasis. Remedios ama los colores de las montañas y su sabiduría, también se siente a gusto en esta nueva distancia que le permite hacer una obra y volver a pensarse lejos de aquellas urbes que algunas vez sintió propias. De todos modos la vida cotidiana se impone, necesita plata y, como quien no quiere la cosa, cumple 40 años. Trabaja haciendo imágenes fantásticas para las publicidades de una empresa farmacéutica y restaurando objetos prehispánicos. Cuando Péret se vuelve a Europa, la pareja se disuelve y Remedios viaja durante una temporada a Venezuela para colaborar junto a entomólogos dibujando los extravagantes insectos de la selva. Volverá a México tiempo después y será para siempre. Esta vez se enganchará sentimentalmente con otro desplazado europeo, Walter Gruen: juntos logran estabilidad económica y Remedios puede ¡por fin! concentrarse y pintar.
De esa época son sabidas sus andanzas con Leonora Carrington , con quien compartía su interés por la magia y el ocultismo. Pintaban, paseaban, escribían y reían en un continuo que no separaba vida y obra, ocio y trabajo. Sus pinturas comparten un mismo halo: noches cargadas de eventos perturbadores, rayos de luz que atraviesan laberintos para desperezar a los vivos. Traductora y fan, Margaret Carson sonríe y agrega: “Cómo me hubiera gustado escuchar a escondidas una conversación entre Remedios y Leonora. Eran muy amigas, hacían de todo pero dicen que nunca hablaban de pintura. ¿Será verdad? Eran dos espíritus gemelos.” En retrospectiva la figura de Leonora ha sido merecedora de un reconocimiento unánime que a Remedios tardó un poco más en llegarle. También es cierto que Remedios murió cuando el baile empezaba a ponerse Bueno: con 55 años la fulminó un ataque cardíaco. En sus divertidas cartas nos da una pista de qué pasó luego: “Esta reencarnación no fue fácil. Después de atravesar mi espíritu, primero por el cuerpo de un gato, después por el de una criatura desconocida perteneciente al mundo de la velocidad -es decir, a ese que nos atraviesa a más de 300 mil kilómetros por segundo (y que, por lo tanto, no vemos)- fui a dar, inexplicablemente, al corazón de un trozo de cuarzo. Al favor de una tormenta abominable, los fenómenos eléctricos me fueron favorables y, cayendo un rayo en dicho trozo de cuarzo, rescató mi espíritu que, describiendo una espiral, fue a alojarse en el cuerpo de una mujer metidita en carnes que por allí circulaba. Me siento satisfecha de esta circunstancia y por eso me atrevo a escribiros, en el entendimiento de que no me habéis olvidado”. La muestra que inaugura el jueves será ocasión de un emotivo reencuentro: neófitos y vehementes fans cerrarán filas acortando el terreno que los separa de ese otro mundo fantástico tan secretamente anhelado que por unos meses estará disponible, parejas se darán cita, aprendices de brujas y wannabe chamanes fumarán hierbas antes de abordar las escaleras mecánicas que sin duda los elevarán porque después de todo esa pregunta sigue repiqueteando en nuestro interior. Remedios querida: ¿cómo olvidarte?
Remedios Varo: Constelaciones se puede visitar desde el 5 de marzo hasta el 15 de junio en el Malba, Avda Figueroa Alcorta 3415.
Fuente: Varios