Son las 20.30 de un jueves y aunque los últimos fríos asaltan las calles porteñas, en el corazón de Monserrat es otro el microclima. La puerta de entrada de La Botica del Ángel, ex iglesia de 33 ambientes devenida en museo de arte y cultura, abre sus puertas en horario dado que el espectáculo -Una noche en el café concert promete empezar puntual. Cerca de las 21, la espera acaba con la llegada del maestro de ceremonias, encargado de recibir a la gente en una reducida sala, de estética tanguera, que dejará a varios asistentes con ubicación improvisada en las escaleras laterales.
“Sólo muere lo que no se recuerda”, introduce el animador, evocando las palabras del fallecido Eduardo Bergara Leumann, creador de ese espacio, quien invita a apagar los celulares para conectarse sin distracciones en un viaje de casi dos horas de duración. “Aún en tiempos oscuros, las luces del escenario se van a encender”, concluye el anfitrión dando pie al artífice y protagonista del espectáculo: Alejandro Veroutis, que a pesar de los nervios que él mismo confiesa para romper el hielo, ya obtuvo el primer aval del público durante su estreno en Mar del Plata.
Cerrada por más de veinte años, luego de que se trasladara a la calle Luis Saenz Peña en año ‘73, la ex iglesia hoy convertida en museo de arte y declarada Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, reabrió sus puertas recuperando el espíritu de aquel fenómeno social y cultural que recrea en casi dos horas de humor, música y poesía Una noche en el café concert.
Reviviendo en estrofas las memorias de un género teatral que marcó a fuego las décadas del ‘60 y ‘70 -con sede en sótanos o altillos escondidos el jefe de prensa, productor y actor apela al humor y a la ironía en una performance que por momentos se permite salir del libreto. Con dinamismo, Veroutis propone un repaso por los hitos de la historia argentina que en un guiño a la actualidad polílaborador tipica del país, lleva y trae a escena canciones, introducidas por anécdotas, que hicieron a los comienzos del café concert.
Emblemas del género como Nacha Guevara, Cipe Lincovsky, el dúo Perciavalle-gasalla, Marilina Ross, Susana Rinaldi y hasta la gran Edda Díaz, sentada en la platea de la sala, son parte del popurrí del espectáculo que homenajea a las mujeres del music hall y que volverá a presentarse el 11, 19 y 26 de septiembre. El variado repertorio musical, que acompaña desde el piano el músico Nacho Mascardi, incluye en su mayoría canciones que eran prohibidas para la época y algunas reversionadas por el mismo Veroutis. Los ejecutivos, La mala reputación, Canción del odio, Los boludos, Magoya, Diamantes en almíbar y El viejo varieté, que sonará al principio y al final de la función, son algunos de los 30 temas en escena. Camino a la mitad del show, las cortinas vuelven a abrirse para dar paso a la cantante Anita Co, sobrina de Susana Rinaldi, que provoca la primera gran ovación de la noche por su presencia escénica y poder vocal al interpretar su versión de Soy snob, de Nacha Guevara.
Frente a un público protagonista, la interacción con los artistas en escena es motivo de un ida y vuelta permanente. Entre invitados especiales, como el arquitecto Ángel López, cofestejos en la creación de La Botica, concurrieron Fanny Mandelbaum, Mirta Romay, Juan Carlos Cuacci, Anita Padilla, Marita Monteleone y la legendaria Adela Montes, un mito viviente del periodismo de espectáculos.
Cerca del final, la vedette absoluta de la noche fue la gran Marikena Monti en acción. “Un tributo a una artista que está viva y para mí es un ángel: la gran dama del café concert”, anuncia Veroutis cediendo el escenario a la actriz y cantante argentina de 76 años. “Diosa”, “Grande Marikena”, se escucha desde la planta alta y también en la platea desde donde Fanny Mandelbaum la incita a que cuente cuál había sido el famoso regalo de Bergara Leumann, provocando una risa general ante su inmediata respuesta: “Una banqueta que dice ‘flor de culo’…”. Conmovida después de regalarle al público unos versos de Libertad a capella, “una canción que fue prohibida por más de diez años y voy a cantar hasta el último día de mi vida”, la artista dedica unas palabras al verdadero homenajeado de la noche: mentor, pionero e impulsor del primer café concert en el país. “Hoy es el cumpleaños de un hombre que fue un antes y un después en mi vida.
Geniales son pocas personas y una de ella fue Eduardo Bergara, por su cultura, por su humor fantástico y porque era un maestro de la vida”. A modo de cierre y con las luces bajas, una torta con la gura de un ángel en medio convoca a los cuatro artistas en escena que, siguiendo la tradición de Leumann, celebraron “la vida o la muerte” (ya que nació y falleció el mismo 5 de septiembre) tal como el creador de La Botica, dicen quienes más lo conocieron, hubiera deseado.
Fuente: La Nación