Cabeza a cabeza. Así están desde hace décadas Emilio Pettoruti, el platense que acaba de sorprender como testigo involuntario de la fiesta presidencial en Olivos, y Antonio Berni, alternándose en los seis primeros puestos del “top ten” de los autores de las obras de arte argentino más caras vendidas en subastas. Eso si no se tiene en cuenta a Lucio Fontana, artista ítalo-argentino nacido en Rosario pero considerado italiano en el mercado internacional. Mientras que este último llegó a rozar los treinta millones de dólares en 2015, la obra más cara del podio nacional no logra superar los 800.000.
Así, el puesto N°1 es ocupado por Concierto, de Petorutti, artista fallecido hace medio siglo y uno de los preferidos de Eduardo Costantini. “El primer cuadro que compré en subasta fue La canción del pueblo, en Saráchaga. Al día siguiente tenía a todos los inspectores en casa”, recordó el empresario en una entrevista con LA NACION cuando hace dos décadas se disponía a inaugurar el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba). La pintura, por la que había pagado 324.000 dólares en 1993, fue donada entonces al museo junto con más de doscientas piezas que iniciaron la consolidación de un patrimonio único en el mundo.
La presión impositiva, sin embargo, es apenas uno de los factores que impiden el crecimiento del coleccionismo local. Lo que se traduce, a su vez, en un límite para los valores de la producción “Made in Argentina”. “Ahora está todo paralizado, no hay compradores de arte argentino en las subastas internacionales. Un cuadro de diez mil dólares es una sorpresa”, observa Adrián Gualdoni Basualdo, codirector de Consultart/dgb. Y agrega que “el arte es una cosa y el mercado otra; a veces coinciden, otras no. El arte argentino no es mejor ni peor que el brasileño o el mexicano, pero los valores son radicalmente distintos: en México o Brasil, es normal hablar de una obra de un millón de dólares”.
¿Qué nos impide superar ese límite? Según este experto, una combinación de falta de “pesos pesados” dispuestos a invertir sumas de varios dígitos, como fueron en décadas pasadas coleccionistas comoAmalita FortabatyNelly Arrieta de Blaquier; un “cambio en el gusto” a favor del arte contemporáneo y la “falta de difusión” por parte del Estado. “Una buena forma de valorizar el arte argentino sería alquilar un espacio de prestigio en ciudades clave como Londres, París, Miami, Nueva York, Pekín o Hong Kong –sugiere-, y realizar una muestra importante”.
La pandemia, sin embargo, sumó otras prioridades a las que ya imponía la crisis económica. “No hay muchos coleccionistas importantes en la Argentina, ni de otros países que coleccionen arte argentino –confirma Mario Gilardoni, otro experto en el mercado de arte local-. Últimamente acá los precios son muy bajos, y la gente que tiene mucha plata invierte en otra cosa”.
El hito más reciente registrado por una obra de arte lo alcanzó en mayo último Juanito dormido (1974), de Berni, vendida por 441.000 dólares en Sotheby´s de Nueva York. Se convirtió así en la más cara de esa serie del artista rosarino, y entró en el “Top Ten” de sus obras adquiridas en subastas. El primer lugar lo sigue ocupando Ramona espera (1962), que en 1997 pasó a manos de Amalita Fortabat tras una inversión de 717.500 dólares. Superó entonces los 607.500 dólares que se habían pagado la noche anterior en Christie’s por La gallina ciega (1973), del mismo autor, y durante más de una década fue la obra de arte argentino mejor vendida en remates públicos. En 2018 regresó al país para integrar el nuevo guión curatorial de Colección Amalita, que tiene una decena de obras del artista rosarino.
A ese mismo acervo exhibido en Puerto Madero pertenecen dos obras de Prilidiano Pueyrredón que la “reina del cemento” adquirió en una disputada subasta en la rematadora porteña Naón, en junio de 1999. Según el curador Marcelo Pacheco, “son dos de las últimas piezas que compró Amalita para la colección”, y estableció así otro récord: esta vez, la suma más alta pagada en un remate por una obra de arte en la Argentina. El antecedente más cercano en el mercado local había sido La canción del pueblo, la primera compra en subastas de Costantini mencionada al comienzo de esta nota.
Tanto Pettoruti como Berni, los dos artistas que lideran el Top Ten, fueron codiciados por ambos coleccionistas. Mientras que Colección Amalita posee dos arlequines realizados en 1950, el Malba tiene siete obras del maestro platense, fallecido hace medio siglo y pionero de la renovación artística local, muy bien representado también en el Museo Nacional de Bellas Artes. Llama la atención sin embargo recordar, como lo hace el Ministerio de Cultura de la Nación en su sitio web, que “hubo un tiempo en que sus cuadros debían presentarse bajo vidrio, por la cantidad de escupitajos que recibía por día. En la Argentina, para muchos, era considerado un ‘artista degenerado’ y una ofensa para ‘la dignidad de la patria’”.
TOP TEN
- PETTORUTI, Emilio. Concierto (1941). Christie’s (NY). Mayo 2012. 794.500
- PETTORUTI, Emilio. El cantor (1934). Christie’s (NY). Noviembre 2008. 782.500
- BERNI, Antonio. Ramona espera (1962). Sotheby’s (NY). Noviembre 1997. 717.500
- PETTORUTI, Emilio. Srta. del sombrero verde (1919). Sotheby’s (NY). Mayo 2008. 629.000
- BERNI, Antonio. La gallina ciega (1973). Christie’s (NY). Noviembre 1997. 607.500
- BERNI, Antonio. Los emigrantes (1956). Christie’s (NY). Noviembre 1996. 552.500
- PUEYRREDON, Prilidiano. Apartando en el corral (c.1861). Naón. Junio 1999. 551.530 (IVA incluido)
- PUEYRREDON, Prilidiano. Los capataces (c.1861). Naón. Junio 1999. 515.660 (IVA incluido)
- KUITCA, Guillermo. Deng Hagg Praha (1989). Christie’s (NY). Noviembre 2016. 511.500
- LE PARC, Julio. Seuil de perception (1960-62). Christie’s (NY). Noviembre 2010. 506.500
Fuente: Consultart/dgb
Fuente: Celina Chatruc, La Nación