Volátil e impredecible; éstas parecen ser las características más salientes de un mercado del arte que prolifera gracias al espaldarazo de coleccionistas multimillonarios en todo el mundo. ¿Inversión a largo plazo? ¿Piezas trofeo?, el pedrigree de las obras más codiciadas no siempre funciona como correlato del canon propuesto por museos y críticos. ¿Quiénes son los artistas vivos más caros del arte internacional y a qué se debe su éxito?
1. Jeff Koons: US$ 91 millones
Jeff Koons con «Rabbit, vendido por 91 millones de dólares. / Daniel Deme/EPA
En mayo de este año, una subasta celebrada en Christie’s coronó al neo-pop Jeff Koons como el artista vivo mejor pago de la historia. Su escultura de un metro de alto, Rabbit (1986), fue una de las estrellas del lote dedicado al arte de posguerra y contemporáneo: la refulgente figura de acero inoxidable fue vendida en nada menos que 91 millones de dólares, batiendo un nuevo récord de ventas. Ya en 2013, su polémico creador había superado el techo de los cincuenta millones de dólares con otra de sus icónicas esculturas, Dog Balloon Orange (1994-2000). Algunos especialistas coinciden en considerar los «precios koons» como termómetro de lo que sucede en el mercado. Pero, ¿cuál es el sex appeal de su obra?
Koons es la síntesis perfecta del arte en la era del consumismo y la autopromoción
Vituperado por la crítica y exaltado por los coleccionistas casi en igual medida, Koons es la síntesis perfecta del arte en la era del consumismo y la autopromoción. El artista norteamericano es una figura atípica en el ecosistema de galerías y museos: fue condenado por plagio en dos oportunidades, aprovechó su matrimonio con la estrella porno Cicciolina para ostentar sus dotes amatorias en la cursi y pornográfica serie Made in Heaven, y acopia titulares que van de lo excéntrico a lo elogioso sin solución de continuidad. Su obra explora el atractivo de texturas y motivos hechos para el placer del consumo, chucherías glorificadas a escalas monumentales e íconos del pop transformados en esculturas kitsch. “Creo absolutamente en la publicidad y en los medios de comunicación (…) Tanto mi arte como mi vida personal están basados en ello”, se ha jactado en alguna oportunidad.
Su formación como corredor de bolsa en Wall Street lo entrenó en las artes de las finanzas y su astucia marketinera le aseguró algunos momentos de estelaridad, como cuando presentó su serie Banalidad, cuyo exponente más célebre fue un Michael Jackson de porcelana blanca y lustre dorado, acompañado de su chimpancé Burbujas. En sus manos, cualquier objeto baladí puede convertirse en arte, y desde ya, en un lucrativo negocio.
Michael Jackson según Jeff Koons. / AP
En 1980 tuvo su primera muestra individual; bajo el título de The New exhibió una serie de aspiradoras suspendidas e iluminadas con resplandeciente luz blanca, como si se tratase de un escaparate de lujo. Massimiliano Gioni, quien fuera curador de la exhibición, recuerda cómo, bajo el sensual influjo de esa aparición, los visitantes del museo se acercaban para adquirir alguna de esas aspiradoras. De allí en más, los rutilantes éxitos continuaron: el gigante perrito floral titulado Puppy (1992) y los tulipanes policromados encargados por el Guggenheim de Bilbao; las codiciadas series de perros inflables multicolor de acero inoxidable Dog Balloon, y el último objeto del deseo; el siniestro, gracioso -y ahora millonario- conejito parapetado sobre un atril que sostiene su zanahoria.
El “Balloon dog” de Jeff Koons
2. David Hockney: US$ 90 millones
El fondo agrietado de una piscina turquesa, un cuerpo desnudo sumergido bajo el agua y otra figura masculina que lo observa, melancólico y expectante, configuran la misteriosa escena de Retrato de un artista (1972), la obra que catapultó al inglés de 82 años a convertirse el segundo artista mejor cotizado de sus contemporáneos. En noviembre de 2018, el cuadro se vendió en 90 millones de dólares, luego de que el martillo del rematador diera por terminada una puja de ofertas que duró solo nueve minutos.
La obra. «Retrato de un artista», de Hockney. / AP
La pintura evoca el recuerdo de su ex amante y ex alumno de arte en la Universidad de California (UCLA), Peter Schlesinger de quien se había separado un año antes de la obra. En los 60 y 70, Hockney era uno de los pocos artistas abiertamente gay que hacía de su estilo de vida uno de los temas de su obra, allí cuando la homosexualidad todavía era motivo de reprobación para los ingleses. Uno de sus primeros actos de propaganda en favor de la libertad sexual fue We two boys together clinging (1961), cuando era un estudiante en la Royal College of Art. Por ese entonces, Hockney todavía estaba imbuido por la influencia del expresionismo abstracto. Más tarde, su viaje iniciático a Los Ángeles en 1964 marcaría una transición sin retorno hacia lo figurativo.
En los 60 y 70, Hockney era uno de los pocos artistas abiertamente gay que hacía de su estilo de vida uno de los temas de su obra
Alejado de la inclemencia climática y los rígidos estándares morales de Gran Bretaña, Hockney hace de California el escenario predilecto para desplegar su maestría. La luz inunda todas sus imágenes; está en los colores vibrantes de los paisajes, en los cuerpos bronceados que deambulan por el lienzo, en los espacios abiertos y geométricos de la arquitectura suburbana, y por supuesto, en sus icónicas piscinas. Retrato consuma un repertorio estético de la revolución sexual y cultural de los 70.
El artista. David Hockney en su retrospectiva en el Metropolitan de Nueva York, 2017. / (Charlie Rubin/The New York Times)
En los últimos años, museos y galeristas han redescubierto la obra de este multifacético octogenario que también ha experimentado con el arte digital, el diseño editorial y la escenografía.
3. Gerhard Richter: US$ 46,3 millones
Un momento de la subasta del óleo «Abstraktes Bild» de Gerhard Richter, en Londres, el 12 de octubre del 2012. / EFE
“Cada vez que rompo un récord -de ventas-, mi reacción inicial es de horror”; ésas fueron las incrédulas palabras del artista alemán cuando recibió la noticia que llegaba de Londres: su obra Abstraktes Bild (1986) había alcanzado la cifra de 46,3 millones de dólares en una de las célebres subastas de la casa Sotheby’s. El astronómico número lo consagró en 2015 como uno de los artistas europeos mejor cotizados.
A contramano de las tendencias, el artista suele sub valorar su trabajo; cuando su pintura Domplatz, Mailand se vendió en 29 millones de euros, dijo: “me pareció raro, no creo que esa obra sea tan buena”. Y es que Richter considera que los vaivenes del mercado rara vez son expresión de calidad artística.
Gerhard Richter frente a una pintura sin título en el museo Albertina, de Viena, 2009. /AP
Abstraktes es una de las primeras piezas que lleva su distintiva técnica: capas de óleo acumuladas sobre el lienzo y luego barridas con un cepillo de madera. El efecto es el color que emerge de las capas subyacentes.
La obra de Richter estuvo atravesada por la imaginería de los regímenes totalitarios: primero el nazi y luego el soviético
Considerado como uno de los mayores exponentes de la Nueva Pintura Europea y apodado por la crítica como el “Picasso del Siglo XXI”, su trayectoria recorre un espectro que va de la abstracción hasta el retrato. Como otros artistas alemanes de su generación, su obra estuvo atravesada por la imaginería de los regímenes totalitarios: primero el nazi y luego el soviético. Su primer trabajo, a los 16 años, fue como dibujante de panfletos comunistas. Luego de escapar de Alemania Oriental fue aceptado en la academia de arte de Dresden, donde se destacó como muralista, pero fue su encuentro con el modernismo y, especialmente, el expresionismo abstracto de Jackson Pollock y Lucio Fontana lo que marcó un antes y un después. Su pintura retoma la tradición vanguardista, tamizada por un sentido desafectado que logra a partir de la introducción de medios de reproducción automatizados, como la fotografía. La obra de Richter presenta un amplio arco estético sostenido por una permanente aversión a la imposición de un estilo: “Me gusta todo lo que no tiene un estilo porque el estilo es sinónimo de violencia”, dijo en alguna oportunidad.
La obra de este gigante integra las colecciones permanentes de los museos más importantes del mundo, como el MoMA y el Reina Sofía. Este parece ser su escenario más afín: “No me gusta gastar dinero en arte. Me gusta mirar pinturas, pero voy a los museos para hacerlo. No tengo que comprarlo”, admite.
4. Cui Ruzhuo: US$ 39,6 millones
El martillo bajó cerrando la venta y su obra desapareció. No era tarea fácil: se trataba de un cuadro de ocho metros de ancho y tres de alto representando unas monumentales montañas nevadas en tinta china. Al parecer, en un acto de distracción, el personal de limpieza que trabajaba en la casa de subastas lo arrojó a un vertedero de basura en Tuen Mun, luego de que Ruzhuo batiera otro récord como el artista chino mejor pago de su generación. El pintor se negó a comentar el confuso episodio: “Tengo 70 años. No quiero recordar cosas malas. Todo lo que puedo recordar es que la venta fue un gran éxito e impulsó mi impacto en Hong Kong”, se limitó a decir.
Un inversor privado destinó más de 75 millones de dólares para construir un museo en honor a Cui
Oriundo de Beijing, Ruzhuo viene cosechando varios éxitos en ventas: en 2011 su pieza Lotus llegó a los $15,8 millones en Christie’s; Landscape in Snow (Paisaje nevado) se vendió en $23,5 millones, y su último hit: The Grand Snowing Mountains (Las grandes montañas nevadas), de 2013, en $39,6 millones.
The Grand Snowing Mountains, de Cui Ruzhuo (2013) Subastada por la casa Poly en Hong Kong
Empleando técnicas y motivos tradicionales del arte oriental, las composiciones de Cui evocan escenas paisajísticas realzadas por el trazo de la tinta. Antes de mudarse a los Estados Unidos, Cui dictó clases en la Academia de Artes y Diseño de Beijing y fue discípulo del pintor y calígrafo chino, Li Kuchan.
Cui Ruzhuo, el exitoso artista chino.
Su regreso a China coincidió con un extendido reconocimiento entre políticos y diplomáticos del régimen chino. Su sueño es conquistar Hong Kong y está en carrera: tanto así, que un inversor privado destinó más de 75 millones de dólares para construir un museo en honor a Cui. Este sería el tercer museo inaugurado bajo su nombre.
Cui se mueve como pez en el agua en el mundo de los galeristas, los museos y las casas de subastas. Su colección personal llega a más de cuatrocientas obras de arte, entre las que se cuentan piezas de caligrafía clásica de las dinastías Song, Yuan, Ming y Qing. “Este país subestima el valor de la cultura”, dijo luego de donar 30 de sus pinturas al Museo Nacional de China, en Beijing. Su apuesta no es solo artística, también comercial: “Espero que dentro de diez años, los precios de mis pinturas superen los de maestros occidentales como Picasso y Van Gogh. Es el sueño de China”.
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5. Jasper Johns: US$ 36 millones
Bandera, de Jasper Johns. /EFE
Una sala abarrotada de gente se agolpaba un martes de noviembre esperando la salida del Lote número 9. Allí se encontraban, como esperando ser redescubiertas, las coloridas rayas y estrellas de Flag (Bandera), de 1983, el ícono de Jasper Johns. La subasta abrió en 12 millones de dólares pero rápidamente trepó a los 36 millones. Los coleccionistas se debatían: ¿es la pintura más costosa por centímetro?, y observaban la mítica bandera de 30 por 45 centímetros.
A través de los años. El artista Jasper Johns, en su estudio, en 2018. / The New York Times
La pieza es parte de una serie de más de cuarenta variaciones de la bandera norteamericana, su obra más emblemática. La primera data de 1954, y fue creada luego de su retiro del Ejército. En un sueño se le habría presentado la idea. Según Johns, su padre lo bautizó en honor a la memoria del Sargento William Jasper, héroe de la Guerra de la Independencia que logró recuperar la bandera luego de recibir el impacto de un proyectil inglés.
Heredero del dadaísmo, Johns se sumerge en el juego semiótico: alfabetos, números y objetos cargados de simbolismo son resignificados y ofrecidos en un nuevo contexto. La recuperación de técnicas olvidadas, como la encáustica, le permite dotar de profundidad escultórica a una imaginería popular que explota en múltiples proyecciones de sentido. Desde su entrada triunfal en el mundo del arte en 1958, Johns no paró de experimentar con todo tipo de formatos y técnicas. Su legado le ha valido la codicia y admiración de los museos, los críticos y los coleccionistas.
Fuente: Clarín