Olga Elena Naum quería ser médica. Su familia se opuso. Explicó, alguna vez, que sus padres consideraban que la medicina era “cosa de hombres”. Se recibió de fonoaudiología, pero nunca ejerció. No era su pasión. Finalmente, se acercó de forma natural al mundo de la moda. Lo llevaba en la sangre.
Heredó el nombre y la pasión por el diseño de su abuela. “Ella nos hacía la ropa sin molde y sin nada. Ponía la tela en una mesa, nos tomaba tres medidas, cortaba, cosía. ¡Y en 40 minutos teníamos algo! Olga fue la abuela más buena del mundo”, decía.
Su apellido, de origen árabe, siempre estuvo ligado a la industria textil. Su padre tenía una fábrica de estampados, donde también trabajaba su madre. Su hermano, Emilio Naum, fundó la sastrería Mc Taylor. Su hermana, Graciela Naum, creó su propia maison y, con el tiempo, se convirtió en una de las diseñadoras preferidas de la reina Máxima de Holanda.
Olga empezó diseñando en su casa, con su hermana Cristina. Hacían de todo: pantalones, suéteres, cinturones, carteras… No tenían etiqueta propia, trabajaban como proveedoras de distintas marcas. Sus principales clientes eran Zeta, Graciela Vaccari, La Solderie, Dedé y, por supuesto, Mc Taylor. “Después de un tiempo, mi hermana se fue a vivir a Uruguay y me dejó todo a mí”, contó.
Abrió su primer local en la coqueta Galería Promenade, junto al hotel Alvear. “Bien al fondo”, aclaraba. Lo bautizó Grape. ¿El resultado? “Un desastre…, pagué los gastos y cerré. Duró un año. Ahí me di cuenta de que uno tenía que hacerse de un nombre, tener prestigio. Que por más buena ropa que tengas, no existís”, concluyó.
Volvió a trabajar en su casa, pero a cada prenda le imprimía su nombre: Olga Naum. Así, poco tiempo después, abrió un nuevo local, ahora en la calle Maure. “La gente entraba y salía. En el 85 fue un boom. Pasé todos los gobiernos”, decía. Su secreto para sobrevivir en la inestabilidad económica argentina: “Que te encante lo que hacés. No es fácil. Me distraigo, no pierdo, gano poco y sigo”, repetía. Más tarde abrió en calle Quintana.
Su estilo estaba definido por la mezcla de colores y texturas. “Me gustan las asimetrías, las paletas empolvadas, los estampados originales. Me gustan las telas. Tengo tres telas buenas y, como una pintura, me paso tres días y llega el final”, repetía.
Las marcas de la vida
Hay un hecho, una tragedia, que marcó definitivamente a la familia Naum: el 22 de junio de 1984, el siniestro “clan Puccio” intentó secuestrar a Emilio “Milo” Naum. Fue su tercera víctima. Arquímedes Puccio, quien conoció al empresario en una operación inmobiliaria, fingió tener problemas con su auto y pidió ayuda a Naum, que “casualmente” pasaba por el lugar. Al darse cuenta que querían raptarlo, Emilio (38 años, casado, padre de dos chicas) intentó escapar y fue asesinado a quemarropa en el medio de la calle, a plena luz del día.
Hace ocho años, aproximadamente, Olga Naum volvió a sufrir un golpe brutal, demoledor: uno de sus nietos murió en un accidente con un ascensor. Eso la destruyó. De pronto, cerró todo y se dedicó a su casa, a su familia.
El 16 de diciembre, hace apenas dos semanas, Olga Naum festejó los 50 años de su matrimonio con el prestigioso abogado Emilio Salgado. Sus “Bodas de Oro”. Hicieron una reunión en su piso de Recoleta, con sus familiares e íntimos. Asistieron sus dos hijos varones, Sebastián Emilio y Ezequiel Emilio. Brindaron y recordaron buenos momentos, lo que se suele hacer en estas ocasiones. Nada, ningún indicio, presagiaba el trágico final.
Tres días después del encuentro, una nueva tragedia volvió a golpear a su familia. El hecho se grabó en la sección Policiales de los diarios. LA NACIÓN también dio cuenta de la noticia. Ocurrió durante la madrugada del 19 de diciembre en el establecimiento rural San José, propiedad de la familia Salgado, a unos 40 kilómetros del caso urbano de Saladillo, durante el ensayo de una banda de rock.
Joaquín Salgado, nieto de Olga Naum, integrante del trío, irrumpió en el ensayo con un arma de fuego y, sin motivos aparentes, disparó contra sus amigos. Hirió de muerte a Lorenzo King, hijo de la concejala del Frente de Todos Silvina Costignola, y acertó en el barzo de Tomás Santopolo, hijo de la fiscal Patricia Hortel.
Ezequiel Emilio Salgado, padre de Joaquín e hijo de Olga Naum, fue a buscar asistencia médica. Padre e hijo fueron detenidos. El joven, por el homicidio y la tentativa de homicidio; el mayor, por la tenencia y portación ilegal de arma de guerra, ya que en su camioneta llevaba un revólver Smith & Wesson calibre 38.
Sus pasiones
Olga amaba viajar. Cuando diseñaba, solía visitar París dos veces al año. Con el tiempo, sumó también una escala en Milán. Después, cuando se retiró, siguió viajando con su marido. “Ahora prefiero conocer nuevos destinos”, contaba. Al mismo tiempo, formó un grupo de “amigas viajeras” con las que visitó Australia y Ushuaia.
Su pasión, además del diseño, siempre fue pintar. Solía andar a caballo, tenía un paso peruano que montó durante años. Pero frente a un lienzo en blanco sentía que podía volar. En noviembre último, en su cuenta de Facebook, compartió una imagen de un cuadro, con la siguiente leyenda: “Nadie sabe con certeza… qué hay más allá… Se me ocurrió pintar algo para que cada uno imagine su parecer”.
LA NACION se comunicó con Graciela y Cristina (que habló desde su inmobiliaria en Punta del Este), hermanas de Olga Naum. Las dos prefirieron atravesar este doloroso trance en silencio.
Una carta de despedida
El viernes 23 último, a las 17.20 horas, Olga Naum se registró como huésped en el Up Recoleta Hotel. Le dieron la habitación 503. Llegó sola, sin acompañantes, y dijo que iba a permanecer allí solo una noche. ¿Cómo llegó hasta allí? Nadie lo sabe aún, está en proceso de investigación.
Tenía que hacer el check out antes de las 11 de la mañana siguiente. Como no apareció en recepción ni respondió a los llamados del personal de limpieza, los responsables del hotel dieron parte a la policía. A las 12:10 de sábado 24 de diciembre, en horas previas a la Nochebuena, la Policía de la Ciudad irrumpió en la habitación y la encontró sin vida. A su lado había un blister vacío de clonazepam y dos botellitas de clonazepam líquido. Sobre la mesa de luz hallaron una carta escrita en computadora con un agregado hecho a mano, sobre el final, de difícil lectura, y un recorte periodístico con la crónica del crimen en Saladillo. Olga Naum tenía 74 años.
“Un ejemplo de mujer”
Todavía conmocionado por la noticia, el diseñador Benito Fernández, que compartió décadas de pasarelas con Olga, la recuerda con cariño y emoción. “Era una persona súper agradable, muy trabajadora, predispuesta, educada. Un ejemplo de mujer”, resume. Fernández destaca especialmente el estilo y talento de Naum. “Se tuvo que esforzar mucho. Logró crear un estilo propio que generara fidelidad en sus clientas en una epoca en la que lo importado siempre era mejor visto que lo nacional. Ella pudo interpretar las necesidades de la mujer argentina, que empezaba a ocupar otros roles y a necesitar otra ropa: una mujer que de pronto trabajaba y tenía que ir a un evento y estar siempre impecable”, suma.
Fuente: Bruno Bertagna, La Nación.