En el estudio de Santa Fe y Callao donde Clorindo Testa desplegó su maquinaria creativa, desde los años 70 y hasta su muerte, en 2013, todavía hay manchas de pintura en el suelo. Son huellas conservadas con intención, vestigios de los días en que el renombrado arquitecto pintaba sobre una tabla los lienzos de su compartida condición de artista.
Manchones rojos, blancos, azules y amarillos sobre el parqué recrean la cocina detrás de la visión estética que atravesó al personaje. Estas huellas, así como los más de 400 planos, centenares de bocetos y dibujos de colores de su puño, maquetas, pinturas y esculturas de su autoría y objetos personales con los que convivió en su despacho, componen el legado que pondrá en valor la recientemente creada Fundación Clorindo Testa.
Constituida formalmente en 2018 y con su sede en este espacio, la entidad nace con la intención de catalogar y difundir la obra del consagrado creador, aunque no pretende ser un centro expositivo . “La idea no es hacer un museo donde recordar el pasado, sino un espacio donde se generen nuevas experiencias”, explica a la nacion Joaquina Testa, hija de este prócer de la arquitectura argentina e impulsora de la fundación junto a su madre y viuda de Clorindo, Teresa Bortagaray. También encabezan la iniciativa los arquitectos Juan Fontana y Oski Lorenti, discípulos y compañeros de trabajo de Testa durante décadas, a quienes la familia nombró como los únicos intérpretes válidos de su obra, facultados para utilizar la firma del estudio en la continuidad de proyectos.
La fundación se encargará de exponer y divulgar las ideas y creaciones del inventor de edificios emblemáticos del paisaje porteño como la Biblioteca Nacional y el ex Banco de Londres (hoy Banco Hipotecario).
Nacido en el sur de Italia en 1923 y fallecido a los 90 años en 2013, Testa dedicó su vida a la proyección de edificios y al arte desafiando los cánones y buscando de forma constante nuevas soluciones para nuevos retos.
“Clorindo pensaba en su trabajo mañana, tarde y noche”, señala Bortagaray, su compañera durante 50 años. “Tenía su rutina y siempre pensaba en lo que lo ocupaba en cada momento; resolvía la obra en su cabeza antes de plasmarla sobre el papel o la tela”, agrega su hija.
Como célula fundamental, el Estudio Testa de arquitectura continuará funcionando en este espacio, que será reformado antes de fin de año a través de un proyecto con aportes de mecenazgo, el Banco Hipotecario y la empresa Häfele, entre otros benefactores. En el marco de esta actuación, se refaccionará el inmueble para abrirlo al público –con citas a coordinar– como sitio de exposición, educación e investigación de la obra de Testa, salas dedicadas a las artes plásticas, a la arquitectura y a sus intereses fuera de estas esferas. además, se recrearán los espacios utilizados por él, como su oficina y su taller de producción plástica.
En una fase posterior, la intención es generar vínculos con instituciones del interior del país y del exterior, como los citados museos o las universidades extranjeras que traían a sus alumnos a visitarlo mientras Clorindo vivía. Se prevé organizar eventos como charlas y seminarios, y la edición de publicaciones. También se velará por la certificación de la autenticidad de las obras de Testa, ya que la familia tiene constancia de que han circulado pinturas falsas atribuidas al artista. además, para “honrar el interés” que el creador profesaba por los jóvenes estudiantes de arquitectura, a quienes habitualmente recibía para favorecer el intercambio intergeneracional de ideas, se buscará programar becas y pasantías.
Joaquina Testa añade que, ante “el gran atractivo que muchos visitantes manifiestan por la arquitectura de la ciudad”, como se evidencia en los tours temáticos, se podría sumar a los recorridos una visita a la fundación. En un plano testimonial, se exhibirán objetos personales del arquitecto, como agendas en las que anotaba sus citas y reuniones, sus anteojos (que llevaba en la frente, lo que le daba un aspecto de ser con mirada doble), sombreros, croquis y elementos que poblaban su escritorio: una caja intervenida por Silvina Mirasole, reglas, lápices, una lupa, su tablero, frascos de tinta, marcadores o los últimos dibujos que realizó.
Las obras de reforma del inmueble –que abarca unos 300 metros cuadrados– comenzarán en estos días e incluyen trabajos de redistribución y mejora de los espacios, la curaduría y diagramación de las zonas expositivas y la edición de catálogos. Estas áreas tendrán vinculación constante con el estudio. En una fase futura, se intentarán digitalizar los planos.
Hasta sus últimos días, Testa dibujó, y son varios los proyectos en los que trabajó y que quedaron pendientes de materialización: la instalación de parasoles en la Biblioteca Nacional (contemplada en el proyecto original, pero excluida por recortes de presupuesto), un proyecto para el hall de acceso en la casa central del Banco Hipotecario, actuaciones en edificios del campus de Untref en Villa Lynch o el museo del INTa en Castelar. a estos se suman la finalización de la librería del Fondo de Cultura Económica y la construcción de la sede de la Fundación andreani en La Boca (en ejecución).
Juan Fontana, que es además artista plástico y profesor en las universidades de palermo y Di Tella, acompañó a Testa durante un cuarto de siglo. Conoció al arquitecto a finales de los 70, cuando este era profesor en el CayC. para Fontana, el Estudio conservó siempre un carácter “artesanal bastante atípico”, a diferencia de otros de su bagaje.
Oscar Lorenti, que es también profesor universitario y filósofo, agrega: “Llegabas acá y estabas en un universo paralelo. Se pintaba, se charlaba de cualquier tema y te atraía el espíritu del lugar”, cuenta. Oski tuvo contacto con la obra del maestro cuando era estudiante de arquitectura en La plata y fue en esa facultad donde al preguntar por qué no se enseñaba a Testa en la carrera, un profesor lo echó del aula. “La arquitectura de Clorindo no se podía estudiar, se lo veía incorrecto”, señala.
“Veía la profesión con cariño y como algo divertido. Era como venir a jugar, espíritu que no queremos cambiar”, afirman ambos. “Era un moderno y una persona íntegra. En lo profesional, tenía una libertad intelectual procedente de un enorme bagaje intelectual”, recalca Lorenti.
La familia afirma que, desprovisto de vanidades, Testa no se preocupaba por la preservación ad eternum de las cosas. Es por ello que sus allegados creen que al arquitecto no hubiese pensado en la idea de una fundación con su nombre. “pensaba que todo tiene su ciclo y que las cosas cambian naturalmente. Sin embargo, con mamá creemos que, si logramos preservar su obra y su lugar de trabajo en ese espíritu, él no lo desaprobaría”, dice su única hija.
Fuente: La Nación