Nadie sabe su identidad, no se conoce su cara ni su nombre real. Es Banksy, el artista del grafiti que denuncia en las paredes del mundo las injusticias del sistema con imágenes impactantes. Es un icono anticapitalista que mantiene su anonimato como imagen de marca. ¿Se dejó absorber por el mercado para romperlo desde adentro o cayó en la tentación y es parte del sistema del que dice estar en contra? Nadie lo termina de saber.
La paradoja que encarna es parte de su atractivo. Mientras se oculta, es una de las figuras más visibles de la actualidad. Sus obras cargadas de crítica política y social lo convirtieron en uno de los pintores vivos que más facturan en Gran Bretaña, casi a la par de Damien Hirst. Cada paso que da sirve para alimentar el mito del artista solitario que viaja por el mundo irrumpiendo en espacios públicos y actuando siempre en los límites de la ley. Pero de esa forma se fortalece la maquinaria sofisticada que mueve millones de dólares en las casas de subastas más prestigiosas de Londres y Nueva York.
Este martes termina Gross domestic product (el equivalente a Producto Bruto Interno), una tienda que abrió el 1° de octubre en el sur de Londres, un local por el que solo se puede mirar por la vidriera lo que después se vende online. Son “objetos imprácticos», dijo el artista. Un camión con figuras de madera que son réplicas de inmigrantes. Una cuna vigilada por cámaras. Bolas discotequeras brillantes armadas con restos de cascos policiales antidisturbios. Esas son algunas de las obras, a un precio mínimo de 10 libras (12,20 dólares), que compra con gusto parte del establishment contra el que Banksy se posiciona.
La ñata contra el vidrio. La tienda de Banksy: hay que mirar desde afuera y comprar por Internet. / REUTERS
Con lo recaudado, anunció, va a adquirir “un nuevo barco de rescate de inmigrantes para reemplazar el confiscado por las autoridades italianas». Y advirtió: «A lo mejor, usted estará cometiendo un delito si compra las obras». En el mismo comunicado, blanqueó que la razón “menos poética» de este proyecto es que una empresa de tarjetas que reproduce sus imágenes reclamó judicialmente el control total de su firma. Y legalmente, si Banksy no usa su nombre para la comercialización de productos, la marca puede ser transferida a alguien que sí lo haga.
Idealista, pero sin inocencia
Se sabe poco de él. Se dice que nació en Yate, Gloucestershire, Inglaterra, en 1974 y que creció en Bristol, donde comenzó pintando ratas que llenaron las paredes de la ciudad. Esa fue su primera firma crítica, en pleno auge del grafiti durante los 80. En su libro Wall and piece (2005), una suerte de biografía críptica y catálogo de obra, cuenta que empezó dibujando con el aerosol directo sobre la pared. Pero como esta técnica le llevaba mucho tiempo, y el Street art (arte callejero) se debe hacer rápido, antes de que llegue la policía, comenzó a usar plantillas de cartón, lo que se conoce como stencil.
En los 90 formó parte de la banda de Street art Bristol’s DryBreadZ y sus murales se empezaron a hacer notar. En el principio del mito, Banksy iba disfrazado a varios museos para colgar sus obras de manera clandestina. Entre otros, se coló en la Galería Tate Modern de Londres, el MOMA en Nueva York y el Museo Británico. Ya instalado como icono, en 2010 se dio el gusto de ser parte de la apertura de un episodio de la temporada 22 de Los Simpson, llenando la ciudad de Springfield de grafitis.
El original Chalk Farm Maid es una sirvienta vestida de uniforme almidonado que barre la basura detrás de una tela blanca que tapa una pared de ladrillos. Estaba cerca de Camden, barrio en el que la clase media de aspiración alta suele esconder, según el artista, lo que no le gusta ver. En 2008 el mural fue destruido anónimamente, pero como Ave Fénix resurgió en forma de réplicas que se imprimen en papel o tela y la empresa Banksy vende con gusto.
Banksy. Lo que se barre debajo de la alfombra.
Porque el artista callejero ya casi no pinta en las calles. Trabaja con óleos y acrílicos sobre tela, hace esculturas y sus compradores son millonarios y estrellas de Hollywood. En 2009 hizo un cuadro de casi cuatro metros, Devolved Parliament, que representa a los parlamentarios británicos como chimpancés. Lo adquirió en su momento un coleccionista privado y se subastó el pasado jueves 3 en Sotheby’s. Después de una batalla de ofertas se lo llevaron por 11 millones de dólares. El autor dijo en su Instagram que es el «precio record» pagado por una obra suya y agregó: «es una pena que yo ya no la tuviera».
Monos. La visión del parlamento británico, por Banksy. / AFP
Esa no fue, de todos modos, su primera incursión en las esferas del mundo de las subastas opulentas. Tal vez lo recuerden por éxitos como la obra que se autodestruyó sorpresivamente después de ser vendida por más de un millón de dólares. Fue el año pasado. El cuadro era la versión montada en un marco de estilo victoriano de Girl With Balloon, una de sus ilustraciones más conocidas, de 2006. Estaba pintada con aerosol y acrílico sobre lienzo y tenía la firma en el reverso.
…. y se hace tiritas. La obra de Banksy que «se autodestruyó». /AFP
Cuando cayó el martillo, la tela se deslizó a través de una trituradora que estaba escondida dentro del marco, por el que comenzaron a salir las tiras de tela. Fue un escándalo. Banksy puso un video del momento en su Instagram y escribió: «Desapareciendo, desapareciendo, desaparecida…» Así como quedó, ahora se llama Love Is in the Bind y una coleccionista millonaria la tiene colgada en la pared de una mansión.
¿Quién es ese chico?
Banksy de espaldas. Imagen subastada en Sotheby’s.
Banksy a veces se deja ver, pero solo para despistar. El periodista Simon Hattenstone, del periódico The Guardian, lo entrevistó cara a cara en 2001. Lo describió como “un varón de 28 años que llegó en jeans”. Ese mismo año, también fue de gira por México con el club de fútbol de Bristol Easton Cowboys and Cowgirls y aprovechó para pintar un mural en apoyo a la causa zapatista. Hay una foto de eso, pero tiene la cara cubierta por un pañuelo.
Muchos medios en un momento creyeron que lo habían descubierto y dijeron que su nombre podría ser Robin Banks. Era una broma, la similitud fonética en inglés hace parecer que se está diciendo “robbing banks” (robando bancos). En 2008 el periódico Mail on Sunday anunció que ahora sí sabían su identidad, que era un tal Robin Gunningham, que identificaron varias personas de Bristol en una foto en la que se lo ve preparando un stencil en Jamaica. Pero el chico del misterio ni se mosqueó y el señalado dijo que no, que nada que ver. Que no era él.
Una suposición tentadora es que el artista misterioso es Robert Del Naja, líder de Massive Attack. La conspiranoia señala que también es de Bristol y triunfó como grafitero en los 80 bajo el seudónimo de 3D. Para colmo, al rapero Goldie, también de pasado en el street art, se le escapó el nombre en una entrevista. Y aunque en su momento el manager del cantante negó todo, miles de suspicacias salieron a relucir. La favorita es que muchos murales de Banksy aparecían justo en las ciudades por las que estaba de gira la banda.
Banksy se divierte con su anonimato. Y confundiendo a los medios. En 2010 estrenó Exit Through the Gift Shop, una película en la que el artista callejero francés Thierry Guetta trata de develar su identidad con entrevistas a varios grafiteros célebres, entre otros el propio Banksy, que aparece siempre sumergido dentro de una capucha, su cara en negro absoluto. Lo nominaron al Oscar como Mejor Documental y ganó el Independent Spirit Awards. Pero nadie supo a ciencia cierta siquiera si esa persona era o no él.
La hipótesis más fuerte, de la que hay pruebas empíricas, es que el artista en realidad es muchas personas: un colectivo que fue creciendo alrededor de alguien que inició el proyecto y ahora es el núcleo creativo de un gran equipo, más precisamente, una corporación. En 2009, el Bristol Museum hizo una exposición de Banksy. La entonces directora Kate Brindley contó que se armó la muestra en secreto y tuvo que decirles a sus empleados que el lugar iba a estar cerrado para una filmación. Durante una semana fue un equipo de 20 personas a montar las obras. Antes de la inauguración, se firmaron contratos de confidencialidad, y aclaró que, de todos modos, nunca supo cuál de todas las personas que vio era Banksy.
Fuente: Clarín