La leyenda persistente de la sonrisa de La Gioconda comienza con Giorgio Vasari, pintor y arquitecto del siglo XVI que en sus biografías de los artistas del Renacimiento nunca hace ascos a un buen chisme.
Fue él quien escribió que, mientras la muchacha posaba en su taller florentino, Leonardo convocaba «a cantantes, músicos y bufones para mantenerla en una dulce alegría y evitar la apariencia de decaimiento y melancolía casi inevitable en sus retratos». O sea, quería provocar su sonrisa. Pero, ¿por qué ese aire de decaimiento y melancolía?
Desde la publicación en 2007 de Mona Lisa Revealed. The True Identity of Leonardo’s Model, del investigador italiano Giuseppe Pallanti, se sabe que la modelo, Lisa Gherardini, murió a los 63 años y que pasó sus últimos días en el convento florentino de Santa Úrsula asistida por una monja que se llamaba Lucía, tal y como había dispuesto su marido, el comerciante Francesco del Giocondo. Una edad respetable para suponer que arrastraba un problema de salud desde los 24 años, los que tenía cuando posó para el enigmático retrato.
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Y, sin embargo, no dejan de surgir teorías sobre sus dolencias. Se ha especulado con un posible hipotiroidismo, basado en la piel amarillenta, la ausencia de cejas o la hinchazón del cuello compatible con un bocio…
Se ha llegado a afirmar que tenía los niveles de colesterol muy elevados, que sufría parálisis facial, que estaba desdentada a causa del bruxismo y que por eso mantiene la boca cerrada, que tenía un lipoma (tumor benigno de tejido graso) en su ojo derecho o, incluso, que su ausencia de cejas y pestañas y el nacimiento de su cabello denotarían una alopecia provocada por el estrés emocional…
La última teoría, basada ya en documentos reales y no en el simple ojo clínico de expertos en medicina, la lanzó el historiador y crítico de arte de The Guardian Jonathan Jones, quien apuntaba la posibilidad de que La Gioconda tuviera sífilis.
¿Los motivos de la sospecha? El hallazgo -en los libros de contabilidad de un convento florentino- de un recibo que relaciona el nombre de Lisa Gherardini con la adquisición en una botica de agua de caracol (acqua di chiocciole), uno de los ingredientes que se utilizaban en la época para combatir las enfermedades de transmisión sexual, entre ellas la sífilis.
Cierto es que el brebaje -que incluía hierbas, lombrices y ajenjo- también pudo ser para su esposo, pero en todo caso, aseguraba el crítico, fue un padecimiento que atacó a la sociedad en que la Gioconda vivió y el agua de caracol, el remedio para combatirlo más usado hasta el siglo XVIII.
De ser cierto, la enfermedad justificaría las sombras poco saludables alrededor de sus ojos. Pero, ¿y su media sonrisa? «Puede ser un reconocimiento irónico de que el sexo puede enfermarte».
Fuente: La Vanguardia