“Este tiempo no es para la contemplación de algo estático”, advertía Marta Minujínhace casi seis décadas, al describir su “arte vital”. Ese que, según explicó a la revista Confirmado, “actúa en forma compulsiva sobre el espectador. Lo obliga a despertarse y vivir, por acción directa de lo insólito, de lo sorpresivo, de circunstancias desconectadas de la realidad. Todo eso desata sus trabas, diluye sus inhibiciones y entonces actúa en plena libertad”.
Poco después de haber impactado con La Menesunda, se refería en 1965 a otra instalación inmersiva y participativa: El Batacazo, con la que compitió ese año por el Premio Internacional Torcuato Di Tella, y que meses más tarde le abriría las puertas de la codiciada escena de Nueva York. La misma que ahora se está terminando de recrear en la Pinacoteca de San Pablo, donde el sábado próximo abrirá al público Marta Minujín: en vivo. La exposición panorámica más grande que haya realizado en Brasil coincidirá desde septiembre con la famosa bienal.
“¡Noo, sin conejos!”, exclama la artista a LA NACION con su habitual energía, por teléfono desde el país vecino. Allí llegó el fin de semana para montar más de un centenar de obras realizadas desde 1963, con curaduría de Ana Maria Maia, meses después de haberse “casado con la eternidad” en el Malba para celebrar sus 80 años y mientras prepara en paralelo otra megamuestra que inaugurará en noviembre en el Museo Judío de Nueva York. Aclara así que esta versión reducida de El Batacazo no incluirá animales, lo que motivó el cierre de la muestra neoyorquina a una semana de su inauguración. Ese tiempo bastó, sin embargo, para que Andy Warhol asistiera junto con los integrantes de la banda The Velvet Underground.
La amistad que forjó desde entonces con el “rey del pop” derivaría en la performance El pago de la deuda externa argentina con maíz, el oro latinoamericano(1985), cuyo registro fotográfico también se exhibirá en la Pinacoteca junto a los de acciones simbólicas similares -como las que involucraron a dobles de Ángela Merkel y Margaret Thatcher- y otras obras icónicas.
“Acá está la Galería Blanda”, dice Minujín mientras inicia un recorrido por las salas, filmando con su celular, al detenerse en la puerta de una enorme habitación construida con colchones. Es una reconstrucción de la que presentó por primera vez en 1973 en la Harold Rivkin Gallery de Washington, en colaboración con Richard Squires. En ese momento usaron doscientos colchones que tiraron por la ventana desde los últimos pisos de un hotel; en la inauguración el público saltó sobre ellos, y en los días posteriores Minujín impulsó distintas actividades en el interior de ese cómodo “cubo blanco”.
“¡Es muy lindo volver a ver las obras que hice!”, comenta ahora a medida que avanza con su visita guiada virtual por otra sala llena de otras obras “blandas” de colores vibrantes. Acompañadas por Freaking on fluo (2011), cuadro con proyección que pertenece a la colección personal de Eduardo Costantini. “Acá pasamos a El Batacazo –comenta-; es muy difícil hacerlo porque hay situaciones que ya no están, como el mundo de los cosmonautas, la subida en medio de conejeras y el túnel de las abejas”. Sí hay, en cambio, muñecos que representan a jugadores de fútbol de Brasil y Argentina.
“Este es elNido de hornero, lo estamos haciendo”, agrega Minujín al hacer foco sobre una estructura realizada con barro, similar a las que exhibió en el CAyC (1976), en el Museo Nacional de Bellas Artes (1999), en las ferias arteBA (2014) y Site Santa Fe (2016) y en el CCK (2021). La pieza está rodeada por fotografías y videos que registran su proyecto Comunicando con tierra (1976), que incluía el intercambio de tierra entre países latinoamericanos.
En sala siguiente espera una reproducción del Obelisco porteño acostado, de menor tamaño que la presentada en la I Bienal Latinoamericana de San Pablo en 1978. Esta obra inició una serie dedicada a monumentos o mitos que “derrumbaría” en los años siguientes, prendiéndolos fuego (como a una escultura de Carlos Gardel en la Bienal de Arte de Medellín, en 1981) o transformándolos en alimento para un público que colaboraba en su desaparición.
Allí están también representados elPartenón de libros prohibidos, creado por primera vez en 1983 para celebrar el retorno de la democracia en la Argentina -que finalmente no tendrá su nueva versión porteña este año en el CCK– y reconstruido para la Documenta de Kassel en 2017, así como el registro del Big Ben acostado con libros políticos (2021)que produjo e inauguró a distancia durante la pandemia para el Festival Internacional de Manchester.
“Esto es lo que más me gusta”, confiesa Minujín al ingresar en Implosión!, otra habitación inmersiva que reconstruye la que realizó para su muestra en Fundación Santander, en 2021. Una experiencia casi psicodélica, producida por una combinación de la música de Philip Glass y un loop de sus imágenes flúo. En el mismo tono de la Escultura de los deseos, estructura inflableque recibe al público en la puerta de la Pinacoteca y que acompañó en Buenos Aires al público de Lollapalooza. Porque la alegría no es solo brasileña, y Minujín llegó a San Pablo para demostrarlo.
Marta Minujín: en vivo, estará en la Pinacoteca de San Pablo del 29 de julio al 28 de enero.
Fuente: Celina Chatruc, La Nación