Son cuatro edificios monumentales, por su tamaño y por su belleza arquitectónica. Pero detrás de sus fachadas, no son lo que parecen y, para muchos vecinos, son un misterio. Son los grandes depósitos de agua de la Ciudad, concebidos como piezas clave de la red de distribución pero, también, para demostrar la importancia que les dio la Argentina a las obras de saneamiento.
El más célebre, y también el más antiguo y espectacular, es el Palacio de las Aguas Corrientes. Ubicado entre la avenida Córdoba y las calles Riobamba, Viamonte y Ayacucho, fue inaugurado en 1894. Declarado Monumento Histórico Nacional, es el único que no está operativo.
Lo que pocos saben es que hay otros dos edificios idénticos, con la única diferencia de la decoración de las fachadas. Uno está en Caballito, entre Valle, José María Moreno, Pedro Goyena y Beauchef, y fue habilitado en 1915. Otro, en funcionamiento desde 1917, se encuentra en Villa Devoto, entre Beiró, Gualeguaychú, José P. Varela y Mercedes.
El edificio-tanque más «nuevo» y sobrio es el Paitoví, ubicado entre Pavón, Combate de los Pozos, Constitución y avenida Entre Ríos, en el límite entre los barrios de San Cristóbal y Constitución. Fue inaugurado en 1957.
En su interior, los palacios tienen enormes depósitos de agua. En la foto, el de Caballito. Foto Fernando de la Orden
«Son los cuatro gigantes del agua, todos con su característica patrimonial y su mensaje, que representa un momento político diferente. Uno ya lo es, pero los otros tres están en proceso de ser declarados Monumento Histórico Nacional», cuenta la arquitecta Celina Noya, responsable del Museo del Agua de AySA.
Estos edificios de valor patrimonial, en realidad, son mucho más que eso: fueron creados como depósitos de gravitación. Distribuían el agua en la Ciudad por efecto de la gravedad y fueron fueron construidos en puntos altos para que el agua baje con fuerza.
Por fuera, el Palacio de las Aguas Corrientes. Foto Fernando de la Orden
Los tres más antiguostienen tres niveles con 12 tanques sostenidos por una estructura de hierro que, en total, albergan 72.300.000 litros de agua. «Adentro son plena revolución industrial», describe Noya.
Por dentro, el palacio de avenida Córdoba es el Gran Depósito Ingeniero Guillermo Villanueva, con 12 tanques con capacidad para 72.300.000 litros de agua. Foto Fernando de la Orden
El depósito Paitoví, con predominio del hormigón y de estilo racionalista, tiene 6 tanques con capacidad para 70 millones de litros.
Un poco de historia
El antecesor de estos edificios era un simple tanque a la vista, sostenido por siete pilares a 43 metros de altura, en el medio de la plaza Lorea, en el extremo este de la Plaza Congreso. Fue habilitado en 1871, el mismo año en que hacía estragos la fiebre amarilla. Tenía capacidad para 2700 litros.
En 1874 se inició la construcción del Establecimiento Purificador Recoleta, que estaba donde hoy se encuentra el Museo Nacional de Bellas Artes. Allí se decantaba y filtraba el agua del río, que era enviada al tanque Lorea. El sistema había sido proyectado por el ingeniero John Coghlan, durante la presidencia de Sarmiento.
El tanque que antecedió al Palacio de Aguas Corrientes estaba en Plaza Lorea, hasta su demolición en 1910. Foto: Archivo General de la Nación
“Sarmiento dio el puntapié inicial para las grandes obras de salubridad, que después con los distintos gobiernos iban avanzando. Él convocó a los ingleses, que nos llevaban 40 años de experiencia en la materia. Así fue como Buenos Aires tuvo su sistema de filtrado de agua tres años antes que Nueva York. Después surgen las obras para la distribución del agua potable”, cuenta Noya.
Pero el tanque de Lorea era demasiado pequeño y sería demolido en 1910. Para entonces, el Palacio de Aguas ya estaba operativo.
El majestuoso Palacio de Aguas Corrientes
Proyectado por el ingeniero John Bateman en 1896, este singular edificio fue construido entre 1887 y 1894. El plan no era hacer un depósito de agua, sino un monumento al agua.
El director de obras fue el ingeniero sueco Karl Nyströmer y el diseño exterior estuvo a cargo del arquitecto noruego Olaf Petrus Boye. Participaron 400 personas en los trabajos.
La construcción del Palacio de las Aguas Corrientes se extendió entre 1887 y 1894. Foto: Gentileza AySA
El costo total del edificio representó el 50% del presupuesto para todas las obras de saneamiento. «El Palacio de Aguas fue el centro de esas obras -sostiene Noya-. Había mucho trabajo bajo tierra que no se veía ni valoraba: zanjones hechos a pico y pala para colocar cañerías. Pero este edificio, que almacenaba el agua purificada para distribuir en la Ciudad, lo hizo visible«.
El Palacio de las Aguas Corrientes, a fines del siglo XIX, fue el símbolo que hizo visibles las obras de saneamiento que se realizaban bajo tierra. Foto: Gentileza AySA
El Palacio, ubicado a 35 metros sobre el nivel del mar, es impactante. Su estilo es ecléctico, aunque predomina el renacimiento francés. Sus fachadas están revestidas en 170.000 piezas cerámicas y ladrillos esmaltados de color rojizo importados de Inglaterra. Estas piezas fueron ensambladas como si fuera un rompecabezas: cada una estaba numerada y tenía su ubicación definida en planos. La decoración incluyó ocho cariátides de hierro fundido.
El Palacio de las Aguas Corrientes es de estilo neorrenacentista francés. Su fachada está cubierta por 170 mil piezas cerámicas y ladrillos esmaltados. Fernando de la Orden
La majestuosidad alimenta el enigma. La arquitecta Noya está acostumbrada a escuchar teorías alocadas de curiosos y, sobre todo, de taxistas. “Dicen que el edificio fue construido para ser casa de Gobierno, que es el palacio de las provincias porque en la parte superior tiene un anillo con sus escudos, y hasta que era el palacio de un príncipe millonario. También oí a madres que les dicen a sus hijas que es el palacio de Barbie”, enumera.
Las cariátides del Palacio de las Aguas Corrientes. Foto Fernando de la Orden
En su libro «El cantor de tango», el escritor Tomás Eloy Martínez introdujo otro mito: que en el Palacio de Aguas fue mantenida cautiva y asesinada Felicitas Alcántara, una adolescente de 14 años secuestrada en 1899. «Hay gente que viene con el libro y pregunta dónde estuvo escondida esa niña, pero es ficción», asegura Noya.
Por supuesto, también hay historias de fantasmas. Y hay algo que Noya confirma como real: los guardias de seguridad se niegan a recorrer el edificio solos. Hacen sus rondas de a dos, por el miedo a algún encuentro inesperado.
El Palacio de Aguas Corrientes tiene sus historias de fantasmas y los guardias de seguridad temen recorrerlo solos. Foto Fernando de la Orden
Este palacio enigmático es apenas la cáscara que rodea lo que sí refleja su verdadero nombre: Gran Depósito Distribuidor Ingeniero Guillermo Villanueva. En su interior hay 12 tanques de agua sostenidos por una estructura de hierro fundido belga, que consiste en 180 columnas con un peso total de 16.800 toneladas.
Algunos visitantes llegan al Palacio en busca de los mitos, pero se encuentran con una impactante obra de ingeniería. Foto Fernando de la Orden
Pero el Palacio de Aguas nació tan espectacular como insuficiente. Fue proyectado para una ciudad de 400 mil habitantes, pero cuando empezó a funcionar, en 1894, había cerca de 600 mil.
“Fue en el mismo año en que se inauguró la Avenida de Mayo, con los primeros rascacielos. El agua no llegaba a los departamentos de los pisos más altos. Para abastecerlos hubo que crear una línea independiente desde el establecimiento de Recoleta”, señala Noya.
Los dos palacios escondidos
A principios del siglo XX, la población de Buenos Aires aumentaba aceleradamente, alimentada por la inmigración. El depósito de gravitación de avenida Córdoba no alcanzaba y en 1912, el departamento técnico de Obras Sanitarias de la Nación proyectó otros dos.
Estos nuevos depósitos de agua fueron encerrados dentro de palacios de igual estilo neorrenacentista francés, diseño y capacidad que el de avenida Córdoba, aunque menos llamativos.
Este palacio-depósito de agua tiene el mismo diseño que el de Córdoba y Riobamba, pero está revocado en un símil piedra París. Está en Villa Devoto. Foto Fernando de la Orden
Es que, en vez de usar revestimientos de terracota y ornamentos rebuscados, sus fachadas fueron revocadas con un símil piedra París.
Las estructuras de hierro de ambos fueron importadas de Inglaterra. El depósito de Caballito está a 37 metros sobre el nivel del mar. Lo comenzaron a construir en 1912 y fue habilitado en 1915.
La imponencia del depósito de Caballito por dentro. Foto Fernando de la Orden
Cuando comenzó a funcionar este depósito, se desmontaron los tanques del primer nivel del Palacio de Aguas, porque estaban a menor altura y ya no tenían fuerza ni presión.
La construcción del depósito de Villa Devoto, que se encuentra a 38 metros sobre el nivel del mar, también empezó en 1912, pero finalizó parcialmente en 1916. Faltaba hacer oficinas, cercos y veredas, lo que se completó para la habilitación final, que fue el 1° de diciembre de 1917.
El palacio-depósito de agua de Villa Devoto visto desde el aire. Foto: Gentileza AySA
Para entonces, la capital argentina tenía un millón y medio de habitantes, la mitad que en la actualidad.
El «patito feo» de los edificios-tanque
El depósito de gravitación Paitoví, un edificio racionalista donde predomina el hormigón armado, es el «patito feo» de los gigantes del agua.
«Es simple, liso, sin molduras y de buena factura arquitectónica -lo describe la arquitecta Noya-. Representa a otro momento de la historia. Hay mucha presencia de hormigón, pero no tiene hierro, porque era muy caro».
El depósito Paitoví es de estilo racionalista y es el más simple de todos. Foto Fernando de la Orden
La construcción de este depósito, que está a 33,5 metros sobre el nivel del mar, estuvo incluida dentro del Primer Plan Quinquenal (1947-1951) del entonces presidente Juan Domingo Perón.
La simpleza de la fachada no le quita la monumentalidad al depósito Paitoví, que como los demás ocupa una manzana. Foto Fernando de la Orden
La obra empezó en 1948 y finalizó en 1957. Se usaron materiales nacionales: hormigón armado, hierro redondo y armaduras, cemento portland y revoques.
Una estructura de hormigón armado sostiene 6 tanques de ese mismo material, repartidos en tres pisos y con una capacidad de 12.000 m3 de agua cada uno.
El interior del depósito Paitoví: tiene 6 tanques con una capacidad total de 70 millones de litros. Foto Gentileza AySA
El uso actual de los palacios-tanque de agua
En los años 40, se comenzaron a construir ríos subterráneos, que con el tiempo reemplazaron al sistema por gravitación. Hoy el agua tratada en la Planta General San Martín va por grandes conductos que, por pendiente, la llevan hacia las estaciones elevadoras, desde donde con bombas eléctricas es impulsada a las redes de distribución.
El depósito de Caballito sigue teniendo agua, pero ya no para alimentar el discontinuado sistema por gravitación. Foto Fernando de la Orden
“El Palacio de avenida Córdoba tuvo agua hasta 1978, cuando quedó fuera de servicio. Los otros tres tanques siguen operativos, aunque no con el objetivo con el que fueron construidos. Pero sí tienen agua, que se distribuye para aliviar a las bombas cuando hay mucha demanda”.
En efecto, el agua de los depósitos Caballito y Villa Devoto se usa para compensar la utilización de los equipos de bombas de impulsión de las estaciones elevadoras de sus barrios en los horarios pico de consumo energético.
Los depósitos de Caballito y Villa Devoto siguen activos, aunque ahora funcionan como reserva para aliviar a las bombas de las estaciones elevadoras en los horarios de mayor consumo de agua. Foto Fernando de la Orden
Mientras tanto, el edificio Paitoví funciona como depósito, pero también como estación elevadora. Recibe el agua tratada de las plantas San Martín y General Belgrano a través de un conducto de hormigón armado, y se la provee a más de 600.000 habitantes.
El depósito Caballito fue restaurado entre 2009 y 2013. Actualmente, se están realizando obras en los otros dos. «En el de Devoto, estamos poniendo en valor la cubierta, recuperando una por una sus tejuelas de cobre. Además, se están reconstruyendo las ventanas de madera y portones principales de la planta baja. Mientras, en el Paitoví se están reparando el subsuelo y los cimientos», cuenta Malena Galmarini, la presidenta de AySA.
El depósito de Constitución también se usa como reserva, pero además funciona como estación elevadora. Foto Gentileza AySA
Así como esos tres tanques sirven de reserva de agua, el Palacio reserva la memoria del sistema de saneamiento argentino. También restaurado recientemente, allí funcionan el Museo del Agua; la Biblioteca Ingeniero Agustín González, especializada en Ingeniería Sanitaria y Ciencias del Ambiente, y el archivo histórico de planos y expedientes. Además, hay una oficina de atención al cliente.
El Palacio de las Aguas Corrientes ya no tiene agua, pero reserva la memoria del sistema de saneamiento argentino. Foto Fernando de la Orden
Dicen que por las noches, cuando todos se van, se oye el crujir de la estructura de hierro. Y también un sordo eco del agua que ya no está, pero que es el fantasma omnipresente que habita uno de los edificios más fascinantes de la Ciudad.
Fuente: Clarín