En los últimos diez años ha crecido el nicho de mercado de las obras de Hitler, según expertos, lo que ha resultado en un aumento del valor de las pinturas, dibujos y acuarelas que supuestamente creó el después dictador hace más de un siglo. Sin embargo, es probable que muchas de estas obras, si no es que la mayoría, no sean realmente creación de Hitler. Después de permitir que este tipo de subastas públicas se realizaran sin supervisión durante años, los fiscales alemanes empiezan a tomar cartas en el asunto.
Días antes de la subasta de febrero, la fiscalía del distrito inspeccionó la casa de subasta Weidler y confiscó 63 pinturas: 26 que estaban programadas para la venta y otras 37 al parecer destinadas a próximas subastas. La fiscal Antje Gabriels-Gorsolke dijo que las obras de arte fueron incautadas como parte de una investigación de falsificación y fraude.
Semanas antes de eso, la policía interrumpió una venta en la casa de subastas Kloss en Berlín, donde tres pinturas supuestamente de Hitler estaban entre el conjunto de obras ofertadas.
Hitler hizo la mayoría de sus pinturas antes de la Primera Guerra Mundial, después de que lo rechazaron para estudiar en una escuela de arte y antes de ser recluta del ejército alemán. Una vez en el poder, Hitler ordenó que se recolectaran las obras y posiblemente destruyó algunas de las de peor calidad.
Más allá de la cuestión moral de comprar arte mediocre solo porque lo pintó un dictador genocida, también está el problema de verificar si Hitler en realidad creó las obras. Se han fabricado y certificado como auténticas tantas pinturas falsas que nadie sabe cómo lucen las verdaderas pinturas de Hitler. Ya que no tienen ningún valor artístico, hay pocos valuadores profesionales dispuestos a estudiarlas.
«Todo es parte de una zona gris», dijo Christian Fuhrmeister, historiador de arte en el Instituto Central para la Historia del Arte de Alemania, organismo de investigación con financiamiento público.»Pero sí nos preguntan al respecto con más frecuencia que antes», añadió.
Fuhrmeister señaló que todo lo que pueden hacer él y sus colegas es comparar las obras con las pocas pinturas conocidas de Hitler, que están en el archivo estatal de Bavaria, para identificar las falsificaciones evidentes.
El negocio de falsificar pinturas de Hitler data de casi la primera vez que tomó un pincel, de acuerdo con Bart Droog, periodista neerlandés que se especializa en obras falsas atribuidas al alemán. Cuando llegó al poder en 1933 ya existían muchas falsificaciones, y tanto la demanda como la oferta crecieron con los años hasta que, en 2014, un cuadro del ayuntamiento de Múnich supuestamente pintado por el dictador se vendió en 161.000 dólares en la casa de subastas Weidler.
Gabriels-Gorsolke, de la fiscalía de distrito, dijo que los fiscales buscan investigar a los propietarios y a vendedores antes de que las obras fueran subastadas para ver si se cometió fraude. De ser falsas, las piezas se confiscarían de manera permanente; por ahora se encuentran en la estación de policía, en el depósito de evidencias.
Weidler ha vendido, además de las 63 obras atribuidas a Hitler que fueron confiscadas en febrero, casi un centenar más, un número sorprendente pues es probable que realmente existan muy pocas con la firma del dictador, dijo Sven Felix Kellerhoff, historiador y periodista del diario Die Welt.
Una de las obras confiscadas es un desnudo en acuarela de Geli Raubal, sobrina de Hitler, con fecha de 1929; hay dos versiones de la misma pintura presuntamente hechas por el dictador alemán. Y lo más probable es que ambas sean falsas.
La otra versión en existencia demuestra por qué, tras décadas de imprecisiones y estafas, es tan difícil diferenciar las pinturas verdaderas de Hitler de las falsificaciones.
Marc-Oliver Boger, experto en falsificaciones de arte y coleccionista de obras falsas, dijo que la segunda versión de la acuarela fue pintada por Konrad Kujau, un falsificador alemán convicto que se volvió famoso en la década de 1980 cuando admitió haber falseado diarios de Hitler que se publicaron en la revista Stern.
Pero la acuarela de Kujau engañó a suficiente gente por tanto tiempo que llegó a estar en un catálogo de 1983 de obras de Hitler, que fue creado por el estadounidense Billy F. Price. Kujau, quien falleció en 2000, falseó tanto los diarios como varias obras firmadas por Hitler y muchas de estas llegaron al catálogo de Price, de acuerdo con Boger.
Para autentificar los trabajos en ese catálogo, Price dependió del juicio de August Priesack, un experto en arte que después fue desacreditado (Priesack también validó los diarios hechos por Kujau y Aldea en un lago junto a las montañas, la pintura que no se vendió durante la subasta de febrero en Weidler).
A pesar de lo poco fiable que es, el libro de Price aún es usado por muchas personas como el catálogo definitivo de las obras de Hitler.
Wiedler no respondió a solicitudes para hacer comentarios, aunque Kahtrin Wiedler dijo en una entrevista en 2016 que no cree que los compradores de las obras sean simpatizantes nazis; muchos, dijo, son de fuera de Alemania. Tom Schimmeck, el productor del programa en el que fue entrevistada Wiedler, comentó en entrevista que es probable que el interés en el arte de Hitler no tenga nada que ver con un giro político hacia la derecha en varios países o con un intento de repensar los crímenes de Hitler.
«Mi impresión es que las adquiere gente que tiene demasiado dinero y quiere algo alocado de Europa», dijo Schimmeck.
A diferencia de los compradores, que quieren privacidad, Weidler y otras casas de subastas deben anunciar sus mercancías con anticipación para atraer postores. Eso luego lleva a una relación extraña con la prensa: sirve para difundir, pero también atrae preguntas indeseadas para las casas de subastas.
Las policías de Núremberg y de Berlín fueron alertadas en febrero por Droog, el periodista neerlandés, y un colega suyo, Jaap van den Born. Los periodistas de investigación se han dado a la tarea de detener las ventas de obras falsas de Hitler: revisan los catálogos de subasta y avisan a las autoridades locales. Le dan a la policía informes detallados de las pinturas y a veces les proporcionan a las autoridades alemanas la información central para que hagan sus propias investigaciones.
El reporte de Droog y Van den Born sobre Aldea en un lago junto a las montañas dice: «Una insulsa falsificación más; Hitler no pintó paisajes montañosos ni lacustres».
No se vendió ninguna de las cinco piezas exhibidas en Weidler ese sábado de febrero. Pero, después de la subasta, un hombre de mediana edad con un traje sastre y sombrero entró a la sala y preguntó discretamente si seguía en pie la venta de las pinturas de Hitler.
El personal le informó que la subasta se había terminado, pero que podía solicitar una cita para ver las obras en privado el lunes.
Una semana después, Weidler confirmó que había vendido Aldea en un lago junto a las montañas por 30.000 euros en una transacción privada.
Fuente: Christopher F. Schuetze, Infobae.