Aunque la casa fue por años su lugar de fin de semana, llegada la pandemia se instalaron definitivamente en Villanueva, en zona norte. En la foto se ve a la pareja de artistas junto a sus hijos, Jerónimo, Tomás y Paloma.
Alegre, colorido, con muchas risas y un perro fiel, Batata, que los sigue adonde vayan. A simple vista, así es el mundo íntimo que los artistas plásticos Milo Lockett y Luciana Vernet comparten con sus hijos, Jerónimo (9), Tomás (7) y Paloma (4), en un barrio de Villanueva, en la zona norte de Buenos Aires, donde reciben a ¡HOLA! Argentina (Milo, además, es papá de Olivia, de 25 años, fruto de un matrimonio anterior). Café de por medio, y tras una producción muy divertida que a pesar del frío terminó en el muelle que descansa sobre la laguna, la pareja se entrega a la charla. “Estamos acá hace siete años. Primero era una casa de fin de semana y él tenía su galería en Palermo y dos galerías dando vueltas en Buenos Aires. Después compramos una galería que está cerquita de esta casa para el día de mañana retirarnos y dar clases de pintura. Pero cuando vino la pandemia decidimos venirnos con todo”, arranca Luciana.
-Milo: Fue un cambio de vida. Yo trabajo todos los días, ese es mi esquema. Tengo personas a cargo, así que tengo que pagar sueldos. Eso me ordena. Después, el trabajo siempre es caótico, la agenda cambia todas las semanas. El viernes, por ejemplo, estuve en Chaco (su provincia natal), el sábado en Tigre y el domingo en Bragado. Un día me subo a un avión, después a una camioneta… Pero, a pesar de los esfuerzos, esta es nuestra elección de vida. Y hay meses que son más tranquilos.
-Luciana: ¿Tranquilos? [Se ríe]. Él es muy voraz. Cuando nos pusimos de novios le compré una tela de dos metros, cosa de que me dejara pintar un ratito. Pero en una hora ya la había terminado. No te da el espacio. Por eso tiene ayudantes, no tiene problemas de trabajar con gente. Los artistas no suelen mostrar la obra hasta que está lista. En cambio, él trabaja a la par, arma una propuesta mientras pinta, no para.
Milo: Ella es más zen.
–¿Cómo se congenia todo eso con la rutina de los chicos?
Milo: Soy funcional a lo que Luciana necesite. Por ejemplo, hoy a las 18 llevo a uno de los chicos a la psicopedagoga. Hay horarios que entro y salgo, esa es la ventaja de ser mi propio jefe.
Luciana: Después, la idea es acostarlos temprano y tener por lo menos tres horas para charlar. Como estamos en lo mismo, tenemos muchísimas cosas en común.
−¿Trabajan juntos de vez en cuando?
-Milo: No, no nos interesa.
-Luciana: Es muy distinto lo que hacemos.
−¿Son muy críticos de sus trabajos?
-Luciana: Sí, pero muy desde lo teórico. Hablamos muchos de arte y miramos muchos libros. Hace un tiempo, en un viaje, entramos a una librería cada uno por su lado y al llegar a la caja los dos habíamos elegido los mismos libros. El cochecito de Jero estaba repleto de libros porque algunos acá no se consiguen. Pero después somos muy austeros.
−¿Se aconsejan?
-Luciana: Sí, un montón.
-Milo: Y siempre las críticas son constructivas, no tenemos conflicto ni celos del trabajo del otro.
−¿Qué disfrutan compartir con los chicos?
-Milo: Me gusta mirar películas con ellos, o leerles a la noche. A Tomás eso le encanta y Jero elige lo que quiere leer. Y me encanta cocinar, así que a veces se suman. Pero la verdad es que me gustaría tener más tiempo.
-Luciana: Trabajo desde acá, así que estoy mucho con ellos. Nos divierte hacer huerta y por supuesto pintamos un montón. Algunas mamás me preguntan cómo hago para que no se ensucien. Es imposible que no se ensucien, es parte del proceso. También, al igual que yo, les encantan los animales. El otro día fuimos a Lobos, había una chancha y le gritaba “te amo, chancha” y le quería dar besos.
−¿Creen que alguno seguirá sus pasos?
-Milo: No me gustaría. No tengo ese mandato. Además, desde el vamos tienen la vara alta con padres tan fuertes. Sólo quisiera que hagan lo que tengan ganas de hacer.
-Luciana: Jero le dice al abuelo [José María Vernet, ex gobernador de Santa Fe]: “Yo quiero ser Vernet” porque escucha “gobernador de las Malvinas”, “gobernador de Santa Fe”. Él quiere seguir con esa línea, habla de política, lee El arte de la guerra. Yo quiero que sean felices, que hagan lo que quieran.
LA HISTORIA DE UN AMOR
Después de doce años juntos, en febrero pasado la pareja se dijo “sí, quiero” en una ceremonia religiosa celebrada en una iglesia de Benavídez. “Milo quería casarse más que yo, lo que pasa es que soy un poco fóbica, me cuesta estar en el foco. Festejamos en casa, con familiares y amigos. Mi papá está grande, así que fue lindo juntar a toda la familia. Fue una excusa para celebrar y para los chicos, que van a colegio religioso, era importante”, cuenta Luciana.
−¿Cómo se conocieron?
-Milo: Trabajando en Mar del Plata, nos habían contratado para hacer un trabajo con otros artistas y no nos despegamos más.
-Luciana: Pintamos caballos de resina poliéster de tamaño natural para San Luis. Estaban Marta Minujín, Clorindo Testa, Miguel Brascó, Edgardo Giménez. Me acuerdo que le comenté a Marta que Milo me había invitado a salir y me respondió: “Si yo tuviera tu edad, saldría”. Íbamos a comer a un restaurante, escuchando Bob Dylan, yo creo que tenía 29 años, estaba copada. Él vivía en Chaco, así que iba y venía hasta que se vino para acá.
–¿Te viniste por ella?
-Milo: Estaba buscando irme a algún lugar, Buenos Aires no estaba en mis planes, podría haberme ido al sur, a Córdoba, pero sí, me vine por ella.
-Luciana: Soy rosarina, me vine a los 21 años a estudiar. Aunque empecé con el arte a los 17 años, pasé por varias carreras. Acá estudié con Nigro, me hice muy amiga de él, con Delmonte, con Jorge González Perrín, Rodolfo Perassi… Yo era muy de taller, muy clásico, de caballete, y Milo venía rompiendo todo, cero academia. Estudié con todos, pero él hizo clínicas con todos.
-Milo: Soy autodidacta. Siempre me pareció más interesante el borde del arte, no tuve acceso a la universidad. No estoy en contra, ojo. Creo que la formación tiene que ver con la curiosidad, ninguna carrera te garantiza que tengas una formación, la construís con toda la información que tomás, y no terminás nunca de formarte. Ayer di una charla muy linda y cuando la gente hace preguntas, aprendo un montón.
-Luciana: ¡Y cómo fue cambiando tu trabajo! Arrancaste haciendo muestras, pintando con una galerista, después terminaste con tu propia galería, dando charlas, haciendo merchandising, ahora estamos con colchas para Casablanca, cajas de Navidad, labiales, agendas, cuadernos… Cerramos varias cosas. Hablo en plural porque yo estoy atrás, leyendo los contratos.
-Milo: Y también están mis libros, ahora vienen nuevos. Ahí entendí por qué los chicos empatizan con la obra.
-Luciana: Lo llamaron de España para dar una serie de zooms en colegios a propósito de sus libros.
-Milo: Luciana me ayuda mucho porque son muchos temas. Pronto vamos a estar presentando nuestros trabajos en BADA (del 24 al 27 de agosto), una feria que acerca el arte a la gente desde otro lugar, porque hace que el público conozca al artista y eso es una gran diferencia. Además, más allá que muchos artistas participamos desde hace muchos años, también hay lugar para artistas emergentes que pueden mostrar su trabajo.
–¿Te gusta ese contacto con el público?
-Milo: Me encanta. Hoy la gente necesita la experiencia de ver al artista, eso pasa en el mundo, no sólo acá.
-Luciana: Quieren saber tu historia, con qué estás comprometido. Es muy lindo. Yo voy a presentar algo más íntimo, sin retratos, más paisajes. Milo: Nosotros queremos trabajar, estar acá, no soñamos con vivir afuera. Buscamos animar a formar coleccionistas entablando vínculos, así como le pasa al cine, al teatro y a la literatura. Como nuestro trabajo es tan solitario, resulta muy difícil encontrarse con el público, por eso son bienvenidas estas oportunidades.
Fuente: La Nacion