Esta historia sucedió hace casi 120 años, pero sigue siendo vox populi entre los porteños. Si hay una artista incomprendida y víctima de la censura, fue Lola Mora. Primero, con su desterrada Fuente de las Nereidas, y luego con los grupos escultóricos que concibió para el Congreso Nacional que, a poco de ser inaugurados, en 1910, padecieron el escarnio público. Los llamaron “mamarrachos artísticos” y “adefesios” y fueron removidos, y donados a la provincia de Jujuy, en 1921
La fuente fue concebida en Roma y pensada para la Plaza de Mayo. La artista había elegido a Nereo como figura central, pero las autoridades se opusieron a que un dios marino tuviera un rol tan importante y sugirieron que fuera trocada por Venus, figura femenina de mayor aceptación universal. El gobierno de Roca, por intermedio del intendente Bullrich, aceptó los bocetos, pero pronto los diarios de la época se hicieron eco de una campaña en su contra. Algunos criticaban que la fuente careciera de motivos patrios, y otros, más aldeanos, rechazaban los desnudos de hombres y mujeres a pocos metros de la Catedral.
Un municipio de Filadelfia, en Estados Unidos, le ofreció a Mora una importante suma por su obra. La tucumana, necesitada de fondos, recurrió a las autoridades argentinas, que salieron a apoyarla. Finalmente, y después de mucho debate acerca de dónde emplazarla, la Fuente de Lola Mora (como terminó siendo llamada) se inauguró el 21 de mayo de 1903 en Leandro N. Alem y Cangallo. El debate, sin embargo, siguió. El autor Pablo Rojas Paz lo tomó como parte de su novela Mármoles bajo la lluvia, en la que hace decir a su heroína: “No pretendo descender al terreno de la polémica; tampoco intento entrar en discusión con ese enemigo invisible y poderoso que es la maledicencia. Pero lamento profundamente que el espíritu de cierta gente, la impureza y el sensualismo, hayan primado sobre el placer estético de contemplar un desnudo humano, la más maravillosa arquitectura que haya podido crear Dios.
» El arte es la respuesta del hombre a la naturaleza y a su superación; pero hay una educación estética como hay una educación política, una educación moral y otra religiosa. Los seres humanos no alcanzan ninguna de esas formas de educación sino con una sensibilidad fina y una atenta disciplina. Cada uno ve en una obra de arte lo que de antemano está en su espíritu; el ángel o el demonio están siempre combatiendo en la mirada del hombre. Yo no he cruzado el océano con el objeto de ofender el pudor de mi pueblo; me horrorizaría pensar que alguien haya imaginado semejante cosa.” (…).
Otras esculturas cuestionadas
Claro que Lola Mora no fue la única en padecer críticas. Una réplica de la premiada Sagunto del español Agustín Querol (autor del célebre Monumento de los Españoles de Av. del Libertador) fue adquirida por Eduardo Schiaffino en Europa, pero los galardones no evitaron su larga peregrinación. Fue emplazada en 1908 en la Plaza Rodríguez Peña, hasta 1950 estuvo en la Plaza San Martín, pasó luego por Plaza España, en Barracas, y en 1974 llegó a su ubicación actual, en el Jardín Botánico.
La tarea de embellecer Buenos Aires había sido tomada muy en serio por Ernesto de la Cárcova y Eduardo Schiaffino, desde sus cargos como integrante de la Comisión Municipal y director (y fundador) del Museo Nacional de Bellas Artes. “Hasta 1905, faltaba en Buenos Aires la estatua decorativa, cuya función no es otra que poner una nota de voluble gracia en el paisaje anémico que a trechos interrumpe la vida semiclaustral del ciudadano”, decía el segundo. Gracias a De la Cárcova Aires cuenta con El Sembrador y El Segador de Meunier, y La Cigale de Charpentier. Schiaffino, por su parte, adquirió la réplica de El Pensador de Rodin, Los Primeros Fríos de Blay y la mencionada Sagunto.
La Aurora del francés Émile Peynot también pasó sus primeros años en la Plaza Rodríguez Peña. En 1928 la mudaron al Parque Rivadavia, en 1943 fue trasladada al Parque Chacabuco y en 1978 se la ubicó en el Parque Centenario, junto al lago, donde está actualmente, y sin rejas.
De plaza en plaza
El hombre y sus pasiones, de César Santiano –autor también del “Gladiador herido”– parece haber encontrado la paz en la plaza Balcarce de Saavedra. Pero la revista una nota de la revista Atlántida de 1938, daba cuenta de su largo peregrinaje: “Fue tildado de inmoral… Ese hombre desnudo huyendo con esas dos mujeres no podía ser admitido en lugar público. El primer lugar que ocupó fue el Parque Pereyra, estaba medio escondido entre un grupo de sauces llorones, planta predilecta de Alfredo de Musset y de los románticos. Cuando la descubrieron se produjo tal escándalo que hubo que trasladarla. Las damas de Barracas, las más graves y enérgicas, formaron una comisión y pidieron el traslado. Luego de una larga e intensa campaña se ordenó el retiro de la estatua del parque Pereyra y fue a parar al corralón municipal. En aquellas circunstancias el vecindario de Villa Devoto reclamaba un adorno para su hermosa plaza. Consultaron la opinión del ingeniero Thays. El pedido era apoyado por algunos concejales. El director de paseos pensó en “El hombre y sus pasiones”. Levantaron el pedestal, prepararon una sencilla ceremonia y colocaron la estatua. Pero tal batahola armaron las congregaciones religiosas y las demás de beneficencia que hubo que sacarla enseguida y llevarla a su acostumbrado refugio del corralón. Estuvo en reposo largo tiempo, hasta que, transformada la plaza Balcarce, lo vecinos reclamaron una obra de arte. Propuso el ingeniero Thays la estatua andariega, se instaló y volvieron a protestar en nombre de los principios morales y hasta le arrojaron bombitas de alquitrán. Pero esta vez primó el juicio, y ahora puede observarse la blancura de su mármol en la plaza de referencia”.
El Progreso –también llamada El genio protegiendo a la ciudad– es obra del francés Tony Noel. Fue adquirida por Jules Dormal directamente a su autor en París, y estuvo durante 30 años en la plazoleta del Teatro Colón, que estaba recién terminado. Por disposición municipal del 19 de enero de 1940, fue trasladada a la plaza Ejército de los Andes de Villa Luro.
Por motivos de “moral” fue retirada, en 1931, la llamada Fuente de la Doncella o Fuente Catalana, obra de Josep Llimona i Bruguera donada por esa comunidad para el Centenario. Se encontraba en el Parque Rivadavia, vecina a la iglesia de Santa María y el colegio de Nuestra Señora de Caacupé. Hacia 1965, comenzó a circular cierta incomodidad por motivos de “decoro” y finalmente, el párroco Fernando Carballo denunció lo impropio de la estatua al gobierno de Lanusse. En 1971, se la ubicó en la plaza San Martín; allí estuvo hasta el año 2006, cuando la Legislatura atendió el pedido de los vecinos de Caballito que solicitaban que fuera restituida a su sitio original.
Ausentes sin aviso
Hay otras bellas esculturas desnudas que no están expuestas, más por motivos burocráticos, obras públicas, o falta de presupuesto que por pecaminosas. La de Leandro y Hero (también conocida como El Beso), que estaba en El Rosedal, duerme una larga siesta en un depósito municipal.
Niña Adolescente de George Müller tuvo su primer emplazamiento en Florida y Bartolomé Mitre hasta que se construyó allí el monumento a Sáenz Peña. Entonces, recaló en Plaza Suipacha (donde luego se emplazó el monumento a Dorrego). Ernesto de la Cárcova la llevó a los jardines de la Escuela de Bellas Artes y allí, frente al río, permaneció varios años hasta que, en 1932, el Dr. De Vedia y Mitre intervino para que fuera trasladada a la Plaza Emilio Mitre, frente a la facultad “gótica” de Ingeniería. No ha tenido suerte. Le mutilaron la cabeza y pasó años en un depósito. Volvió en 2013 a su sitio en Las Heras y Pueyrredón, pero por nuevas obras en esa plaza, ha vuelto a ser retirada.
Por último, la muy fotografiada Ondina del Plata (también llamada La Primavera) que adornó durante muchos años la fuente del Botánico, fue retirada en 2018 y espera ser trasladada al edificio ladrillero de ese recinto, que albergará un museo.
Fuente: La Nación