En el histórico lugar, en Florida, una casona de estilo ecléctico italianizante con un parque de 17.000 m2, unas 25.000 personas participan de 50 propuestas vinculadas al arte y a la salud este verano. La mansión fue construida a fines del siglo XIX por la familia Trabucco, y pasó a manos de la municipalidad de Vicente López en 1990, cuando murió su último habitante, un artista plástico que vivió encerrado pintando en el sótano de la residencia. Convertida por legado de donación en centro cultural, la casona es hoy un espacio donde se puede disfrutar de un refugio verde, con árboles centenarios, cerca de la Panamericana y la avenida General Paz.
Como primera medida, Trabucco plantó cientos de árboles en ese páramo solo cubierto por malezas y arbustos. En pocos años, el lugar se transformó en un vergel poblado de magnolias, robles y palmeras. Aún se pueden encontrar varios de esos árboles centenarios y hasta un «pino candelero», único en el mundo, por haber crecido con esa forma luego de recibir el impacto de un rayo.
Según los registros del Centro de Investigaciones Históricas de Vicente López, el casco de la quinta fue bautizado Villa Delia en honor a la hija primogénita del matrimonio. «La familia vivía en la casona desde los primeros días de noviembre, y se quedaba hasta mediados de marzo. Contaban con una cancha de tenis y una de bochas, y en la parte de atrás había una caballeriza y una colección de animales exóticos (monos, zorros). Años más tarde, en donde estaba la cancha de tenis, se construyó un estanque en el que había una gran variedad de aves, como garzas y teros. El clima creado era bucólico, etéreo y diáfano», se lee en los registros.
En 1913, Antonio Trabucco donó el terreno de la esquina de Melo y Beiró para que se construyera una iglesia, que se erigió en 1931 y se llamó Nuestra Señora de la Guardia. En 1939, murió el empresario y su esposa, Ana Viglione, decidió donar a la municipalidad de Vicente López el casco de la quinta para que se convirtiera en un espacio público de esparcimiento que llevara el nombre de su esposo. Sin embargo, el legado no se podría cumplir mientras viviera en la casa algún miembro de la familia. Trece años después murió Viglione. Por ese entonces, el único morador de la residencia era Alberto José, el único hijo varón del matrimonio Trabucco.
En la década del 50, la construcción de la autopista Panamericana y de las calles adyacentes cercenó parte de la quinta. A su vez, Alberto Trabucco y su sobrina Nélida Monés Trabucco donaron los terrenos lindantes a la Iglesia para permitir la construcción del actual Instituto Ceferino Namuncurá. El resto de esa manzana fue loteada y vendida, y simultáneamente la municipalidad abrió la calle Rosetti en su traza actual.
El último habitante
En 1990, a los 90 años, murió Alberto Trabucco. Para muchos especialistas, el artista fue un gran talento sin biografía. Vivió encerrado en la quinta y nunca se presentó a recibir ningún premio, ni tampoco le interesaba demasiado exponer su obra al público. Sin embargo, fue un renovador del arte local, un pregonero de la modernidad junto con Emilio Pettoruti, Lino Enea Spilimbergo y Antonio Berni, entre otros.
A partir de la muerte del artista, la intendencia tomó posesión de la quinta y por razones de seguridad y conservación la transformó en un espacio semipúblico. En 1996, luego de algunas refacciones, la casa se convirtió en el centro cultural que se conoce hoy.
«Todas las actividades que ofrece el municipio son gratuitas y abiertas. Vicente López tiene también otros espacios culturales como la Casa de la Cultura, el Cine Teatro York, el Centro Cultural Munro, el Museo Usina Audiovisual Lumiton, la Torre de la Independencia-Ader y la Biblioteca Municipal José F. González», indicaron voceros de la Secretaría de Cultura local.ß