Apenas comenzó a pintar las paredes de Santa Fe debía estar atento a que ningún vecino lo viera y le recriminara la acción artística. Hoy es al revés. Los vecinos se pasan minutos viendo como Andrés Iglesias o «Niño de Cobre» plasma sobre los muros su arte, un realismo urbano extremo en grandes escalas realizado con aerosoles y con una técnica que el resto de los mortales ni siquiera podría hacer sobre una hoja A4.
Andrés Iglesias, el artista santafesino que pintó los ojos de Frank Sinatra en Nueva York.
Pero el año pasado, su ascendente carrera casi colapsa. Un accidente doméstico -la explosión de un aerosol, que su pequeño hijo dejó en el horno por un descuido-, lo dejó con el 30% del cuerpo quemado. Estuvo ocho días internado en el hospital José María Cullen y los diagnósticos no eran alentadores.
«Fue un susto grande, del que me pude recuperar porque las enfermeras y médicos del hospital son de otro planeta. Esto me imposibilita la exposición al sol en largos períodos que es básicamente lo que hacía con los murales. Aprovecho las primeras horas del día y me cuido mucho. Por suerte pasó y ya estoy recuperado ciento por ciento», le cuenta a Clarín desde los Estados Unidos.
Allí estuvo 20 días y en ese lapso impresionó a los norteamericanos con tres murales. Tres primeros planos a los ojos de Sinatra, al rostro de Prince y al expresivo Dalí, en Nueva York, Los Ángeles y San Francisco, respectivamente.
«Pintar a Frank Sinatra, en Brooklyn, fue un desafío impresionante. Fue como pintarlo en su casa, es decir: mucha presión. Aquí era Dios», comienza a explicar Niño de Cobre.
«Desde el minuto uno que comencé hacerlo la gente empezó a acercarse y a reconocerlo incluso ante mi incredulidad porque siempre tengo temor a que no se parezca y luego me voy convenciendo. Era como volver a traerlo a Nueva York«, agrega.
El desafío en este lugar tenía otro condicionante: la enorme pared de ladrillos del siglo diecinueve. «Me dejaron pintar en ese lugar donde no hay tantos murales. El edificio es de 1860 y no es tan turístico y la pared tiene 11 metros por 6 de alto. Entonces el trabajo tiene también otro significado para mí», expresa.
Andrés comenzó a pintar de chico. Siempre en las paredes y siempre justándose con amigos mayores que él. De allí su apodo «Niño de Cobre», por ser el menor de la banda de amigos que se encontraban en sus bicis freestyle por Santa Fe. De allí viene el alias que deja sellado en cada mural.
El crudo invierno estadounidense trajo consigo un obstáculo más para el artista. «Laburar a menos de cinco grados fue una locura porque la pintura no salía como estaba acostumbrado. Salía como en gotas. Fue complejo», indica.
Para hacer el dibujo, Andrés hace una base del color más cercano a la piel para ahorrar con los aerosoles. «Después hago una cuadrícula siguiendo la referencia y voy plantando el mural para tener las proporciones. Una vez que ya sé dónde está todo, lo afino. Me alejo y miro si hay algo que está bien o mal. Las texturas, con luces y sombras, es lo que más tiempo lleva y le da el hiperrealismo a la imagen».
De Nueva York viajó a California también para pintar en un mural a otro ícono de la música internacional: Prince. «Todos los contactos para los trabajos me llegan por las redes sociales, sobre todo con Instagram (cobreart), que después de los murales de que hice acá explotó».
En Santa Fe, Andrés tiene una especie de galería de arte a cielo abierto desplegada por distintos rincones. Sus dibujos en murales, edificios e instituciones embellecen la ciudad.
Su último trabajo fue en una zona histórica de San Francisco (Pinted Laidies), donde sobre un soporte dibujó con aerosol una expresión del rostro de Dalí.
Ahora, además de los santafesinos, el mundo también empieza a disfrutarlo.
Fuente: Clarin, Corresponsalía Santa Fe, DD