En 1987, un submarinista japonés que exploraba las aguas circundantes de las islas Ryukyu, al sur de las costas de Japón, quedó maravillado al encontrar, a 25 metros de profundidad, una enorme estructura rocosa con la particularidad de tener escalones perfectamente tallados. El buzo creyó haber encontrado parte de una ciudad que habría existido en aquel lugar miles de años atrás y que fue hundida por completo por un cataclismo natural.
El descubrimiento que conmocionó a Kihachiro Aratake, tal nombre del submarinista, se conoció más tarde como “Monumento Yonaguni”, pero también recibió el elocuente nombre de “la Atlántida japonesa”, ya que las exploraciones que llegaron después a analizar el monolito de piedra de 150 metros de largo por 20 de ancho y con una altura de un edificio de ocho pisos aseveraron que la roca había sido modificada por la mano del hombre y que formaba parte de un poblado humano antiquísimo.
En ese sentido, la versión más extendida dice que ese bloque rocoso, que se cree que alguna vez fue una ciudad con su propia civilización, tiene unos 10.000 años de antigüedad y habría sido sepultada bajo las aguas por el derretimiento de los glaciares que se produjo tras la Era del Hielo. Quienes propician esta teoría aseguran que en el lugar existen formaciones y detalles escultóricos que solamente pueden haber sido hechos por seres inteligentes. Incluso, hay un estudioso del lugar llegó a reproducir un plano con los lugares más importantes de esa antigua urbe.
Pero por otra parte no todos aceptan la teoría de que Yonaguni fue un sitio relacionado con una civilización antigua y consideran que las formaciones de las rocas responden a alteraciones producidas por, sencillamente, fenómenos naturales.
“Me recordó a las pirámides”
El sólido bloque pétreo de Yonaguni se encuentra a unos 500 kilómetros al suroeste de la isla japonesa de Okinawa y a unos 150 kilómetros de la costa este de Taiwán. El mencionado submarinista Aratake dio con ella cuando buscaba un lugar nuevo donde bucear en la inmensidad del Pacífico. Fue así el primero que se asombró al ver los escalones de la estructura, que parecían tallados y pulidos a la perfección. En especial lo que parecía ser una especie de escalera caracol. “Se me erizaron los pelos, era abrumador”, le dijo entonces el buzo a la BBC.
Pero fue poco más tarde, en 1992, cuando Masaaki Kimura, un geólogo marino de la Universidad de Ryukyus en Japón, se puso a analizar el lugar de manera más profesional. Junto con un grupo de científicos se sumergió en las aguas donde yace el monumento Yonaguni y, tras unos 15 años de investigación, llegó a la conclusión de que allí, en efecto, había existido una antigua civilización que terminó sepultada por el mar.
“Cuando lo vi por primera vez me recordó a las pirámides y me dio la impresión de estar en Egipto. Nuestros estudios demuestran que ese monumento no es artificial, pero fue hecho por el hombre”, dijo el propio Kimura en un documental sobre Yonaguni que realizó History Channel.
A través de reiterados estudios, el geólogo marino que quedó sorprendido por la ciudad hundida hizo incluso una descripción de la topografía del lugar, donde se supone que encontró los restos de una carretera, mampostería, adoquines, una combinación de piedras enormes, marcas de herramientas humanas y zanjas de drenaje. Vio también partes de fosos alineados regularmente, estrechos pasadizos y destacó los ángulos de 90 grados en los escalones.
Además, Kimura añadió otro elemento hallado en la zona de Yonaguni que sería una prueba más de la existencia de humanos allí. “Cerca del monumento hay una piedra a la que llamamosla piedra del sol,no sé si lo usarían como reloj o como algún propósito religioso”, analizó.
Otras expediciones submarinas continuaron la teoría de Kimura de que el lugar se correspondía con los restos de una Atlántida japonesa y creyeron ver sobre el monolito la figura trabajada en la roca de una tortuga. La página dedicada a expediciones de buceo Simply Scuba reprodujo el plano que había realizado el geólogo nipón de las ruinas de Yonaguni. Allí puede verse que en el diagrama aparece un pozo que habría funcionado como una pileta o depósito de agua, dos terrazas, una entrada a la ciudad y hasta un lugar sagrado en lo alto que habría funcionado como un templo.
El fin de la ciudad
Lo que el geólogo japonés cree es que la civilización que vivió en Yonaguni se encontraba, obviamente sobre el nivel del mar, en tiempos en que las aguas del Pacífico estaban unos 20 metros por debajo del nivel que tienen hoy. Como esto sería en tiempos de la glaciación, los que siguen la teoría de la existencia de la ciudad calculan que ese pueblo habitó el lugar hace 10.000 años o más. El lugar representaría, de ser así, “los restos de la civilización más antigua que se conoce”, dice Kimura.
Una teoría dice que la civilización que habitó el monolito sería el pueblo Jomón, una comunidad antiquísima japonesa perdida en el tiempo que vivió en el Japón prehistórico en el año 12.000 A.C. Pero Kimura también se sube a otra hipótesis que refiere a la existencia de una cultura previa a todas las civilizaciones que se conocen.
“El monumento de Yonaguni podría ser una prueba palpable del continente Mu”, dice el geólogo, que hace referencia a un antiguo mito acerca de un territorio sobre el Pacífico que, al igual que la Atlántida, habría sido destruido y hundido por castigo divino. Claro que, al igual que la Atlántida, este continente se encuentra mucho más cerca del universo del mito que de la realidad.
Como sea, en lo que tienen coincidencia quienes creen que Yonaguni representa las ruinas de una antigua cultura es que el mar la sepultó cuando las aguas subieron su nivel a causa del derretimiento de los glaciares tras la Edad del Hielo, hace unos 10.000 años. Aquí también la verdad de la historia natural se condice con los mitos, ya que son varias las poblaciones antiguas en diferentes lugares del mundo que tienen la creencia de que por mucho tiempo existieron civilizaciones muy desarrolladas que fueron arrasadas por una gran inundación. Entre ellas, estaría Yonaguni.
Una formación natural
Pero más allá de las teorías que señalan que el bloque rocoso ubicado al fondo del Pacífico cerca de las costas de Taiwán son las ruinas de una antigua ciudad, existe otra versión, más aguafiestas, si se quiere, que asegura que las formaciones de Yonaguni están hechas por obra y arte de la misma naturaleza.
La organización japonesa World Diving recoge los estudios geológicos que analizaron la zona y que llegaron a la conclusión de que el área es propensa a la erosión y que lo que parecen escaleras con paredes verticales y horizontales -que dan la impresión de haber sido realizadas por el hombre- son producto de fenómenos que se producen cuando el magma se enfría y la roca se erosiona a lo largo de ella.
Los geólogos también señalan que las ruinas están inclinadas verticalmente en un ángulo de entre 10 a 15 grados en dirección sudeste, con lo que seguiría el grupo de fallas de Yaeyama, que se formó hace más de 2 millones de años.
Lo cierto es que, merced a esta y otras explicaciones científicas, a nivel oficial, el gobierno de Japón no reconoce a Yonaguni como un sitio arqueológico. Así, ni la Agencia Japonesa de Asuntos Culturales ni el gobierno de la Prefectura de Okinawa reconocieron las formaciones como reliquias culturales y tampoco llevaron adelante tareas de investigación o conservación en el yacimiento.
Sin embargo, y más allá de esta negativa oficial japonesa a reconocer Yonaguni como ruinas de una antigua civilización, el lugar continúa siendo una atracción invaluable para buzos de diferentes lugares del mundo. Ellos acuden allí para conocer con sus propios ojos ese maravilloso monolito y sus estructuras, que generaron las más asombrosas y fascinantes teorías acerca de una civilización perdida. Muchos eligen creer en la existencia de una maravillosa Atlántida japonesa.
Fuente: Germán Wille, La Nación