“Quien sabe ver las cosas bellas es porque tiene la belleza dentro de sí”. Es una frase de Gustav Klimt que puede leerse al principio de una fascinante exhibición que se abre mañana en esta capital, que los expertos ya definieron “la muestra del año”. Y que marca el regreso a Italia después de 110 años, cuando fue premiado en la Exposición Internacional de Arte de Roma de 1911 el “artista del escándalo austriaco”, conocido en todo el mundo por El beso y protagonista del movimiento vanguardista de la Secesión Vienesa.
TituladaKlimt. La Secesión e Italia, al margen de llevar al corazón de la ciudad eterna, el Museo de Roma de Palazzo Braschi –magnífico edificio que se asoma sobre la Piazza Navona- varias obras maestras de Klimt (1862-1918), la muestra, que recorre su vida y obra, por primera vez presenta al pintor y a los artistas de su grupo en una perspectiva inédita: la de su relación con Italia. Un tema que hasta ahora había sido tocado sólo tangencialmente en la bibliografía klimtiana, ya que jamás habían colaborado como ahora curadores italianos y austríacos, según destacaron en la inauguración del evento, al que asistió LA NACION.
Entusiasmados por un proyecto distinto, que fue madurando durante los largos meses de encierro de pandemia, tanto el Museo Belvedere de Viena, la Klimt Foundation y colecciones públicas y privadas como la Neue Galerie Graz, prestaron excepcionalmente para esta ocasión no sólo obras icónicas –como la famosísima y erótica “Judith” (1901), estrella del evento-, sino también muchísimos otros retratos, dibujos, paisajes, afiches objetos y decenas de postales que el artista le mandó desde Italia a su mujer.
“Por supuesto El beso quedó en el Museo Belvedere de Viena, no puede absolutamente ser prestado porque es como si la Venus de Botticelli dejara Italia, pero de un total de más de 200 obras que pueden verse 49 son de Gustav Klimt”, dijo, sin ocultar su satisfacción, Maria Vittoria Marina Clarelli, una de los artífices de una muestra considerada sin precedente.
A través de un recorrido lleno de estímulos, refleja y explica el significado que tuvo en la arquitectura, el diseño, los novedosísimos afiches y hasta en objetos artesanales, el movimiento de protesta de la Secesión de Viena protagonizado por Klimt, que fue seguido por varios otros pintores como Josef Hoffmann, Carl Moll y Koloman Moser, entre otros, cuyas obras también pueden admirarse por primera vez en Roma.
Cuando fundó la Secesión en 1897 junto a su hermano Ernst con el lema “A cada tiempo su arte, al arte su libertad”, si bien abandonó los clásicos modelos inspirados en el Renacimiento italiano, hasta entonces dominantes en la arquitectura y la decoración, Klimt nunca dejó de interesarse en Italia. Los viajes que hizo en 1899 y en 1903, en efecto, fueron ocasiones para descubrir, entre Venecia y Ravena, otra arte: la de los mosaicos paleocristianos y medievales, la de los vidrios de Murano y la de los esmaltes bizantinos. Aunque, a diferencia de otros artistas de su grupo Klimt -que también visitó Florencia, Pisa y Trieste-, nunca pintó paisajes de Venecia, sí dejó encantarse por imágenes menos conocidas de Italia, como las del Lago de Garda, donde pasó un verano.
“A diferencia de otros artistas extranjeros que quedaron embriagados por el perfume de los limones y demás bellezas de la península, Klimt escribió poco de las sensaciones que tuvo en los ocho viajes que hizo a Italia, el país que seguramente más visitó en su vida… Pero en las postales que le escribía a su mujer desde Florencia o desde Ravena, donde se apasionó de los mosaicos, hablaba del arte italiano y de cómo lo inspiraba”, subrayó Sandra Tretter, vicedirectorade la Klimt Foundation, institución que nació “gracias a la tercera mujer del hijo ilegítimo del artista”, recordó, riendo.
Tretter subrayó, además, que Italia también fue para Klimt una meta expositiva más que importante. De hecho, participó dos veces en la Bienal de Venecia, en 1899 en la sala austriaca y en 1910 con una extraordinaria muestra personal; fue indiscutido protagonista de la Exposición Internacional de Arte de Roma de 1911 y en 1914 envió una obra para la II edición del movimiento de Secesión romano. Fue en este marco que influyó directamente en varios pintores italianos como Felice Casorati, Vittorio Zecchin y Galileo Chini, que pasaron a copiar su estilo modernista, distinto, marcado por la “´pintura estilo mosaico” y cuyos cuadros también pueden verse en la muestra.
Esta incluye el impactante friso mural de más de 34 metros de largo que Klimt realizó en 1902 en homenaje a Ludwig van Beethoven, en el que desarrolla un complejo programa de imágenes consideradas una interpretación visual de la novena sinfonía del gran compositor. Y se cierra con un plato fuerte: la exhibición del reaparecido “Retrato de señora”, capolavoro realizado por Klimt entre 1916 y 1917, en los últimos años de su vida, protagonista de uno de los sucesos más increíbles del mundo artístico de los últimos tiempos. La pintura había desaparecido de la Galería Ricci Oddi de Piacenza en 1997, en un robo con un modus operandi jamás esclarecido y reapareció casi 23 años más tarde en ese mismo lugar, también de modo enigmático. Ocurrió el 10 de diciembre de 2019, cuando durante unos trabajos de jardinería en las paredes exteriores del museo de Piacenza, en una bolsa de plástico metida en una ranura, volvió a aparecer la tela.
“No es casual que en la última sala se muestre este tesoro desaparecido, buscadísimo durante 22 años”, dijo Jonathan Papamarenghi, asesor de la comuna de Piacenza que ante una pregunta sobre si, finalmente, se pudo resolver quién estuvo detrás de esa increíble desaparición y reaparición del cuadro de Klimt, admitió que aun no hay novedades. “Sigue siendo un misterio que nos reservará varias sorpresas”, pronosticó.
Klimt. La Secesión e Italia, que podrá verse hasta el 27 de marzo próximo, es una de las primeras grandes muestras en las que, gracias a la mejor situación sanitaria, ya no hay aforo, también se destacó en la presentación. Aunque sí es necesario para ingresar mostrar el “green pass” –el pase sanitario que certifica que uno se ha vacunado, tiene un hisopado negativo o ha cursado la enfermedad-, medirse la temperatura y llevar barbijo. “Es un proyecto que nació durante la pandemia y nos arriesgamos porque apostamos a su fin y a la reapertura que finalmente estamos viviendo después de casi dos años de oscuridad”, celebró Iole Siena, presidenta de Arthemisia, empresa líder en la producción y organización de grandes muestras, que contó que esta en homenaje a Klimt, que no dudó en definir “el evento del año”, costó 1.700.000 euros. Una cifra nada menor, pero necesaria para el seguro de todas esas obras míticas del “artista del escándalo”, ahora juntas y en Roma.
Fuente: Elisabetta Piqué, La Nación