La raqueta corre por cuenta de la imaginación de quien mira la estatua. A la Gaby Sabatini inmortalizada en la Costanera Sur la vemos parada lista para pegar un drop de revés en una pelota imaginaria. Tan imaginaria como la raqueta que debería empuñar en su mano derecha y acompañar en el golpe con la izquierda, pero que brilla por su ausencia.
No es la primera vez que a la mejor tenista argentina de todos los tiempos le sacan la raqueta. Unos metros más allá, a Guillermo Vilas, el mejor tenista argentino de todos los tiempos y número uno del mundo algunas semanas de 1975 y 1976, también le falta la raqueta en esa zurda talentosa que está terminando de pegar un drive.
Si alguien no supiera que el creador de la Gran Willy ha sigo un gran tenista, hasta podría pensar que, por la pose de los brazos sin raqueta, se trata de un boxeador.
Vandalizadas y destrozadas más de una vez, las estatuas a estos dos ídolos del deporte argentino están en el llamado “Paseo de la Gloria”, que se extiende desde la avenida Dr. Tristán Achaval Rodríguez y Azucena Villaflor hasta la calle Viamonte, en Costanera Sur.
Están acompañados también por otros consagrados cracks argentinos como la jugadora de hockey Luciana Aymar, el golfista Roberto De Vincenzo, el basquetbolista Manu Ginóbili, el rugbier Hugo Porta, el boxeador Pascual Pérez, el automovilista Juan Manuel Fangio y el futbolista Lionel Messi, a quien le han cortado las piernas más de una vez.
Hacia allí fue el jueves pasado el fotógrafo y artista Marcos López con el fin de intervenir a su manera las estatuas de Gaby y Willy. Su simbólica reparación les devolvió por algunos minutos las raquetas a los deportistas homenajeados que tantas alegrías nos dieron. López no las dejó porque “no tenía sentido, hubieran durado 10 minutos; sólo fue un gesto poético”, explicó a Clarín.
Intervención del artista Marcos López en la estatua de Guillermo Vilas. Foto del Instagram de Marcos López (@marcoslopezvirtual)
No sólo les faltan las raquetas: a Sabatini también le faltan algunos dedos de la mano izquierda y a Willy, directamente, el antebrazo izquierdo. De modo que a López no le quedó otra que ubicar la raqueta en la mano derecha de Vilas… ¡que es zurdo!
López lo hizo en una «ceremonia», que fue acompañada por un minuto de meditación y silencio con la cabeza inclinada a 45 grados hacia el piso.
Críticas al material
Las fotos de esta poética e inusual performance se pueden ver en el Instagram del artista, donde las acompaña con un texto en el que critica duramente el material con el que fueron confeccionadas, por no ser lo suficientemente noble para el homenaje que se pretendía hacer: resina de poliéster y fibra de vidrio.
“Las estatuas me parecen bien, bien hechas; el asunto es que el material torna el homenaje precario, contradictorio, porque imita el bronce, parece bronce, pero es fibra de vidrio, algo esencialmente precario”, señaló López, creador de la imagen El asado en Mendiolaza, su versión de La última cena.
El artista Marcos López. Foto Fernando de la Orden
La crítica no se quedó ahí, dado que López fue más allá: ¿por qué idealizar al número uno?, se preguntó. “Tengo en mi memoria una vez que le hicieron un primer plano a una niña china que salió segunda en gimnasia artística y lloró. ¡Sale segunda y llora! Y las bailarinas del Colón… el sufrimiento para ser la número uno. ¿Para qué es necesario escalar el Everest, si podés hacer trekking y pasarla bien?”, metaforizó y cerró: “Después de ser el número uno viene el vacío existencial de nuevo. ¿Para qué seguir haciendo estatuas?”.
El autor de las obras realistas es el artista plástico y escultor cordobés Carlos Benavidez, a quien Clarín intentó contactar, sin éxito.
Benavidez es reconocido a nivel nacional e internacional por sus trabajos escultóricos de estilo figurativo expresionista, tanto de Argentina como de Estados Unidos, España, Reino Unido y Alemania. Su sello está en estatuas y bustos de San Martín, Belgrano, Sarmiento, Borges, Cortázar y el «Che» Guevara, entre otros.
Fuente: Clarín